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Bliztkrieg

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El 24, a medio día, se pararon los blindados alemanes a las puertas de Dunkerque. Varías teorías se han barajado para justificar esta decisión, errónea ante lo que luego ocurriría: se ha dicho que Hitler no quería humillar a Gran Bretaña con una tremenda derrota; también, que Göering, deseoso de cosechar toda la gloria de la victoria, pidió para sus aviones el remate de la faena. Los historiadores más solventes rechazan ambas hipótesis y se aferran a las realidades: fue el propio jefe del grupo de Ejércitos A, von Rundstedt, quien ordenó hacer un alto para reorganizar sus fuerzas acorazadas muy dispersas, desorganizadas y menguadas en número. Cuando el día 24 de mayo, a medio día hablaron Rundstedt y Hitler, aquel expuso al Führer el cansancio de sus fuerzas, las dificultades del terreno para las operaciones de carros y el peligro de un contraataque aliado. Le propuso, también, cambiar el plan: si en principio el golpe de hoz alemán debería darse de izquierda a derecha, podía ahora darse de derecha a izquierda, actuando el grupo de ejércitos B, de von Bock, más descansados, como martillo, mientras que el grupo de Ejércitos A hacía de yunque. Hitler aceptó. En Berlín hubo indignación. Halder anota en su diario: "... Es un cambio completo en nuestro plan. Yo quería hacer del grupo de Ejércitos A el martillo y del grupo de Ejércitos B el yunque de la operación.

Ahora B será el martillo y A el yunque. Pero el grupo de ejércitos B tiene ante si un frente sólido, su avance será lento y sus pérdidas elevadas. La aviación en la que se ponen todas las esperanzas depende del tiempo. Este cambio conduce a un esfuerzo que moviliza más energía que el actual plan de operaciones. No obstante la batalla se ganará por este medio o por el otro. El resto de la mañana no estoy para nadie..." Naturalmente, su plan resultó tan negativo que Rundstedt jamás reivindicó su autoría. Dos días después, visto el error con claridad y mejor agrupadas y reorganizadas las fuerzas acorazadas alemanas -que todo debe decirse- Hitler ordenó que siguiera el avance de los carros. Pero se habían perdido dos días cruciales. Esas 48 horas permitieron la aplicación de la Operación Dinamo. Nació ésta el 19 de mayo, cuando Gort comprendió definitivamente que la batalla de Bélgica estaba perdida y que, tal como iban las cosas, su repliegue hacia Francia era muy problemático. Pensó entonces en la posibilidad de sacar al BEF por mar, desde los puertos del Canal de la Mancha. Hasta el día 24, Gort se mantuvo a la expectativa del proyectado contraataque hacia el sur, pero la inoperancia francesa y la presión que el Grupo de Ejércitos B le hacían desde el norte le obligaron a replegarse hacia la costa y Londres, que había aprovechado esa semana para disponer los medios de evacuación, dio la orden de comenzarla el día 26 de mayo.

Afortunadamente para los aliados, el parón de los tanques alemanes les dieron unos 50 kilómetros de costa y tiempo para reforzar las paredes de la bolsa. Cuando los alemanes reanudaron su ataque hallaron enfrente una resistencia organizada, una feroz voluntad de aguantar en muchos casos y un terreno nada apropiado para el empleo de grandes masas de carros. Nadie duda que sin el frenazo del día 24, el 25 los alemanes hubieran estado en Dunkerque y la Operación Dinamo, que preveía sacar unos 50.000 hombres en unos cinco días, hubiera sido viable. Pero mientras los británicos disponían su marcha y los alemanes reanudaban su ofensiva por el sur de la bolsa, ocurrió un acontecimiento clave y polémico para la historia de aquella batalla: la rendición de Bélgica.

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