<p>Giacomo Balla fue un pintor italiano nacido el 18 de julio de 1871 en Turín y fallecido el 1 de marzo de 1958 en Roma. Es reconocido como uno de los principales exponentes del movimiento futurista en el arte italiano.</p><p>Balla estudió en la Academia Albertina de Bellas Artes en Turín, donde inicialmente desarrolló habilidades en el estilo académico convencional. Sin embargo, a medida que avanzaba su carrera, se sintió atraído por las ideas revolucionarias del futurismo, un movimiento artístico fundado por Filippo Tommaso Marinetti en 1909, que abogaba por la celebración de la modernidad, la velocidad, la tecnología y el dinamismo en el arte.</p><p>En su juventud se traslada a Roma y se dedica a pintar la ciudad de noche. Además, comienza a interesarse por los problemas del mundo obrero y de los marginados, y a pintarlos en clave divisionista. El movimiento futurista le influyó a partir de un viaje que realizó a París, atrayéndole también el impresionismo, por su manera de descomponer los colores y las formas. Esto se ve en su obra La Jornada del Obrero.</p><p>Giacomo Balla participa del Movimiento futurista italiano junto a Severini, Umberto Boccioni y Carrá. Es un Movimiento que surge en defensa de la vida urbana e industrial. Se caracteriza por el dinamismo que se obtienen mediante la superposición de imágenes.</p><p>En 1910 firma junto a otros pintores el manifiesto Futurista, justo a Severini, Boccioni y Carrá. Sus primeras obras, Interpenetraciones Iridiscentes, Vuelos Rápidos y Líneas de Velocidad, fueron las intuiciones que dieron impulso y ritmo a las experimentaciones de los primeros años del futurismo. Tras esta obra inicial, destacan Niña que Corre por el Balcón y el Dinamismo de un Perro Atado.</p><p>Después de profundizar en los temas del movimiento futurista, cómo dividir una imagen, por ejemplo, para que ante nuestros ojos parezca un movimiento, Balla se desinteresó de este movimiento.</p><p>Durante los años 20 se acercó más al cine y a la psicología y a partir de 1930 volvió a los temas figurativos de sus años prefuturistas, pintando ciudades, paisajes y retratos. Balla fue, además, el precursor del dadaísmo. En esta última época, se le consideró como uno de los representantes del arte abstracto italiano.</p>
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Personaje
Político
Descendiente de una adinerada familia de banqueros, se decanta por la carrera de Leyes y completa su formación en el Instituto de Estudios Políticos de París. En los años setenta inicia su actividad política y colabora estrechamente con Georges Pompidou, Primer Ministro de De Gaulle. Desde este puesto se encargó de la relación de con los sindicatos. Su carrera política fue en ascenso y desde 1969 hasta 1974 fue secretario general del presidente Pompidou. Se sospecha que en esta época era quién realmente movía los hilos del gobierno. Cuando éste falleció fue propuesto por Giscard para representar a Francia en el Vaticano, aunque rechazó esta oferta y se retiró de los asuntos públicos hasta la década de los ochenta. En 1986 con Jacques Chirac ocupó la cartera de Economía hasta 1988. Durante su mandato en el Ministerio favoreció las privatizaciones y a los más adinerados dejándoles exentos de pagar impuestos. En 1993 Mitterrand le sitúa en el cargo de Primer Ministro y dos años después se presentó como candidato a las elecciones representando al partido neogaullista Reagrupación para la República. Sin embargo en esta época tuvo que afrontar algunos escándalos de corrupción que empañaron su imagen. Ante esta situación en la segunda vuelta tuvo que retirarse en 1995.
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La ballesta fue un arma muy difundida durante la Antigüedad. Se trataba de una máquina capaz de lanzar pesadas flechas metálicas a una velocidad y potencia elevadas, fundada sobre una aplicación del mecanismo del arco. Roma supo muy bien aprovechar estar armas de origen griego, siendo Julio César el primero en utilizarlas de forma masiva en combates a campo abierto. Realizadas en madera, la mayoría de las armas de artillería se basaban en la utilización de la torsión de grandes madejas de fibras, tendones o crines de caballo. Su fuerza impulsora servía para lanzar tanto dardos como grandes piedras. La ballesta o ballista era la principal arma de artillería del ejército romano. Lanzaba sus proyectiles siguiendo una trayectoria muy horizontal. Cada cohorte disponía de una de estas armas. Lo normal era que disparase de proyectiles de entre medio kilo y 800 gramos, aunque se han hallado también algunos de entre 6,4 y 50 kg, hasta uno gigante de 75 kg. El alcance rondaba los 180 metros, dependiendo del proyectil utilizado.
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De entre todos los ingenios de guerra que Leonardo inventó para el duque Ludovico de Milán, esta ballesta gigante es una de las más detalladas en sus más mínimos engranajes. Tal vez quiera decir que se trataba de un verdadero diseño para ser llevado a la práctica, puesto que realmente pocos de los dibujos de Leonardo tuvieron una traducción física. Leonardo trazó máquinas fantásticas, pero muy costosas de realizar, poco versátiles y difíciles de desplazar o movilizar según las necesidades del combate. Sin embargo, el hecho de que en este caso los engranajes y los detalles del funcionamiento hayan sido tratados con atención podrían hablarnos de un proyecto en fase de realización.
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A partir del siglo XI se expandió rápidamente por Europa una nueva arma, pariente lejana de antiguos ingenios de características análogas y que, probablemente, fue la más terrible invención medieval en el campo del arte bélico: la ballesta. La difusión de la ballesta comenzó en el Norte de Europa, posiblemente favorecida por los normandos. Sabemos que en Italia este arma fue utilizada por primera vez por los ejércitos de las repúblicas marítimas de Venecia y de Génova principalmente y, posteriormente, alcanzó una gran difusión. Según el cronista francés Froissart, los ballesteros genoveses "eran tan expertos que siempre acertaban en el lugar que deseaban". En ciertos aspectos la ballesta era semejante al arco, pero infinitamente más potente, pues la cuerda que lanzaba el dardo podía alcanzar una tensión altísima. Por este motivo, la carga era la tarea más pesada y compleja que su uso. Inicialmente la maniobra se efectuaba apuntando el arma hacia abajo y haciendo palanca con los pies para poder tensar la cuerda. En un segundo momento, a partir del siglo XI, en la cabeza de la ballesta se añadió un estribo, en el que se introducía el pie para facilitar su carga. La siguiente evolución fue el invento de la tensión por medio de tirantes arrastrados mediante una manivela. La dificultad de estas operaciones condujo a la fabricación de ballestas más fáciles de cargar; eran menos potentes, pero de tiro más rápido e, incluso, podían ser usadas por los jinetes. Por sus enormes posibilidades, esta arma fue considerada como diabólica, tanto que, en 1139, el Segundo Concilio de Letrán estableció la excomunión para quien la utilizara. Arcos y ballestas fueron abundantemente usados durante las Cruzadas por todos los contendientes. Se cuenta que después de la cruenta batalla del Campo de Sangre (1119), una de las peores derrotas sufridas por los cruzados, se encontró a un franco que había recibido al menos 40 impactos de flecha, mientras que los dardos que sobresalían de los cuerpos de los caballos muertos les asemejaban a enormes erizos. La ballesta acabó con la vida de personajes ilustres: Ricardo Corazón de León, por ejemplo, fue herido de muerte en 1199 por un ballestero durante un asedio en Francia; Ezzelino da Romano, señor de Verona y de Padua, murió en 1259, tras ser herido en un pie por una flecha, probablemente disparada por una ballesta. Pero algunas muertes fueron menos honorables: en 1237, Felipe, príncipe de Morea, murió intentando cargar inútilmente una ballesta, a causa del excesivo esfuerzo realizado. El funcionamiento de la ballesta es sencillo. Apretando el gatillo, la nuez libera el nervio que empuja el lance, flecha o pasador. Se conocen al menos seis modos diferentes de cargar la ballesta; uno de los más simples y difundidos consiste en que el soldado introducía el pie en el estribo y manualmente tensaba la cuerda hasta un talón (la nuez), que la sujetaba hasta el momento del disparo. Otro modo era tensar la cuerda -generalmente fabricada con tendones de animal- mediante un doble gancho que colgaba del cinturón del soldado, o también con la ayuda de una manivela que iba fijada en el extremo de la culata del arma.
obra
Las máquinas de guerra de Leonardo son cuando menos curiosas, aunque debían ser muy difíciles de sacar partido práctico, por su escasa movilidad y versatilidad. Aquí Leonardo trata de encontrar velocidad, seguridad para los soldados y múltiples ocasiones de disparo. Lo que ha ideado es una especie de rueda giratoria, como una noria, en cuyo interior se haya colgado el arquero. En la rueda están adaptadas cuatro ballestas que giran y pasan sucesivamente ante el arquero. La rueda se mueve por tracción humana: los soldados que con sus piernas caminan continuamente sobre ella.El arquero se halla protegido por la propia rueda y los soldados por un parapeto de madera inclinado. Todo ello va montado junto a una torreta con una abertura para dejar salir las flechas (hacia la izquierda del dibujo).Pero al igual que la Ballesta gigante, este diseño no se llevó nunca a la práctica por el excesivo tiempo de montaje y otros inconvenientes fácilmente reseñables.
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Este soldado es un ballestero de uno de los muchos ejércitos italianos de la época. No lleva armadura, viste una especie de jubón sobre el que lleva una cogulla (capa con capucha). La cabeza va protegida por un casco de ala ancha. En la mano derecha porta su arma: la ballesta. Las ballestas fueron construidas íntegramente de madera y cuerno hasta mediados del siglo XIV, cuando comenzó a difundirse el modelo de metal. Las municiones, colocadas en el carcaj que colgaba del lado derecho del soldado, eran llamadas flechas, lances, pasadores o "cuadrillos", a causa de su peculiar forma con la punta de cuatro lados. Se conocen diferentes tipos de puntas, cada una utilizada con un fin determinado; las de forma plana eran las más indicadas para traspasar las armaduras. Con la mano izquierda nuestro ballestero sujeta un pavés, escudo de madera de grandes dimensiones, que aseguraba su protección. En su parte posterior los paveses estaban provistos de unos pasadores, que servían para fijarlos en un palo clavado previamente en el suelo; ello evitaba que tuvieran que sujetado durante la batalla. El anverso estaba ricamente decorado con los símbolos de la ciudad a la que pertenecía. En el siglo XIII también está documentada la existencia de ballesteros de a caballo. El arma fue usada esencialmente por la infantería a partir de los siglos XI y XII, llegando su empleo hasta el XVI.
obra
Robert le Diable, de Meyerbeer, fue uno de los espectáculos más representados en la Opera de París, realizándose 758 actuaciones a lo largo del siglo, siendo la última el 28 de agosto de 1893. Su escenografía era de las más sobresalientes al representarse algunas escenas en los claustros de un convento como vemos en la imagen. Degas se sitúa en el patio de butacas y coloca delante de nosotros a varios espectadores para integrarnos en la actuación. Los miembros de la orquesta ocupan la fila inmediata a los hombres que tenemos delante por lo que ocuparíamos la segunda fila. Uno de esos hombres se olvida de la representación para mirar con sus anteojos a los palcos, mientras otro vuelve su cabeza hacia nosotros en actitud de reproche. De esta forma el artista se muestra más preocupado por ofrecernos el ambiente que rodea al espectáculo que la actuación en sí. Las tonalidades negras de los trajes, reforzadas por la oscuridad de la sala, se adueñan de la composición en la que destaca la pincelada rápida sin olvidar el dibujo, características habituales en la obra de Degas. Muy similar es la Escena de "Robert le Diable".