No únicamente el banco serpentea, todos los caminos del Park lo hacen, como también los pórticos y viaductos. Para su trazado se tuvieron que llevar a cabo importantes movimientos de tierras y rocas. En estas funciones se emplazaron catorce albañiles con sus respectivos ayudantes. Según Gaudí, el objetivo es aumentar y hacer más cómodas las comunicaciones de los distintos lugares del Park, utilizando únicamente los materiales propios del terreno. A la izquierda de la plaza de la Colonia se accede a tres pórticos consecutivos. El primero de ellos se prolonga por detrás de la Casa Güell (actualmente una escuela pública). En él todas las columnas son diferentes. De entre ellas destaca una conocida como La Bugadera (La Lavandera), la cual, según parece portaba antiguamente una pala para golpear la ropa. El pórtico en sí es sorprendente, las columnas exteriores se inclinan hacia el interior para soportar el peso del desnivel del terreno, formando una bóveda en piedra alargada que engloba un pasadizo casi circular. Se trataba metáfora de una gran ola que arropaba y protegía, como si de un túnel se tratara, al pueblo de Moisés, en tanto que el ejército del faraón los perseguía en el paso del Mar Rojo. Tras este primer pórtico encontramos el segundo, formado por un semicírculo de columnas, altas como remolinos helicoidales, que se asemejan a copas de brindis, propias de los Banquetes de Amistad, que se convocaban para la celebración de los solsticios de invierno y verano. Bajo éste, se encuentra el tercer pórtico, que es una alegoría a la unión que debe haber entre los hermanos y del apoyo que los más fuertes han de brindar a los más débiles. Recuerda a las torres humanas (Castellers) típicos por aquél entonces de Valls, villa del Camp de Tarragona. A través de los pórticos se retorna a la Avenida Principal, la más amplia de todas (más de diez metros). En ella se pueden contemplar una serie de piedras esféricas, que corresponden a las cuentas de un monumental rosario, unas perfectamente alineadas, y otras dispersas por el Park. Alguna de ellas ha desaparecido. En ella se encuentra la Casa-Museo Gaudí, y el primer viaducto, llamado de Abajo. Tanto éste como los restantes viaductos (el Medio y el Alto), están sostenidos por pilares cilíndricos de ladrillo revestido con piedra del lugar sin desbastar. Una vez más naturaleza y artificio se compenetran.
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También Gaudí se encargó de rehabilitar la Casa Muntaner de Dalt como vivienda de los Güell en el Parque. Presenta un porche, un arco de acceso a la capilla y un invernadero. En el salón se colocaron obras del pintor "El Vigatà", con figuras de divinidades griegas y un claro regusto neoclásico. Bien pronto se convirtió en uno de los puntos de encuentro más importantes de la ciudad. Entre sus huéspedes podíamos encontrar desde miembros de la familia real hasta menestrales y obreros. En ella falleció Eusebi Güell, el 8 de julio de 1918. El principio del fin del ambicioso proyecto que movió a ambos personajes.
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Era en realidad el mercado del Parque Güell. En él se pensaba emplazar a los vendedores ambulantes que se pretendía atraer a la colonia. Por su estructura era una de las más discutidas construcciones de Gaudí. Se trataba de una recreación de la arquitectura griega o una desfiguración del arte dórico. Era una sátira cruel del arte clásico o un homenaje. Los especialistas nunca se han puesto de acuerdo. En lo único en que todos coinciden es en reconocer la magnificencia y calidad de la obra. Las columnas exteriores se inclinan hacia el interior para compensar el enorme peso de la plaza de la colonia que se encuentra sobre ella. Gaudí se inspiró, una vez más, en la naturaleza del cuerpo humano. Ésta es la manera cómo las piernas soportan el peso del cuerpo. Las columnas parecen hundirse en el techo, como si éste fuera un almohadón. Gaudí, para dotar de mayor amplitud al espacio eliminó algunas columnas. En el lugar correspondiente a cada una de ellas en el techo, el arquitecto emplazó unos plafones circulares decorados con trencadís de porcelana, cerámica y vidrio. Para su diseño y realización contó con la inestimable ayuda de uno de sus más estrechos colaboradores: Josep Maria Jujol. Los cuatro plafones mayores representan las estaciones del año. Los restantes catorce, de menores dimensiones, sugieren la luna y sus ciclos, el mes lunar y el mes femenino de veintiocho días. Bajo la columnata dórica se encuentra un depósito de aguas pluviales (no visitable) que recoge las aguas que, procedentes de la montaña, se estancan en la plaza de la Colonia cuando llueve. Ésta posee un suelo compuesto de arenas pisadas y grava que permite la filtración de las mismas, evitando que se encharque. Se recoge, mediante conducciones en el interior de las columnas y desciende hasta el depósito. Ello permitía dotar de cierta autonomía a la ciudad-jardín, aunque en realidad se utilizaban para el riego de los jardines. La cisterna ocupa la mitad derecha y se accede a ella mediante una escalera de caracol. Su interior, con una gran variedad de columnas, con la misma ambición artística que en la columnata dórica, ofrece al visitante una magnífica visión con los reflejos verdes del agua que reposa en silencio en su interior.
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La muralla que rodea el Parque Güell está decorada con franjas rojas y blancas, como las que utilizaba la marina fenicia. Gaudí quería simbolizar que el Park era como una nave o isla, a la manera de la famosa isla de "Utopía" de Tomás Moro. La "K" de la palabra Park que encontramos en 14 medallones ornamentales del muro, eran una clara referencia al modelo inglés de la urbanización. Por otra parte la estrella de cinco puntas en la "P", invertida, como un diablo con cornamenta, indicaba claramente que se trataba de un lugar esotérico. Todo el Park Güell está lleno de simbolismos. De las siete puertas proyectadas tan sólo se llegaron a levantar dos. El diseño de la reja de la puerta principal del Park es el mismo que el de la Casa Vicens, la que podemos considerar como primera gran obra del maestro catalán. Flanqueando la puerta principal, dos pabellones de original diseño: El muro exterior queda enroscado en cada uno de ellos, formando dos serpientes enfrentadas, como las que Mercurio llevaba el caduceo. En muchas ocasiones se ha insistido en el hecho que el Park evocaba recuerdos personales de sus creadores, Güell y Gaudí, pero también de su infancia. Es por ello que encontramos juegos y divertimentos: Frente al pabellón de la derecha, según se entra, encontramos una extraña construcción. En origen se trataba de una cochera que, por su forma y textura nos recuerda a un elefante. De él tan sólo se ven el vientre y las patas, pero si observamos con detalles, tanto en su interior como en el exterior, llegaremos a descubrir la trompa y la cola y, con un poco más de esfuerzo, su pesado caminar. No será éste el único elefante que encontraremos en el Park. Los dos pabellones de entrada, a los que ya hemos hecho referencia, presentan paredes rústicas y macizas, como las de la cueva. Por el contrario, la decoración de sus tejados se completa con colores plácidos y vistosos que, a la luz de un sol suave, producen reflejos deslumbrantes, con una exquisita sensibilidad. Ambos presentan forma de silla de montar elefantes que sostienen torres similares a las que se contemplan en pinturas indias y en algunos ejemplos de la pintura mural románica peninsular. El espectador no ve, en un primer momento, la cabeza del animal, pero una vez en el interior, en la actual librería, se puede apreciar un enorme techo ondulado como el paladar de un elefante. Los ventanales se asemejan a las orejas del paquidermo. A un lado se erige la torre como una trompa erecta. Gaudí concibió el complejo de la entrada como un gran rompecabezas, con un marcado carácter de utopía infantil, pero enfocada tanto a los pequeños como a los mayores, en el que las piezas se tenían que descifrar y emparejar. Para la construcción de éstos pabellones se emplearon materiales y pinturas humildes, combinando técnicas tradiciones con elementos modernos prefabricados, gracias en parte a la fábrica de cementos propiedad de la familia Güell. El trencadís, o mosaico de cerámica rota a trozos manualmente, que Gaudí elevó a categoría de arte, recubre las cubiertas, dotándolas de gran flexibilidad. El pabellón de la derecha era la conserjería. En él vivía un empleado de los Güell, acompañado por su hermana. Presentaba sala y cocina en la planta baja; dormitorios y salón en el primer piso; y golfas o buhardillas, con una chimenea en forma de seta, bajo el tejado. El pabellón de la izquierda es de dimensiones más reducidas. Como el anterior también está coronado por una seta. De todos es conocida la atracción que sentía Gaudí hacia las curiosas formas de las setas. Las amanitas son conocidas por sus efectos alucinógenos y por su utilización en ceremonias religiosas ancestrales para entrar en tránsito, en estados de euforia o inhibición, sueños o viajes. El Park recogía en su simbología lo esencial de la vida de sus dos creadores, que se fundía con elementos y figuras de profundo sentido religioso, masónico y alquímico. Se reflejaban los aspectos positivos y negativos de la magia blanca y la negra, según la moral del catolicismo y de la masonería del cambio de siglo.
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La escalera del Park Güell, que asciende entre muros con almenillas, presenta en el centro unos pequeños estanques que generan saltos de agua. Todos ellos decorados con trencadís. El primero de ellos muestra un compás graduado y un círculo del que surgen dos palos hacia arriba y dos hacia abajo: Los instrumentos del arquitecto y del constructor, que coinciden, evidentemente, con los de la masonería (no olvidemos que masón significaba "maestro de obras", como la figura del Dios medieval que se erigen en el gran arquitecto que con ayuda de un compás dibujaba el círculo del mundo o del universo). En el mismo nivel se encuentran representados corales, símbolos de la piedra en estado primigenio, la materia prima que el alquimista ha de purificar en su interior. En el primer rellano de la escalera se encontraba una losa hexagonal con la inscripción "Reus 1898" y una copa de cava. Hacían alusión directa a sus raíces en la comarca del Camp de Tarragona, y a la celebración que, con motivo de la compra de los terrenos, reunió al marqués de Asma, propietario de los mismo, a Güell y al propio Gaudí, quien también celebraba su cuarenta y cinco aniversario, edad en la que podía recibir el grado de Gran Maestro Arquitecto de la logia masónica a la cual pertenecía. A ambos lados de las escaleras, baldosas hexagonales, cóncavas y convexas, que nos remiten a las celdas de las abejas, símbolo del trabajo y vida en comunidad, tanto en sentido social como espiritual. En el segundo tramo de la escalera, el escudo de Cataluña que da al Park su profundo sentido catalanista, que siempre quisieron remarcar sus creadores. La escalinata, inspirada en la de la Plaza de España, en Roma, construida por De Sanctis el año 1723, no indicaría que se trataba de una obra de Cataluña en España. Del centro del escudo surge la cabeza de una serpiente de color broncíneo, semejantes a las de Moisés o Asclepio, usadas para defender a su pueblo de las plagas. También se parecían incrustaciones de frutos de eucalipto. Todo ello en clara alusión al propio Güell como autor de un tratado contra las epidemias bajo el título "La inmunidad por las leucromías". El tercer tramo aparece ocupado por una salamandra que se aferra a los costados del estanque. La salamandra, representación animal del fuego, como la designa los colores de su cresta. En el cuarto tramo una figura marrón. Su parte baja es un trípode como el que utilizaba la pitonisa de Delfos cuando recitaba su oráculo, transformada por los humos de vapores de pino y sustancias aromáticas. Tras los trípodes, un banco para reposar y gozar con la contemplación de la panorámica, en el que da el sol en invierno y la sombra el resto del año. Se asemeja a una boca abierta, una boca trágica, con el labio inferior tenso por la profundidad del llanto.
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Gaudí, para dotar de mayor amplitud al espacio dedicado a mercado en el Parque Güell eliminó algunas columnas. En el lugar correspondiente a cada una de ellas en el techo, el arquitecto emplazó unos plafones circulares decorados con trencadís de porcelana, cerámica y vidrio. Para su diseño y realización contó con la inestimable ayuda de uno de sus más estrechos colaboradores: Josep Maria Jujol. Los cuatro plafones mayores representan las estaciones del año. Los restantes catorce, de menores dimensiones, sugieren la luna y sus ciclos, el mes lunar y el mes femenino de veintiocho días.