Busqueda de contenidos

lugar
Localizada 43 kms. al este de Oaxaca, capital del estado con el mismo nombre. La palabra Mitla es de origen nahuatl y procede del vocablo mictlán, que significa "lugar de los muertos" o "Inframundo". En lengua zapoteca significa "lugar de descanso". Estuvo habitado continuamente en diferentes áreas de su territorio desde la Prehistoria hasta nuestros días. Destaca porque fue el último centro prehispánico monumental construido en el área de Oaxaca. En las cuevas que se localizan alrededor de los actuales pueblos de Tlacolula, Matatlán y Mitla se han encontrado ocupaciones tempranas en el área, datadas hacia el 5000 - 3000 a.C. La última de las tres siempre estuvo ocupada, aunque su momento de máximo desarrollo se dio entre los siglos XI - XVI d.C., momento en el que se produjo un colapso de población en el valle y una fragmentación política a raíz de los conflictos generados en épocas anteriores, que finalizó con el abandono de las ciudades. El conjunto arqueológico y el pueblo actual son zapotecas, aunque no existe duda alguna de que el estilo es mixteca. Los datos arqueológicos llevan a la conclusión de que, al ocupar los grupos mixtecos parte del valle, entraron en contacto e intercambiaron productos con los zapotecas. La interacción de ambas culturas originó las características constructivas de sitios tardíos como Mitla. La guerra durante esta época fue común; los señoríos trataban de controlar el mayor territorio posible. Cuando llegaron los mexicas al valle de Oaxaca intentaron dominar todo el valle y a los pueblos asentados en él. Sin embargo, se encontraron con una fuerte resistencia por parte de los zapotecas, apoyados por la reciente alianza con los mixtecas. No se sabe cuándo se abandonaron los edificios de Mitla; se presume que a la llegada de los españoles aún estaba ocupada la ciudad. La organización social del Postclásico (800 - 1521), de carácter militarista, dio lugar a asentamientos con fortificaciones a base de murallas que protegían la zona palaciega. Como en otras ciudades del Postclásico, la arquitectura zapoteca se mezcla con la civil, prevaleciendo sobre la religiosa, fiel reflejo no ya de una élite teocrática sino de una casta guerrera. Se han identificado cinco grupos de edificios, considerados como palacios, construidos a nivel del suelo y sobre plataformas. Son palacios magníficos, donde cada grupo está formado por largos edificios dispuestos en torno a un patio interior que recuerda a la arquitectura puuc del Clásico tardío en Yucatán, con la que podrían estar emparentados. Mitla tuvo siempre una importancia política y militar y, junto con la religión y el comercio, la convirtieron en el centro más importante de Oaxaca. Todo ello ha quedado plasmado en la arquitectura, donde la mayoría de las construcciones presentan una fuerte influencia mixteca, reflejada en la decoración de las fachadas de los edificios y en graciosos mosaicos de pequeñas piedras cortadas, que decoran las paredes externas de éstos. El llamado grupo de las columnas, formado por las estructuras denominadas patios norte y sur, representa el complejo arquitectónico más vasto. Dentro del complejo también encontramos la Sala de las Columnas, donde se ubican seis columnas monolíticas que sostenían un techo que ya no existe. También se han encontrado tumbas reutilizadas hasta la época de la Conquista. Son de planta cruciforme y a menudo parecen auténticas viviendas, decoradas con mosaicos de piedra y con frescos.
termino
acepcion
La característica esencial del mito es la de narrar acontecimientos mitológicos como si fueran reales, encontrándose fuera de la temporalidad real. Van pasando de generación a generación mediante el culto. El mito es la historia del proceder de los dioses en el cielo, tierra e infierno. Podemos distinguir varios tipos de mitos: teogónico, origen de los dioses; cosmogónico, formación del cosmos y sus condiciones de existencia; antropogónico, condiciones humanas de vida en comparación con las leyes supratemporales establecidas; soteriológico, la ayuda divina; escatológico, el fin del mundo.
contexto
Seguramente, con ningún personaje de la historia existe la sensación de hallarse ante la figura de un protagonista, que base los éxitos en los méritos individuales, como en el caso de Alejandro. Ello lo convierte automáticamente en un problema historiográfico a través del cual es necesario averiguar las relaciones que pueden existir entre el individuo y la sociedad, planteamiento que intenta colocarse entre la concepción individualista de la historia y la explicación de los hechos y cambios por medio de factores múltiples que afectan a los diversos aspectos de la realidad y que se encuentran relacionados entre sí de manera compleja. En efecto, el análisis global, en la larga duración, permite encuadrar a Alejandro en la transición hacia el mundo helenístico, en la que por lo menos es preciso tener en cuenta la existencia de varios bloques de realidades de orden diferente, mutuamente relacionadas. Por una parte, la Grecia del siglo IV ofrece un panorama múltiple de entidades en evolución dramática hacia la destrucción mutua, como consecuencia de los conflictos internos, que unas veces se manifiestan en la lucha social y otras en la búsqueda de soluciones externas. La polis como marco de la libertad y del ejercicio político de la colectividad del ciudadano propietario de tierras, ampliada en ocasiones en el sistema democrático en el colectivo de los thetes, sólo se reproduce a costa de otra ciudad, de ahí la importancia de que el ciudadano se identifique con el soldado, pero la otra ciudad, al llegar un momento determinado, reacciona con la guerra para impedir esa reproducción y conseguir la propia. La vuelta a los sistemas restrictivos de la ciudadanía sólo se consigue con la violencia de que es capaz el sistema autoritario macedónico, que ofrece al mismo tiempo la posibilidad teórica de la hegemonía helénica exterior. En efecto, sólo la confluencia de una evolución que ha llevado a esa situación a las ciudades griegas con la que ha experimentado el pueblo macedónico, sometido a presiones que lo obligan a adoptar crecientemente una dinámica expansiva, explica el resultado consistente en la intervención de los griegos en esa nueva empresa, como súbditos y como inspiradores, como si la idea madre de la conquista persa fuera la herencia de las más patrióticas de las tradiciones helénicas. Ahora bien, junto a estos factores que pudieran llamarse protagonistas, otros dos al menos hacen comprensible el proceso expansivo y los resultados, el imperio persa y los pueblos marginales. El primero, como factor clave de la consolidación del sistema tributario en que se sustentan los imperios del Próximo Oriente asiático, ha alcanzado un grado de expansión donde se imponen nuevas transformaciones, hasta tal punto que, en cierto modo, puede decirse que la conquista de Alejandro significó, por un lado, la única posibilidad de conservación y reproducción del sistema y, por otro, el elemento clave para su disolución política, en la creación del nuevo escenario donde se crean nuevas formas de relación tributaria entre dominantes organizados en imperios y pueblos limítrofes. Éstos vienen a ser, en efecto, los protagonistas silentes y explotados de la nueva situación en el marco de la nueva disposición territorial. El panorama resultante aparece como variado y heterogéneo, pero al mismo tiempo coherente como integración de formas económicas contradictorias, como absorción de formas políticas de diverso orden y como cuadro de asentamientos de todo tipo, en una unidad sólo posible a través del proceso de unificación y diversificación de que fue protagonista Alejandro. Por ello no puede resultar extraño que el proceso producido en el plano de las realidades colectivas haya facilitado la aparición de un mito que atribuye todos los méritos a las cualidades y a los vicios de un solo individuo.
contexto
Para conocer en detalle la historia de los Incas, nos encontramos con el difícilmente salvable escollo de la falta de información segura. La tradición oral de este pueblo, recogida por los escritores a partir de mediado el siglo XVI, está teñida de múltiples elementos de carácter mítico que empañan la visión real de su pasado. Lo que sabemos de manera cierta es que, en poco más de un siglo, los Incas habían conseguido desarrollar un Estado que evolucionó desde un pequeño señorío regional hasta la formación de un poderoso imperio cuyas fronteras se extenderán a lo largo y ancho del Tahuantinsuyu. La historiografía referida a los Incas ha evolucionado a partir de los análisis de los textos, y cada vez cobra mayor fuerza la idea de la existencia de una diarquía como organización política suprema del estado, frente a la tradicional visión de un estado monárquico. Estaríamos ante dos dinastías, Hanan y Hurin, que gobernaban simultáneamente con diferentes competencias. Y si aceptamos esta hipótesis, hemos de reconocer entonces que también entre las esposas principales de los Incas se dio esta dualidad. Gráfico Un aspecto que no presenta problemas a la hora de afirmarlo con rotundidad es la corta duración del poder inca. Sea cual sea su origen, y el momento de su establecimiento en la ciudad del Cuzco, lo cierto es que la expansión no se inició hasta el siglo XV. En concreto, la fecha de 1438 es la que marca, bajo el gobierno del Inca Pachacuti, la rápida marcha hacia la conquista del Tahuantinsuyu, que había quedado casi completada a la llegada de Pizarro.
contexto
En la imagen que Grecia ha transmitido de sí misma, es muy difícil prescindir del mito como algo que sirve de punto de referencia para cualquier aproximación. Literatura y artes plásticas se sirven de la mitología griega para expresar ideas estéticas o para reflejar una determinada concepción del mundo. Que ello sea así encuentra sus fundamentos en los mismos orígenes de la civilización griega, pues sus primeras expresiones tuvieron que ver en gran medida con ese mito. Todo el bagaje cultural recopilado oralmente desde la época en que la actividad predominante era la caza va acumulándose a lo largo de los siglos en un proceso de conservación, cambio y adaptación que lo convierten en un material riquísimo, al tiempo que provisto de una gran complejidad y dificultad de interpretación. Cada cambio deja su huella en un producto vivo de la memoria colectiva, seguramente por su carácter eminentemente oral. Sin embargo, cuando llega el momento de la plasmación por escrito, el mito continúa vivo y el que existan versiones canónicas no impide que los artistas lo usen de manera libre para expresar nuevas preocupaciones relacionadas con nuevos cambios en la marcha del proceso histórico. No obstante, igual que para la épica y para la estructuración del panteón, el momento crítico para la estabilización del mito es la época arcaica en sus orígenes, cuando el final de los siglos oscuros permite arrojar nueva luz sobre el pasado, adaptarlo a las necesidades presentes y encuadrarlo en un conjunto que ofrece los instrumentos para apoyar ideológicamente tanto el panhelenismo como el particularismo de cada una de las entidades que tienden a transformarse en una polis. El período oral, del Paleolítico a la escritura alfabética, se sintetiza en un sistema complejo y polisémico, suficientemente ágil para conservar su vitalidad como instrumento del pensamiento y de las mentalidades los períodos arcaico y clásico de la cultura griega.
contexto
El profundo misterio de la existencia del Universo ha sido motivo de especulación en todos los pueblos y en todas las culturas, desde las más simples a las más elaboradas. Las creencias derivadas de la posición adoptada ante este hecho han moldeado la actitud de esas culturas ante su propia existencia. Los mitos aborígenes australianos, que narran la creación del Universo y de las leyes de la Naturaleza, y el establecimiento de las normas y pautas que deben regir la conducta humana, se aceptan como hechos revelados de veracidad absoluta, y constituyen los pilares de su vida social y ceremonial. La reactuación de estos mitos constituye la esencia de su vida ritual. Los aborígenes suponen que, en el origen de los tiempos, la tierra, eterna e increada, era un disco plano y vacío que flotaba en el universo, bajo cuya superficie pululaban formas indefinidas que, un día, emergieron a la superficie y dieron forma al mundo tal como lo conocemos hoy día. Algunas de estas fuerzas indefinidas surgieron de las aguas y del abismo; otras vinieron transportadas por el aire. Todas ellas tomaron formas diversas, de animales o de plantas, pero se comportaban como seres humanos: acampaban, hacían fuego, buscaban agua, cazaban, celebraban ceremonias y luchaban entre sí. Al igual que los humanos, unos eran bondadosos y otros perversos. Los aborígenes no creen en una Edad de Oro de total beatitud. Estos seres míticos comenzaron a desplazarse sobre la tierra y, en su continuo vagar, fueron protagonistas de acciones que tuvieron como resultado la creación de nuestro entorno. Crearon los ríos y las montañas, dieron nombre a plantas y animales, enseñaron las distintas lenguas a los hombres, a cazar y a pescar, a distinguir las plantas comestibles y a guisarlas, el arte de curar y, en fin, las ceremonias y rituales necesarios para la conservación de la Naturaleza. Concluida su misión, estos espíritus desaparecieron, o se internaron en los abrigos rocosos, a veces dejando su silueta dibujada en los intersticios, o se metamorfosearon ellos mismos en plantas o en animales, en piedras o en árboles, en fuentes o en ríos. Por eso, muchos de los rasgos del paisaje, al ser la encamación o la morada de estos seres ancestrales, se consideran sagrados. De ahí los sólidos lazos que se establecen entre el aborigen y su entorno, sembrado de lugares míticos. Todo esto se supone que ocurrió durante el Tiempo de la Creación. Muchos de los lectores estarán, sin duda, familiarizados con el término Dreaming Time, acuñado por los antropólogos de habla inglesa. En español se suele traducir como el Tiempo del Ensueño o del Gran Sueño, que equivale para los aborígenes a ese lapso de tiempo durante el cual fueron creados el mundo y los hombres. Los hechos acaecidos en esa época se trasmitieron de generación en generación y constituyen los Sueños. Este concepto es básico en la mitología aborigen, y con él están relacionadas todas y cada una de las facetas de su cultura y, por lo tanto, de sus manifestaciones artísticas.
contexto
Según el pensamiento prehispánico, el mundo había existido no una sino varias veces consecutivas. La que se llamó "primera fundamentación de la tierra" había tenido lugar hacía muchos milenios. Tantos que, en conjunto, habían existido ya cuatro soles y cuatro tierras anteriores a la época presente. En esas edades, llamadas "soles", había tenido lugar cierta evolución en espiral, con la aparición de formas cada vez más perfectas de seres humanos, de plantas y de alimentos. Las cuatro fuerzas primordiales -agua, tierra, fuego y viento (curiosa coincidencia con el pensamiento clásico de Occidente y de Asia)- habían presidido esas edades o soles, hasta llegar a la quinta época, designada como la del "sol de Movimiento". Tal vez partiendo de antiguos cultos al Sol y a la Tierra, concebidos como principio fecundante y como madre universal, llegó a concebirse la realidad de una deidad suprema de naturaleza dual. Sin perder su unidad, ya que los antiguos himnos lo invocan siempre en singular, se afirma de él que es Ometéotl, "Dios dual", Señor y Señora de nuestra carne (Tonacatecuhtli y Tonacacíhuatl), el cual, en una misteriosa generación y concepción cósmicas, ha dado origen a todo cuanto existe. Él es, como se repite con frecuencia, "Madre de los dioses, Padre de los dioses, el dios supremo". En un primer desdoblamiento de su propia realidad hizo nacer a sus cuatro hijos, los Tezcatlipocas, "Espejos que ahuman", blanco, negro, rojo y azul. Estos dioses, con uno de los cuales se identificará muchas veces Quetzalcóatl, símbolo de la sabiduría divina, constituyen las fuerzas primordiales que pondrán en marcha la historia del mundo. En un principio los hijos del dios dual obraron todos de acuerdo para echar los cimientos de la tierra, del cielo y de la región de los muertos. Apareció así el primero de los mundos que han existido en tiempos antiguos. Mas pronto, en un afán de prevalecer, trató de adueñarse de él uno de los Tezcatlipocas. Transformándose en sol hizo de cenizas, para su propio servicio, a los primeros seres humanos. Como único alimento habrían de comer bellotas. Disgustados los otros dioses por tal osadía de su hermano, que trataba de imponerse a ellos, intervino Quetzalcóatl y destruyó ese primer sol y esa tierra con cuanto en ella había. Entonces "todo desapareció, todo se lo llevó el agua, las gentes se volvieron peces". Así, con un cataclismo, concluyó esta primera edad o "Sol". Otras tres edades más existieron antes de la actual, según el pensamiento de los antiguos mexicanos. Fueron consecuencia de otros tantos intentos de los hijos del dios dual, empeñado cada uno en sobresalir más que sus hermanos. La segunda edad o "Sol" trajo consigo a los gigantes, aquellos seres extraños que, al saludarse, decían: "No se caiga usted; porque el que se caía, se caía para siempre". Ese segundo Sol pereció porque se hundió el cielo y los monstruos de la tierra acabaron con todo. La tercera y la cuarta edades terminaron también de un modo trágico. En la tercera, uno de los Tezcatlipocas hizo llover fuego y todo fue consumido por él. La cuarta edad, finalmente, fue devastada por el viento que destruyó todo lo que había en la tierra. Entonces fue cuando existieron aquellos seres que el texto indígena llamó Tlacaozomatin, "hombres-monos". Destruido el universo cuatro veces consecutivas por las pugnas de los dioses, se preocuparon éstos por poner fin a tanta desgracia. Se reunieron entonces en Teotihuacan para dirimir sus envidias y dar principio a una nueva edad, la quinta de la serie, en la que habían de nacer los hombres actuales. Esta quinta edad, que recibiría el nombre de "Sol de Movimiento", iba a ser el resultado de la intervención y el sacrificio voluntario de todos los hijos del dios dual. El primer empeño de los dioses fue cimentar de nuevo a la tierra. Trajeron para esto a la que llegaría a ser diosa terrestre. Era una especie de monstruo, lleno por todas partes de ojos y bocas. Transformándose en serpientes dos de los Tezcatlipocas, circundaron a la diosa de la tierra, apretándola con tal fuerza que la partieron en dos. De una de sus mitades hicieron la superficie de la tierra y, de la otra, la bóveda del cielo. Hecho esto, para compensar de algún modo el daño que le habían causado, dispusieron los dioses que de ella nacieran todas las cosas. De sus cabellos se originaron los árboles, las flores y las hierbas. En su piel brotaron las hierbecillas. De sus múltiples ojos se originaron las fuentes y las cavernas pequeñas. De su boca nacieron los ríos y las cuevas muy grandes. Las montañas y los valles provinieron de su nariz y de sus espaldas. Así, de la realidad viviente de la diosa, fue surgiendo todo lo que existe. Restaurada la tierra, los dioses reunidos en Teotihuacan, se preocuparon por formar de nuevo al sol y a la luna, así como a los seres humanos y lo que habría de ser su alimento. "Aún era de noche, no había todavía ni luz ni calor." Tales son las palabras con que se introduce en un texto en lengua nahua el mito de la creación del Sol en Teotihuacan. Cuatro días estuvieron allí reunidos los dioses alrededor del "fogón divino". Estuvieron deliberando acerca de quién habría de arrojarse al fuego para convertirse en el astro que alumbra el día. Hubo dos candidatos: el arrogante Tecuciztécatl, "Señor de los caracoles" y el modesto Nanahuatzin, "el Bubosillo". Llegó por fin el momento de la prueba. El dios arrogante intentó lanzarse al fuego cuatro veces y otras tantas tuvo miedo a las brasas encendidas. Tocó al humilde Nanahuatzin probar a su vez. Cerrando los ojos, se arrojó éste al fuego, en el que bien pronto se consumió. Al ver esto Tecuciztécatl, tardíamente se precipitó en la hoguera. El dios humilde, que fue el primero en arder, apareció al fin convertido en Sol; Tecuciztécatl, temeroso y tardío, sólo logró transformarse en la Luna. Sol y Luna aparecieron en el firmamento. Pero, con asombro de todos los dioses, no se movían. Fue necesario que los dioses allí reunidos aceptaran someterse al sacrificio de la muerte para que el Sol y la Luna se movieran al fin, uno el día y la otra durante la noche. Así fueron restaurados y puestos en movimiento el Sol y la Luna, gracias al sacrificio de los dioses (quedaba en el mito la semilla que mucho más tarde habría de fructificar en el ritual religioso azteca). Si por el sacrificio de los dioses se hizo posible el movimiento y la vida del Sol, tan sólo por el sacrificio de los hombres podrá preservarse su vida y movimiento, evitándose el cataclismo que, como en las edades antiguas, podría poder fin a Sol y a este tiempo en que viven los seres humanos.
contexto
De las múltiples leyendas y tradiciones indígenas debemos tratar de entresacar la realidad histórica que solo permiten entrever los mitos. Las tradiciones orales, luego puestas por escrito, ya sea en códices prehispánicos, o transcritas en alfabeto latino tras los inicios de la colonización, son en realidad visiones míticas que tratan de legitimar realidades políticas impuestas por gobernantes que se hicieron con el control del Anahuac o de parte del mismo. Entre estas tradiciones, cabe destacar una que hace referencia a los orígenes de los mexicas, y que está íntimamente vinculada a la peregrinación y final asentamiento en la ciudad de Tenochtitlan. Hablamos del mito de Malinalxochi, gran hechicera, hermana de Huitzilopochtli, el gran dios azteca. Según el mito, a ella se debe el nombre de un importante asiento azteca, Malinalco, lugar de culto solar y de formación de los más importantes guerreros mexicas, los caballeros águila y los caballeros jaguar. Gráfico Cuenta la leyenda que en el camino por el centro de México, los aztecas empezaban a cansarse de la maldad de Malinalxochitl, hermana de su dios. Entonces, el propio Huitzilopochtli les sugirió que la abandonaran mientras dormía, dejándola a ella con sus señores, para que nunca más pudiera seguirlos. Así lo hicieron los mexica, y continuaron su camino hasta llegar a Tula. Y así, al día siguiente, cuando ya los mexica habían partido: 'La hechicera hermana de su dios cuando amaneció, y vio la burla que le habían hecho comenzó a lamentar y quejarse a su hermano Huitzilopochtli, y al fin no sabiendo a qué parte había encaminado su real, determinó quedarse por allí, y pobló un pueblo que se dice Malinalco, pusiéronle este nombre porque le pobló esta hechicera que se decía Malinalxochi, y de este nombre y de esta partícula componen Malinalco, que quiere decir 'Lugar de Malinalxochi'. Y así, a la gente de este pueblo han tenido y tienen por grandes hechiceros como hijos de tal madre.' La tradición continúa diciendo que un jefe de Malinalco, descendiente de esta mujer, de nombre Copil, se enfrentaría más adelante con los aztecas. Derrotado, murió en la batalla, y se decía que de su corazón brotaría el nopal donde un águila devoraba una serpiente, señal dada por Huitzilopochtli a los aztecas para indicarles dónde deberían establecerse. En ese lugar, ya en la ciudad de Tenochtitlan, se levantó el templo Mayor de Huitzilopochtli.
contexto
Mitos impulsores Es necesario, por tanto, profundizar algo más para desvelar los fundamentos que subyacen como impulso de las iniciativas descubridoras desde Quito. Si se examinan los testimonios escritos que han llegado hasta nuestros días, pueden descubrirse numerosas referencias de carácter legendario. Estas alusiones a elementos míticos están presentes en cualquier empresa de descubrimiento, pero precisamente Quito era una región de encrucijada donde las noticias acerca de tierras ricas en oro, o de lugares paradisiacos, eran tema de conversación frecuente; además, el contacto con indígenas selváticos en esta región había posibilitado la comparación de las referencias legendarias hispánicas con aquellas proporcionadas por los indios. Entre estas leyendas, la relativa al País de la Canela contaba ya con cierta tradición prehispánica. Además, no conviene olvidar que es en Quito donde en esta época comienzan a aglutinarse los elementos que constituirán la leyenda de El Dorado. Por si esto fuera poco, habría que añadir que en esos momentos el eco de la conquista de los imperios Azteca e Inca aún debía de resonar con fuerza en los oídos de los españoles que se trasladaban a América y el esplendor de esas civilizaciones, y las noticias acerca de sus copiosas riquezas venían a confirmar, de alguna manera, la veracidad de ciertas leyendas forjadas desde antiguo en la tradición europea y avivadas por las ansias expansionistas que caracterizaron el Renacimiento. Estas creencias iban a encontrar su correspondencia, en la mente de aquellos hombres, con algunas leyendas indígenas que se referían a la existencia de fantásticos reinos remotos a los que atribuían toda clase de bienes. Cada una de estas síntesis de elementos legendarios constituye lo que puede denominarse un mito impulsor. En todo relato de viajes aparecen referencias a algún mito impulsor, que necesariamente emplea como referente el marco de una geografía apenas prefigurada. La geografía amazónica, como había sucedido y habría de suceder en cualquier otra región del mundo, será, desde el momento de los primeros contactos, el lugar de encuentro de muy variadas referencias míticas interpretadas por los descubridores. Numerosas expresiones contenidas en las crónicas remiten, pues, a estos mitos impulsores, de modo que el afán por los descubrimientos cobra su sentido más específico como el intento de realizar algunos mitos que se sitúan como guías potenciales de la acción. Esta prefiguración de lo ignoto permite darle forma, incluirlo en ciertas coordenadas y, por tanto, hacerlo comprensible. Si las crónicas y los libros de viajes, que se caracterizan por descubrir un marco de referencias, muchas veces exótico, nos ofrecen bastante información sobre su autor y su sociedad de origen, es en virtud de la adecuación de la estructura narrativa a las pautas que regulan la aproximación a la realidad en su propia tradición cultural. Fuentes históricas Si se considera en su dimensión más amplia el proceso descubridor del ámbito amazónico, las fuentes para su conocimiento se diversifican, constituyendo varios grupos bien diferenciados: fuentes arqueológicas, fuentes históricas y fuentes de carácter etnográfico. Las obras que aquí se editan, de acuerdo con el carácter de esta colección, pertenecen al grupo de fuentes históricas, aunque en sus páginas hay informaciones de otros tipos, y se refieren a una parte del período de descubrimiento europeo del Amazonas; concretamente al lapso de tiempo que va de 1541 a 1638; prácticamente un siglo, en el cual la aventura amazónica corre a cargo de españoles. Veamos qué obras se escribieron sobre los acontecimientos de este período para después centrarnos en algunas consideraciones sobre las que se editan conjuntamente en este volumen.