Nacido en Normandía, era hijo de Enrique, duque de Baviera. Formado en Inglaterra, junto a su tío Ricardo Corazón de León, fue elegido emperador en 1209 con el apoyo de los güelfos, en contra de Felipe de Suabia, con quien hubo de disputar el trono. Si bien gobernó desde 1198 y el papa Inocencio III lo reconoció en 1201, no fue coronado hasta 1209, cuando Felipe de Suabia fue asesinado. Sus pretensiones sobre Italia le enfrentaron al Papado y a Felipe Augusto de Francia. Aunque contaba con el apoyo del rey inglés Juan Sin Tierra, fue derrotado en 1214 en Bouvines y depuesto un año más tarde. Se retiró a vivir a Brunswick, Sajonia.
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Los almiares de cereal recogido indican la estación en la que nos encontramos; la luz empleada por Pissarro es la típica del otoño, creando un efecto de neblina que anticipa el invierno. Los tonos empleados se hacen más tristes si los comparamos con el Verano, asemejándose a la Primavera. De esta manera el artista recoge directamente del natural la luz de cada momento, enlazando con el Impresionismo. La pincelada es muy rápida, con pequeños toques de color que se asemejan a manchas en algunas zonas.
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Con la Primavera, Manet inició la serie de las Cuatro Estaciones, realizando el Otoño algún tiempo después. Como modelo, tomó a la bella Méry Laurent, quien con 30 años no temió representar a la edad de las hojas muertas. Como en su compañera, el artista recurre a recortar la figura sobre el fondo, en este caso un papel floreado; de esta manera resulta una imagen feliz e incluso opulenta. El vestido oscuro contrasta con el papel, similar a las estampas japonesas que tanto atraían a los artistas impresionistas y al propio Manet. La personalidad de la modelo ha sido perfectamente captada por el autor, uno de los mejores retratistas de fines del siglo XIX.
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Su obra transcurre a medio camino entre el símbolo y la alegoría. Harpías, sirenas, murciélagos o vampiros, la nueva mujer (Freud por entonces abundaba en la idea mujer=naturaleza frente al hombre =cultura) adquiría connotaciones de poseedora asesina. En este caso la animalidad toma prestada su forma de la araña que, en la noche, devora a sus compañeras. Los cuerpos de solidez casi escultórica, petrificados por el sueño, se precipitan en un ambiente extraño, irreal y frágil; atmósfera creada para la vida silenciosa de los símbolos y no para los gestos de seres de carne y hueso. En realidad, toda la obra de este pintor belga, precursor del simbolismo en su país, gira en torno a la fragilidad de las apariencias.
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De todas las pertenecientes al ciclo sobre las edades de la vida de 1826, de las que las más célebres son las referentes a las estaciones, ésta es la que presenta mayores problemas, pues se ha referido en ocasiones como perteneciente a un ciclo posterior, de 1834, del que hay constancia a partir del testimonio del escultor David d'Angers. Es un paisaje cuajado de símbolos. Bajo la luz suave del atardecer, una pareja se detiene, él vestido de guerrero, junto a un monumento. En esta encrucijada, ella parece desear marchar hacia la montaña, presencia de Dios en la tierra; él se inclina hacia la ciudad que se divisa en la lejanía. Ambos polos representan la terrenalidad y la religión, lo político y lo espiritual en que, más que lo común humano, se movió la vida entera de Friedrich.
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En 1859 el padre de Cézanne compró una residencia a unos dos kilómetros de Aix-en-Provence denominada el Jas de Bouffan. Se trataba de un edificio del siglo XVIII que había pertenecido al duque de Villars, gobernador de la Provenza y mariscal de Francia en el reinado de Luis XIV. El estado del edificio cuando fue adquirido era bastante lamentable por lo que se realizaron algunas reparaciones y se amuebló la casa de manera sencilla. El salón de la planta baja será decorado por Cézanne con pinturas murales relativas a las cuatro estaciones, de las que este panel formaba parte. Cuando la finca fue vendida en 1899 los cuadros se quedaron en el salón para ser posteriormente desprendidos de las paredes y transferidos a lienzo. La Bañista y rocas también formaba parte de la decoración. Cézanne utiliza una figura femenina tremendamente estilizada como protagonista del Otoño, cargando sobre su cabeza un cesto que contiene frutas de la época. La campesina se inserta en un paisaje presidido por una montaña -¿referencia a la Montaña Sainte-Victoire que tanto aparece en su obra?- envuelta en una atmósfera de atardecer presidida por las tonalidades anaranjadas. El dibujo es correcto y la aplicación del color puro resulta adecuada, vinculándose con algunas obras de la Escuela de Lyon. En la parte baja del lienzo se aprecia la firma de Ingres, parodiando de esta forma el joven artista a uno de los maestros más venerados en su localidad natal.
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Fotografía cedida por el Servicio de Promoción e Imagen turística del Gobierno de Navarra.
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Uno de los toreros más populares del siglo XVIII fue Martincho, cuyo verdadero nombre parece ser Antonio Ebassum, natural de Egea de los Caballeros. Toreó en varias ocasiones en Zaragoza, concretamente en 1759 y 1764, por lo que pudo ser conocido por Goya durante su juventud. El torero destacaba por su valor y su fantasía a la hora de lidiar. Aquí le vemos sobre una mesa, con los pies atados por unos grilletes, en actitud de saltar sobre el animal. Tras él contemplamos unos embozados -podía tratarse de la propia cuadrilla de Martincho- y al fondo se observan las tablas de la plaza con el público muy disperso, tras unas líneas de color negro. El perfecto dibujo, la tensión y el movimiento definen perfectamente este grabado fechado en 1815.
contexto
OTRAS ANTIGUAS COMPOSICIONES DESPIERTA... Así se dirigían al muerto, cuando moría. Si era hombre, le hablaban, lo invocaban como ser divino, con el nombre de faisán, si era mujer con el nombre de lechuza, les decían: "Despierta, ya el cielo se enrojece, ya se presentó la aurora, ya cantan los faisanes color de llama, las golondrinas color de fuego, ya vuelan las mariposas". Por esto decían los viejos, quien ha muerto, se ha vuelto un dios. Decían: "se hizo allí dios, quiere decir que murió". EL DIOS DE LA DUALIDAD En el lugar del mando, en el lugar del mando gobernamos: es el mandato de mi Señor principal. Espejo que hace aparecer las cosas. Ya van, ya están preparados. Embriágate, embriágate, obra el dios de la dualidad. El inventor de hombres, el espejo que hace aparecer las cosas. MADRE DE LOS DIOSES Madre de los dioses, padre de los dioses, el dios viejo, tendido en el ombligo de la tierra, metido en un encierro de turquesas. El que está encerrado en nubes, el dios viejo, que habita en las sombras de la región de los muertos, el señor del fuego y del año. POESÍA RELIGIOSA CANTEMOS AHORA Cantemos ahora ahora digamos cantos en medio de la florida luz del sol, oh amigos. ¿Quiénes son? Yo los encuentro en donde los busco: allá tal cual junto a los tambores. Yo no hago más que forjar cantos, yo vuestro amigo, el príncipe chichimeca Tecayehuatzin. ¿Quién? ¿Ya no todos nosotros daremos placer, haremos ser feliz al Sumo Árbitro? ¡Ojalá que allá en Tlaxcala en buen tiempo estén puestos mis floridos cantos aletargantes: ojalá los cantos embriagadores de Xicoténcatl, de Temilotzin, del príncipe Cuitlízcatl! ¡El Tamoanchan de los Águilas, la Casa de la Noche de los Tigres (está) en Huexotzinco! Es allí el sitio de la muerte del Merecedor, de ese Tlacahuepan: ¡Totalmente se deleita allí el gremio de los príncipes (que son) sus guirnaldas, el grupo de los reyes (que son) su casa de primavera! ¡Sólo con flores de cacao viene dando alaridos de guerra: allí se deleita mucho con las flores dentro del agua! Viene de prisa, embrazando su escudo de oro: también su abanico, y su cayado de flores, rojas como la sangre. Con banderolas de plumas de quetzal venimos a dar placer a las gentes, dentro de las casas primaverales. Hacen estrépito los timbales enjoyados de esmeraldas una lluvia de florido rocío está cayendo sobre la tierra: en la casa dorada de plumas amarillas llueve intensamente sobre la superficie: ¡Ha bajado ya el hijo suyo! ¡En primavera baja allí aquel por quien todo vive: hace de cantos sus frondas: de flores se adornan junto a los tambores, se enreda a ellos! ¡Ya de ti salen las flores que embriagan! ¡Gozad, gozad!