Fotografía cedida por la Sociedade Anónima de Xestión do Plan Xacobeo
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En los dos años que Vincent estuvo en Nuenen realizó más de 50 paisajes del pueblo y sus alrededores. En una carta a Theo del mes de abril de 1885 le dice que está trabajando en una puesta de sol roja por lo que se considera que éste es el lienzo al que se refiere en su escrito. Una de las ilusiones mayores del pintor son las puestas de sol en las que pretende "pintar la oscuridad que, sin embargo, tiene luz en ella" como aquí podemos apreciar. El sol aun no se ha escondido, reflejándose en las aguas del riachuelo que observamos en primer plano. La gama amarillenta que encontramos en el cielo parece anteceder al oscuro manto de la noche, como si la sombra deseara acabar con la luz, algo que está ocurriendo en algunas zonas del primer término. La pincelada es muy suelta y larga como podemos apreciar en los árboles o en los reflejos del río. Las tonalidades oscuras dominan la composición aunque resaltan aquellos colores con los que Vincent desea captar "la luminosidad de la noche".
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Una de las grandes aportaciones de Van Gogh a la pintura moderna será su interés por las luces nocturnas. En épocas posteriores se sentirá traído por las luces artificiales pero al principio es la iluminación del atardecer la que protagoniza algunos de sus trabajos. Este paisaje es una de esas obras en la que las tonalidades anaranjadas de la puesta de sol se adueñan del conjunto, creando un atractivo contraste con la oscuridad de las siluetas de las casas, los árboles o el sendero por donde camina la mujer que apenas contemplamos. Los reflejos del sol se aprecian en el riachuelo de la derecha obteniendo una estampa de gran belleza en la que la pincelada suelta y rápida se asemeja a Monet o Pissarro, cuyas obras tendría referencia Vincent a través de su hermano Theo.
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Vincent acude un día a Saint-Rèmy, acompañado de un enfermero, recibiendo tantas impresiones nuevas que le debilitan y sufre una recaída. Recuperado, vuelve a pintar, a leer y a escribir, retomando su interés hacia los paisajes de los alrededores del sanatorio como este trigal a la luz de la luna que observamos. El disco lunar anaranjado se eleva sobre las montañas, inundando con su particular iluminación el campo de trigo y los montes. Los colores se apagan por efecto de la luz - siguiendo las teorías impresionistas - aplicados de forma particular con la que Van Gogh pretende expresar sus sentimientos, convirtiéndose casi en un simbolista más. Los pequeños trazos de pintura organizan la composición como si de un mosaico se tratara, sustituyendo con ellos las formas.
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Forma pareja con Paisaje de montaña, con la que pasó a la colección de Goethe, quien las adquirió del artista tras haber visto una primera versión en un cuaderno. Era el comienzo de una larga y tempestuosa relación con el genial escritor y crítico artístico. El veinticinco de agosto de este 1805, Friedrich envió a Weimar, a los Amigos del Arte, es decir, Goethe y Heinrich Meyer, dos sepias para el concurso anual. A pesar de que el tema era "La vida de Hércules", el artista de Greifswald envió "Peregrinación al anochecer" y "Atardecer de otoño". Tal fue el entusiasmo de Goethe, que le concedió, ex aequo, el premio, 60 ducados. Este triunfo valió a Friedrich, asimismo, una crítica laudatoria en el Jenaische Allgemeine Literatur-Zeitung. Hasta 1815, Goethe será uno de los grandes valedores de Friedrich, a pesar de no llegar nunca a comprender la verdad subyacente en su obra. Se ha señalado la posibilidad de que la roca del primer plano a la izquierda, que hábilmente equilibra la composición respecto al campesino que permanece de pie a la derecha, simbolice la fe. El árbol, al igual que en otros dibujos, como Mujer con tela de araña entre árboles desnudos, puede constituir un 'memento mori', es decir, un recordatorio de la fugacidad de la vida y la ineludibilidad de la muerte. Al fondo, la torre de la iglesia de una pequeña villa, apunta hacia el sol, símbolo divino, que se encuentra también en Vista sobre Arkona amaneciendo.
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El estilo minucioso y detallista de Durero se ha transformado en esta obra en una técnica suelta, de pincelada ligera y transparente. El detalle se ha sacrificado a la idea del conjunto, de modo que el artista ha conseguido una bella panorámica, tomada desde la lejanía y filtrada por el suave tono azulado del aire de montaña. Es una de las acuarelas más bonitas de Durero, que realizó una serie de paisajes alpinos durante su viaje a Venecia. Más tarde encontraremos estas acuarelas en cuadros de escenas religiosas, como acompañamiento de fondo. Sin embargo, estas acuarelas son los primeros paisajes independientes del arte europeo.
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Una de las frases más acertadas de Cézanne -"No existe ninguna línea, no existe ningún modelado, sólo existen los contrastes. Cuando el color alcanza su mayor riqueza entonces la forma alcanza su plenitud"- se puede aplicar a la perfección a este lienzo que guarda el Hermitage de San Petersburgo. El maestro de Aix ha empleado diferentes tonalidades azules para intentar construir la naturaleza que le rodea, en su afán de captar con sus pinceles no la realidad sino lo que él contempla. Esas pinceladas fluidas se distribuyen por la tela para configurar el paisaje, anticipando así la estética cubista tanto en el contenido como en la forma. Al mismo tiempo, el color se emplea como elemento configurador de la perspectiva al modular cromáticamente los planos para crear el efecto de profundidad. También Cézanne con estos últimos trabajos servirá de referencia directa a los pintores abstractos, ya que, si bien el maestro de Aix nunca abandonó la representación figurativa, sí se manifiesta cierta tendencia a la perdida formal.
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En los últimos momentos de la producción de Van Gogh van a ser habituales estas largas telas con paisajes desprovistos de contenido humano, como el famoso Trigal con cuervos. Algunos especialistas relacionan estas vistas con la desesperación de Vincent que le condujo al suicidio. Captar el momento exacto de la lluvia en el lienzo había interesado a los pintores impresionistas en numerosas ocasiones; como heredero de ellos, Van Gogh recurrirá a una panorámica en la que la iluminación del momento de la lluvia es la principal protagonista. Las pinceladas empastadas se adueñan de la composición, organizándola a través de los pequeños toques de pincel denominados facetas, como si de un puzle se tratara. Los tonos empleados se complementan entre sí: naranja-azul, verde-rojo, pero el efecto lluvioso es lo que llama poderosamente nuestra atención, creando la sensación de que observamos el paisaje de Auvers a través de una ventana.
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En 1810, o lo más tarde en 1811, Friedrich realizó tres paisajes de Bohemia de similares formato y características. Dos de ellos, este Paisaje con el Milleschauer y Paisaje de Bohemia, fueron concebidos como pareja, y como tales adquiridos por el conde Franz Anton von Thun-Hohenstein para su castillo de Tetschen, al que también fue destinado el conocido Altar. El tercero, 'Paisaje con lago', engrosó la colección del duque Karl August de Sajonia-Weimar merced a los buenos oficios de Goethe. Esta obra reproduce una vista del Milleschauer al sur de Teplitz con precisión fotográfica, según un estudio que Friedrich había realizado durante su primera visita en el verano de 1807. Como si de un descanso tras su Monje en la orilla del mar se tratara, Friedrich recrea una serena y apacible atmósfera cediendo a ciertos principios del paisaje clásico. Un elemento característico de los primeros paisajes de Friedrich es el camino que, desde el primer término, nos lleva hacia el horizonte serpenteando entre las suaves colinas; también hacia una casa que mantiene humeante su chimenea. Este mismo camino aparece, en 1830, en Ruina de Eldena en el Riesengebirge. En el centro de la simétrica composición, entre los dos picos (el de la derecha ha sido aguzado por Friedrich respecto a la realidad en aras de este equilibrio), se alzan las torres de un castillo, apenas visible en la luz de la mañana. Por contraste, el 'Paisaje de Bohemia', representa la luz del atardecer.
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Gauguin se trasladó a Bretaña en busca de primitivismo ya que para él sus gentes aún no habían sido contaminadas por la civilización occidental. Los alrededores de Pont-Aven y Le Pouldu serán protagonistas de varios lienzos como Paisaje de Le Pouldu o éste otro, diferentes ambos en el colorido pero similares en el ingenuismo y el primitivismo que Gauguin quiere representar y transmitir. Los colores oscuros protagonizan una escena en la que hay dos mujeres bretonas con sus tradicionales cofias cargando pesados fardos. La noche parece caer sobre el bosque, mostrando las nubes y el cielo sobre las copas de los árboles. Pero no son las diferentes luces del día lo que llama la atención del pintor sino el símbolo. Las extrañas siluetas de los árboles parecen engullir a las dos pequeñas mujeres, creando una sensación de angustia. A partir de ahora el artista no se conforma con pintar lo que ve sino que también quiere mostrar lo que siente, cómo se encuentra. Por eso Gauguin se considera como un puente hacia el Expresionismo.