Una desacertada restauración decimonónica nos ha privado de conocer más certeramente la realidad histórica de un edificio como Santa María de Ripoll. Era un templo que había tenido su origen en una iniciativa de Vifredo el Velloso, en 888. Su hijo, Miro, lo reconstruyó de nuevo, en el 935. Un tercer edificio se considera obra del conde Oliba Cabreta, ya en 977. Por fin, bajo el abadiato de Oliba, tendría lugar una solemne consagración el 1 de enero de 1032. Los especialistas no se ponen de acuerdo sobre las formas que corresponden a estas dos últimas etapas constructivas. Generalmente se acepta que el abad Oliba realiza la amplia cabecera de siete ábsides abiertos a un amplio transepto acusado en planta. Esta solución responde a una versión ya románica de la forma que aparece en Cuixá. Las naves, cinco como en San Pedro del Vaticano, no deben responder a un proyecto unitario. Seguramente los pilares rectangulares de la central corresponderían al edificio conservador, de tres naves, que habría erigido el conde Oliba, mientras que las dos colaterales, con una característica alternancia de pilares-columnas, seguiría modelos de la arquitectura otoniana. Esta relación con edificios tan lejanos se explicarían por el estrecho contacto iniciado por Oliba con los monasterios del Loira y el Escalda. Así pues, podríamos considerar que a la consagración de 1032 habría que atribuir la cabecera y la ampliación de un templo de tres naves a cinco. Algo más tarde se proyectaría una fachada con dos torres. El cimborrio que contemplamos actualmente es una invención con supuestos criterios historicistas del arquitecto restaurador. Posteriormente se dispondría en la fachada una estructura de dos torres, siguiendo la fórmula que se aprecia en las construcciones de la tradición carolingia de Europa.
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monumento
El monasterio benedictino de Santa María -dependiente del cercano cenobio de San Juan de la Peña- fue fundado por Ramiro I, concediendo a la institución bienes para que organizase una hospedería y confiándole a su hija menor, doña Urraca. Otra de las hijas del monarca aragonés, llamada doña Blanca, viuda tras el fallecimiento del conde Armengol, ingresó en el convento en el año 1070, produciéndose el momento de máximo esplendor de la institución al ser nombrada abadesa. Cuando doña Blanca murió, veinticinco años después, donó todos sus bienes al convento, siendo enterrada en un magnífico sarcófago que hoy se conserva en Huesca. Las monjas - sorores" o "serores" en aragonés, de ahí el nombre del pueblo en el que se asienta la fundación benedictina- abandonaron el lugar en el siglo XVI para instalarse en Jaca, lo que motivó la decadencia del convento. La ruina que siguió al abandono afectaría a la mayor parte de las dependencias, excepto a la magnífica iglesia. El templo presenta planta de cruz latina, con una sola nave cubierta con bóveda de cañón y tres ábsides, el central con planta circular, cubierto con bóveda de medio cañón y muy marcado al exterior, mientras que los dos laterales son de pequeño tamaño, como si se tratara de absidiolos, creando al exterior el efecto de ser contrafuertes. La iglesia muestra un atractivo aspecto, al disponerse de manera escalonada, rematándose el conjunto con una espectacular torre coronada por un cuerpo octogonal, cubierto por una cúpula. Sobre el crucero de la iglesia aparece una cámara cuadrangular cubierta por una bóveda de media esfera sobre trompas. El uso al que se destinaba esta cámara, adosada al muro sur de la torre, nos es desconocido. La portada del templo se abre en el lado occidental y consta de cuatro arquivoltas, mostrándose en el tímpano una composición escultórica muy similar a la de la catedral de Jaca: dos leones flanqueando un crismón circular. Algunos de los capitales, tanto del interior como del exterior, son historiados, mostrando el típico canon románico de figuras de pequeño tamaño con cabeza grande.
obra
Pertenecen a la arquería del claustro, formada por arcos ojivales que encierran otros tres, más pequeños, de medio punto. Es, pues, una obra de transición del estilo románico al gótico. Sobre sus columnas, se colocaron los capiteles historiados alternando con otros de composición vegetal. Entre los primeros, unos se decoraban con animales fantásticos y otros, con escenas de la vida de Cristo, como la matanza de los inocentes y la resurrección de Lázaro, símbolo de la salvación sobre el pecado. El monasterio perteneció a la orden Premostratense. Su construcción se inició en 1173, duró más de cincuenta años y contó con, al menos, tres maestros escultores. Los capiteles de Santa María la Real de Aguilar de Campóo (Palencia) fueron trasladados al Museo Arqueológico Nacional en el año 1871, ante el avanzado deterioro experimentado por el monasterio tras su desamortización en 1837. Se trajeron cuatro capiteles de la iglesia y catorce del claustro, dejándose en el lugar los considerados menos interesantes, que pueden contemplarse hoy in situ tras la restauración del edificio, realizada por el arquitecto José M? Pérez "Peridis". El monasterio y los capiteles han sido objeto también de un exhaustivo estudio arqueológico a cargo del arqueólogo Pedro Matesanz, que ha permitido documentar las sucesivas reformas experimentadas por el conjunto.
obra
El claustro también está fechado en esta centuria de transición (siglo XIII) y dispone de arquerías de medio punto sostenidas por columnas rematadas por capiteles y cimacios.