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El concepto de "avión-parásito" fue por primera vez puesto en práctica por ingenieros británicos durante los años 1937-38: dos hidrocanoas Short/Mayo, de una compañía de líneas regulares, montadas respectivamente una encima de otra, con el propósito de aumentar la autonomía en los vuelos del servicio postal transatlántico. El concepto fue reinventado en Alemania durante la II Guerra Mundial, dando lugar al Mistel. Como muchos de los ingenios que vieron la luz durante la contienda, la idea original de la cual partió el proyecto distaba mucho del uso que posteriormente se dio de él. El DFS (Instituto Alemán de Vuelo Sin Motor), andaba dándole vueltas a la idea de incrementar la autonomía del planeador de asalto DFS 230, consistente en montar un aeroplano a motor sobre éste. Con ello se pretendía dotar al planeador de una mayor libertad táctica y autonomía en los asaltos aerotransportados, prescindiendo de los peligrosos y complejos métodos tradicionales, consistentes en el remolque aéreo hasta el objetivo. El programa de ensayos comenzó el 1 de septiembre de 1942 bajo la supervisión de Fritz Steamer, director del DFS. Steamer se mostró escéptico ante el proyecto. Sin duda conocía los trabajos desarrollados por los británicos en este campo, y el pobre resultado que arrojó dicha experiencia. La primera combinación "mistel" fue una avioneta ligera Klemm Kl 25 sobre el DFS 230. La conexión entre ambos aparatos consistía en unos cables dispuestos en forma piramidal. La cola de la avioneta descansaba sobre un caballete de tubos de acero, manteniendo la horizontalidad de ambos aviones al mismo nivel. El tren de aterrizaje, de tipo fijo, descansaba sobre un soporte en las alas del planeador. Ambos aparatos iban tripulados. El primer ensayo en vuelo se desarrolló sin incidentes. Después de ser remolcado el conjunto por un Junkers Ju.52 hasta una altitud de 2.000 metros (la Klemm impedía un despegue autónomo), recorrió 500 metros antes de que ambos aparatos se separaran en vuelo para realizar el aterrizaje por separado. El pequeño motor de la avioneta era incapaz de mantener un vuelo sostenido. Para subsanar dicho defecto, se cambió el componente superior por un Focke-Wulf Fw.56 "Stösser". Aunque aún incapaz de un despegue autónomo, la mayor potencia del motor de éste permitía vuelos sostenidos y a mayor altitud. El concepto demostró ser variable. La prueba definitiva del conjunto se logró al cambiar el componente superior por un caza Messerschmitt Me.109 E. La mayor potencia del motor de caza (1.100 hp.) permitía el despegue y aterrizaje del "Mistel" sin ayuda externa. El incremento del peso total (600 kg.) hizo necesario cambiar el tren de aterrizaje del planeador, tomándolo "prestado" de un Junkers W.34, así como la plataforma sobre la que descansaba el Me.109. Las pruebas del nuevo "Mistel" comenzaron el 21 de junio de 1943, en el aeródromo de Hörschling. Los ensayos concluyeron a finales del mismo año. El ideal se había demostrado viable, sólo cabía esperar su puesta de largo. El primero en pensar en la nueva combinación de aviones como arma de ataque fue el piloto/jefe de pruebas de la firma Junkers, Siegfried Holzbaur. La idea consistía en emplear una combinación "Mistel" en forma de "Grossbombe" (gran bomba), sencilla y con mínimo coste. La teoría de Holzbaur se apoyaba en dos puntos. Por un lado, la desproporción entre un buque hundido y los aviones perdidos en dicha acción (el sacrifico de 27 aviones como media por hundimiento era inaceptable). Por el otro, la posibilidad técnica de guiar un avión hacia un gran objetivo desde distancias considerables (10 km), fuera del alcance de las armas antiaéreas de navío. Se podía resumir en: "Un barco, un avión". Holzbaur entusiasmó con sus teorías a dos prestigiosos pilotos de bombardero: Peltz y Baumbach. Ambos plantearon el proyecto a Göring y éste les dio luz verde para su desarrollo. En los círculos oficiales se comenzó a conocer la nueva arma como "Beethoven-Gerät"" y entre las tropas como "Mistel" o "Vater und Sohn" (padre e hijo). Se eligió, para su puesta en combate, el Junkers Ju.88 A-4 como componente inferior y el Messerschmitt Me.109 F-4 como superior o avión de control. Ambos aparatos eran recuperados de unidades de segunda línea o retirados de servicio. El modo de empleo era sencillo. La autonomía del arma se estimaba en 1.500 km. El Junkers Ju.88 era despojado de todos los equipos innecesarios, usando el componente superior (Me.109 F-4) combustible de los depósitos del Ju.88. De esta forma, una vez alcanzado el objetivo, el caza disponía de sus propios tanques para el camino de regreso a la base. La cota de vuelo idónea en su vuelo hacia el objetivo se estableció entre 3.000 y 5.000 metros. La cabeza de combate, conocida por las tropas como "trompa de elefante" a causa de su forma, estaba compuesta por 3.500 kg. de alto explosivo. Su diseño en forma de carga hueca era en la práctica un "Panzerfaust" gigante. Las primeras pruebas de fuego real se realizaron entre mayo y agosto de 1944, desde la secreta base de Peenemünde. Pilotado por el mismo Holzbaur, se realizaron ataques sobre buques simulados, dibujados sobre el suelo de la localidad de Möen, en Dinamarca. Uno de los problemas que se pusieron de manifiesto en las pruebas reales fue el excesivo peso de despegue del "Mistel". El Junkers Ju.88, con un peso de despegue máximo de 20,6 toneladas, rozaba el límite de las 20-21 toneladas del "Mistel". Por lo tanto, los despegues requerían unos nervios de acero, y unos pistas de rodaje en perfecto estado; el más mínimo bache o fisura en el firme provocaba accidentes espectaculares y fatales. La primera unidad de combate en recibir el "Mistel", fue la II/KG-101. Dicha unidad se trasladó, junto con su hermana la IV/KG-101, a la base francesa de St. Dizier a principios de junio de 1944, con el fin de hacer frente a la invasión de Normandía. Los traslados de los Junkers Ju.88 se realizaban en su configuración normal y sin el componente superior, un Me.109 o Fw.190. Una vez en su base de operaciones, la transformación en bomba gigante con el montaje de la carga hueca de combate era una operación rápida y sencilla. El primer ataque tuvo lugar en la noche del 24 de junio, realizado por "Mistel" contra la flota aliada de invasión estacionada en la desembocadura de los ríos Sena y Orne. A pesar de impactar sobre algún barco, no se consiguió ningún hundimiento. Después de tan poco prometedores resultados, la KG-101 fue disuelta. Con los restos de dicha unidad y el III/KG-66 se formó el II/KG-200, exclusivamente dedicada a las operaciones con "Mistel". La KG-200 fue, tal vez, la unidad más secreta y enigmática de la Luftwaffe. La recién creada formación se trasladó a tierras danesas a finales de 1944. Con una fuerza de sesenta "Mistel", distribuidos entre los aeródromos de Grove, Tilstrup y Aalborg-West, se proyectó atacar la base naval inglesa de Scapa Flow. El mal tiempo reinante sobre el objetivo retrasó la operación, cancelándose finalmente. De nuevo se traslada la unidad, este vez al territorio oriental de Prusia. El nuevo objetivo de la KG-200 era poco menos que suicida: la industrias armamentísticas y energéticas soviéticas, situadas en el interior del territorio ruso. Se bautizó la operación con el nombre de "Eisenhammer" (Martillo de Hierro). Para dicha operación entraron en producción dos nuevas versiones: el "Mistel II" (Junkers Ju.88 G-1 y Focke-Wulf Fw.190 G-8) y "Mistel III" (Junkers Ju.88 H-2 y Focke-Wulf Fw. 190 F-8). El inexorable avance del Ejército Rojo dio al traste con el proyectado ataque, cayendo las bases de la KG-200 en el mes de marzo de 1945. Los "Mistel" siguieron operando hasta el final de la guerra, esta vez contra los puentes en el Frente Oriental, en un vano intento de parar la apisonadora soviética. También se lanzaron "Mistel" contra el famoso puente de Remagen. La última misión operativa tuvo lugar el 30 de abril de 1945 contra los puentes en el río Oder. Pese al relativo éxito de estas últimas misiones, tan sólo representaban una gota de agua en medio de un incendio devastador.
obra
Isidro Espinar exhibe notables facultades en sus obras de imaginería como bien podemos observar en el paso procesional de El Misterio de los pescadores, presente durante numerosos años en la Semana Santa de Tarragona.
obra
La Sala de la Iniciación de la Villa de los Misterios de Pompeya aparece decorada con un friso corrido que representa escenas en torno a un mismo tema central: la boda entre Dionisos y Ariadna. Parece que este friso es una copia de dos originales áticos de una calidad artística admirable. Se conserva magníficamente gracias a la técnica utilizada a base de colores mezclados con cera sobre un enlucido seco.
acepcion
Rito por el cual los atenienses y todos aquellos griegos que lo desearan entraban en contacto con los dioses y alcanzaban un estado de felicidad. Estos misterios se celebraban en la ciudad de Eleusis y estaban relacionados con la diosa Deméter.
contexto
A partir de la reforma Luterana se produjo una confrontación de opiniones acerca del misticismo cristiano. Mientras que para los católicos continuó siendo un camino de acceso a Dios, los protestantes descargaron sobre él toda su crítica negativa. No obstante, algunos de ellos, como Jakob Böhme (1575-1624) describieron sus propias experiencias de unión con Dios. La Iglesia católica conoció, desde los inicios del siglo XVII, un intenso florecimiento místico y espiritual. A los místicos españoles del siglo XVI sucedió en el siglo XVII lo que se ha denominado escuela francesa de espiritualidad, cuyos representantes más destacados fueron Pierre de Bérulle y san Francisco de Sales. Para hacer accesible la perfección cristiana a los cristianos sencillos, a quienes les sugiere que no es necesario abandonar el mundo para salvarse, Francisco de Sales escribió su "Introducción a la vida devota" (1608), que tuvo un extraordinario éxito de lectores, pues se hicieron 40 ediciones desde 1608 hasta 1622. En esa obra y en su "Tratado del amor de Dios" (1616) Sales desarrolló una concepción de la mística cristiana muy equilibrada, centrada en torno al amor del prójimo, muy cercana a la corriente optimista de las posibilidades naturales del ser humano que constituye el humanismo cristiano. Por su parte, Pierre de Bérulle plasmó su pensamiento en "Discours de l'état et des grandeurs de Jésus" (1623), donde desarrolla la idea agustiniana de la nada del hombre frente a la infinita grandeza de Dios. La piedad por la que apuesta Bérulle es cristocéntrica, austera y exigente. Esta espiritualidad vinculada a la mística no impidió el desarrollo de un Cristianismo activo, militante y eficaz. En el terreno de la caridad cristiana, san Vicente de Paúl se convirtió en un ejemplo a imitar. Desde 1618 dedicó su atención a los condenados a galeras, a los pobres y a los mendigos. En 1621 fundó en Macon una Hermandad de la Caridad para socorrer a los pobres, que fue imitada en otros lugares de Francia y en la que participaban muchos miembros de la alta sociedad, estimulados por su ejemplo. De ese núcleo nació la congregación de las Hijas de la Caridad (1633), gracias a Louise de Marillac, colaboradora de Vicente de Paúl. Niños expósitos, soldados indigentes y heridos en la guerra de los Treinta Años, fueron el objeto especial de su cuidado, sin desatender a los demás pobres. En todas estas obras de misericordia Vicente de Paúl recibió con frecuencia el apoyo de una sociedad secreta de piedad y de caridad denominada la "Compagnie du Sant-Sacrement", fundada en 1630 por Henri de Lévis, duque de Ventadour, con el apoyo expreso de Luis XIII, a la que se agregaron muy pronto místicos, escritores y aristócratas franceses. La "Compagnie" puso un empeño en destacar su carácter laico y autónomo con respecto a la jerarquía eclesial o política y por ello aceptó en su seno a muy pocos eclesiásticos. La "Compagnie" se extendió por toda Francia y dispuso de una red de relaciones, al mismo tiempo que contaba con abundantes recursos financieros, debido a la preeminente posición social y económica de sus componentes, de tal manera que, por igual razón, ejerció una poderosa influencia política y social, lo que despertó algunos recelos en ciertos sectores del poder. Concretamente, la actividad de la "Compagnie" suscitó reservas en Mazarino, ante quien aquélla se mostró por ello hostil hasta el punto de presionar ante la reina con el fin de conseguir su dimisión. Las acusaciones esgrimidas por sus opositores para descalificar a la "Compagnie" se referían a su intromisión en labores de control de actos religiosos ajenos a las normas de la Iglesia o a su ambición de cargos públicos para cristianos rectos. La "Compagnie" llevó a cabo, además, un combate permanente y persecutorio contra los protestantes y contra los jansenistas. Ante el peligro de persecución por parte de Mazarino, la "Compagnie" se autodisolvió en 1660. Las instituciones católicas francesas se consagraron a la enseñanza como la mejor y más eficaz forma de apostolado. La Compañía de Jesús ya poseía una larga tradición en esa labor. Sus colegios, muy frecuentados por la aristocracia y favorecidos por la Monarquía, tenían un prestigio indiscutible. Bérulle también fundó colegios, uno de los cuales se llamó "Académie royale", aunque tenían menos alumnos que los jesuitas. Su pedagogía, en cambio, era más liberal y sus alumnos pertenecían también a la alta sociedad. Este conjunto de esfuerzos y el apostolado desde los colegios produjo resultados inmediatos en la práctica religiosa, en la piedad y en la vida cristiana de la sociedad francesa. Con la renovación del clero, las parroquias se convirtieron en auténticos focos de espiritualidad. Desde ellas se restauró la práctica de la enseñanza religiosa en catequesis y de la predicación regular, para lo cual los curas disponían de catecismos editados por sus diocesanos y de sermonarios escritos por predicadores conocidos, que servían tanto de modelos como de libros de piedad. Esta revitalización de la vida cristiana hizo posible la propagación de la literatura edificante o piadosa, cuya producción destinada tanto a un público formado como a lectores sencillos gozó de un gran éxito. La mayoría de los autores eran jesuitas, oratorianos o miembros de Port-Royal y los temas preferidos eran las obras de meditación, los tratados morales sobre las obligaciones de la vida cotidiana y las vidas de santos, canonizados o no. Los ejercicios de piedad se revitalizaron también durante el siglo XVII, propagados por teólogos de prestigio o por devotos y religiosos cultos. La devoción que ocupa la mayoría de las preferencias es la de la Virgen María, a quien Luis XIII consagró solemne y oficialmente su reinado en 1638. El culto al Niño Jesús y a su infancia ocupan un lugar destacado gracias a los esfuerzos del grupo de Bérulle, el Oratorio y los carmelitas, e idéntico impulso recibió la devoción al Corazón de Jesús. Una evolución paralela sufrió el arte religioso y devocional. Hasta mediados del siglo XVII se caracterizó, sobre todo en pintura, por una gran sobriedad en las formas como consecuencia de la profunda interioridad que adoptó la vida cristiana, pero posteriormente evolucionó hacia fórmulas más decorativas. La religiosidad del siglo se prueba igualmente en la edificación de iglesias: más de 30 se levantaron en París en la primera mitad del siglo. Sin embargo, la motivación se modificó en los años sesenta, durante los cuales la arquitectura religiosa está, sobre todo, al servicio de la gloria de la Monarquía y del rey.
contexto
Los mentores ideológicos de la Plenitud del Medievo trabajaron poderosamente a favor de una dignificacion del poder del Estado personificado en sus monarcas. Vicente de Beauvais, por la vía de una auténtica sublimación del lenguaje, habló del "corpus reipublicae mysticum" para designar al cuerpo político del Estado. Era una forma de ensalzar a éste por encima de su propia existencia física. Por los mismos años, el franciscano Gilberto de Tournai decía que el reino perfecto era aquel gobernado por un rey que actuara como vicario de Cristo y fuera guiado por los ministros de la Iglesia. De forma idéntica se expresaba el Rey Sabio en la "Segunda Partida" al decir que "vicarios de Dios son los Reyes, cada uno en su Reyno". Y el legista inglés Enrique Bacton, reconociendo al rey como "vicarius Dei", le hacia también imagen del Cristo humillado que se sometió al derecho y al juez romano. El soberano británico, se pensaba a finales del siglo XIII, estaba por encima de las leyes y costumbres reconocidas pero en ciertos casos era "debitor iustitiae", es decir, estaba sometido al derecho. Ciertas ceremonias, ciertas creencias y, también, una notable propaganda fueron poniendo a los monarcas del Occidente por encima del resto de los mortales. De un lado, por el conjunto de virtudes que se les exigía o se les suponía y que, con el discurrir del tiempo, fueron adaptándose a las distintas necesidades. A las tradicionales de buen cristiano, caballero, o justo, se añadió la de hombre culto: "rex illiteratus quasi asinus coronatus" llegará a decirse. De otro lado, por las cualidades sobrenaturales con las que se llegó a rodear a algunos ostentadores del poder real. En un estudio magistral, Marc Bloch analizó en su día la fe que en la Edad Media existió en los poderes taumatúrgicos de los monarcas ingleses y franceses, sanadores de males como las escrófulas. Esta creencia popular convertía a los reyes en algo más que simples laicos: les acercaba a una condición sacerdotal y convertía una lealtad puramente dinástica en una auténtica fe monárquica. La muerte de algunos monarcas, ascendidos luego a los altares se convirtió en algo ejemplar. Sus protagonistas, así, se transformaron en intercesores privilegiados entre su pueblo y la divinidad. Luis IX (san Luis) muriendo ante los muros de Túnez o su primo Fernando III de Castilla (san Fernando) falleciendo en Sevilla rodeado de todos los suyos y confortado con todos los auxilios espirituales conscientemente recibidos, pasaron a convertirse en los mejores propagandistas de un arte de morir estrictamente cristiano. Más aún, si el rey moría, el carácter corporativo de la Corona se mantenía y la dignidad real permanecía inmortal. Ernest Kantorowicz en un denso y agudo estudio ha podido explayar lo que fue la teoría medieval de los dos cuerpos del rey semejantes a los dos cuerpos de Cristo: uno carnal y mortal y otro político e inmortal símbolo de la continuidad histórica "que no puede ser invalidado ni frustrado por ninguna de las incapacidades de su cuerpo natural". Una historiografía al servicio de los monarcas o de los mitos nacionales sobre las que se apoyaron las monarquías feudales jugó a fondo ciertas bazas. Si en Francia y Alemania estaba viva la memoria de Carlomagno, en Inglaterra se potenció la figura del rey Arturo y en los reinos hispánicos especialmente en el bloque castellano-leonés el recuerdo de los godos. A mediados del siglo XIII, el arzobispo de Toledo don Rodrigo Jiménez de Rada se convertiría en el sistematizador del mito neogótico a través de su "De rebus Hispaniae". Las figuras de algunos monarcas fueron rodeadas de una especial aureola. En Francia lo serán a partir de la redacción de la "Vida de Luis VI" escrita por el abad Suger de Saint Denis y culminará en la floración de textos a caballo entre lo histórico y lo hagiográfico dedicados a Luis IX. En territorio hispánico la "Chronica Adefonsi imperatoris", texto anónimo, exalta las peripecias del monarca castellano-leonés Alfonso VII. Monasterios como Saint Denis o Saint Albans se erigieron en depositarios de la memoria histórica oficial de las realezas francesa e inglesa. En la segunda mitad del XIII los propios monarcas se deciden a tomar parte activa en el impulso de una cultura histórica a su servicio. Alfonso X al promover la redacción de lo que conocemos como "Primera Crónica general de España" se erige en guardián de esa memoria cuya continuidad había sido posible gracias a los esfuerzos de sus predecesores. Paralelamente, Jaime I de Aragón al redactar (o impulsar la redacción) del "Libre dels feits del rei en Jacme" expresaba la fe en los destinos de su dinastía. No sólo lo emocional, marcado con frecuentes tintes religiosos, jugó a favor de las pujantes monarquías del Occidente europeo. Estas se beneficiaron también de una racionalización del pensamiento político. La llamada "generación de 1250-1270" fue una de sus principales impulsoras, con Santo Tomas de Aquino a la cabeza. La recuperación del pensamiento aristotélico fue básica para este proceso. El Aquinatense tomó del Estagirita la idea de las tres formas fundamentales de gobierno: monarquía, aristocracia y democracia. Se inclinó por una fórmula mixta y templada: exaltación de la monarquía siempre que se apoyara en las otras fuerzas: la aristocracia y el "populus honorabilis". En idéntica línea aristotélica, el Estado no era para santo Tomas ese mal necesario presentado por los agustinistas acérrimos sino la expresión natural del hombre basado en la noción de bien común. Frente al "corpus mysticum" de la Iglesia, el Estado aparacía como "corpus politicum et morale" que había de tener en cuenta los hábitos y costumbres de sus ciudadanos. Las monarquías feudales del Occidente, pese a las turbulencias políticas que padecieron en la Plenitud del Medievo, eran las que mejor reunían todos los antedichos requisitos. Hacia 1270 el jurista Jacobo de Revigny identificaba ya el concepto de "communis patria" no con Roma sino con la Corona del reino de Francia. Una forma de deslizar hacia las monarquías del Occidente la idea de soberanía que tradicionalmente se habían atribuido el Imperio y la Iglesia.
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Embarcación de dos palos y velas trapezoidales, de frecuente uso en el Mediterráneo; algunos iban armados con cuatro o seis cañones, empleándose como guardacostas.
lugar
Situada al noroeste de Esparta, en el Peloponeso, en las faldas del Monte Taigeto, fue fundada por Guillermo II Villehardouin en 1249, como una fortaleza para dominar la región frente a los bizantinos. Sin embargo fue poco el tiempo que permaneció bajo dominio franco, pues, apresado Villehardouin en el año 1259, se vio obligado a entregarles el lugar, junto con Monembasía y la Gran Maina. Durante el dominio bizantino la fortaleza creció con aporte de la población espartana, quien prefiere ponerse bajo el dominio de los bizantinos frente al de los francos, que controlan la llanura. Poco a poco comienza a superar las barreras de la antigua fortaleza, siendo levantadas la catedral y diversos edificios religiosos y civiles, al tiempo que se convierte en un importante centro intelectual para el mundo ortodoxo. Uno de los impulsores de la ciudad es el monje Pacomio, quien funda el monasterio de Brontoquio y pone Mistra a una gran altura como centro cultural y religioso, rivalizando con Constantinopla. Conocida como la "Florencia de Oriente", en Mistra se construyó el último grupo de monasterios durante el apogeo final del poder bizantino. Encaramada en la montaña, sus tortuosos caminos y escaleras desembocan en palacios desiertos e iglesias adornadas con frescos, todos ellos muy bien conservados. Destacan en el conjunto la iglesia de la Hodiguitria ("La que muestra el camino") o Afentikó ("Señorial"); la de Santa Sofía, o la Anunciación (Evangelistria). En 1460 Mistra cae bajo dominio turco, perdiendo su importancia como capital. Entre 1687 y 1715 fue tomada por los venecianos, siendo después recuperada por los turcos. En 1770 fue arrasada por los albaneses, quedando abandonada durante diez años. En 1821 la revolución griega liberó la ciudad, siendo incendiada por los egipcios en 1825. Finalmente, en 1834, fundada una nueva Esparta, Mistra cayó en el olvido. Convertida en conjunto arqueológico desde 1950, hoy sólo es habitada por una pequeña comunidad de monjas ortodoxas del monasterio de la Pantanassa. Mistra es, desde 1989, Patrimonio Universal de la Humanidad.