Si comparamos las fechas de realización de este dibujo, 1808, con las fechas de otros lienzos que repiten el mismo motivo (por ejemplo, la Odalisca con esclava, de 1840), observamos que el artista nunca abandonó la idea del cuerpo femenino como símbolo de sexualidad y belleza estética. Sus mujeres son idealizaciones de modelos reales imperfectas, como su mujer en la Mujer con tres brazos. En este dibujo se siguen perfectamente los trazos apresurados de un esbozo del natural, con varias rectificaciones en el seno, el vientre, la cadera, todo ello para conseguir esa silueta irreal, casi abstracta, con la que más adelante construirá seres inexistentes y absolutamente decorativos.
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La especialidad de Morisot - la primera mujer en unirse al grupo impresionista - serán las escenas cargadas de intimismo, especialmente protagonizadas por mujeres en las que se aprecia una cierta influencia de Degas. Gracias a ella, Manet consiguió abandonar sus queridas tonalidades negras; e incluso podemos advertir cierta similitud entre esta bella imagen que contemplamos con Nana. La joven vestida de blanco - un recuerdo hacia el arte de Whistler - se sienta a una mesa para empolvarse el rostro. Con su mano izquierda sujeta el espejo mientras que lleva la derecha a la cara. Tras ella se esbozan algunos elementos de la habitación (un mueble, la puerta) para crear la sensación de perspectiva. Las tonalidades empleadas son muy claras, animadas por los toques de rojo en los labios o en la flor. La pincelada rápida y empastada no oculta una sensacional dosis de dibujo en una composición donde la luz juega un importante papel; es una luz de interior que llena la estancia creando sombras malvas que se distribuyen por el blanco vestido, en un efecto de gran belleza.
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La modelo utilizada por Renoir en este lienzo es la actriz Henriette Henriot, popular por sus actuaciones en la "Comédie Française" y que aparecerá en unos diez cuadros del pintor. La elegante dama en azul aparece ante un fondo neutro, en una disposición que recuerda al Pífano de Manet, obra que emplea como modelo a Velázquez. La habitación no se define y la actriz, gracias a la sombra y al excepcional volumen, queda asentada en el espacio. Las tonalidades azules dominan el conjunto, aplicadas con pinceladas rápidas y fluidas, sin atender a los detalles para crear una sensación de abocetamiento habitual entre los impresionistas. La intensa mirada de la actriz se dirige al espectador, reforzando su aspecto elegante.El cuadro fue enviado a la primera exposición impresionista, realizada en los salones cedidos por el fotógrafo Nadar, entre abril y mayo de 1874.
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La gran aportación de Vincent a los retratos pintados en Amberes es la delicadeza con la que trata a sus modelos, aunque pierdan expresividad respecto a los campesinos y campesinas de Nuenen. El trazo rápido y abocetado que tanto apreciaba el joven pintor se mantiene, añadiéndose una importante atracción por el color inspirada en Rubens. Incluso podemos encontrar una sintonía con la pintura de Renoir en este soberbio retrato de una modelo anónima cuya elegancia se pone de manifiesto en el peinado, los pendientes o el collar con una cruz, mostrándonos un excelente imagen de la sociedad burguesa.
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Ingres firma y fecha esta acuarela del museo Bonnat en el año 1864. Si la comparamos con lienzos como la Bañista de Valpinçon o la Pequeña Bañista podemos apreciar que se trata de una reinterpretación tardía del mismo tema. También encontramos en esta acuarela elementos que se repiten en el Baño Turco. Todas estas repeticiones confirman la pervivencia del desnudo, y sobre todo de cierto desnudo (el de la mujer de espaldas) en la temática y el pensamiento del pintor francés.
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Père Forest era un apasionado tirador de arco que poseía un admirable jardín abierto al público, muy frecuentado por Toulouse-Lautrec debido a la cercanía a su estudio de la rue Caulaincourt. Allí posarán varias modelos como Carmen Gaudin o esta anónima mujer que contemplamos. El interés de Henri parece centrarse en ubicar la figura al aire libre, atrayéndole las sombras coloreadas de la misma manera que a los impresionistas. Esta imagen parece no estar acabada aunque advirtamos en ella el dominio de la línea sobre el color, reaccionando contra la pérdida paulatina de la forma que se estaba produciendo en los trabajos de Monet. La seguridad del dibujo se pone de manifiesto en esos trazos firmes que organizan la composición. El rostro de la dama y sus ojos claros son el centro de atención del lienzo, dejando ver el color ocre de la preparación que se aplica a la tela en la mayor parte de la escena.
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Entre los temas preferidos por Gauguin conviene destacar el de la mujer desnuda, relacionándose con Renoir o Degas. En esta ocasión representa el mito de Ondine, que sólo podía transformarse en humana si engendraba un hijo de un ser humano y daba a luz. Trata simbólicamente el tema del ofrecimiento sexual, mostrándonos a una mujer desnuda, de espaldas, jugando entre las olas. Representada de una manera muy sintética y simple a través de líneas curvas que se repiten en las olas, el pintor busca su inspiración en los grabados japoneses que tanto le interesan. El colorido verde, rosáceo y naranja empleado no es producto de la casualidad ya que está muy estudiado para buscar los contrastes, apreciándose interesantes manchas verdosas en el cuerpo de la joven - influencia impresionista al considerar las sombras como una nueva luz -. Sin duda, es una obra en la que Gauguin expresa el simbolismo literario que en 1889 tanto le interesaba.
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La figura de la mujer se nos presenta ante una playa bajo la luz de la luna, interesándose Vincent en sus inicios por la luz nocturna como veremos más adelante en Noche estrellada sobre el Ródano o Trigal con cuervos. El abocetamiento domina la composición, preocupándose el maestro en estudiar el efecto de luz sobre las tonalidades oscuras del vestido de la mujer. Su compañero - Pescador en la playa - se presenta ante una luz diurna, creando un atractivo contraste.
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Al poco tiempo de su primera exposición en la Academia de Dresde, en 1816, Carus trabó amistad con Caspar David Friedrich, la cual habría de durar hasta la muerte del pintor de Greifswald. Entre 1817 y mediados de los años veinte, señaladamente 1823, Carus realizó numerosos paisajes bajo la influencia directa de los temas y la concepción de la pintura de Friedrich. Desde mediados de esta década, el realismo y la plasmación de temas más cotidianos, más cercanos, se hace más acentuada. Del tránsito entre estos dos periodos data esta 'Mujer en la terraza'. El tema se relaciona con el auge que la figura femenina experimentó en la obra de Friedrich a partir de su matrimonio con Caroline Bommer en 1818. Durante los años veinte Friedrich ejecutará numerosas obras con la mujer como figura destacada, como Mujer en la ventana o Mujer junto al mar. Carus siguió esta variación temática pero, como en el resto de sus creaciones, sin la tensión formal ni la profundidad intelectual del maestro. Sus características formales son muy similares a las de Friedrich: con el cuerpo de perfil y la cabeza girada, de forma que su rostro apenas es visible, una mujer contempla un paisaje inabarcable desde la terraza de un jardín. Ésta, al igual que en Terraza, separa el primer término del paisaje, a modo de barrera, eliminando toda transición. Para el fondo de montaña, Carus se inspiraba en los estudios del natural realizados durante sus visitas al Riesengebirge, alentadas por Friedrich.