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No es muy frecuente la temática de paisajes en la obra de Degas. De hecho solía criticar a sus compañeros impresionistas - Pissarro, Monet y Renoir - por sus frecuentes escenas paisajistas, llegando a exponer que la policía debía detener a los pintores que se interesaran en exclusiva por el paisaje. Ya hizo una incursión Degas en las Marinas de Normandía, durante su estancia en 1869 en Boulogne, acompañando a Manet, y vuelve a retomar el tema del paisaje veinte años después. En este caso viene motivado por el viaje que realiza junto al escultor Paul-Albert Bartholomé a Dienay para visitar a su amigo el grabador Pierre Georges Jeanniot. Degas empleó la prensa del grabador para realizar con óleos unas imágenes de los paisajes que más le habían atraído durante el viaje. Confiando en su memoria, el artista nos ofrece una imagen irreal, donde el protagonista es el color sin ninguna alusión a las formas, por lo que se consideran un anticipo de la abstracción. En ésta que aquí contemplamos existe un marcado efecto atmosférico que recuerda las escenas de William Turner.
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En la zona inferior izquierda se encuentra la firma de Murata Juko y de su mano también son los versos del poema en estilo chino de la esquina superior izquierda que vienen a decir: "El país vive tiempos de guerras civiles y hay peligros por doquier. Pero las montañas y los ríos están libres de calamidades. La lluvia ha dejado de caer; la ribera, como ésta del lago Xihu, no es más que oscuridad y una sombra ligera de tinta. El paisaje recuerda a Chiyi, volviendo a casa en bote luego de su victoria sobre el reino de Wu". Este poema, titulado "To Tu Quiniang", fue escrito por Du Fu, poeta chino de la dinastía Tang que se hizo muy popular entre los sacerdotes zen. Esta obra que contemplamos está próxima a los paisajes haboku de Bokusai, posiblemente maestro zen de Juko.
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No son muy numerosos los paisajes pintados por Cézanne antes de su estancia en Pontoise junto a Pissarro en el verano de 1872. En los que realizó antes de la etapa impresionista se manifiesta la influencia de la escuela de Barbizon, Courbet y Corot, incluso encontrándose cierta similitud con algunas obras pintadas por Renoir en estas fechas. Sin embargo, la paleta de Cézanne es algo más sombría, aplicados los colores con una pincelada rápida y pastosa. La perspectiva se consigue al distribuir horizontalmente los colores, empleando tonos oscuros en primer plano y claros en el fondo, fórmula que repetirá en sus últimas imágenes de la Montaña Sainte-Victoire. Camino serpenteante en Provenza también forma parte de este grupo de paisajes pre-impresionistas.
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El número de paisajes pintados por Rembrandt es muy escaso, concretamente ocho si nos atenemos al último catalogo, si bien en el inventario ejecutado en 1656 en la casa del artista se mencionan doce paisajes salidos de sus pinceles. Algunos especialistas atribuyen a estas obras un aspecto moralizante, buscando significados ocultos relacionados con la religión. Desconocemos si el maestro realizó estas obras buscando la moralidad o simplemente son ejemplos de la naturaleza que llamó la atención al pintor. Las luces continúan siendo fantásticas, alejándose del realismo de Jacob van Ruisdael, pero la composición goza de gran belleza a pesar de estar inconclusa. En esta imagen se aprecia la manera de trabajar de Rembrandt, de atrás hacia adelante, de manera que siempre tenía a la vista el dibujo, esbozado de manera concisa.
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En plena efervescencia el asunto de los cuadros de las Facultades, Klimt abandonó Viena durante el verano para trasladarse a las orillas de lago Atter, su lugar favorito para hacer paisajes y olvidarse así de los cuadros "oficiales". El resultado de estas estancias veraniegas lo podemos observar en este excelente paisaje, donde observamos la influencia del puntillismo de Signac y Seurat en la manera de aplicar el color. Las tonalidades verdes dominan el conjunto, mostrando una amplia variedad de matices cromáticos, salpicados de otros colores como el blanco, rojo, malva o marrón, creando un efecto decorativista que recuerda a los mosaicos de Ravena y anticipa la etapa denominada caleidoscópica. Las líneas desaparecen ante el peso del color y aunque Klimt parte del impresionismo, no se interesa por asuntos atmosféricos ni lumínicos sino por mostrar la naturaleza en toda su extensión.La disposición de los árboles en el tupido prado crea el efecto de perspectiva, dificultando con sus copas la visión del horizonte y del cielo, ligeramente presente. El resultado es una obra de gran impacto visual que contrasta con la época dorada que se impondrá en estos momentos, como observamos en el retrato de Adele Bloch-Bauer.
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Fotografía cedida por la Sociedade Anónima de Xestión do Plan Xacobeo