Busqueda de contenidos
obra
Brueghel y Rubens colaborarían en la realización de numerosas obras, entre las que destacan la serie de los Cinco Sentidos formada por cinco tablas dedicadas cada una a un sentido concreto. En el Olfato vuelven a mostrarnos a Venus y Cupido, como también ocurría en el Oido, en esta ocasión entre flores de diferentes tamaños, tipos y variedades. Al fondo se observan algunas construcciones y árboles. Brueghel ha ocultado cualquier alusión a los malos olores, triunfando los aromas procedentes de la floresta. La mofeta que se sitúa a los pies de la diosa no daña ni al sutil olfato del perro, quien mejor puede representar este sentido. La gran afición de los flamencos a las flores está perfectamente recogida en esta tabla. De esta afición también participaban los archiduques Isabel Clara Eugenia y su esposo Alberto, quienes poseían un bello jardín con flora y fauna exótica en múltiples ocasiones visitado y representado por Brueghel. Se considera a este artista como el autor de toda la flora mientras que Rubens realizaría las figuras de Venus y Cupido y un ramo de flores que hay junto a ellos, debido a la factura más suelta empleada. La muestra de este jardín, con una delicadeza espléndida a la hora de realizar todas sus plantas, resulta totalmente ajena a toda ilusión religiosa o alegórica, por lo que invita a disfrutar de las fragancias de la naturaleza.
Personaje
Militar
Acompañando a Hernán Cortés en la conquista de México encontramos a Cristóbal de Olid, convirtiéndose en uno de los mejores capitanes. Olid será quien conquiste Michoacán (1522), siendo enviado a Honduras para impedir la ocupación de González Dávila. Este será apresado pero Olid quiso realizar la empresa de la conquista de Honduras por su cuenta, lo que motivó el envió de Francisco de las Casas por parte de Cortés. El enviado también será derrotado y hecho prisionero pero Las Casas y González Dávila se unieron y vencieron a Olid, ajusticiándole bajo la acusación de traidor.
lugar
Santuario dedicado a Zeus, en el corazón de la Élide, fue uno de los más importantes, junto con el de Dodona, dedicado a esta deidad. Los orígenes de este lugar se remontan al II milenio a.C., si bien ya desde el 2800 existe una pequeña comunidad asentada en la colina del Cronio y la zona del Altis, un pequeño bosque sagrado en cuyo alrededor se levantó el gran recinto de culto. Tan remotos orígenes hicieron que en Olimpia convergieran multitud de cultos y mitos, fundamentalmente los relacionados con Zeus, aunque también implican a Heracles, al dios-río Alfeo, al héroe Pélope o a Hera. En el santuario de Olimpa se celebraban concursos, mal llamados juegos, pues en realidad no se realizaban como espectáculo sino que tenían una función ritual, al poner en relación el mundo de los dioses con el de los humanos, pues aquéllos intervenían en la designación de los vencedores. En Olimpia fue levantado un recinto sagrado, con edificios de culto y estructuras dedicadas a acoger a los atletas, los visitantes, los peregrinos y las delegaciones. También se erigieron numerosas capillas y han sido hallados tesoros, exvotos y donaciones diseminados por el área, pertenecientes al periodo que va desde los siglos VII a.C. hasta el IV d.C., en que Teodosio I prohibió los Juegos por considerarlos paganos. Los primeros juegos se celebraron, supuestamente, en el año 776 a.C. Ya por esta fecha subsisten varios recintos sagrados de la Edad del bronce, como el pelopion, el hipodameyón y el altar de Zeus, levantado con una mezcla de agua y cenizas de los sacrificios. A partir del siglo VIII a.C. se inicia una auténtica fiebre constructiva, en la que destaca el primer heraión, que será reparado hacia el 600. En el siglo V se levantó un templo dedicado a Zeus, para el que Fidias realizó una estatua del dio, así como el pritáneo y el bouleuterion, con dos nuevos tesoros. Del siglo IV son dos pórticos que cierran el santuario, levantándose un templo a Cibeles, la madre de los dioses. Después del año 338 a.C. se erigió una rotonda, el Filipeion, mandada construir por Filipo y Alejandro tras su victoria en Queronea contra los griegos. De época helenística son muchos edificios atléticos, mientras que los romanos dejaron su huella en varias construcciones dedicadas a Zeus. Como se señalo más arriba, en Olimpia se celebraba una competición en honor a los dioses, los más tarde llamados Juegos Olímpicos. La importancia del santuario como lugar de celebración ha hecho que se hayan encontrado allí multitud de objetos, entre los que destacan una colección de bronces geométricos y arcaicos, una cabeza colosal de Hera, los cascos consagrados por Milcíades el Ateniense o por Hierón de Siracusa o la Victoria de Painoios de Mende.
obra
Posiblemente sea ésta la obra más famosa de Manet, junto a Desayuno en la hierba. Fue presentada al Salón de 1865 junto a Cristo escarnecido por tres soldados, contraponiendo así una figura masculina y otra femenina, ambas desnudas. Para los críticos y público fue una provocación, por lo que de nuevo se produjo el escándalo; por el contrario, recibió apoyo y felicitaciones de los jóvenes artistas que después formarán el grupo impresionista. El pintor presenta la figura de una prostituta de alto postín, desnuda, tumbada sobre un diván, acompañada de su dama y de un gato negro. La modelo que posó para el cuadro fue Victorine Meurent, favorita de Manet y amante del fotógrafo Nadar. La principal fuente de inspiración es la Venus de Urbino de Tiziano, copiada durante la estancia en Florencia de 1853 ó 1856. También existen ecos de la Maja Desnuda de Goya y la Odalisca con esclava de Ingres. Sin embargo, la novedad que aporta Manet es que se trata de una mujer de carne y hueso, olvidando la relación con la mitología o lo oriental. Es decir, se trata de una escena contemporánea, inspirada en una poesía de Baudelaire dedicada a una cortesana. Aquí estaría el punto de partida de las escenas de burdel que tan famoso harán, por ejemplo, a Toulouse-Lautrec. El recurso de unir modernidad y tradición clásica era muy utilizado por Manet, como ya había hecho en Música en las Tullerías o Desayuno en la hierba. Por esto es considerado el primero que rompe de manera definitiva con la tradición académica, sirviendo a los impresionistas como punto de referencia y estímulo, a pesar de que Manet nunca se integró en el grupo. El lenguaje empleado en esta imagen es mucho más audaz que en obras anteriores; de nuevo la figura se recorta sobre un fondo neutro, utilizando una iluminación frontal que elimina las gradaciones tonales y las sombras. Esta iluminación - tomada de la estampa japonesa - acentúa la sensación de planitud, eliminada por Manet al contraponer partes claras y oscuras, revelando el sentido del volumen. Las líneas de los contornos están perfectamente definidas, destacando el valor otorgado por Manet al dibujo como le había indicado su maestro, Couture. La pincelada de Manet es muy segura, define con brillantez los detalles de las telas y emplea la mancha para las flores o las cortinas verdes del fondo. La bella figura de Olimpia mira con descaro al espectador, como si de un cliente se tratara; su sensual cuerpo se ofrece con los zapatos de tacón puestos, aumentando así el concepto de realismo aprendido de Courbet, que acentúa con la aparición de la sirvienta de color - con un magnífico ramo de flores en las manos - y el gato negro, que contrasta también con el cuerpo nacarado de Olimpia y con las telas blanquecinas sobre las que posa. Destaca el mantón oriental que sujeta la dama con su mano izquierda, síntoma de la afición por lo oriental de aquellos momentos. El título de Olimpia le fue puesto por Astruc quince meses después de ser pintada, inspirándose en los versos de un poema titulado La Fille des îles. Una dama italiana llamada Giulia Ramelli se prendó de la obra y escribió al pintor, preguntando por el precio para adquirirla. Manet la valoró en 10.000 francos, suma excesiva para la compradora. En 1889 fue presentada en la Exposición Universal de París, donde la pretendió comprar un coleccionista americano. El pintor Sargent advirtió a Monet, que inició una suscripción popular para comprar la Olimpia y donarla al Estado; entre julio de 1889 y enero del año siguiente se llevó a cabo dicha suscripción, no exenta de incidentes. Con motivo del centenario de Manet, Paul Valery glosaría esta obra en los siguientes términos: "Olimpia choca, despierta un horror sagrado, se impone y triunfa. Olimpia es escándalo, ídolo; potencia y presencia pública de un miserable arcano de la sociedad. Su cabeza está vacía: un hilo de terciopelo negro la separa de lo esencial de su ser. La pureza de un trazo perfecto esconde a la Impura por excelencia, aquella cuya función exige la ignorancia sosegada y cándida de todo pudor. Vestal bestial consagrado al desnudo absoluto, lleva a soñar todo lo que esconde y conserva de barbarie primitiva y de animalidad".