La Panda Este del claustro de los monasterios de monjas cistercienses incluye la Sacristía, la Sala Capitular, el Locutorio, la Sala de Monjas y el Dormitorio. La Sacristía suele ser una habitación alargada, no muy grande, con dos puertas, una que comunica con el brazo del transepto y otra con el claustro; la cubierta suele ser de cañón apuntado o de ojivas como en Las Huelgas. En su interior debía estar el armariolum, destinado para guardar los libros litúrgicos o de lectura piadosa, ya que en el muro este de los claustros de monjas no hay restos de lucillos, que era el lugar donde se colocaban los libros en los monasterios de monjes. En algunos monasterios masculinos, los viejos armariola, al construirse una importante biblioteca en otra parte del monasterio, fueron reaprovechados para lucillos funerarios. En Moreruela hay un ejemplo significativo de este caso. En los monasterios femeninos españoles que yo conozco, no conservan ni siquiera estos lucillos funerarios que nos permitan aventurar una posible existencia previa de armariola. Todo parece indicar que estuviesen en el interior de la sacristía. La Sala Capitular es el lugar de reunión de la comunidad, por lo que debían ser amplias para acoger a todas las religiosas. Rodeando los muros había bancos, de madera o piedra, donde las monjas se sentaban, por orden de antigüedad, para recibir instrucciones o hablar de los asuntos concernientes al monasterio; el asiento de la abadesa estaba en el centro del muro oriental. Las abadesas tenían el privilegio de ser enterradas en la sala capitular y en ellas podemos encontrar losas sepulcrales muy simples o sepulcros altos como los de las fundadoras de Cañas o San Andrés del Arroyo. La planta de los capítulos femeninos suele ser cuadrangular y uno de los mejores logros arquitectónicos son los abovedamientos de ojivas, mientras que en otras dependencias se sigue utilizando el cañón. La disposición interior suele variar; hay abadías donde el cuadrado es un único espacio diáfano que se cubre con una sola bóveda, como la octopartita de San Andrés del Arroyo; en otros casos se alza una columna en el centro de la estancia sobre la que voltean los nervios de las bóvedas de ojivas de los cuatro tramos, como en Cañas. Otra variante, única como la de Cañas, en monasterios femeninos es la de Las Huelgas, con cuatro columnas que compartimentan el capítulo en nueve tramos, formando tres naves. Esta última tipología es la más utilizada en los monasterios de monjes, pero sin alcanzar, en ningún momento, la esbeltez y diafaneidad del capítulo burgalés. Junto a la sala capitular se alza el locutorio, de dimensiones similares a las de la sacristía y, como ella, cubierto con bóveda de cañón apuntado; una sola puerta de comunicación con el claustro y, en el muro este, una ventana. En él la priora reunía, de forma individual, a cada monja para encargarle el trabajo del día. Junto al locutorio, el pasaje comunicaba el claustro con el huerto. Dadas las transformaciones que han sufrido los monasterios femeninos, solamente en Las Huelgas se conservan ambas estancias con sus estructuras primitivas. Lamentablemente no queda ninguna sala de monjas en los monasterios femeninos españoles; pero, si nos guiamos por las que todavía se conservan en las abadías francesas, sería la última estancia de la panda oriental. En Francia, el acceso a ella se hacía desde el pasadizo a la huerta y su disposición era un gran espacio abovedado, dividido en dos naves por una fila de columnas; en el extremo norte, una puerta comunicaba con las letrinas y, a veces, por otra en el muro oeste se accedía al calefactorio. Siguiendo esta estructura solamente podríamos reconstruir, en España, la del monasterio de Las Huelgas. A pesar de los cambios que ha sufrido en época moderna, se puede entrever que sería una gran sala rectangular, en sentido perpendicular a la iglesia, como ocurría en las de monjes, dividida en tres naves. Sin embargo, la separación de éstas no debió ser por medio de columnas, como era lo habitual, sino por unas arquerías. Aunque, como ya decía, este lugar ha sido muy transformado y ha debido tener diversas funciones, pues las religiosas hablan de que aquí hubo unas caballerizas y, hasta hace unos años, se utilizó como sala de estudios. No obstante, la posible configuración original es todavía apreciable. Al igual que la sala de monjas, el Dormitorio es otra de las dependencias claustrales cuya ubicación en los monasterios españoles ha planteado grandes problemas. Los trabajos sobre el Císter femenino siguen insistiendo en que, por la excesiva altura de los capítulos en España, se hacía imposible colocar sobre ellos el dormitorio, aunque nadie ha definido cuál sería su lugar en época medieval. Evidentemente este planteamiento es lógico si, además, a ello se añade que no hay constancia de la presencia o resto de escaleras ni en la sacristía, ni junto al capítulo que eran los lugares habituales, en los monasterios franceses, para el acceso al dormitorio. En Francia su ubicación varía según los monasterios. Así, los podemos encontrar sobre la sala capitular, dado que los capítulos no eran excesivamente altos; entonces sobre la sacristía había dos piezas que comunicaban con el dormitorio: una, hacia el claustro, que podía ser la cámara de la abadesa y otra para la sacristana y como cámara del tesoro. Otras veces el dormitorio se hacía sobre el locutorio y el pasadizo y otras, sobre la sala de monjas. En España, por la razón antes expuesta, su localización no está sobre las dependencias claustrales de la panda oriental. Sin embargo, en la parte sureste del monasterio de Cañas se conserva, aunque muy alterada, una enorme estancia rectangular que, posiblemente, correspondería a lo que era el dormitorio medieval, que debía ser el lugar más amplio del monasterio. Si éste fue el dormitorio primitivo, en origen sería una gran sala diáfana que se transformó en una construcción, sin connotaciones estilísticas, probablemente de fines del siglo mi. Consta de dos galerías con un pasillo central y, quizá, esta variación moderna hizo que el dormitorio común se modificase en celdas individuales. Testigos de esta posible variante son las ventanas que, en los muros norte y sur de la gran sala, se corresponderían con cada una de las habitaciones, así como las puertas que, desde el pasillo central, daban acceso a ellas. Sin embargo, no quedan restos de muretes de separación de las posibles celdas, ya que en los últimos años se ha dedicado este ámbito a usos domésticos del monasterio, desvirtuándose la posible compartimentación anterior. Llama la atención el hecho de que cuando, recientemente, se hicieron nuevas celdas en este monasterio, su ubicación fue sobre esta gran sala. Cuando a partir del siglo XVI a los claustros medievales femeninos se les añade un segundo piso, los dormitorios comunes irían desapareciendo para convertirse en celdas individuales y así las religiosas se trasladan al claustro alto. Actualmente esta disposición es la que se utiliza en el monasterio de Las Huelgas, donde las celdas se reparten por las pandas este, sur y oeste de dicho claustro alto. Por todo ello, y ante la ausencia de un espacio real que lo confirme, podríamos pensar que el dormitorio común de los monasterios femeninos españoles, en época medieval, se situaría próximo a la panda del capítulo, cerca de la sala de monjas o quizá sobre ella, aunque se carece de datos concretos para afirmarlo. Sin embargo, éste del monasterio de Cañas podría plantear la hipótesis de su posible ubicación.
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Interesado por las teorías de Delacroix respecto al color, Van Gogh aplicará el contraste complementario en la mayoría de sus trabajos, especialmente a través de su contacto con los grupos impresionistas en la primavera de 1886. Este contraste se produce al contraponer uno de los tres colores básicos - rojo, amarillo y azul - a la mezcla resultante de los otros dos. Las diferentes combinaciones refuerzan su intensidad o se convierten en gris. De esta manera se obtiene un efecto cromático de gran belleza. Todas estas teorías son asimiladas por Vincent de manera rápida, aplicándolas a sus trabajos como en esta ocasión donde apreciamos la combinación amarillo-violeta. Una pandereta sirve de soporte a amplio ramo de pensamientos, recortados sobre un fondo grisáceo resultante de la mezcla de los colores primarios. La pincelada ha sido aplicada de manera abocetada, primando el empastamiento frente al dibujismo de otros autores. Para Van Gogh lo prioritario será el color; después tendrá su lugar el dibujo, en un puesto secundario.
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La decoración de este panel es muy repetitiva, apareciendo series de parejas de zorros, pájaros y figuras humanas danzantes, representadas sobre un fondo de arabescos, en sintonía con el diseño de tejidos. La delicada ejecución y los restos de policromía indican que nos encontramos ante una suntuosa pieza destinada a la corte.
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Las figuras de San Jerónimo y San Juan Bautista del panel izquierdo del Retablo de la cartuja de Galluzo quedan inscritas en un espacio apenas conseguido por los elementos naturalistas del suelo, lo que sitúa a los santos en un paisaje al aire libre. Pero el efecto de continuidad hacia el fondo se pierde cuando aún no hemos comenzado a contemplar la obra: algunas formas que remiten a flores y plantas y unos montículos muy acartonados similares a los conseguidos con anterioridad en la pintura por Giotto, son los únicos elementos que nos informan del lugar que ocupan los santos. Pero, al final, vuelve a aparecer el fondo de pan de oro que aumenta la bidimensionalidad de la imagen. De pie y ataviados con vestimentas de pliegues excesivamente geométricos y portando sus atributos característicos, los santos dirigen su mirada hacia la escena del panel central, donde se sitúa la Virgen con el Niño. El Bautista y San Jerónimo quedan separados a su vez por la compartimentación de los arcos apuntados del remate. Más arriba, entre un arco mixtilíneo muy decorativo, se sitúa el arcángel San Gabriel de la Anunciación, en una estancia apenas esbozada en su configuración espacial, que tiene su continuidad en la tabla de la derecha del tríptico. La imagen de los santos, así como todo el retablo tienen más que ver con el Trecento que con los avances figurativos del primer renacimiento de Florencia.
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El ala derecha del Retablo de la cartuja del Galluzo, al igual que su tabla compañera de la izquierda, presenta a dos santos, San Francisco de Asís y San Onofre, en actitud contemplativa hacia la Virgen y el Niño, motivo de la tabla central. El santo de Asís y San Onofre están situados en un paisaje abierto del que apenas se muestran detalles naturalistas que ayuden a configurar un efecto espacial. De esta manera, las figuras quedan casi atrapadas en el primer plano, muy deudor por tanto de la concepción estilística del último gótico: apenas unas formas vegetales, un pajarillo y unas rocas conforman la estancia. Predomina la linealidad y la planitud de la imagen más que un espacio tridimensional realista. En el arco mixtilíneo que sirve de remate a la tabla se sitúa María esperando la venida del Espíritu Santo, cuyo emisario San Gabriel se sitúa en la tabla de la izquierda. Aunque en 1428, fecha del inicio de la obra, Fra Angelico ya había dado muestras de una cierta renovación artística, se puede considerar esta tabla todavía muy cercana a las estilizaciones y elegancia de líneas del gótico final. El verdadero ensayo hacia una formulación espacial creíble será más patente en la tabla central de este tríptico, con la representación de la Madona con el Niño.