Busqueda de contenidos
obra
No es éste el único dibujo conservado como estudio previo a la inacabada Adoración de los Magos. Existe otro dibujo en el Museo del Louvre, una Composición para la Adoración, en la que Leonardo ensaya las diferentes posturas y colocaciones para los personajes del grupo central. En este caso, el dibujo le sirve para trazar una perspectiva correcta al tiempo que diseña las arquitecturas de fondo donde se va a enmarcar la escena. El artista ha seguido estrictamente las leyes de la geometría y las recomendaciones del tratadista León Battista Alberti, por lo que las líneas que forman el punto de fuga convierten el suelo en un perfecto tablero de ajedrez, cuadriculado, sobre cuyas horizontales más tarde se van a apoyar los diferentes planos de la escena. Podemos también observar que Leonardo no se somete plenamente a las recomendaciones artísticas del renacimiento, puesto que ha descentrado el punto de fuga, ligeramente, lo que da cierto dinamismo al enfoque general del cuadro.
contexto
Todo ello explica que el nuevo lenguaje, aunque fundamentado en la idea de configuración de nuevo clasicismo, se desarrolle inicialmente bajo el signo de una gran diversidad estilística. Las obras de los pintores, aunque parten de ideas y formulaciones comunes en lo referente a los problemas de la perspectiva y la proporción o de la utilización de modelos similares, se hallan muy lejos de poder ser reducidas a una misma normativa. Paolo Uccello, en este sentido, constituye una figura singular y atípica, en el contexto artístico del Quattrocento, por muchos aspectos de su personalidad. La evolución de su obra es un claro ejemplo de la formación en las soluciones del gótico internacional de la mayoría de los artistas que inician la definición de un nuevo lenguaje y también de la confluencia y conocimientos de distintas especialidades que intervienen en este momento inicial. Paolo Uccello, además de pintor fue escultor -en 1407 se le cita en el taller de Ghiberti como "garzone di bottega"-, mosaicista y artista que dominaba la marquetería. El dominio de todos estos oficios, así como otros aspectos que ilustran su biografía, como es la estancia en Venecia en 1425-30 para realizar mosaicos para San Marcos, o la estancia en 1445 en Padua llamado por Donatello, explican muchos de los rasgos definidores de su trayectoria. Uno de los más importantes fue el valor arquitectónico conferido al objeto, el análisis de su valor estructural y su función como referencia compositiva inseparable del problema de la perspectiva. El objeto en la pintura de Paolo Uccello se ofrece reducido a los valores geométricos del volumen y con una iluminación propia que le proporciona la definición de su corporeidad. Pero, además, los objetos se encuentran en el escenario pictórico como referencias descriptivas de la organización perspectiva del espacio. A través de ello, el espacio en las composiciones de Paolo Uccello aparece como representaciones de escenarios de ficción. En San Jorge y el dragón (Londres, National Gallery), de hacia 1440, pueden hallarse todos estos elementos definidores de la pintura de Paolo Uccello. La figura de la princesa y las rocas del fondo, con sus formas estilizadas y acartonadas, constituyen una trasposición tardía de soluciones propias del gótico internacional que permanecieron vigentes debido a razones diferentes según tuvimos ocasión de comprobar. En cambio, la disposición formando un esquema geométrico de las hierbas del suelo, el escorzo y volumen del caballo y San Jorge se ofrecen como elementos que definen un espacio perspectivo y un tratamiento volumétrico claramente desentendido de los planteamientos tradicionales. En otras obras, como las célebres batallas, el efecto de representación en el espacio de un escenario alcanza una definición puntual y precisa. En la batalla que representa a Niccoló da Tolentino en la batalla de San Romano (Londres, National Gallery) puede apreciarse el efecto de escenario del espacio debido a la falta de articulación, como un continuo ininterrumpido, entre el suelo y el fondo de la composición. El suelo presenta una figura de guerrero muerto, lanzas y restos de armaduras que desarrollan una trama de líneas que describen el esquema de una perspectiva lineal, y aparece más que como el suelo en el que se desarrolla una batalla, como el tablado de un escenario en el que se desarrolla un torneo, un juego, una fiesta como una representación teatral. Para Uccello los objetos aparecen tratados con su propio valor volumétrico y luminoso, pero cumpliendo la función de componentes de una demostración del método perspectivo. Para Uccello los objetos aparecen vistos como con una iluminación artificial y desde la simplificación y ficción que proporciona un escenario teatral. De hecho, la relación del espacio escénico del teatro aparece en otras obras de este rotor como en el Milagro de la Hostia (Museo de Urbino), predella de un retablo pintado hacia 1467-68. La relación con el teatro se hace evidente al utilizar Uccello la idea teatral del decorado simultáneo que permite desarrollar ante el espectador acciones en dos espacios distintos y visibles al mismo tiempo. La relación e influencia ejercida por la escenografía teatral en la pintura florentina del Quattrocento es evidente. El cubo pictórico, derivado de una visión perspectiva configura un espacio similar al creado por la escenografía que sirve de marco a una representación teatral. Es la dimensión que tiene el escenario de La última Cena (Santa Apolonia, Florencia), pintada en 1445-50 por Andrea del Castagno. El artesonado del techo, el solado y la tarima del suelo, la decoración pseudoarquitectónica de las paredes configuran un espacio escénico en el que los objetos y sus formas se comportan como los componentes del entramado lineal de la perspectiva.
Personaje
Político
Licenciado en Leyes y Ciencias Políticas y Sociales, intervino en la Primera Guerra Mundial. Cuando finalizó el conflicto comenzó al trabajar en un bufete, al tiempo que ingresó en las filas del Partido Socialista. Contrario al fascismo, se opuso a la política de Mussolini, por lo que fue encarcelado. Finalmente se instaló en Francia. Allí entró en contacto con autores españoles exiliados como Blasco Ibáñez y Miguel de Unamuno. Creó una emisora de radio y utilizó este medio para lanzar mensajes en contra del fascismo. Cuando cayó este régimen, Pertini pudo regresar a su país natal. Como miembro del comité ejecutivo del Partido Socialista se enfrentó a los alemanes. Su arrojo le costó una vez más la cárcel y, en esta ocasión, una sentencia a muerte por parte de las SS. La suerte se puso de su lado y consiguió huir de su cautiverio y llegar a Milán. Desde allí retomó su actividad política y dirigió la resistencia. Cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial consiguió trabajo en periódicos, que empleó como plataforma para lanzar sus consignas. Al mismo tiempo su presencia en el Partido Socialista era cada vez más valorada, por lo que consiguió el puesto de Secretario. A pesar de que se actividad política cada vez era mayor, siguió trabajando en el ámbito de la comunicación. En esta época estuvo en el diario "Avanti" y más tarde en "Il lavoro". Al comienzo de la década de los cincuenta entró en la Cámara de Diputados y en 1963 fue elegido vicepresidente de la Cámara. En 1978 se convierte en presidente de la República. Una de sus primeras actuaciones fue combatir los casos de corrupción de su propio partido. Cuando Aldo Moro fue secuestrado se negó a apoyar a Bettino Craxi en su intención de negociar con las Brigadas Rojas para liberar al político. Esta posición fue altamente valorada tanto por la comunidad italiana como por la comunidad internacional. Además fue un gran defensor de la democracia y criticó la política armamentística de la Unión Soviética y Estados Unidos. Fue uno de los políticos más populares. En 1985 le sustituyó en el poder Francesco Cossiga. Como político recibió numerosos premios en reconocimiento de su labor.
obra
Con esta obra Manet conseguía por fin el deseado éxito en el Salón de París, en el año 1881, transcurridos veinte años desde el reconocimiento con Guitarrista español. Consiguió la segunda medalla, eximiéndole del procedimiento de selección en posteriores certámenes. Por supuesto que también tuvo críticas contrarias, entre otros Mantz e, inexplicablemente, Huysmans, uno de sus incondicionales. El modelo es un extraño personaje llamado Pertuiset, quien empleaba su tiempo haciendo de explorador, cazador y pintor. Poseía algunos de los cuadros de Manet - Naturaleza muerta con jamón -, por el que sentía una especial atracción. Pertuiset posó en el estudio del pintor, junto a una piel de león, mientras que para el fondo toma el jardín de la casa del cazador, en Montmartre. La postura del hombre sugiere una instantánea fotográfica, incorpora en el fondo ciertos toques de la teoría impresionista, utiliza las tonalidades malvas para la sombra y deja pasar ciertos retazos de luz natural entre los árboles. Sin embargo, contrasta con las tonalidades oscuras del atuendo del protagonista. La pincelada empleada es rápida, da la sensación de desdibujar la escena más que de crear una figura compacta. El gesto atento del cazador está perfectamente interpretado, mostrando la veta de retratista que estaba presente en Manet.
contexto
Perú inició su vida colonial bajo un clima de guerra civil entre los españoles, divididos primero entre pizarristas y almagristas, y luego entre rebeldes y realistas. La verdadera causa del problema residía en un exceso de población española que había acudido a dicho territorio, tanto por la fama de su riqueza, como por lo tardío de la conquista. Había unos ocho mil españoles y las encomiendas podían dar de comer a unos quinientos. La administración ocuparía como mucho otros mil, sobrando el resto. Se promovieron, por ello, tumultos y agitaciones hasta que se logró enviarles a conquistar otros lugares (Chile y el Amazonas) o asentarles en territorios periféricos. Los enfrentamientos comenzaron tras el asesinato de Francisco Pizarro (26 de junio de 1541), cuando la Corona intentó fundar el Virreinato del Perú y la Audiencia de Lima (Leyes Nuevas de 1542). La facción almagrista se alzó contra el gobernador Vaca de Castro, que intentaba poner orden en la colonia. Logró derrotarle y darle muerte tras la batalla de Chupas (1542). En 1544 llegó a Lima el primer virrey, Núñez Vela, que fue recibido con hostilidad por los encomenderos. Las Leyes Nuevas habían prohibido la sucesión de las encomiendas, como es sabido, y el Virrey traía la orden de quitarlas a todos los que hubieran participado en las luchas de pizarristas y almagristas, que eran prácticamente todos los encomenderos del Perú. A los cuatro meses, se produjo la rebelión encomendera (tanto de pizarristas como de almagristas) en torno a la figura de Gonzalo Pizarro, hermano del descubridor de la tierra. Gonzalo entró en Lima y fue nombrado Gobernador por la Audiencia. El virrey huyó y encabezó la lucha de los defensores de la causa del Rey, pero fue abatido en Quito el año 1546, siendo degollado. La rebelión se extendió por toda la costa pacífica suramericana. Para someter a los rebeldes se envió a Pedro de Lagasca, quien a costa de intrigas y promesas logró reunir suficientes fuerzas realistas para derrotar a los rebeldes en Jaquijahuana, cerca de Cuzco (1548). Gonzalo Pizarro y algunos de sus capitanes pagaron la traición con la vida. El Pacificador Lagasca repartió, luego, magnánima y aleatoriamente mercedes, recogió un buen tesoro para la Hacienda Real y embarcó para España en enero de 1550, dejando el gobierno en manos de la Audiencia. Para asentar el reino fue nombrado virrey, en 1551, don Antonio de Mendoza. Había ejercido ya como virrey de México y con buen acierto, pero murió al año siguiente de llegar a Lima, produciéndose otra rebelión (1553), acaudillada esta vez por Francisco Hernández Girón, que terminó un año después, cuando fue derrotado y ajusticiado. Los tres gobernantes que vinieron a continuación, el marqués de Cañete, el conde de Nieva y el gobernador (no fue virrey) García de Castro, se dedicaron a drenar la tierra de aventureros enviándolos a conquistas lejanas. El nuevo virrey don Francisco de Toledo fue el verdadero organizador del Perú colonial. Entró en Lima el año 1569 y gobernó hasta 1581. Toledo realizó durante cinco años una visita al Reino realizando interrogatorios sobre el gobierno incaico, con objeto de acoplar los impuestos de la dominación española a los existentes en la época prehispánica. En sus informes quedó patente la autocracia incaica, que trató de aprovechar para el nuevo régimen. Estableció el tributo indígena en consonancia y cuantía a lo que podían pagar los naturales, concentró a éstos en poblados para facilitar su utilización en servicios personales, control político y evangelización, y fijó los contingentes que debían acudir a las labores mineras mediante el sistema de mita, así como su forma de trabajo y la remuneración que percibirían por el mismo. Las minas del Potosí fueron puestas al máximo rendimiento, contando con el respaldo de Huancavélica, que suministraba el azogue necesario para el beneficio de la plata. Toledo emprendió también una campaña militar para capturar a Tupac Amaru, último descendiente de los incas, que se hallaba escondido en la Sierra, a quien mandó decapitar. Completó su actuación instalando en Lima el Tribunal de la Inquisición. Sus sucesores del siglo XVI mantuvieron sus pautas y acentuaron las medidas de tipo fiscal (alcabala). Durante la primera mitad del siglo XVII, el virreinato afrontó los problemas de la disminución del número de indígenas, de la presencia de los corsarios holandeses en sus costas y de la reorganización de la minería. Lo primero obligó al Virrey don Luis de Velasco a ordenar una actualización del repartimiento de mitayos y a reajustar los impuestos de los indios. Su sucesor, el Marqués de Montesclaros, visitó personalmente Huancavélica dictando algunas medidas para mejorar la ventilación de las galerías donde trabajaban los mitayos. Los virreyes posteriores se enfrentaron a los piratas y fortificaron El Callao. Entre los principales ataques a esta plaza destacó el efectuado, en 1623, por el hugonote Jacques L'Hermite con una flotilla compuesta de 11 urcas de guerra y un patache, en la que iban a bordo 1.300 hombres. El virrey Marqués de Guadalcázar acababa de ordenar la salida de la flota de la plata con ocho millones de pesos y aprestó una defensa que duró cien días. L'Hermite murió durante el sitio y le sucedió Schapenham, que dividió sus fuerzas. A la par que sostenía el frente de El Callao, envió naves para atacar Guayaquil y Pisco, donde fueron rechazadas. Schapenham perdió 400 hombres y abandonó el sitio de El Callao unas semanas después. El desastre de esta expedición motivó que los holandeses se olvidaran del Perú durante más de una década, centrando sus expediciones en el Caribe y en Brasil. Otros acontecimientos de la época fueron la creación del Consulado de Lima, la fundación de algunos colegios (el del Príncipe para educar a los hijos de los caciques y el de San Bernardo en Cuzco para los hijos de los criollos) y el descubrimiento de judaizantes entre los mercaderes en Lima. En la segunda mitad de la centuria, la crisis económica flageló la Real Hacienda, que vio disminuir los ingresos tributarios y aumentar desmesuradamente los defensivos (murallas de Lima, fortificación de plazas y envíos de situados). Estos gastos supusieron, algunos años, hasta el 38% de los ingresos de la Caja de Lima. La parálisis progresiva que afectó al sistema de flotas (llegaban cada tres años desde 1663 y cada lustro desde 1682) creó desabastecimiento de mercancías europeas y activó el contrabando. Los movimientos sísmicos, especialmente el de 1687, cambiaron los cursos de los ríos que regaban la costa peruana, zona de producción triguera, donde se produjo una progresiva desertización. A partir de entonces, el Perú tuvo que importar trigo chileno. Entre los virreyes sobresalieron el Conde de Lemos (1667-72), que intentó sustituir la mano de obra mitaya por asalariada en Huancavélica y el Duque de la Palata, que reorganizó la mita del Potosí mediante nuevo recuento del número de tributarios y forasteros.
lugar
Perusia, la actual Perugia, está situada en la Etruria septentrional. Alcanzó el estatuto municipal en el año 90 a.C., convirtiéndose en colonia augústea tras la guerra civil de los años 41-40 a.C. Sus restos más antiguos son de época arcaica, aunque los más importantes pertenecen al periodo helenístico. El mejor conservado es su muralla, del siglo II a.C., con grandiosas puertas de acceso. Son importantes también algunas tumbas monumentales en las que fueron enterradas familias patricias de la Perusia helenística.
Personaje
Pintor
Pietro Vannucci recibe el nombre de Perugino al ser natural de esa región italiana. Este maestro del Quattrocento se formó en Florencia, en el taller de Verrocchio, coincidiendo en alguna ocasión con Botticelli, trabajando en un estilo influenciado por ambos artistas. Piero della Francesca será otro de los maestros que marque los primeros años de producción de Vanucci, especialmente en cuanto a los fondos arquitectónicos y a los paisajes. La fama de Perugino llegó a tal extremo que fue llamado a Roma para decorar algunas de las paredes de la Capilla Sixtina, siendo este encargo determinante para dividir su producción artística en dos periodos. La entrada de Rafael en su taller hacia 1496 supuso para Perugino un acicate al trabajar con mayor intensidad, para convertirse en un pintor monótono y repetitivo años después. Su estilo seguro, con amplias figuras insertadas con perfección en el paisaje supone un preludio de lo que se realizará en el Cinquecento.