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Los estudios sobre el mundo marginal siempre han atraído a los historiadores, siquiera como colección de anécdotas y datos curiosos, en sus primeros momentos, para pasar a ser el cauce natural de la Historia Social, en Inglaterra y Francia desde los años 50 y 60, y en España algo más tarde, aunque hay ejemplos, excepciones, más tempranas y más incomprendidas también por la comunidad científica. Hasta hace unos años la historia social era un campo poco definido, del que se tenía científicamente un pobre concepto. Para muchos historiadores la sociedad era y sigue siendo un marco en el que ocurren asuntos relevantes, pero no es importante por sí misma. Ni la sociedad alta ni, mucho menos, la vida social de las clases populares, que se ha relegado al folclore y al mundo de lo pintoresco (sin desdoro para el folclore y lo pintoresco). En la actualidad los estudios acerca de la sociedad se han mostrado utilísimos para comprender la historia del Derecho, la historia económica, la política y la historia de la espiritualidad y las religiones. Qué decir de la Historia de la Familia, que deriva de la primera historia social, así como los estudios acerca de las mujeres, corriente ya con vida propia. Gráfico Aparte del orden social establecido se encuentran en el Antiguo Régimen grupos escindidos voluntaria o involuntariamente de la sociedad por motivos varios. El matiz de voluntariedad resulta interesante, ya que revela la actitud del o la marginada: una cosa es ser apartada de un grupo social al que se desea pertenecer, y otra muy distinta que se pretenda precisamente vivir en terreno de nadie, en una franja, por marginal, exenta de cumplir ciertas obligaciones, no sujeta a determinadas convenciones, en una actitud que puede ser interpretada por algunos como una forma de libertad. Al hablar de la mujer ya estamos, por principio, hablando de una esfera marginada en una sociedad organizada por hombres. Sin embargo es cierto que las damas de la nobleza, la parentela femenina de burócratas y hombres de negocios, las monjas y las mujeres mejor situadas en el estado llano gozaban de unas condiciones de vida privilegiadas y estaban insertas de lleno en la vida social, aún cuando no tuviesen medios para organizarla ni dirigirla. Para facilitar la comprensión del fenómeno, se han introducido varios criterios que, visto el mundo hispánico, parecen ser los factores determinantes para apartar a un tipo de mujer y no a otro y que pueden tomarse como causas de marginación.
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Quizá sea esta escena la más dura de las pintadas por Degas. Siguiendo la estética realista de Courbet o Daumier nos presenta a las planchadoras en su duro trabajo, ajenas a los buenos modales o la belleza refinada de otras imágenes, el Peinado por ejemplo. Una de ellas bosteza y se rasca el cuello mientras agarra una botella de vino con la que ahogar las penas de su triste vida. Su compañera se esfuerza por eliminar las arrugas de una camisa, sin tener tiempo para quitarse el mechón de rojizo cabello que se le ha caído hacia adelante. En el fondo se nos presenta la soledad y tristeza de los lugares donde trabajaban estas pobres mujeres. Este efecto lo ha conseguido Degas al dejar al descubierto algunas partes del lienzo. Podría existir cierta relación entre la soledad de estas personas y el alcoholismo, destructor de las vidas de estas mujeres como ya había hecho el pintor en La absenta, siguiendo la estela de la literatura realista de la época con Émile Zola a la cabeza. Técnicamente, resulta sorprendente la rapidez de la factura, a través casi de manchas, aunque existe una excelente base de dibujo como podemos apreciar en los brazos o en los rostros. Esta rapidez puede estar causada por el deseo del artista de obtener un efecto vaporoso motivado por el calor del trabajo y el vapor de las rudimentarias planchas. La estancia está iluminada por un foco de luz procedente de la derecha que impacta en la mujer con camisa rosa, mientras que la que bosteza está en una zona de menor claridad. Los tonos azules se adueñan de la composición, acompañados de blancos, verdes, marrones o rosas. El tedio de la planchadora está perfectamente captado, demostrando la capacidad como retratista de Degas.
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Además de las mujeres encubiertas o disfrazadas de varón, hubo muchas mujeres que acompañaban a los ejércitos en los siglos XVI, XVII y XVIII con diversos objetivos y menesteres. En principio, podría suponerse que la mayoría de ellas eran mujeres públicas. Existieron, por supuesto gran número de prostitutas, soldaderas, cantineras, etc., pero también hubo mujeres honradas que seguían y asistían a sus maridos, hijos o hermanos a la guerra. A pesar de que en muchos ejércitos la presencia de la mujer estaba prohibida (en Venecia, por ejemplo, se castigaba con cortar la nariz a las mujeres que se acercaran a la tropa) siempre ha habido mujeres alrededor de los ejércitos. En ocasiones, los propios soldados aparecían con mujeres que decían ser sus esposas. La presencia de estas mujeres se toleraba y muchos las veían como convenientes pues se encargaban de las tareas domésticas, guisaban, lavaban, remendaban, cuidaban de los heridos y enfermos, etc. y de manera gratuita. De esta forma se evitaba que los soldados buscasen compañía femenina entre el enemigo. Sin embargo, esta presencia femenina no era bien vista por los moralistas y tampoco por parte de algunos militares. Las opiniones eran diversas y mientras que Sancho de Londoño veía conveniente la presencia de las mujeres, Michel d´Amboise se oponía, no por cuestiones morales, sino por motivos militares: consideraba que la presencia de la mujer debilitaba la fuerza masculina que debía concentrarse en la lucha y no distraerse con otras cosas. Las prohibiciones de la presencia femenina entre las tropas fueron numerosas lo cual indica que debía ser muy habitual. (68) Un ejemplo de prohibición categórica para evitar la presencia de las mujeres entre sus soldados,fue dada por el General Castaños en la Guerra de la Independencia: "Conociendo ser un mal muy perjudicial a la Santa Religión que profesamos en cuya defensa hemos tomado las armas; a la Patria a quien deseamos libertar, y del todo contrario a una buena política militar, los muchos excesos que con dolor he observado en la tropa, por la compañía frecuente y trato criminal con las mujeres públicas que se presentan cada día, y acompañan con escándalo el ejército, cuyas consecuencias se notan ya muy de bulto; y que además de irritar en extremo la ira de Dios, debilitan a los soldados, afean su conducta, y los desproporcionan para el mejor y más a acertado manejo de las armas, haciéndose así imitadores de los excesos de los franceses, cuyas feas abominaciones los hacen con sobrada justicia aborrecibles a Dios y a todo el mundo. Mando, que desde luego sean arrojadas de las cercanías de la tropa todas las mujeres de la clase referida, y que a todas las que se hallasen con los soldados sean conducidas inmediatamente a la Casa que fue de don Josef Romero, que está en la calle de Sevilla en esta ciudad de Utrera, para que sean allí corregidas y escarmienten, confiando en el celo que le es tan propio del doctor Don Josef Cansino y Auñon, Cura propio de estas Iglesias de Utrera, que por caridad se ofrece a esta obra de tanto mérito, quien deberá ser atendido y respetado como es justo. Se hace también este encargo a los Padres Capellanes del Ejército para que desempeñando su ministerio con todo celo y actividad, procuren evitar por todos medios mal tan contagioso. Los soldados que se hallaren en semejantes tratos y compañías serán al punto arrestados por primera vez, y castigados; y si reincidieren experimentarán el mayor rigor irremisiblemente, y también quien los protejan. Creyendo que los Señores Oficiales deben ser los primeros en el buen ejemplo que deben dar a la Tropa, y que de sus conductas no tomen ocasión sus inferiores, les pido muy encarecidamente aparten de si esta peste, y las personas que puedan ser de sospecha, y así no verme en la precisión de usar de toda severidad y de tener que hacer un escarmiento. Me parece deberá bastar esta insinuación para las personas que deben estar penetradas de las mejores máximas, y que saben que sería en vano congregar ejércitos, si al mismo tiempo congregamos pecados, con que apartaríamos de nosotros la indispensable protección del Altísimo para triunfar de nuestros enemigos en defensa de la Patria, por quien tan honrosamente peleamos. Se circulará por todas las Divisiones del Ejército para que llegue a noticia de todos." (69) Además, de las mujeres que acompañaban a los ejércitos, existieron también otras que convivieron estrechamente con las tropas sobre todo en espacios militarizados como las fronteras, donde la presencia de la mujer era imprescindible.(70) Allí fueron muy necesarias para la defensa del territorio, pues se requería habitarlo y poblarlo. Una guarnición militar podía efectivamente impedir que una tropa enemiga atravesara la frontera, pero esa guarnición requería gastos importantes y una ocupación relativa del territorio. Parecía mejor que familias enteras se asentaran en aquellos territorios fronterizos con una relación de propiedad sobre ellos. Gráfico También existieron otros espacios militarizados donde fue importante el papel de la mujer: las ciudades asediadas o atacadas. En estos casos, todos los habitantes -también las mujeres- se veían implicados por la guerra. La ayuda femenina en tareas de apoyo, aprovisionamiento, intendencia, sanidad era muy valiosa, pues permitía a los hombres ocupados en ellas dedicarse enteramente al combate. A ellas se les exigía ciertos trabajos como, por ejemplo, colaborar en la reparación de las murallas, acarreando piedras y agua, en el suministro de municiones, recargando las armas de los defensores, enterrar a los muertos o animar a los "maridos y a los soldados," etc. (71) En el momento decisivo del asalto algunas de ellas podían llegar a armarse con picas para pelear "varonilmente", una reacción puntual que no invalidaba el carácter complementario de su actuación.
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Toulouse-Lautrec recogió en sus trabajos la vida cotidiana de las prostitutas de París, protagonizando buena parte de sus trabajos. Uno de los más atractivos es La inspección médica, requisito que de manera periódica debían pasar las mujeres para ejercer su oficio. En esta bella imagen que contemplamos nos hallamos ante un estudio donde las jóvenes se levantan las faldas sin ningún pudor, permitiendo al doctor realizar su trabajo. La seguridad de los trazos que Henri utiliza se aprecia claramente al igual que la libertad a la hora de aplicar el color, quedando numerosas zonas del soporte sin colorear. El efecto realista que consigue el maestro con estos trabajos le sitúan como fotógrafo de su tiempo, ofreciéndonos una amplia gama de instantáneas de importante valor documental.
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En la década de los sesenta, Vermeer se interesa especialmente en pintar damas leyendo, haciendo música, asomándose a la ventana, escribiendo una carta o recibiéndola, ajustándose una gargantilla... Es la mejor etapa del artista, cuando realiza Dama con dos caballeros (1662), Mujer con aguamanil (1662), Mujer con collar de perlas (1662-65), Lectora en azul (1662-65) y Mujer con balanza (1662-65). En estas obras se aprecia la influencia de Frans van Mieris y de Gerard Ter Borch, aunque encontramos elementos diferenciales como la contención y diferente concepción de la anécdota. Las escenas domésticas pintadas por Vermeer apenas tienen "ruido", predominando la privacidad de la escena que el pintor representa. Las mujeres se hallan frente a una ventana, destacadas respecto de la pared del fondo, erguidas y concentradas en su actividad. Sólo varía la decoración de la habitación en que se encuentran. Los temas son suficientemente precisos pero al mismo tiempo suficientemente imprecisos. Mientras que en los interiores pintados por otros maestros la intención de los personajes es manifiesta, en las obras de Vermeer es muy difícil averiguarla. La representación de una figura o un grupo en un interior era un tópico en la pintura holandesa y se regía por pautas no menos tópicas. Se aceptaba que las figuras claras destacaran sobre fondos oscuros, las tonalidades claras se situaban delante y las oscuras al fondo, intensificando el efecto de profundidad; cuando se pintaba una figura en un interior, éste debía tender a la oscuridad y aquella a la claridad. Vermeer hace de la luz la protagonista fundamental de sus pinturas y para ello no duda en invertir la ley general: las figuras son ligeramente más oscuras y destacan sobre fondos de luz. La disposición de sus obras responde a la lógica verista pero se intensifica el efecto de la luz en las cosas y se crea un efecto de atmósfera. Al colocar las figuras femeninas contra la luz enfatiza su monumentalidad y las aproxima a nosotros.
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La literatura sobre mujeres que escondieron su sexo bajo indumentaria masculina para ir a la guerra es muy común en todos los países y han sido ampliamente reproducidas en crónicas, versos y documentos, muy especialmente ingleses. La literatura ha plasmado la recreación de viejos mitos como el de las amazonas y también los modelos de mujeres luchadoras presentando a la mujer vestida de varón y adornada con cualidades varoniles. Gráfico Los casos de mujeres soldados han sido enmarcados por regla general en dos grupos: aquellas mujeres que adoptaron ese mundo porque sentían allí mayor libertad y las que lo hicieron para poder acompañar a sus esposos o amantes durante los peligros de la guerra. Fue el segundo caso el más común a lo largo de la historia, pero sólo se encuentran bien documentados a partir del siglo XVI.