Cansado de los continuos viajes realizados en los últimos años de la década de 1620, Rubens regresó a Amberes y solicitó a la infanta Isabel Clara Eugenia, gobernadora de los Países Bajos, que le eximiera de responsabilidades diplomáticas. Se casó en segundas nupcias con Helene Fourment y se dedicó a vivir en paz. Compró el castillo de Het Steen, en las cercanías de Amberes, y se interesó especialmente por el paisaje, delegando la organización de su fructífero taller a su discípulo Lucas Fayd´herbe. Estas composiciones realizadas durante la década de 1630 fueron hechas para su propio disfrute, actitud insólita en su época.La castillo de Steen será protagonista de varias composiciones -véase el Castillo de Steen- interesándose el pintor por captar la naturaleza en todo su esplendor, representada en un momento determinado del día. Pero esto no quiere decir que el pintor flamenco se anticipe al impresionismo, ya que no trabajará directamente en la naturaleza. En primer plano podemos observar un grupo de burgueses enzarzados en sus juegos mientras al fondo observamos el castillo, rodeado de un riachuelo. La amplia perspectiva es característica de los paisajes flamencos, empleando diversas bandas que se alejan en profundidad. El movimiento de las figuras es característico de la pintura del maestro, cargando de dinamismo a la composición. El Paisaje con un carro al crepúsculo también forma parte de este grupo de paisajes.
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obra
Constable trabajó con cierta frecuencia como pintor de las posesiones de los grandes terratenientes de Suffolk. El artista no gustaba demasiado de tal trabajo, pues le obligaba a ceñirse a las indicaciones del cliente y a un paisaje concreto. El terrateniente que deseaba una vista grandiosa de su finca quería que aparecieran aquellos elementos que le parecían importantes y que no siempre el artista encontraba de buen gusto. Constable plantea un lienzo más complicado de lo que pudiera parecer, en el que ha logrado reunir lo principal de la finca Rebow, la familia que le encargó el lienzo. Para pintarlo, hubo de trasladarse a la mansión y abandonar los trabajos que tenía en curso en su propia casa. La escena está dividida en cuatro partes: un eje vertical plantea dos mitades equivalentes, una de luz y otra de sombra; y un eje horizontal divide el cielo y el paisaje de fondo frente al estanque y los pastos del primer plano. El artista ha recogido a un tiempo el parque de caza, los pastos, el ganado, los trabajos de los pescadores y los elementos de recreo, como son los cisnes que adornan el lago. De este modo, se apuntaba la dedicación que los poseedores daban al terreno en favor de la comunidad, con la explotación agropecuaria.
obra
En el camino de Aix a Le Tolonet había una granja llamada el Château Noir. Cézanne sintió especial admiración por este lugar e intentó comprarla pero el propietario no quiso venderla, aunque permitió al pintor trabajar en sus propiedades e incluso utilizar una de las habitaciones de la granja como taller. De este lugar salieron un buen número de obras entre las que destacan ésta que contemplamos, identificativa de los trabajos de los últimos años del siglo XIX. Los árboles y las rocas llenan el espacio pictórico, recordando al "horror vacui" de la pintura gótica. Los contornos de los árboles están trazados con una línea oscura que sintoniza con el sintetismo de Gauguin, aunque por lo demás estamos ante una obra personal del maestro provenzal. La luz apenas llama su atención -a diferencia de Monet, preocupado por cuestiones lumínicas y atmosféricas- interesándose por recuperar los valores formales a través del color. Las pinceladas son aplicadas de manera pausada, configurando un entramado estructural que anticipa el cubismo al desarrollarse en facetas. Las tonalidades son frías, recurriendo a los contrastes cromáticos y los colores complementarios del impresionismo. Al quedar los trabajos sin concluir, debido a la fórmula de trabajo lento a la que era tan aficionado el maestro, en algunos momentos podemos encontrar cierta tendencia a la abstracción.
monumento
Cuando en el siglo XVII el conde-duque de Olivares se hizo con las riendas del poder, buscó la manera de alejar a Felipe IV del Alcázar. Para ello no dudó en construir un nuevo palacio en las afueras de la ciudad, cerca del Real Monasterio de San Jerónimo, donde el mismo conde-duque poseía una quinta de recreo. Al mencionado monasterio acudían con frecuencia los monarcas " a retirarse", por lo que el nuevo palacio será denominado del Buen Retiro. Alonso Carbonel será el responsable de la construcción del nuevo edificio, que contaba con un amplio jardín en el que se levantaban nueve ermitas, un corral de comedias y un amplio estanque. En uno de sus rincones se alzaba la fábrica de porcelana del Buen Retiro, creada en el siglo XVIII. Las tropas napoleónicas se instalaron en este lugar durante la Guerra de la Independencia, librándose cruentos combates en el recinto del parque. Tras el conflicto, Fernando VII se dedicó especialmente a la restauración del jardín, construyendo "casas de reposo" -hoy sólo queda una en pie- y replantando numerosos árboles. Con la instauración de la I República en 1873 el parque del Retiro quedaba para disfrute del pueblo madrileño, haciéndose cargo del recinto el Ayuntamiento. En el interior del Retiro se construyeron numerosos edificios de gran interés artístico como el Observatorio Astronómico, de Juan de Villanueva; los palacios de Cristal y de Velázquez, construidos por Ricardo Velázquez Bosco; el monumento a Alfonso XII, diseñado por José Grases Riera entre 1902-22 con la colaboración de Mariano Benlliure; o la estatua del Ángel caído, de Ricardo Bellver y Ramón.