El reposado mensaje del Manierismo maduro fructificó en otras regiones de Italia como Emilia, de donde procedía Vignola, quien dejó en Bolonia los frutos de su primera actuación antes de vincularse a Roma. Construcciones de porte robusto y patios porticados son los edificios universitarios boloñeses, en cuya sede laboran Pellegrino Tibaldi y el Triachini; a este último se debe el patio de la Universidad. Allí también levantó Francesco Morandi, apodado il Terribilia, el Archiginnasio que ahora alberga la biblioteca universitaria, de traza y alzado similares al Palacio de El Viso levantado desde 1564 en los confines de La Mancha en España para el Marqués de Santa Cruz por otro arquitecto, de origen bergamasco, Juan Bautista Castello, que asimismo trató con Felipe II en El Escorial. El ya citado Pellegrino Tibaldi, natural de Puria in Valsolda (1527), cuya formación pictórica en Roma cerca de Buonarroti le valió el sobrenombre de Miguel Angel reformado y como fresquista trabajó en Roma, Bolonia y El Escorial, actuó como arquitecto de dicción manierista en Lombardía, donde levantó el espacioso Colegio Borromeo, de Pavía (1564), con patio de dos plantas de arcos serlianos y trabada estructura en el exterior, y la iglesia de San Fedele, de Milán (1569), de fachada con tímpano e interior de una nave con cúpula sobre tambor iluminando el presbiterio. Al regreso de España construyó con planta elíptica y cúpula la iglesia de San Sebastián (1577), asimismo en Milán. Otro ejemplo de arquitectura civil manierista en la misma ciudad es la Casa de los Hombrones, que se hizo construir en la calle por eso llamada degli Omenoni el gran escultor Leone Leoni, natural de Arezo, tan relacionado con Carlos V y Felipe II, lo mismo que su hijo Pompeyo, de duradera permanencia en España. La prominencia de los atlantes barbudos constituye plástica identificación de la morada de un estatuario. Más grandiosa de proporciones y fuerte almohadillado en sus fachadas, con arcadas serlianas en el patio, es el Palacio Marino (hoy Municipal) de Milán (1553), obra de Galeazzo Alessi, nacido en Perusa (1512-1572). El Ayuntamiento milanés fue iniciativa de un genovés, T. Marini, y en Génova había trabajado con anterioridad el mismo Alessi. Su elegante lenguaje está ejemplificado en algunos de los palacios nobles de la vía Garibaldi, antes de los Caballeros, y en la villa Cambiaso, émula de Rafael. Su mejor edificio religioso genovés es Santa María de Carignano 1522), sobre planta de cruz griega y cúpula sobre tambor, dos torres en fachada y pilastras gigantes, de austero gusto similar a la iglesia escurialense.
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Estrechamente relacionado con el Taller de Silos se conserva en el monasterio un báculo abacial, encontrado en 1960 en la sepultura de un abad Juan, sin duda Juan II, muerto en 1198. Está realizado en cobre cincelado y anillos de plata melada, procedimiento técnico de gran tradición en la Península. Consiste en excavar en pequeñas zonas la base metálica, llenándose los huecos con una composición de plata, plomo, cobre y azufre ligados mediante un fundente de borax. Después se pule y el resultado son dibujos en negro metálico. El procedimiento es descrito con detalle en el Tratado del monje Teófilo. La voluta cubierta con decoración de escamas termina en una cabeza de serpiente-dragón. En los modelos más antiguos acaba en una gran flor estilizada y parecen haber sido concebidos a imitación de la vara de Aarón. El sacerdocio fue confirmado en Aarón por el testimonio de su vara. Dios había dicho "el hombre que escoja será aquel cuya vara florezca". Esta tipología parece relacionarse con dos episodios del Exodo. Uno, el momento en que Yahveh otorga a Moisés el poder de hacer milagros al transformar el cayado en serpiente: "Respondió Moisés y dijo: no van a creerme ni escucharán mi voz pues dirán: no se te ha aparecido Yahveh. Díjole Yahveh: ¿Qué tienes en tu mano? Un cayado, respondió él. Yahveh le dijo: Echalo a tierra. Lo echó a tierra y se convirtió en serpiente..." (Cap. 4-1/5). El otro, (Cap. 78/12), se relaciona con un relato de las plagas enviadas por Yahveh a los egipcios. Este dijo a Moisés: "Cuando el faraón os hable diciendo: haz un milagro, tú dirás a Aarón, toma tu bastón y tíralo delante del faraón, se transformará en serpiente". El nudo está separado de la voluta mediante cuatro hojas de las que falta una. Está decorado con cuatro pájaros esmaltados, de largos cuellos y colas, entre roleos floridos, en friso pasante. El mango está dividido en tres losanges verticales y seis triángulos complementarios. Se ornamenta, asimismo, con aves cuyas colas terminan en florones. El colorido y los modelos enlazan directamente con las plaquitas de similar temática del panel conservado en el Museo Provincial de Burgos. En la misma órbita de Silos aunque su identidad no sea absoluta, hay que situar una magnífica cruz conservada en el Museo Diocesano de Seo de Urgel. De brazos potenzados con ligeros ensanchamientos ovales en los extremos y crucero redondo, es de cobre dorado y esmaltado sólo en el anverso. Sobre un fondo en reserva, totalmente cubierto de vermiculado, las figuras destacan en brillantes colores. En los extremos: la mano de Dios y el anagrama, en el superior; Adán, en el inferior y la Virgen y San Juan, a los lados. La figura de Cristo, de cuatro clavos, con nimbo crucífero, inclina su cabeza sobré el hombro derecho. Su cuerpo resalta someramente la anatomía y se cubre con un perizonium azul oscuro orlado de verde. La cabeza, aplicada, es de gran preciosismo y minuciosidad. En el reverso, simplemente grabado, el centro lo ocupa el Agnus Dei; arriba, la mano de Dios; abajo, Adán, y, a los lados, dos santos, todos ellos encerrados en círculos. El modo del empleo del vermiculado y algunos aspectos cromáticos apuntan hacia el taller navarro. La producción del taller de Silos debió de ser sumamente importante, prueba de ello son numerosas plaquitas, diseminadas por diversos museos, que formaría parte de obras de mayor envergadura. Además, el tardío reconocimiento de su existencia, hace que, sin duda, algunas atribuciones deban ser reconsideradas. A partir del siglo XIII no pudo resistir la competencia de Limoges, cuyas obras, más burdas pero menos costosas, se industrializaron y acabaron por imponerse.
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Dentro del grupo de obras del gran taller que trabaja en la catedral de Toledo y en relación con la órbita de Starnina, hemos de incluir dos conjuntos: la predela de la capilla del Bautismo y las dos tablas con san Juan y san Simón de la capilla del Santo Sepulcro. La predela de la capilla del Bautismo constituye un conjunto de cuatro tablas de reducidas dimensiones, correspondientes al banco de un pequeño retablo cuya procedencia se ignora. En ella se narran distintos momentos de la vida pública de Jesús, que no aparecen en otras obras del taller toledano y en las que es clara la intervención divina. Las tablas, en mal estado de conservación, han sufrido varios repintes, siendo la Expulsión de los mercaderes del templo y la Curación del ciego las que conservan mejor el estado primitivo. Las escenas de San Pedro caminando sobre las aguas y la Transfiguración, menos cuidadas, se distribuyen en dos zonas superpuestas. La obra se encuadra en la tradición de la pintura trecentista (Post), que algunos autores (Angulo) han relacionado incluso con el círculo de Antonio Veneziano. El propio Boskovits asegura la presencia de este artista en Toledo, junto a Starnina, llegando a atribuirle algunas escenas de la capilla de san Blas. Atribución que por razones estilísticas es imposible de aceptar, ya que las tablas ofrecen una factura mucho más pobre. No obstante, es posible ver una influencia de su estilo, lo cual es perfectamente compatible, dada la relación de Starnina con Veneziano. Por tanto -a falta de una atribución concreta y valorando la unidad estilística de las tablas, el parentesco evidente con el taller italiano de san Blas así como ciertos rasgos hispanos (arquitecturas), junto a elementos orientales frecuentes en la pintura toscana-, podemos pensar en un artista español, maestro del retablo del Bautismo, muy próximo al arte de Veneziano, con un dominio de elementos italianos, dentro del taller que trabaja en la catedral a finales del siglo XIV. Mas fácil es ver la relación con Antonio Veneziano en las dos tablas con los apóstoles san Juan y san Simón de la capilla del Santo Sepulcro. En ellas se plantea de nuevo la duda, no resuelta hasta el momento, sobre la posible estancia de Veneziano en Toledo. Las dos tablas, en bastante buen estado, que se han venido identificando como san Pedro y san Pablo son, sin embargo, la representación de san Juan con el libro y san Simón con el cuchillo; teniendo en cuenta su relación con la tabla de san Judas Tadeo, del Vassar College de Nueva York (atribuida por Boskovits a Veneziano), que sin duda formaría parte de un mismo conjunto. El análisis de estas obras nos ofrece la fusión de notas de los distintos maestros italianos. De tal manera que podemos apreciar, por una parte, el carácter minucioso que Boskovits atribuye a la obra de juventud de Lorenzo Mónaco; por otra, el canon de cabeza pequeña que nos lleva a Veneziano, y por último, el volumen y el sentido espacial responden al arte de Agnolo Gaddi, del que hay también huella del retablo de san Eugenio. Por el momento, y a falta de otros datos que permitan establecer una atribución concreta, hay que hablar del maestro del Santo Sepulcro, relacionado cronológica y estilísticamente con el retablo de san Eugenio, muy próximo a Starnina y con elementos de Veneziano. Estamos de nuevo ante la incógnita de la venida de Veneziano a Toledo como colaborador de Starnina. Duda que, por otra parte, se despeja si tenemos en cuenta que Starnina, en el contacto habido con Veneziano en Italia; pudo asimilar elementos de su estilo. Más numeroso es el grupo de obras, fuera de la catedral toledana, que podemos relacionar con Rodríguez de Toledo, tanto en la propia ciudad y su provincia como en otras zonas limítrofes como Valladolid o Cuenca. Especial interés ofrecen las pinturas murales de la capilla de san Jerónimo en el convento de la Concepción Francisca de Toledo, mandada edificar en 1422 por Gonzalo López para enterramiento suyo y de su esposa, tal como reza en la inscripción fundacional. En el tema central volvemos a ver la Misa de san Gregorio, repitiendo la misma iconografía del retablo del arzobispo don Sancho de Rojas. En el mismo muro, a los lados y también bajo hornacinas, se perciben el Angel y la Virgen de la Anunciación, bastante deteriorados. Obra de inspiración florentina cuyos encuadramientos recuerdan a los de la capilla de san Blas aunque con mayor simplicidad. Por su cronología y estilo, los frescos se acercan más al estilo de Rodríguez de Toledo. El maestro de la Misa de san Gregorio es, por tanto, un pintor derivado directamente de este taller y en relación con la influencia italiana existente en Toledo. Dos tablas -una en la iglesia parroquial de Illescas (Imposición de la casulla a san Ildefonso) y la otra en el museo Arqueológico de Valladolid (Virgen con el Niño y dos donantes presentados por Santa Catalina) - se dedican al tema de fuerte tradición italiana de la Virgen con Niño, entronizada y donantes, relacionándose directamente con la tabla central del retablo del arzobispo don Sancho de Rojas. La tabla de Valladolid, de mejor calidad, constituye un bello ejemplo, repitiendo modelos e iconografía del retablo del arzobispo don Sancho de Rojas. Vemos cómo de nuevo se establece un parangón entre la Virgen y el Niño: mientras el Niño bendice a los donantes, la Virgen pone su mano sobre el personaje masculino, para acogerlo bajo su protección. La obra pertenece, sin duda, al mismo maestro del retablo de don Sancho de Rojas y se puede fechar en torno a 1420. Fuerte parentesco estilístico con Rodríguez de Toledo encontramos en Cuenca, en el retablo de Horcajo de Santiago, prueba evidente de las relaciones artísticas entre Toledo y Cuenca en el momento. La obra, que actualmente se encuentra sobre el altar de la capilla del Seminario de Cuenca, pertenecía a un conjunto de grandes proporciones. Su disposición actual, que no corresponde a la primitiva, presenta cinco calles con tres cuerpos las laterales y dos la central, cuyo primer cuerpo está ocupado por el sagrario actual, mientras su coronamiento lo constituye una tabla de mala calidad rehecha en el siglo XX. El retablo ofrece las características del Trecento, con una intensidad dramática característica de lo hispano. Tiene asimismo fuertes relaciones con otras obras del taller toledano, así como con las dos sargas del museo de Bilbao (Nacimiento y Cristo a la Columna y Piedad), que ofrece una gran similitud, perteneciendo sin duda al mismo taller. La obra se llevaría a cabo unos años más tarde que el retablo del arzobispo don Sancho de Rojas y con mejor técnica (1430-40), apreciándose la intervención de dos manos. Una corresponde al maestro de Cuenca, al que Angulo llamó maestro de Horcajo, a quien pertenecen: la Anunciación, el Nacimiento, la Adoración de los Magos y los profetas Jeremías, Zacarías e Isaías, así como las sargas de Bilbao. Este maestro deriva de Toledo, en relación directa con Rodríguez de Toledo, pero es un poco más tardío. La otra mano que interviene en el retablo es sin duda el maestro Rodríguez de Toledo o un muy directo colaborador suyo. A él se deben: la Huida a Egipto, y los otros tres profetas, Oseas, Abacuc y Daniel, si bien este último con ciertas dudas. Por otra parte, en relación con el taller trecentista toledano, en el campo de la miniatura, podemos citar un Pasionario de la catedral de Toledo, que repite en sus capitales composiciones y modelos (Entrada en Jerusalén y Crucifixión) muy semejantes a otras obras toledanas.
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Con ser un conjunto espléndido, el palacio olitense no agotó las iniciativas del rey Noble. De manera un tanto sorprendente, cuando ya contaba 55 años decidió iniciar otro gran complejo, el palacio de Tafalla, situado a unos cinco kilómetros de Olite. ¿Por qué? Según sus propias palabras "por seruicio et plazer nuestro et de nuestros succesores et herederos del regno de Navarra (...) un nuevo palacio muy insigne (...) de la quoal obra et construcion esperamos que nuestro seynor Dios sera servido et, non solamente nuestra dicha villa, mas encara todo nuestro dicho regno era ornado et ennoblescido". El empeño fue impresionante: más de 90.000 libras gastadas entre 1417 y 1425; maestros de primera fila (Johan Lome intervino activamente); extensión superior a la de Olite (unos 800 metros de largo por más de 100 de anchura), dado que incluía huertos y jardines en el interior del recinto amurallado. Pero apenas conocemos de él sino las abundantes referencias documentales, alguna escueta descripción del siglo pasado, unos pocos dibujos y el interesante plano dieciochesco conservado en el Archivo General de Navarra. Vemos en él los cuatro núcleos que se escalonaban de sur a norte: el patio de acceso a las caballerizas, salones y escalera principal; el centro de habitación en torno a otro patio, esta vez pavimentado con losas (de ahí su nombre de pavado) y encuadrado mediante galerías a manera de claustro; un primer jardín, llamado de abajo, y un segundo jardín con cenador. Entre ambos jardines corría un pasaje practicable denominado "Esperagrana" que atravesaba el cuerpo inferior de la Torre de Ochagavía copiada en los dibujos de Madrazo. Dentro de cada núcleo se repartían las dependencias: por ejemplo, en torno al pavado la cámara fría, la torre morisca, la torre francesa, la del reloj con su salón, la capilla y la cocina, además de otras estancias menos importantes y las habitaciones de la familia real. Los jardines estaban acondicionados con su red de riegos, su estanque para peces, incluso sus tronos en piedra labrada (uno se conserva). A diferencia de la yuxtaposición de torres de Olite, apreciamos aquí una idea rectora diferente, ya que todo se va articulando en torno a los grandes patios y jardines. Las razones estriban en que Tafalla carecía de limitaciones de solares y quizá en una mayor reflexión del monarca sobre el proyecto desde el primer momento. Aquí sí podemos hablar de relación con grandes palacios europeos contemporáneos (Aviñón, Karlstein, Nesle) en cuanto a la distribución alrededor de patios, pero la ausencia total de restos impide avanzar en este tipo de comparaciones. Igual que sucediera con Olite, la vida del palacio fue languideciendo con el paso de los siglos, hasta que la invasión napoleónica propició el incendio de ambos conjuntos. Por fortuna, Olite conservó buena parte de sus arquitecturas, restauradas desde los años treinta del siglo XX con criterios documentados y acordes con su época, que hoy no compartimos pero que quizá supusieron la salvación de parte de lo todavía existente. En cambio, Tafalla fue desapareciendo por etapas a lo largo del siglo XIX, de manera que hoy queda poco más que la evocación sugerida por los espacios públicos (plazas y paseos) creados sobre su emplazamiento. Por razones imprevisibles, Carlos III se vio envuelto en la mayor de las edificaciones que nos ha dejado la Navarra medieval: la catedral de Pamplona. La catedral románica, cuya planta sale progresivamente a la luz en las excavaciones en curso, se hundió en 1390 de forma insospechada, apenas unos meses después de la coronación del rey Noble. Obispo y cabildo no tardaron en ponerse manos a la obra y contrataron a un maestro, Perrin de Simur, a quien podemos atribuir las trazas iniciales. La catedral era la mayor iglesia del reino, panteón real desde antiguo, y servía de marco a numerosas ceremonias en que participaban los monarcas. Era natural que el rey colaborara en su reedificación, si bien no podemos asignarle papeles decisorios: Perrin de Simur nada tiene que ver con las numerosas obras reales conocidas. Participó con largueza en la financiación, bien por donativos esporádicos, bien por la asignación de una sustanciosa renta que aseguró la continuidad de los trabajos a partir de 1397 (decidió entregar durante doce años la cuarentena parte de todas sus rentas ordinarias navarras, cantidad que fue modificando en sucesivas ocasiones), lo que le convirtió sin duda en el principal financiador del nuevo templo. Ello justifica la presencia reiterativa de las armas reales en las claves. A través de su estudio podemos trazar con seguridad el avance de las obras. La primera piedra se colocó en 1394. Se inició por el tramo y capilla del lado del evangelio inmediatos al transepto, como atestiguan el relieve que representa al cabildo orando ante la Virgen y las claves de la primera capilla con las armas del cardenal Zalba (muerto en 1403). Siguieron la nave lateral norte y capillas correspondientes, con las armas de la reina Leonor (muerta en 1415). A continuación la nave y capillas de la epístola donde alternan las armas del rey con las del obispo Sánchez de Oteiza (1420-1425). La nave central empezó a cubrirse en tiempos de Carlos III. A su muerte prosiguió la colaboración su hija, la reina Blanca ( muerta en 1441), cuyos emblemas e iniciales vemos en las claves de los tramos segundo, tercero y cuarto. El último tramo medieval de la nave mayor trae las armas del obispo Martín de Peralta el Viejo (1426-1457). La terminación de la catedral en su cabecera fue obra de los últimos años del siglo XV y a ella nos referiremos más adelante. Lo edificado en tiempos de Carlos III y su hija resulta de una marcada sencillez y austeridad: tres naves de cinco tramos con sus capillas entre contrafuertes (las capillas de los pies ocupan doble tramo), transepto destacado en planta y altura, ausencia de triforio, ventanales reducidos, escasa ornamentación escultórica. Sólo rompe el ritmo el apaño pensado para conectar con el claustro y su puerta preexistente. Precedentes de planta, proporciones y soluciones los encontramos en el sur de Francia (catedral de Bayona) y en tradiciones hispanas (muro en vez de triforio, por ejemplo en El Burgo de Osma). Para el interior de la catedral pensó Carlos III su mausoleo. Sabemos muy poco de los monumentos funerarios regios navarros precedentes. Sólo queda la estatua yacente de Sancho el Fuerte en Roncesvalles (siglo XIII) y la de una infanta, quizá Blanca, hija de Carlos II (muerta en 1376), empotrada sobre la puerta de acceso al sobreclaustro. Esta última presenta una labra tan delicada que ha sido puesta en la órbita de Jean de Liége, con razones sólidas, pues a su círculo de producción pertenecen los sepulcros de Juan de Evreux, Blanca de Navarra y Juana de Francia; tía, hermana y mujer, respectivamente, de Carlos II. Es admisible pensar que Felipe de Evreux y Carlos II contaron con sus correspondientes sepulcros de buena calidad, destruidos por el hundimiento de la catedral en 1390.
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Las reformas de Augusto afectan al carácter que posee la administración provincial en el período republicano; entre los elementos que informan las modificaciones que se introducen, unos poseen una impronta eminentemente política y se derivan de la preeminencia de los poderes del princeps en un organigrama donde subsisten sistemas administrativos de procedencia republicana, fundamentalmente vigentes en las provincias senatoriales. Otros factores, en cambio, se derivan de los equilibrios sociales con los que se funda el Principado, que implican una concordia entre los dos órdenes, el senatorial y el ecuestre, que conforman la elite central del imperio; la concordia se proyecta en el aparato administrativo provincial en el sentido de que si bien los gobernadores provinciales se reclutan entre los senadores, los caballeros participan en determinados ámbitos de la gestión administrativa. Finalmente, la adecuación de la administración romana a su ámbito territorial exige el desarrollo de una burocracia, que se alimenta de diversos sectores sociales e implica prácticas económicas de compensación monetaria que contrastan con la depredación y compensación en especie que habían practicado usualmente los gobernadores provinciales en el período republicano. En el marco de las provincias hispanas subsisten elementos de la administración republicana en la provincia senatorial de la Betica, que será gobernada por un senador designado por sorteo entre los que hubieran ostentado en su carrera política la magistratura de la pretura; con el título de procónsul posee prerrogativas de carácter civil y jurídico durante el período anual en el que ejerce como gobernador provincial. Las modificaciones que se introducen en la administración de esta provincia senatorial se observan en la limitación de los poderes de los procónsules, que dejan de ostentar el mando sobre unidades legionarias inexistentes en la Betica por su carácter de provincia pacificada; pero también se expresa en la proyección de los poderes del princeps que, a través de un elemento esencial de la burocracia imperial como son los procuratores, pertenecientes al orden ecuestre, controla determinados recursos entre los que de forma progresiva ocupan una mayor importancia las propiedades imperiales, la administración de las minas o la recaudación de determinados impuestos. Entre estas tasas se encuentra el 5 por ciento sobre las herencias, que se destinan al fisco imperial en contraste con los restantes impuestos recaudados en las provincias senatoriales, que tienen como destino la caja (aerarium) del senado. También las dos provincias imperiales hispanas, la Tarraconense y la Lusitania, serán administradas por senadores, de rango consular y pretorio, respectivamente, que ostentan el titulo de legatus Augusti propraetore. Las modificaciones con respecto al anterior sistema republicano se cifran en su directo nombramiento por el princeps y en el período de ejercicio de sus funciones que supera la anualidad republicana, que llega a ser usualmente entre tres y cinco años. El ámbito de sus funciones abarca tanto el estrictamente administrativo (vías, impuestos, censos, etc.), como el de la administración de justicia o el del mando sobre las unidades legionarias. La complejidad derivada de tan extensas prerrogativas implica que los gobernadores de las provincias imperiales deleguen la administración de justicia en un legatus iuridicus y se auxilien en el mando militar con los legati legionis que se encuentran al frente de cada unidad legionaria. La adecuación de la administración al marco territorial y a los diversos campos en los que se proyectan los poderes de los gobernadores imperiales dan lugar a un importante desarrollo de la burocracia en la que se integran como procuratores miembros del orden ecuestre, pero también un importante número de subalternos reclutados entre la población libre y entre los esclavos y libertos imperiales. De las dos provincias imperiales hispanas, la Citerior Tarraconense debe considerarse como la que ofrece mayores dificultades para su control por los gobernadores provinciales; su enorme extensión, la escasa implantación que la vida urbana posee entre los pueblos del norte, la reciente sumisión de los mismos, que no impide el que con posterioridad se produzca levantamientos, como ocurre con los astures en época de Nerón, y, finalmente, la existencia en ella de algunos recursos fundamentales para la economía del Imperio, como las minas de oro, condicionan la presencia de determinados contingentes militares. Las unidades legionarias que con carácter permanente quedan estacionadas en la Provincia Citerior Tarraconense se derivan de las utilizadas durante las guerras contra los astures y cántabros. En el 24 a.C. las cinco unidades legionarias que actuaban en el norte quedaron reducidas a tres y, tras la finalización de las operaciones militares, entre el 16 y el 13 a.C., se produjo la distribución de estas legiones y de las correspondientes tropas auxiliares. La información correspondiente nos la proporciona el geógrafo Estrabón, pero también la documentación epigráfica y arqueológica, que han permitido delimitar tanto los campamentos como el territorio que se le adscribe. Concretamente, la Legio III Macedonica, asentada en Iuliobriga, en los alrededores de Aguilar de Campóo, vigila el territorio cántabro y los pasos naturales hacia la Meseta; las otras dos unidades legionarias, la Legio X Gemina y la Legio VI Victrix, se asientan en otro campamento, ubicado en el valle del Vidriales, al Oeste de Benavente, y tienen como funciones esenciales la del control del territorio galaico-astur y la de los importantes recursos económicos proporcionados por las minas de oro del Bierzo. De las tropas auxiliares complementarias conocemos las que se encuentran distribuidas por el territorio galaico-astur; conformadas por unidades de caballería de 500 miembros (ala) y por unidades de infantería de la misma importancia (cohors), reclutadas en la zona, se distribuyen en el triángulo formado por Bracara (Braga), Lucus (Lugo) y Asturica (Astorga); de ellas conocemos algunos de sus nombres tales como las alas II Thaucum, II Gallorum, o las cohortes Asturum et Luggorum o la IV Gallorum. La finalización de la conquista de la Península Ibérica y la consecuente normalización administrativa pusieron fin a la depredación que los gobernadores provinciales habían practicado usualmente en los territorios hispanos durante la Tardía República. En su lugar se desarrolla a partir de las reformas de Augusto una explotación de carácter eminentemente fiscal, cuya dureza provocó en ocasiones acontecimientos de proyección limitada como el asesinato del pretor romano L. Pisón por un habitante de la ciudad de Termes (Tiermes, Soria) a causa de la excesiva dureza que practicaba el magistrado romano en la recaudación de impuestos, registrado por Tácito durante el reinado de Tiberio. El nuevo sistema impositivo proyecta a las provincias hispanas los mismos impuestos indirectos que gravan a los ciudadanos romanos residentes en Italia; tal ocurre con la vigésima hereditatium, es decir, el 5 por ciento sobre las herencias, con la vigésima libertatis, que grava también con el 5 por ciento las manumisiones de esclavos, o con el establecimiento del 2 por ciento sobre las importaciones, impuesto al que se conoce como quinquagesima o portorium, del que la mayor parte de los controles conocidos se documentan en determinadas ciudades de la Betica, como Iliberris (Granada), Astigi (Ecija), Corduba (Cordoba) o Hispalis (Sevilla). La proyección que los impuestos directos posee en las provincias se deriva de dos concepciones; ante todo, del propio hecho de la conquista, que justifica su presencia, en palabras de Cicerón, como castigo por la guerra o premio por la victoria; pero también debido al carácter patrimonial que Roma le atribuye al territorio provincial, lo que se proyecta en la afirmación del jurista Gayo de que su propiedad (dominium) pertenece al pueblo romano o al emperador. La nueva explotación fiscal del territorio provincial se realiza fundamentalmente mediante determinados impuestos directos que subrayan la posición subordinada de las provincias en el marco del Imperio Romano. El punto de referencia está constituido por la situación privilegiada de la que gozan los ciudadanos romanos desde el 167 a.C., cuando se suprime la recaudación del tributum, un impuesto directo y extraordinario que grava la riqueza inmobiliaria y que tiene como objetivo el hacer frente a las necesidades que genera la guerra; semejante privilegio se hizo extensivo a Italia tras el desarrollo de la Guerra Social (91-89 a.C.). Estas consideraciones explican la presencia desde los inicios de la conquista del 5 por ciento (vigésima) sobre las cosechas, y la extensión que alcanzan los impuestos personales y territoriales conocidos, respectivamente, como tributum solis y tributum capitis. La explotación económica inherente al sistema provincial, que implican tales imposiciones, se expresa asimismo en la excepcionalidad con la que se exime de estos impuestos directos mediante la concesión a determinadas ciudades de la inmunidad (inmunitas) y del ius italicum, con el que se equiparan a los privilegios que gozan los ciudadanos romanos en Italia.
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Existe una tradición, machaconamente repetida por los textos antiguos, según la cual Alejandro sólo permitió que representasen sus facciones Lisipo en escultura, Apeles en pintura y un grabador del que poco sabemos, llamado Pirgóteles, en las gemas. Es posible que así ocurriese durante un tiempo; pero lo cierto es que pronto, y desde luego a partir de la muerte del gran conquistador, su figura, ya mitificada, se convirtió en patrimonio común. Fruto de ello son obras que no pueden faltar cuando evocamos a Alejandro. ¿Cómo dejar en el tintero, por ejemplo, el Mosaico de Alejandro, esa magnífica copia de un cuadro de batalla realizado, según se piensa, hacia la época en que su protagonista murió? Allí, en esa pintura que suele atribuirse a Filóxeno de Eretria, un maestro tebano-ático, se pueden contemplar los últimos esplendores de la tetracromía y la conquista del suelo en perspectiva, además de un repertorio de miradas dramáticas y de cruce de escorzos verdaderamente abrumador, y todo ello junto a reflejos, brillos de armas y una composición tan hábil que perdurará en la iconografía bélica hasta la época romana imperial. Y ¿cómo olvidar, finalmente, esa joya del Museo de Estambul que conocemos con el nombre convencional de Sarcófago de Alejandro? Obra salida probablemente de talleres áticos, nos muestra en sus animados combates y en sus cacerías regias el ideal de síntesis entre griegos y persas que el conquistador había propugnado. Haciéndolo tallar, el rey Abdalónimo de Sidón quiso dejarnos un recuerdo de lo que pronto se revelaría como utopía imposible.
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En 1823, cerca de Caergwrle Castle, en Clwyd (Gales) apareció un barco votivo de notable calidad artística. Está trabajado con una pericia enorme, y, sin duda, se hizo por motivos religiosos. Hasta recientemente se le creyó tallado en madera de nogal, pero ha resultado ser, tras los análisis petrográficos y paleontológicos, de esquisto bituminoso procedente de la Bahía de Kimmeridge, en Dorset. En la popa y en la proa esta nave se enfrentaba ideológicamente a la superficie del mar con dos grandes oculi (ojos); en el casco, zig-zags escalonados y tallados aluden a las olas; sobre las olas penden dientes alargados que son remos; del borde del bajel cuelgan discos de oro laminado que pudieran ser escudos. Las láminas de oro se pegaron al soporte de esquisto con un óxido de estaño, y se extendieron a los remos y a los oculi tallados. No cuesta mucho esfuerzo, pues, imaginar este barco cumpliendo una función sagrada. De los talleres de bronce nórdicos salieron una serie de figurillas en actitudes rituales que parecen haber formado grupo con otras estatuillas y representando todas ellas escenas de culto. Arrodilladas, o dobladas, el broncista dejó un apéndice en su base que permitiese fijarlas a un soporte. Esta plataforma tiene bastantes probabilidades de ser un barco. Al menos en un ejemplo: la estatuilla con casco de cuernos y hacha, realizada a la cera perdida, que fue recuperada en el hallazgo de Grevensvaenge (Römeboek, Dinamarca), la cual coincide en todo con la ilustración de la navaja de Vestrup. Su acompañante se contorsiona hasta doblarse, en un gesto decididamente dramático y ritual. El hombre provisto del casco de cuernos pudo ser un guerrero, un héroe, un dios o las tres cosas a la vez. Las figurillas de Grevensvaenge tripulaban una nave que pudo ser por sí misma objeto de adoración. La nave ritual reaparece en un hallazgo de varias figurillas acaecido en Fardal (Víborg, Dinamarca). La más sobresaliente de todas ellas es una mujer, arrodillada, realizada mediante varios moldes, con el pecho al descubierto, mano derecha alzada enarbolando un objeto perdido, torques retorcidos al cuello, y ojos muy saltones con incrustaciones de oro. Esta damita de Fardal tiene toda la apariencia de ser una diosa. Iría, según la reconstrucción del hallazgo, en un barco tirado por dos prótornos con cornamenta de ante, y acompañada de un símbolo-serpiente. A un objeto de uso, un cuchillo, pertenece otra estatuilla femenina salida de los talleres nórdicos a fines de la Edad de Bronce, y hallada en Itzehoe (Holstein, Dinamarca). El cuchillo debió de servir a altas funciones y así lo hace creer la actitud reverencial de la figura, portadora de un objeto sagrado universal: el vaso de ofrendas líquidas. Omnipresente en el terreno ideológico es la figura del toro. Si este animal entra en la esfera de lo sacro por ser ante el hombre un reto de poder físico, el ejemplo del toro de Spjuterum (Suecia) transmitió su mensaje soberbiamente. Tal toro, formado por placas martilladas, y unidas con clavos de la misma manera que los calderos, es un ejemplar que realmente causa pavor. Solo o acompañado de otras figurillas, es difícil imaginarlo en otro contexto que no fuese ritual. Aunque la prueba no está al alcance de la mano, productos más comunes de la toréutica nórdica sólo justificarían su calidad técnica en función, en última instancia, de una alta misión. Se ha creído que ciertos vasos de bronce, repujados y decorados con los círculos, sogueados, y puntos propios de la orfebrería centroeuropea y atlántica, pudieron ser exportados a Escandinavia. Pero en las latitudes nórdicas se les añadió asideros prolongados en el estilizado cuello de un cérvido con cornamenta, el antílope propio de aquellas laderas. La apariencia metamorfoseada de este animal sale al encuentro, por ejemplo, en el prótorno del vaso de Borgbjerg (Dinamarca). Un estilo plástico se engendró y resolvió en el Bronce Final nórdico con características y temas propios, al servicio de funciones religiosas. Extraña combinación la de una cabeza humana y la de una cabra de cuernos retorcidos, asimilación que se diría más propia de las estepas orientales que de la Europa nórdica. Sin embargo, hasta aquí llega un orientalizante muy especial, esotérico y expresionista. Una de sus manifestaciones es esa transfiguración en cabezas de hombre y cabra que se recoge en un alfiler de Rovalls (Vänge, Gotland), en Suecia. A primera vista, y sin conocer la procedencia, podría atribuirse a una tradición artística del otro lado del Continente, en tierras euroasiáticas. Sin embargo, el contexto del hallazgo, ocurrido en un depósito que contenía fragmentos de brazaletes de bronce, una punta de lanza de bronce, pinzas de depilar y una barra, asimismo de bronce, y una placa de oro que sirvió de brazalete, ratifican su raigambre local, y advierten sobre las coincidencias plásticas en puntos muy distantes y en épocas diversas durante el final de la Prehistoria europea.
obra
La violencia de los hombres enfrentándose al animal se convierte en la principal protagonista de esta imagen, muy similar a Modo con que los antiguos españoles cazaban los toros. La figura del toro está tratada con mayor cariño que los hombres que le cazan.
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Otro sí, Yo Juan de Esquibel infra escritpo doy fé y verdadero Testimonio que este dicho dia mes y año susodicho, en este dicho Puerto parecieron ciertos Indios naturales de esta tierra en un monte cercano deste dicho Puerto, y por voces y señas pidieron á la gente desta Nao Capitana: á lo que se entendió, que fuesen allá que querían hablar con ellos. Y Pedro Sarmiento, General, embio al Alférez Juan Gutierrez de Guevara y cinco soldados marineros en el batel, para que les hablase y les diese algunas cosas de donas. El cual fué y habló con ellos en amistad, y les díó lo que llevaba: y segun se entendió de las señas que hacían deaban a entender que habían visto otros dos Navíos con gente que tenían barbas y dagas como el dicho Alférez llevaba. A lo qual se pudo dar crédito porque trahian unas tiras de lienzo de ruan, con costuras y pespunte á nuestra usanza, lo qual no pudieron haber de otra parte sinó de la gente y navíos que habían visto en este estrecho. El qual dicho lienzo yo el dicho escribano lo vi y lo tuve en mis manos, y dello doy fe y testimonio para que haga fe. Fecho ut supra. =Juan Desquibel, Escribano Real. Este dia hizo alguna bonanza y de noche tormenta. Viérnes cinco de febrero amaneció bonancible y ventó oeste y sudoeste, y aclaró algo el día, y granizó; y á mediodía vinieron los indios como lo habían prometido, y Pedro Sarmiento embió á tierra al alférez y á Hernando Alonso con seis hombres y con algunas cosas de rescates para dalles, con instrucción que, si pudiesen, tomasen algunos para lenguas, y para nos informar de cosas de la tierra, y de lo que habían dicho de los dos navíos que habían visto. Fueron los nuestros; y no queriéndose llegar los indios, hicieron las mesmas señales que el dia ántes; y viendo los nuestros que no se querían llegar á ellos, ni ir al navío para nos informar, arremetieron seis de los nuestros á ellos y se abrazaron dos hombres con cada uno de los indios, y así tomaron tres, los cuales por ser soltar dieron puñetazos a los nuestros por los hocicos; pero no lo pudieron hacer, aunque tienen grandes fuerzas; y los nuestros no les quisieron hacer mal, aunque recibieron muchas puñadas, considerando que cada preso quiere ser suelto, y los trajeron al navío donde el General los trató con mucho amor; y les dió de comer y beber, y comieron y bebieron, y tanto les regaló que les hizo perder el temor y enojo y se rieron: y preguntándoles por señas por lo que habían dicho el dia ántes, y mostrándoles las tiras de lienzo, señalaban con la mano una ensenada donde habían estado los que se lo dieron, y que eran barbaros y tenían dos naos como la nuestra, y que traían flechas y partesanas, y uno dellos mostró dos heridas, y otro una, que les habían dado peleando con ellos. En este Puerto se vido Pedro Sarmiento más atribulado de espíritu que en todos los trabajos pasados, porque vido toda la gente tan cansada y mohina con tantas tormentas, que del todo estaban desconfiados de poder descubrir el estrecho, estando ya, como estaban, dentro dél: y como los cables que teníamos eran tan pocos y molidos y hechos pedazos, parecíales que conforme á los tiempos que hacían no podíamos dejar de peligrar por falta de cables y anclas si íbamos adelante: y en corrillos decían y tractaban que Pedro Sarmiento los llevaba á ahogar, y que no sabía donde iba, que mejor sería volverse á Chile á repararnos; pero no se lo osaba decir nadie á Pedro Sarmiento, aunque él sabía muy bien lo que pasaba, y iba puniendo remedio en ello:,y llegó el negocio á tanta desconfianza, que los dos pilotos Anton Páblos y Hernando Alonso entraron en la cámara de Pedro Sarmiento, y le dijeron: Que mírase que había hechos mas que todos los descubridores del mundo en llegar allí, y que la Almiranta era vuelta, y estábamos solos; y que si algun peligro nos subcedíese ningun remedio teniamos, si no que pereceríamos donde jamás se supiese de nosotros; y que no teníamos anclas, ni cables, ni jarcía, y que los tiempos eran de tal condición, como se había visto, que era imposible poder ir adelante, sin esperara la perdición de todos por momentos; que nos volvíésemos a Chile, y de allí avisaríamos al virréi. Esto dijo Antón Páblos en nombre de ambos; y sospecho que de todos, que se lo habrían rogado que lo tratasen: y no era de espantar, que todo lo que decían era verdad y todos los hombres del mundo temieran lo mesmo si lo vieran. Mas Pedro Sarmiento, como tenía determinado, con la confianza que tenía en Dios y en su gloriosísima Madre, de perseverar hasta el fin en acabar el descubrimiento, ú la vida en él, respondió á Anton Páblos: Que aunque se había hecho mucho en llegar allí, que todo era nada si de allí nos volviésemos; que se espantaba, que siendo hombre de tan buena determinación, agora que era menester le faltase, y más teniendo en él tan grande confianza como tenía; que mirase las mercedes que Dios nos bahía hecho, y esperase que no nos desampararía, sino que ántes nos las bahía de hacer mayores; y que estaspalabras las decía como amigo, y no le tratase él, ni nadie, más de aquel negocio. A lo cual Hernando Alonso dijo al General: Que lo mirase bien, que lo que Anton Páblos decía era lo que convenía, y querer perseverar en ir adelante era tentar á Dios. A esta palabra Sarmiento, no pudiéndolo ya disimular, le quiso castigar rigurosamente; pero porque lo dijo simplemente y con pecho de hombre llano, y con solo temor de ahogarse, lo disimuló y se reportó, diciéndole: Yo no quiero, ni pretendo tentar á Díos sinó confiar en su misericordia, haciendo de nuestra parte lo que fuera posible á nuestras fuerzas; y lo que él decía era desconfiar; y no me trate mas desta materia, que al que dello me tratare le castigaré poderosamente: y con esto no tengo mas que decir, sinó que luego nos hagamos á la vela. Y no convino entonces más rigor por muchas causas. Esto era viérnes en la noche, y por esto no nos podimos hacer á la vela. Otro dia sábado por la mañana, por la misericordia de Dios Nuestro Señor, amaneció bonanza y salimos deste puerto, habiendo esperado los quince dias que el general habia dado por órden al Almirante para quel navío que se hobiese derrotado y llegase primero á la boca del estrecho agua roase quince dias al otro, y pasados, siguiese su camino á España, no viniendo el otro, conforme á lo mandado por el virréi del Pirú. Salidos, pues, deste puerto de Nuestra-Señora-de-la-Candelaria, seguimos la canal como una legua al sueste cuarta al leste, y en este parage hacían señas los indios que en un ancon por donde íbamos pasando habían estado los barbados que nosotros creemos ser ingleses del año pasado; y dábamos mucha priesa para que llegáramos con la nao. Llegamos cerca; no vimos mas de una ensenada la vuelta del sueste, y habiendo andado tres leguas vimos una boca de puerto limpio, y dos leguas más adelante al lesueste vimos un Puerto que entraba la vuelta del oeste, y mas adentro iba una ensenada al sur. Aquí nos dijeron los indios que llevábamos, que allí habían estado los barbudos, y habían tomado agua. En este puerto entramos á las tres despues de mediodía: las aguas corrían aquí para el noroeste á la mar del sur, y mas en el reflujo que en la creciente, y con viento fresco rompíamos con dificultad las corrientes. Nombróse á este puerto de Sancta Mónica. Tiene veinte brazas de fondo bueno, arena, y veinte y dos brazas. Es abrigado de todos vientos. Aquí tiene la canal de ancho tres leguas, que es desde este puerto la vuelta del nordeste hasta una isla que está al nordeste, que se nombró isla de Santa-Ana, que es puncta en remate de la ensenada de San-Gerónimo. Domingo siete de febrero partímos desde puerto de Sancta-Mónica en el nombre de la Santísima Trenidad; y con viento lesnordeste y mar bonanza, navegamos por esta canal mas arrimados á la costa de la mano derecha, la cual iba al lesueste como tres leguas, hasta una punta, que llamamos puncta de Sancte-lifonso; y en medio desta distancia hace la costa ensenada en arco, y muchas caletas y abras, donde parecía haber puertos; pero no entramos en ellos por no perder tiempo. Es toda esta isla pelada y de peñascos. La primera ensenada nos dijeron estos indios que se llamaba Puchachailgua en su lengua, y la segunda ensenada se llama Cuaviguilgua. Aquí dicen estos naturales que los barbudos pelearon con ellos, y mostraban las heridas que les dieron. La tercera ensenada es grande y va la vuelta del sur, y la llaman Alguilgua. En la costa contraria de la mano izquierda al Nordeste se llama Xaultegua. Este dia hizo muy claro sol y bonanza. Tomamos el sol en cincuenta y tres grados largos. La ensenada llamada Xaultegua está en esta altura. Por esta ensenada Xaultegua entra una boca y brazo que va á raiz de la cordillera Nevada de la tierra firme; y dos leguas mas al sueste de donde se tomó el altura surgimos en un puerto que nombramos Puerto Angosto. Tiene veinte y dos brazas de fondo limpio, un ahuste de tierra. Medio cable fuera, y prois en tierra. Luego que surgimos esta mesma tarde subió el General, y con él Anton Páblos y otros dos hombres á una cordillera á descubrir la canal, y descubrieron gran quantidad de canal la vuelta del sueste cuarta al leste. Este día hizo claro y sol caluroso, y vientos bonancibles oesnoroeste: corrientes contrarias. Descubrímos otras muchas abras y caletas á barlovento y á sotavento. En lo alto de la cordillera hizo mucho calor. Pusieron aquí una Cruz en un monte sobre la mar, y Pedro Sarmiento tomó aquí Posesion por V. M., y en señal puso una gran mojon de piedras que hizo él y Anton Páblos, y en él puso una Cruz; y otra cruz hizo poner en otro monte mas alto á un hombre llamado Francisco Hernandez, que embió á descubrir. Esta noche á una hora de noche á la banda del Sueste quarta al Sur vímos salir una cosa redonda bermeja como fuego, como una darga, que iba subiendo por el cielo, ó viento. Sobre un monte alto se prolongó; y estando como una lanza alta sobre el monte, se hizo como media luna entre bermeja y blanca. Las figuras eran de esta manera. El Lúnes ocho de febrero amaneció calma, y luego refrescó el oesnorueste claro y bonacible, con el qual hicimos vela de puerto Angosto en el nombre de la Santísima Trenidad, y navegamos por la canal de este estrecho la vuelta de sueste quarta al sur; y dende á tres cuartos de legua, por la costa de la mano derecha descubrimos una ensenada grande, que tiene una isla grande a la boca, que se llama Capitloilgua, en la costa llamada Caycayxixaisgua. Hay mucha nieve y muchos picos nevados. Tiéne por aquí la canal legua y media de ancho. Andadas tres leguas al sueste quarta al leste, por la costa de la mano derecha, hay una gran ensenada, que entra mas de dos leguas la vuelta del oessudueste, y tiene en la boca una isla. LLamámosla Abra, porque no la vimos cerrada; y al nordeste desta abra, en la otra costa de mano izquierda hay otro puerto y playa parda, y tiene una isla que la abriga. Llamóse la playa Parda. Dentro de la abra es tierra baja y amogotada. Media legua adelante de la abra hay un ancon en la costa de la mano derecha, y al lesnordeste de este ancon en la otra costa una legua de travesía está otra caleta que hace puerto, que llaman los naturales Pelepelgua; y el ancon llaman Exeaquil. Desde este ancon una legua al sueste quarta al leste está una anconada grande que entra la vuelta del sur dos leguas hasta unas sierras nevadas. Llamóse ensenada de Mucha nieve. Desde allí vuelve la costa: al lessueste legua y media ambas costas de mano izquierda y derecha hasta una punta que sale de la costa del leste y va la vuelta del sur: con la cual punta desde una legua ántes que lleguen parece que se cierra la una y la otra tierra, lo cual fué causa de harta tristeza y desconfianza en muchas personas deste navío, pensando que no había salida; y en esta distancia de legua y media hace una gran ensenada en la costa de la mano derecha, y por allí hace rompimiento y boca la vuelta del sur. Así que como fuimos siguiendo fué abriendo la punta, y hallámonos en una anchura que en la dicha punta hay, ménos de una legua de ancho de tierra á tierra: y desde esta punta parece otra punta una legua lesteoeste cuarta de norueste-sueste, y enfrente de esta punta en la otra costa sale otra punta que cierra la una por la otra, que ántes de llegar á ellas parece que la tierra se cierra. Entre estas puntas en este compas de legua hacen ambas costas dos ensenadas grandes, y en la de la mano izquierda la vuelta del norte esta una abra y boca que hace canal, que va arrimada á la cordillera Nevada de la tierra-firme. A esta boca sale la canal que comienza en la ensenada Xaultegua frontero de puerto Angosto; y la tierra que queda entre esta canal de la cordillera, y la que nosotros navegamos es isla, llamada Cayrayxayúsgua. Es toda un peñasco pardo sin hierba: y acabada esta boca que dicho tengo aquí, fuimos favorecidos de la corriente que iba para adentro; y en estas angosturas hallamos muchos remolinos de corrientes que fué menester ir arribando y á orza, huyendo de ellos y dandoles resguardo, porque no hiciesen al navío dar alguna vuelta. Acabada esta isla comienza luego la tierra-firme con llanos á la mar y valles entre loma y loma. Desde las puntas dichas sigue la canal y costas al sueste cuarta al leste, legua y media por la mano derecha, y dos por la izquierda; y por la izquierda es todo playas á la mar, y algunos herbazales que salen mucho fuera; y por la derecha sigue legua y media como es dicho; y desde allí sigue por esta banda al sueste y al susueste dos leguas. Y al sueste cuarta al leste desta punta están cuatro islillas pequeñas en espacio de tres leguas á media canal, unas por otras lessueste- oesnoroeste; y entre la primera y la segunda hay cuatro farallones de una banda y de otra. Este dia surgimos en la primera isla de la banda del leste en catorce brazas buen fondo un ahuste de tierra con proises á las peñas; y luego vimos humos en la costa, y los indios que llevábamos comenzaron a llorar: y lo que pudimos entender fué que lloraban porque temían que aquellas gentes de los humos los matarían, que significaban que eran grandes hombres y tenían flechas y peleaban mucho; y consoláronse con decirles por señas que nosotros les defenderíamos y mataríamos a los otros: y aconsejábannos que fuésemos allá de noche y los prendiésemos y matásemos. En surgiendo salimos á la isla Pedro Sarmiento, y Anton Páblos, Piloto Mayor, y algunos soldados,,y marcamos la canal grande, que va la vuelta del sueste cuarta al leste muy ancha, y volvimos á ver el humo de la gente grande, cuya tierra llaman en su lengua Tinquichisgua, y marcamos la canal que va al noroeste. Esta isla primera donde subimos tendrá dos leguas de boj: es llena de unas frutillas como uvillas negras y colorada y murtilla, manjar de aves. Por entre esta isla y la tierra del oeste va canal de media legua de ancho. En esta isla puso Pedro Sarmiento cruz, y tomó posesión por V. M. Púsosele nombre isla de la Cruz. Aquí apercibimos la artillería y arcabucería por la sospecha de los cosarios, como por los naturales, y se hizo siempre guarda con las armas en la mano. Aquí se vieron ballenas y muchos lobos-marinos, y buféos, y vimos grandes pedazos de nieve andar sobreaguados por la mar, que salen de las islas nevadas que están al sur desta isla de la Cruz tres leguas, y las tormentas del viento despedazan la nieve, y la echan y sacan á la mar. Mártes nueve de febrero amaneció bonanza: levámonos de esta isla, y con viento oeste hicimos vela por la canal que va entre esta isla de la Cruz y la costa de la mano izquierda del norte, y luego calmó el viento, y tuvimos corrientes contrarias: y á las dos del dia el gua comenzó á estar estóa, y con el batel fuimos remolcando la nao, y llegados á la isla tercera, que es la mayor, oímos voces de gentes que iban atravesando de una Isla á otra. Embié allá á Hernando Alonso, piloto, y á Juan Gutierrez con gente en el batel con armas, para que viesen qué gente y tierra era aquella. Los cuales entraron en un buen puerto que tiene la isla donde vieron una población y gente crecida que habían anegado las piraguas: y ellos se habían puesto en la montaña con sus armas; y desde el bosque llamaron á los nuestros que saliesen en tierra, y los nuestros á ellos que viniesen á la mar. Los isleños estaban emboscados con arcos y fechas para matar á los nuestros en saliendo á tierra; y entendiendo esto los nuestros, tiraron á tierra algunos arcabuzazos; y unas mugeres comenzaron á dar grandes voces, por lo cual los nuestros dexaron de tirar mas arcabuzazos. Entre tanto la nao andaba barloventeando de una vuelta y de otra sobre la boca del puerto esperando el batel, y quando oyó Sarmiento la arcabucería hizo arribar para el puerto y aprestar una pieza; y el batel vino luego con una piragua amarrada por popa, y digeron lo arriba dicho, y que habían visto quantidad de gente y buen puerto y tierra apacible. Llamamos á ésta, isla de la Gente. Aquí tomamos la altura en cincuenta y tres grados y dos tercios. Tiene esta isla de la Gente arrimada otra á sí, la vuelta del sueste, que le abriga el puerto. Esta es la postrera destas isletas. Legua y media al leste desta isla está una ensenada que llamamos la Playa, porque la tiene grande. En esta ensenada en la mesma altura dicha, y al susudueste della en la costa del sur de la mano derecha tres leguas, está una gran ensenada, que llamamos bahía de San Simon. Desde esta bahía de San Simon va la costa al leste tres leguas hasta una punta que se llama Tinquichisgua. Desde esta punta va la vuelta del sudueste una gran bahía donde está un monte muy alto agudo delante de unas sierras nevadas. Este monte es el que llaman las Relaciones antiguas la Campana de Roldán. Toda esta bahía de la Campana es cercada de sierras altas y nevadas: y las tres leguas de tierra que se dijo haber entre la bahía de San-Simon y la punta de Tinquichisgua es toda tierra despedazada, alta y nevada. Aquí son las islas Nevadas que dice las Relaciones viejas, y no las cuatro que están en medio de la canal del estrecho. Por la bahía de San Simon entra un brazo la vuelta del sueste. Por aquí tiene la canal deste estrecho tres leguas de ancho, y la costa de la banda del norte es de mejor vista, y tiene faldas y llanadas á la mar, y valles y rios; y la costa del sur es toda peñascos é islas nevadas hasta la bahía de San Simon. Toda poblacion que hasta aquí se topó se halló de la banda del sur. Desde la playa de 53 grados y dos tercios sigue un cuarto de legua la costa al sudueste hasta una punta que se nombró San Julian, y luego detras della entra un rio por una playa que va la vuelta del nornordeste como una legua, y desde allí vuelve al leste. Es todo esto playa y tierra baja á la mar, y va un valle por este rio arriba, y parece abrigado; a lo ménos hoy, á la hora que esto escribo, hace calor de estío y calma, y sabe muy bien la agua fría con estar cercados de sierras nevadas y balsas de nieve por la mar en cincuenta y tres grados y dos tercios, donde en muchos meses no suele verse el sol. Este dia hizo poca corriente hasta puesta del Sol ni en flujo, ni reflujo, y la calma y calor fué grande, que no pudimos caminar sinó obra de tres leguas, y lo mas dello con el batel al remolque fuimos á surgir. Este dia se puso el sol al Oeste quarta al sudueste á las seis horas y cuatro minutos, de manera que este dia, que son nueve de febrero, tuvo el dia trece horas y media y un décimo de hora, que son seis minutos de hora, y la noche tuvo diez horas y dos quintos de hora en este rio Hondo en cincuenta y tres grados y dos tercios en este estrecho, agora de nuevo nombrado por el General Pedro Sarmiento Estrecho de la Madre de Dios, estando el sol en veinte y nueve grados y cincuenta y siete minutos de Acuario. Este dia anduvimos poco mas adelante por las calmas y corrientes. Anduvimos cuatro leguas, y lo mas fué remolcando la nao con el batel lo mas del dia y toda la noche, y nunca pudimos llegar á la costa, ó á parte donde pudiesemos hallar ningun fondo. El miércoles diez de febrero amaneció el cielo claro y el viento calma; y como no habíamos surgido, no tuvimos que levarnos. Fuimos al remolque hasta que comenzó á ventar viento sueste bonancible. Duró poco; calmó luego: y desta manera un rato al remolque, y otro con viento ó vahajuelos del suestes, íbamos unas veces adelante y otras descayendo. Este dia tomamos la altura en cincuenta y tres grados y tres cuartos, y dende á poco despues de mediodía comenzó el vahage del sueste y atravesamos á la otra costa de la banda del sur, y por ella vimos dos grandes boquerones, junto uno de otro, y muchas caletas y puertos, y mucha cuantidad de hierba cerca de la costa. Calmónos el viento, y con el remolque nos llegamos á la costa del sur, y dimos fondo desabrigados y frontero de una caleta de agua dulce: y aquí salimos en tierra Pedro Sarmiento y Anton Páblos con algunos soldados arcabuceros y rodeleros, y subimos á un alto á marcar y explorar: y estando en lo alto vimos refrescar el norte y bajamos aprisa y nos embarcamos, y en zarpando el ancla para nos hacer á la vela para surgir detras de una punta que parecía adelante calmó el viento, y por esto volvimos á dar fondo;.y aquí estuvimos esta noche surtos y con gran cuidado y guarda. Refrescó una vez al noroeste, y luego calmó. Tiene por aquí la canal de ancho cuatro leguas. Llamóse esta caleta de Agua dulce. Esta parece buena tierra; pero no vimos barrial. Juéves once febrero hicimos vela en nombre de la Santísima Trenidad, y seguimos la costa de la mano derecha, que es la del Sur desde la caleta de Agua dulce dos leguas, hasta una punta que nombramos de San Bernabé; y media legua de la caleta de Agua dulce hay un brazo ancho que va la vuelta del sur hasta topar en una frente de tierra mas de cinco leguas, y al cabo por una parte y por otra hace brazos. Tiene una isla grande y dos farallones á la boca. Llaméla bahía de San Pedro. Tiene de boca y ancho quasi media legua, y desde aquí va la costa haciendo arco, y en medio tiene una gran caja, y al norte de la punta de San Bernabé en la otra costa parte la cordillera que está sobre la mar hasta la mar, y por aquí parece gran valle la tierra adentro. Llamóse Gran Valle. Tiene de ancho la canal por aquí dos leguas. Desde la punta de San Bernabé va la costa al susueste, y desde la mesma punta de San Bernabé arrimando á ella entra una bahía la vuelta del sur cuarta al sueste tres leguas, y vuelve con un brazo la vuelta del sudueste, y lejos parece una cordillera nevada. Nombráse este brazo bahía de San Fernando. Tiene por aquí la canal tres leguas de ancho de Norte-sur. De la punta de San Fernando la vuelta del nordeste tres leguas que es la travesía del estrecho, está una punta que se llamó punta de Santa Agueda. Esta punta hace un morro alto gordo nevado, y una quebrada entre él y la Sierra Nevada, desta manera: Desde la punta de San Bernabé vuelve por aquella parte de la tierra del sur la costa al lessueste seis leguas hasta una cordillera, que es de mucha nieve, que está tendida llana; y ántes della está un morro alto con un pico como vernal, y en medio deste vernal y de un monte que parece pan de azúcar está otro morro con tres puntas. Este vernal, ó Pan de Azúcar, tiene figura de campana. De la una parte de los morros hai una boca y de la otra hai otra:. la figura es esta: Desde esta punta y morro de Sancta Agueda por la costa del norte vuelve la costa al norte sobre la cuarta del nordeste hasta una punta, que se llamó punta de Santa Brígida una legua. Es punta delgada y baja. En esta legua hay muchas playuelas de arena. Este pedazo de tierra es montosa, y tierra alta, y la punta de Santa Brigida es toda playuelas desde el Pan de Azúcar de los boquerones hasta esta punta. Demora el uno por el otro norueste-sueste cuarta de norte-sur seis leguas. Desta ensenada de la mano derecha, donde está el Pan-de-Azúcar y vernal, van dos brazos y canales grandes una la vuelta del sur, que llamé la canal de la Madalena, y otra al sueste, que se nombró canal de San Gabriel; y al oeste de la puncta de Santa Brígida está una gran bahía toda de playales de arena. Tiene rio y en medio de la bahía un faralion. Llamóse bahía de Sancta Brígida y Sancta Agueda, por estar ambas juntas y mas arrimadas á la de Sancta Brígida. El rio hace un gran valle entre dos sierras, y va un trecho al nornoroeste, y de allí parecía volver al nordeste. Llamámosle rio del Valle Grande. La punta de Santa Brígida es isla pequeña algo prolongada, y hacia la banda del sur es tajada, que parece cortada, con unos árboles ralos y solos en lo alto della. Desde la puncta de Santa Brigida está otra punta delgada lesnordeste-oessudueste. Llamé á esta punta de Sanct-Isidro que hace al remate un mogote como á manera de farallon. Entre estas dos puntas hay dos ensenadas grandes. Desde la punta de Sancti-Isidro á la costa del sur de la otra banda y costa de la mano derecha están dos sierras y en medio dellas un valle hondo lesueste- oesnoroeste, cuatro leguas de ancho de estrecho y canal de la punta de Sancti-Isidro. Llamámosla Valle Hondo. Aquí hallamos escarcéo y grandes hileros de corrientes, que es encuentro de maréas. Desde la puncta de Sancti-Isidro á un morro alto que está de la otra banda en la otra costa la vuelta del sueste tiene por aquí la canal del estrecho de ancho cuatro leguas. Llamóse morro de Lomas: y desde este morro de Lomas, siguiendo la costa al lesnordeste, comienza la tierra baja y de buen parecer de lomas; y acabada la punta del Morro, sobre la tierra baja hace una gran ensenada, y por aquí tiene de ancho la canal ocho leguas lessueste-oesnoroeste. La puncta de San Isidro está en cincuenta y cuatro grados escasos. Desde esta dicha punta vuelve la costa firme del norte hasta una punta larga llamada punta de Santana, nornordeste-susudueste: y junto á la punta de Sanct-Isidro está una playa de arena á manera de ensenada. Aquí vimos gente en tierra, y desde la playa nos dieron voces: por lo cual la llamamos la playa de las Voces. Desde aquí va entrando la ensenada hasta la punta de Sancta Ana; y dos leguas desta punta de Santa Ana al, sudueste en medio de la ensenada surgimos en siete brazas, buen fondo, que toda esta ensenada es de buen fondo; á lo rriénos esto que nosotros sondamos. Aquí tomamos agua y leña; y estando nuestra gente en tierra, vinieron á ellos los naturales que nos habían dado voces, como se dijo ántes, y abrazaron á los nuestros y comenzaron á tratarse familiarmente unos con otros: y como Pedro Sarmiento lo vido desde la nao, les embió sartas de chaquiras, peines y cascabeles, bizcocho y carne; y estuvieron sentados con el Alférez y Hernando Alonso y con los demas christianos, que eran diez, en buena comunicacion por señas, y dieron á entender estar contentos con nuestra amistad con lo que se les había dado, y digeron que se querían ir á dormir, y que mañana volverían; y quedando, á lo que pareció, muy nuestros amigos, se fueron á sus chozas. A esta bahía se llamó bahía de la Gente, y al rio que había allí, rio de San Juan. En este rio tomamos la altura en cincuenta y tres grados y dos tercios. Desde este puerto y rio de San Juan parece una abra y boca de canal entre dos tierras la vuelta del leste cuarta al nordeste ocho leguas; y la tierra que esta abra tiene al sur llamamos punta de San Valentin, y la que tiene al norte se nombró punta del Boqueron. Tendrá este boqueron de ancho media legua. La tierra del cabo de San Valentin es continuada hasta el morro y ensenada de Lomas ántes dicha; y desde la ensenada de Lomas va descendiendo la tierra, haciendo llana y adelgazándose hasta que en la punta de San Valentin se viene á hacer tan llana como la mar; y la chapa que desciende desta tierra hacia la canal del Estrecho es tierra blanca como arenales blancos. Es tierra buena, sombrada y apacible á la vista y en la costa del norte hai buenos valles y rios de buen agua, y muy buena madera, y buenos puertos y surgideros. Este dia tuvimos viento oeste bonancible hasta las diez, todo lo que duró la menguante de la mar, y dende las once ventó sur fresco claro toda la creciente de la maréa. Las corrientes de aquí son con las maréas. Desde este puerto y ensenada, y desde la canal adentro la vuelta del sur, se vé un volcan nevado que hace una sillada de dos puntas en la cumbre; y al norte del volcan nevado parecen el vernal y pan de Azúcar, que por esta parte hacen esta figura. Quando el que viniere entrando por este estrecho de acia la mar del norte para desembocar á la del sur verá estos volcanes y montes de la figura aquí pintada, y por medio un gran canal y boca que parece mayor que la principal, y podríase engañar y ensenarse, y errar el parage y camino. Por tanto, sea aviso que no vayas por la canal que va entre los montes, sinó que, en llegando á descubrir estos dichos montes todos tres, se descubre una canal á mano derecha de los dichos montes, la vuelta del noroeste quarta del oeste, y aquella es la buena canal, y por allí se ha de ir, y dejar á la mano izquierda todos los dichos tres montes; y el que viniere de la mar del Sur los ha de dejar á la mano derecha. Viérnes doce de febrero salió la gente nuestra en tierra para acabarnos de apercibirnos de agua y leña, y á cortar madera para fortalecer la nao, que tenía mucha necesidad dello para tan largo camino como se esperaba; y entretanto que hacían esto en tierra, Pedro Sarmiento fue en el batel fuera á descubrir, y llevó consigo al Padre Vicario y á Antón Pablos, piloto de la Capitana, y siete compañeros marineros, y fueron á la punta de Sanctana, que está dos leguas y medio del rio; y legua y media del rio sale una punta de tierra de arena muy baja, y della un placel que va saliendo mas de media legua á la mar, y mas de úna á luengo de costa: y entre esta punta de Placel, y la de Santana hay una gran ensenada. En todo esto hai gran suma de madera echada á la Costa en las partes que bate el sur, que debe ser aqui tormentoso en imbierno, porque el Norte viene aqui por sobre la tierra. Llegamos á la punta de Santana, y subimos á una mesa alta donde hay grandes rasos y cabañas de muy buena hierba para ganado, y vimos dos venados grandes y muy gordos: y un arcabucero mató el uno, y el que se huyó tenía grandes astas. Aquí reconocimos la canal y altura y marcamos la tierra. Desde esta punta de Santana demora la abra de San Valentin al leste cuarta al nordeste seis leguas; y desde esta punta de Santana vuelve la costa al norte cuarta al nordeste hasta una punta que llamé de San Antonio de Padua, diez leguas; y, en medio, hace cinco ancones; y en la Punta del quarto ancon sale una restinga que tendrá una legua de largo la vuelta del sueste; y tomamos con Sarmiento y Anton Páblos la altura en tierra en cincuenta y tres grados y medio largos, y pusimos una cruz grande en esta punta: y el General Pedro Sarmiento tomó solemnemente la Posesion por V. M. y puso al pie de la cruz, dentro de un gran mojon de piedras, una carta en unos cascos de botija breados y con polvos de carbon, por ser incorruptible, y en el palo de la cruz escrito de letras cavadas: Carta al pie. En esta carta se daba aviso á todas las naciones y gentes como esta tierra es de V Magestad, y como se tomó la Posesion por la Corona de Castilla y Leon para que no pretendan ignorancia, y como este estrecho en nombre de Su Magestad le fué puesto nombre Estrecho de la Madre de Dios, á quien Pedro Sarmiento tomó por abogada en este Viage y Descubrimiento: y mándase al Almirante, si acaso por aquí llegase, que con la Relacion de lo hecho, y con saber como esta nao capitana, y Pedro Sarmiento en ella iba delante, se volviese al Pirú á dar aviso á su Excelencia. Y firmaron esta carta Pedro Sarmiento y el Padre Vicario, y el Piloto Anton Páblos, y volvimos al navío de baja mar, donde hallamos quel placel descarna aquí mucho en la menguante, que hubimos menester meternos á la mar con algun trabajo de los bogadores para poder montar el placel. Púsose fuego á la cabaña con el fuego que se hizo para derretir la brea y, segun despues supimos, a este tiempo habían venido los indios adonde estaba nuestra gente haciendo agua legua con sus hijos y mugeres y, estando en gran conversación, vieron el humo del fuego que salía del monte que se quemaba, y luego se fueron, que no los pudieron detener, creyendo que eran aquellos humos de los gigantes con quien deben de tener guerra, y deben ser mas Poderosos que ellos. Trajeron de presente un pedazo de carne de lobo marino hediondo, y pájaros niños de mar, y murtiña, fruta colorada como cerezas, y unos pedazos de pedernal, pasados, y pintados de margarita de oro y plata: y preguntándoles que para qué era aquello, dijeron por señas, que pára sacar fuego; y luego uno de ellos tomó unas plumas de las que trahía, y sirviendole de yesca, sacó fuego con el pedernal. Paréceme que es caja de metal de plata u oro de veta, porque es al natural como el curiquijo de poíco en el Pirú. Quando hicimos fuego en esta punta respondieron con otros muchos humos en la otra isla de en frente, que se llamó de S. Pablo. Desde el rio de San Juan demora la punta de Santana al Nordeste cuarta al norte dos leguas y media. El sábado trece deste mes de dijo Misa en tierra y se puso la fragua en tierra, y se hizo la pernería que fué menester para corbatones y llaves, y fortaleciose la proa con corbatones y reatas. Aquí en este rio de San Juan, Pedro Sarmiento tomó la Posesion, y hizo un gran mojon de piedra y en él arboló una Cruz alta que se parecía desde toda la canal de el estrecho, y se puso una carta que es la siguiente.