Hijo de un joyero, estudia Bellas Artes en la Universidad de Chicago y en París, ciudad en la que descubre su pasión por la literatura medieval y donde recibe la influencia del naturalismo de Zola. De sus obras destaca la trilogía The epic of the wheat, de la que sólo escribió las dos primera partes: The Octopus (1901) y The Pit (1903), en las que narra como afecta a la sociedad la subida del precio del trigo en California. La tercera parte (The Wolf), que no llegó a escribir, iba a estar ambientada en Europa.
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El hundimiento del Imperio almohade en 1269 significó, para la mitad occidental del mundo islámico, el final del período de los grandes imperios que abarcaban África septentrional, Egipto y España. Sin embargo, el fracaso de la política imperial no condujo a la aparición de monarquías nacionales. La subsistencia de la organización administrativa imperial, con fronteras poco delimitadas entre la administración central y las federaciones tribales descentralizadas, caracterizó la historia de África septentrional desde mediados del siglo XIII hasta los siglos XIX y XX en los que Francia, España e Italia introdujeron, con la colonización, nuevas formas de organización política. El conjunto formado por Marruecos, Argelia, Túnez y Trípoli constituye una importante unidad geográfica y étnica. El relieve impone una división física que ha favorecido el particularismo histórico y el contraste regional. De modo general, el sistema de producción patriarcal prevalecía en casi todas partes. Jefe de clan, jefe de kabila, rey o emperador, en absoluto eran tiranos, sino la emanación de una costumbre que tendía a defender al hombre de las exacciones o del arbitrio de otros jefes o reyes; en el Maghreb, las rebeliones de las kabilas contra los colaboradores de los sultanes son un fenómeno frecuente. Fue en el curso de la crisis del siglo XVI cuando se elaboraron los rasgos distintivos del Maghreb de la época moderna. Dos peligros parecieron particularmente amenazadores: la ofensiva cristiana-ibérica, a partir de las costas, y la anarquía tribal. La instalación de poderes fuertes, los turcos en Argel, Túnez y Trípoli; los saadianos y después los alauitas en Marruecos, constituyó la respuesta a la crisis. A finales del siglo XVII y comienzos del XVIII, los diferentes países del Maghreb presentaban rasgos comunes en cuanto a la sociedad y la organización política. Pero existían también diferencias no sólo entre el Marruecos independiente y el resto, sometido al control de los turcos, sino también entre las tres regencias de Argelia, Túnez y Trípoli.
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El Neolítico del norte de China se caracteriza por el yacimiento de Yangshao. Esta fue la primer cultura neolítica encontrada. Los otros yacimientos pertenecientes a este complejo cultural están principalmente repartidos por el curso medio del río Amarillo, el sur de Hebei, el oeste de Henan y el este de Gansu y de Qinghai. Se han identificado diversos horizontes de desarrollo en el interior del conjunto Yangshao (Banpo, Miaodigu, etc.), definido por sus cerámicas pintadas y cuya economía se caracteriza globalmente por una agricultura basada en el mijo y por la domesticación del perro y del cerdo. Se ha documentado también la presencia de un gran número de azuelas y hachas pulimentadas de sección lenticular y cuchillos de piedra. Los poblados estaban compuestos de casas redondas o cuadradas, con el suelo excavado en el loess y situadas alrededor de una plaza central con los espacios bien delimitados al sector residencial, el cementerio al norte y una serie de hornos de cerámica al este. La organización en zonas concéntricas revela un principio de separación de las zonas artesanales. No se sabe todavía con certeza si los pueblos Yangshao estaban ocupados de manera permanente o bien de una manera cíclica debido a un sistema de agricultura itinerante. La cerámica Yangshao está hecha a mano. Una de las formas que tendrá más perduración es la del trípode de pies huecos. Sobresale también la presencia de jarras de fondo puntiagudo, botellas de cuello estrecho y toda un gama de copas y platos rojos lisos, decorados con dibujos geométricos o curvilíneos pintados en negro y a veces representaciones de peces, animales o de extrañas figuras humanas estilizadas. La cultura de Longshan reagrupa, como la cultura Yangshao, tradiciones culturales muy variadas. La estructura económica está formada por un desarrollo de la agricultura con el trigo y la cebada, que se cultivan conjuntamente con el mijo. La ganadería es también importante, con la domesticación del buey y el cordero complementan la del perro y del cerdo típica de la cultura Yangshao. Aparecen en el utillaje formas y materiales nuevos como las azagayas de madera de dos dientes, cuchillos semilunares de piedra y hoces de concha que corresponden a nuevos modos de cultivar. Disminuye la cantidad de cerámicas pintadas, y las terracotas grises sin pintar características de la cultura Longshan se imponen poco a poco. Esta cultura se divide en tres grupos regionales: Longshan de Henan o cultura de Hugang II (2625-2005 a.C.), Longshan de Shaanxi o cultura de Kexingzhuang II y cultura de Taosi (2450 a.C.). El III Milenio a. C. se ve, pues, la consolidación cultural de las civilizaciones septentrionales. El desarrollo de la agricultura y la ganadería irá acompañado de la presencia del utillaje de cocina y de madera al lado de un tipo de azuela plana rectangular de piedra pulida. Se generaliza la presencia de cerámicas grises en asociación con un número menos importante de cerámicas rojas y más raramente negras o blancas. El uso del torno se difunde y frecuentemente es utilizado junto a otras técnicas, como el molde y el modelado. Las formas típicas, con decoración de cuerda, aplicaciones o impresiones de motivos de cestería, son los trípodes y los vasos para la cocción al vapor.
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Tras su regreso de Italia, Wilson se estableció en Londres donde se especializó en la pintura de paisajes, basados en un detallado estudio de la naturaleza pero organizados conforme a los cánones ideales de belleza italiana del Barroco. Este es el objetivo de sus vistas de Gales, obras que se consideran sus mejores trabajos. En esta ocasión nos presenta una vista a lo largo de un lago, contemplándose en un plano intermedio un antiguo castillo utilizado como cárcel mientras que en el fondo se alza majestuoso el monte Snowdon. Dos jóvenes pescadores en primer plano dotan de mayor realismo a la composición. La sensación de ambiente clasicista está creada de manera correcta, incluso a la hora de elegir el lugar representado ya que en aquellos años Gales era un lugar lejano que se identificaba con la antigua Gran Bretaña, aportando de esta manera un enfoque historicista al paisaje. La iluminación empleada es característica de las obras de Poussin y Claudio de Lorena, maestros del Barroco francés que tomarán los pintores románticos ingleses como punto de partida. El monte Snowdon desde el lago Nantle también forma parte de esta serie.
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En este epígrafe queremos englobar a los tres protagonistas principales del período que estudiamos: norteños, mozárabes y la restauración de ciudades y templos. La documentación de la época, pese a la diversidad y, a veces, dispersión de los datos que ofrece, insiste en el constante deseo de la monarquía -deseo canalizado a menudo a través de los monasterios- de restaurar las ciudades y devolverles un cierto tono vital, al tiempo que se reorganiza administrativamente el territorio. En esta misma documentación, podemos comprobar cómo se yuxtaponen nombres cristianos con otros de origen árabe entre los firmantes u otorgantes de los distintos escritos, lo que nos permite formarnos una idea aproximada del papel equiparable que ambas comunidades vinieron a desempeñar en la nueva sociedad. Decimos esto porque durante un tiempo se ha atribuido a la minoría mozárabe un papel primordial en la producción artística, que ha recibido su mismo calificativo. Sin embargo, la llegada de los abades Alfonso y Martín, como se refleja en los epígrafes de San Miguel de Escalada y San Martín de Castañeda, procedentes de Córdoba, quienes edificaron templos con sus propias manos, o la presencia de otras comunidades monásticas mozárabes, en León, son elementos suficientes para definir como suyas las obras producidas en el período. Ni siquiera puede afirmarse que ellos fueran los vehículos transmisores de algunos elementos formales, de apariencia islámica, con que cuenta la arquitectura del X que, como veremos, en cualquier caso, son sólo aspectos epidérmicos de unas estructuras y técnicas constructivas de tradición hispanogoda que ellos mismos emplearon. Su actuación, en cualquier caso, no es equiparable a la de otras figuras como el obispo Genadio, del que no se sabe su origen cierto, pero desde luego no mozárabe, que intervino en las fundaciones de varios monasterios leoneses como San Miguel de Escalada, Santiago de Peñalba, San Pedro de Montes, San Martín de Castañeda y otros. Y, por último, cabría preguntarse cuál era realmente la experiencia arquitectónica y el bagaje formal que estos mozárabes podían aportar tras su estancia en tierras cordobesas, porque las obras que ellos habían visto en la sociedad islámica antes de partir acaso no estuvieran tan lejos de los planteamientos y técnicas constructivas preislámicos, pese a ser edificaciones al servicio del Islam. En consecuencia, poco relevante pudo ser el papel desempeñado por las comunidades mozárabes en la configuración de la arquitectura que se levantaba en los lugares repoblados, más si tenemos en cuenta que precisamente ellos eran los principales inspiradores del ideal restaurador goticista. Sí es determinante, por el contrario, el tercer protagonista: la restauración de ciudades y templos. En las crónicas leonesas encontramos con frecuencia expresiones relativas a la reparación y reutilización de los edificios existentes en León y a la construcción de otros nuevos: "Procuró (el monarca) reedificar sus muros y aumentar su población con casas e iglesias; cuidaron de repararla y ennoblecerla con palacios y otros edificios..."; pero la documentación de la época refleja con más precisión esta realidad que afecta no sólo a la ciudad sino a gran parte del territorio. Es un hecho el abandono y la destrucción de templos que ahora se restauran, a la vez que se construyen otros nuevos. La expresión "ecclesiam desertam", así como la que empleaba el diácono Odoyno al recibir dos iglesias que estaban abandonadas desde hacía más de dos siglos (que iacebant in exqualido de ducentis annis aut plus), o la ya mencionada de iglesias fundadas y abandonadas desde antiguo (ab antiquis), está presente en la documentación. Es evidente, por tanto, que se lleva a cabo un proceso de reconstrucción, que obedece a la necesidad de fortalecer la población y asegurar la pervivencia de los establecimientos. No se trata de destrucciones realizadas por las incursiones musulmanas, sino del abandono de muchos lugares por el proceso de dispersión de la población al que nos hemos venido refiriendo. Pero, al mismo tiempo, son numerosísimas las menciones a las iglesias y monasterios existentes desde los primeros años del siglo X, que se convierten en el principal objeto de donación, intercambio, compra, etc., que refleja la documentación. Basta comprobar la lista de iglesias que existen en el reinado de Alfonso III. El problema es llegar a saber cómo eran estas construcciones. Seguramente la mayoría sólo contaba con paredes de adobe y sencillas cubiertas de madera, pero algunas de ellas podían ser antiguos templos hispanogodos levantados en piedra, que nosotros no hemos llegado a conocer, pero los repobladores sí. Fuere como fuere, es evidente que existe una voluntad clara por parte de los monarcas y de particulares de protagonizar la restauración, y expresiones como la del obispo Diego de Valpuesta, en el año 940, son más que reveladoras: "Yo, Diego, edifiqué casas en villa Merosa, en los solares de mi tío el obispo Fredulpho, cubrí las iglesias, planté viñas, reparé las heredades y huertos con sus entradas y salidas y compuse todos los ajuares, y alhajas de los monasterios de San Pedro y San Román y San Juan (..) Llevamos maderas de cuatro casas y una trox, y las texas de tres iglesias de Valpuesta, componiendo con la dicha madera las casas y las iglesias de Villa Merosa con que quedaron reparadas". El obispo Froilán II había edificado su propia casa desde los cimientos "labore perfecto". Ordoño II, en 953, se refiere a las casas e iglesias que los pobladores leoneses habían edificado en el alfoz de Salamanca. El mismo monarca había hecho la iglesia de los Santos Claudio, Lupercio y Victorico, situada en el arrabal de León, con sus propios medios (Cumque ab antiquitus fuisset erima tunc visum iussio domnica quia camera sola remansit inlesa (..) et ipsam eglesiam miro opere construxit adque in melius transformauit non cum imperalis oppressiones sed suis numeris). E incluso, a veces, las palabras son mucho más explícitas: "con mis manos hice un templo maravilloso desde los cimientos hasta su culminación" (quam a manibus meis fundaui et erexi, a pavimento usque ad sumitate, cum templum mirificum et domus oracionis). Parece claro, pues, que se quiere dejar constancia de la intervención directa de cada uno en la restauración o edificación, de la calidad de la obra (expresiones como "labore perfecto" u "obtimo edifitio" son casi reiterativas), e incluso en alguna ocasión se especifican los materiales (es el caso, por ejemplo, de un templo monástico que el abad de Celanova ha de construir de acuerdo a las proporciones de otro, que no se señala, y ha de tener quince vigas).
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El bombardeo sobre Tokio del 18 de abril de 1941 lanzó a la fama a este aparato, construido por la North American Aviation Inc. Era un bombardero medio, bimotor, con un peso al despegue de 12.5 toneladas y un radio de acción de 1.170 km. Su principal virtud era la velocidad: 500 kilómetros/hora y su poderoso armamento, que en los modelos mas avanzados llegó a ser de 14 ametralladoras. Su capacidad de carga de bombardeo era bastante limitada 1.360 kilos, que en la misión sobre Tokyo fue inferior para dotarles de depósitos supletorios de gasolina. De la versatilidad de este aparato -bombardeo, ataque naval y apoyo a la infanteria-, de su fiabilidad mecánica y de su seguridad da clara idea la cantidad construida: más de 11.000, cifra que le convierte en el cuarto bombardero más fabricado durante la Segunda Guerra Mundial. 405 bombarderos Mitchell -la serie B-25 G- estuvo equipada con un cañón de 75 mm. instalado en su proa, y seis ametralladoras en posiciones defensivas, lo que le convirtió en un formidable cazacarros y en un mortifero enemigo para los mercantes japoneses.
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En el momento en que comenzó a operar, los pilotos mostraron algunas reticencias en lo que se refiere a su capacidad para maniobrar. Sin embargo, luego demostró ser uno de los bombarderos más empleados durante el conflicto en todos los escenarios de batalla. De éste surgieron otras versiones como el B-25B, el B-25C y el B-25D, que presentaban mayores prestaciones. Entre unos y otros se llegaron a fabricar casi 4.000 aparatos. Los más de 500 que se entregaron a Gran Bretaña pasaron a denominarse Mitchell Mk II.
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Del B-25G se llegaron a fabricar unos cuatrocientos aparatos. Este modelo respondía a una versión antibuque, creado expresamente para actuar en el Pacífico. Dentro de esta gama también cabe mencionar el B-25H. De éste se entregaron 1.000 aparatos. Mucho más alta fue la producción del B-25J, del que se llegaron a realizar 4.318 unidades. Este último se convirtió en uno de los bombarderos más exportados. Algunos de ellos se continuaron utilizando durante años, una vez acabado el conflicto.
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Considerado uno de los mejores cazas que intervino en la Segunda Guerra Mundial, gozaba de un funcionamiento óptimo. Además de sus propiedades de aceleración y su facilidad de maniobrabilidad, destacaba la solidez de su estructura. Se diseñó a instancias del gobierno británico y entró en servicio en 1942, aunque su primer vuelo tuvo lugar dos años antes. De este surgieron inicialmente los modelos P-51A y más tarde P-51B y P-51C. Estos últimos incorporaron un motor Packard V-1650, que en realidad estaba hecho a imitación del Rolls-Royce Merlín.
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El P-51D tiene su antecedente en el P-51B/C. Este, cuyo diseño respondía a una fusión entre la estructura del Mustang y el motor Merlín, dio tan buenos resultados que se decidió diseñar nuevos aparatos en esta misma línea. De este modo se proyectó el P-51D, del que se fabricaron casi ocho mil aparatos. Sobre éste se realizaron algunas reformas para mejorar su capacidad. Junto con el P-51H y el P-51-K, fue uno de los caza más importantes. Además de éstos surgieron otros aparatos para cumplir otras misiones (reconocimiento fotográfico, etc..). Aunque al finalizar la guerra se interrumpieron los pedidos, en total su producción supero las 15.000 unidades.