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Quizá Goya presente en esta estampa el lado humano de la prostitución callejera, en sintonía con el tema de ¡Qual la descañonan!. Las pobres mujeres que se hacen prostitutas para huir de la miseria son perseguidas por la justicia mientras las de alto postín viven sin ningún tipo de problemas legales, aludiendo a la diferencia entre pobres y ricos.
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Una de las paredes del comedor de los Príncipes de Asturias en el Palacio del Pardo estaba dedicada al invierno por lo que Goya diseñó tres cartones en los que la sensación de frío y ambiente desapacible se ha conseguido a la perfección: La Nevada, el Albañil herido y los Pobres en la fuente. Incluso los tres nos ofrecen una visión más popular de la sociedad de la Ilustración, al ser protagonizados por personas de clase humilde. Los fríos tonos empleados también conforman una unidad. Algunos especialistas consideran que Pobres en la fuente sería una continuación del Albañil herido para alabar las medidas sociales aprobadas en el reinado de Carlos III.Las tres figuras están perfectamente interpretadas, especialmente el niño que llora. La sensación de frío se acentúa con el manto de la mujer sobre su cabeza y el árbol sin ramas, creándose el efecto invernal a través del color, obteniendo sombras casi coloreadas que preludian el Impresionismo. La pincelada suelta que emplea Goya no permite un excesivo detallismo pero sí la crea una sensación de realidad difícilmente superable.
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Nonell se centra en los marginados, en especial gitanas y cretinos, oscurece notablemente la gama de colorido y se acerca al expresionismo. Es una de las figuras asiduas, desde su creación en 1897, a la tertulia de la taberna de "Els Quatre Gats" junto con Picasso, en el que ejerce influencia.
contexto
Sin entrar en los sorprendentes cráneos humanos, recubiertos con revoque de yeso y valvas de concha en los ojos, hallados en los niveles neolíticos de Jericó y sin detenernos tampoco en las figurillas de hueso y marfil -masculinas y femeninas- de significado propiciatorio, de Beer-Sheba, asimismo neolíticas, debe decirse que pocos son, relativamente hablando, los elementos de que disponemos para analizar la plástica palestina -escultura y relieve-, que se reducen en la época cananea (Bronce Medio y Reciente) a una serie de idolillos, en su mayoría figuritas de arcilla con la dea nutrix (Tell Beit Mirsim, Abu Ghoch), o con Astarté (en numerosas localidades), a cabecitas masculinas y femeninas, a modo de amuletos, y a unas pocas estatuillas de basalto o caliza. De estas últimas hay que recoger las halladas en Hazor: una completa (40 cm; Museo Rockefeller, Jerusalén), de toscas líneas, casi sin desbastar, es de tipo funerario y representa a un rey divinizado (¿o quizá se trata de una divinidad astral?), sentado en trono y con las manos en las rodillas, portando una copa en una de ellas; la otra, acéfala, adopta idéntica disposición; y, finalmente, la tercera, fragmentada en dos trozos, representa a un dios sobre un toro (Museo de Hazor). En todas ellas son visibles influencias sirias. En Tell Beit Mirsim y en Tell Djemme han aparecido numerosas placas ovaladas, de arcilla, sobre las que se imprimió mediante molde la imagen de Astarté, figurada desnuda, de frente y con los brazos levantados, sujetando tallos de lirio o serpientes. Pocas han sido las estelas sagradas (massebhoth) que nos han llegado; aunque las había lisas (ejemplares de Gezer), algunas con decoración de manos abiertas (Hazor), todas, sin embargo, carecen de interés artístico. Este juicio también debe aplicarse a la Estela de la diosa de las serpientes, de Tell Beit Mirsim, del siglo XVI a. C. de la que se conserva sólo su parte inferior. Entre las figurillas metálicas, debemos reseñar un dios Reshef, en bronce, localizado en Lachis; un dios armado, de pie, de Megiddo, y sobre todo un rey de Megiddo (25 cm; Museo de Chicago), en bronce recubierto por una lámina de oro, y con la parte inferior del cuerpo, que descansa en un trono, absurdamente plana; la figura presenta claro aspecto sirio. Una pileta de libaciones, también de Tell Beit Mirsim, del siglo XIII a. C., decorada con una cabeza de león y una serie de leones, en basalto, procedentes de distintos edificios de culto de Hazor (Templo de los ortostatos) completan la panorámica plástica. Mucho más escasos son aún los ejemplares escultóricos del período israelita (estatuillas de terracota de Astarté de Gezer, Gibea y Bet Shemesh), dado que la ley (Dodecálogo siquemita, Biblia) prohibía hacer imágenes talladas representando a seres vivientes para rendirles culto. Sin embargo, se labraron no pocas figuras, pues la Biblia en numerosos pasajes alude a la imagen hecha por Mikah, al "efod" de oro de Gedeón, al becerro de oro del Sinaí, a los toros sagrados de los santuarios de Dan y Betel, a la serpiente Nehushtan o a estatuas de dioses (Baal, Astarté, Molok, Kemos, Milkom); sin olvidar, por ejemplo, los magníficos querubines, esto es, esfinges aladas, de 5,25 m de altura, que realzaban el Arca de la Alianza.
contexto
Paseando por los restos de una ciudad etrusca, lo primero que suele asombrar al visitante es la escasez de sus restos visibles. Marzabotto, por ejemplo, sólo nos muestra los cimientos de sus casas, de cantos rodados unidos por barro: parece que paseamos sobre ella como sobre un plano. Un plano, sin embargo, que resulta difícil de interpretar: los constructores, en efecto, realizaban los cimientos sin tener en cuenta la situación futura de las puertas. Cuando se levantasen los muros de adobe, o de tapial aplicado a estructuras de madera, ya se colocarían los vanos, y los cimientos servirían de umbral. De este modo, no tenemos más remedio, si queremos entender la distribución interna de un edificio, que acudir al paralelo de las tumbas, a textos -tardíos y escasos-, a la siempre escurridiza lógica y a edificios romanos de época helenística, de cuando ya los muros empezaron a hacerse de piedra o de cal. El problema, anunciémoslo desde ahora, es particularmente espinoso en el caso de los templos. En su estructura, el podio es de piedra tallada, y se marcan también con cimientos pétreos las líneas de los muros y de las columnatas; pero, por lo común, sin hacer distinción entre unos y otras. Bien sabían los arquitectos dónde iban a levantar los muros de barro y dónde las columnatas de madera. Nosotros, en cambio, casi conocemos mejor los tejados, de los que conservamos, al menos, las tejas y placas protectoras de terracota. En consecuencia, no deja de ser paradójico que las construcciones arquitectónicas que nos han llegado más completas, las realizadas únicamente en piedra, sean las de menor creatividad artística: los altares, con sus pesadas molduras y su planta generalmente rectangular, y las murallas, de aparejo poligonal o cuadrado.
acepcion
Voz náhuatl que se refiere al habitante de Pochtlan, barrio de Tenochtitlan. Con este término también se aludía al comerciante especializado en el mercadeo a larga distancia, entre cuyas funciones estaba además la del espionaje.