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Entre 1617 y 1621 Rubens va a estar tremendamente ocupado en la decoración de la nueva iglesia consagrada a san Ignacio que habían recientemente construido los jesuitas en Amberes. Diseñará tanto los cuadros del altar mayor como la escultura y la arquitectura del retablo, así como los 39 cuadros que decoraban las naves laterales y las galerías, realizados por los miembros de su próspero taller. Los temas elegidos para el altar mayor están directamente relacionados con dos santos vinculados a la orden jesuita que en aquellos momentos no habían sido aun canonizados, suponiendo una tremenda propaganda de sus vidas milagrosas; se trata de san Francisco Javier y san Ignacio, protagonista del lienzo que aquí podemos contemplar. De las vidas de ambos santos se elegirán sus milagros para demostrar su eficacia como intermediarios entre Dios y los fieles, temática constantemente reiterada por la Iglesia desde la Contrarreforma.En este encargo, Rubens incorpora una importante novedad como son los grandes cuadros de altar para decorar las iglesias flamencas, dejando de lado el tradicional tríptico. De esta manera introduce en la composición una magistral referencia arquitectónica para crear la sensación de continuidad en la nave central del templo. Ante esa nave central se presenta el santo acompañado de un buen número de monjes que visten el hábito de la Orden, invocando a Dios para realizar sus milagros curativos, elevando sus ojos hacia el cielo y colocando una mano sobre el altar y la otra extendida hacia los desafortunados que imploran su ayuda. En ese momento los ángeles penetran en el templo y expulsan a los demonios. De esta manera se quiere dar un claro mensaje doctrinal, a pesar del numeroso grupo de figuras que presenta en el lienzo. Precisamente son los infortunados los protagonistas absolutos por sus gestos y movimientos, especialmente los dos de la zona izquierda: una mujer que grita alocadamente y un hombre desmayado en el suelo, creando un escorzo de gran belleza. El color, la luz y la perspectiva empleada -"de sotto in su" como denominan los italianos- tiene evidentes referencias a la escuela veneciana, por la que Rubens sentía declarada admiración.
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A principios del siglo XIV, Enrique VII impuso a Mateo Visconti (muerto en 1322) como vicario imperial, poniendo fin a la rivalidad política entre las familias Visconti y Della Torre. Mateo, elegido por los milaneses capitán del pueblo, se desvinculó rápidamente de los dictámenes imperiales, dedicándose a imponer su jurisdicción sobre otras ciudades lombardas. El creciente poderío visconteo, reforzado por los sucesores de Mateo -Galeazzo I (1322-1328), Azzone (1328-1339), Luchino (1339-1349)-, provocó la reacción de los estados colindantes, que formaron una liga defensiva (Lega di Castebaldo), capitaneada por Juan de Bohemia en calidad de representante imperial y alentada por los Scaligieri de Verona, sumamente afectados por la política agresiva de Milán. En 1331 Juan Visconti (muerto en 1354), arzobispo de Milán, derrotó a la liga y aprovechó su victoria para imponer su protectorado sobre Génova y Bolonia. A mediados del siglo XIV el estado milanés comprendía toda Lombardía, incluyendo ciudades de evidente importancia económica como Brescia, Bérgamo o Cremona. Mateo II, Galeazzo II y Bernabé, sobrinos del combativo arzobispo de Milán, lograron mantener las posesiones milanesas frente a los ataques de la liga güelfa. Su expansión continuó a lo largo de toda la centuria, pese a las controversias existentes en el seno de la propia familia viscontea, la competencia florentina y el abierto enfrentamiento con el cardenal Gil de Albornoz. Con Juan Galeazzo Visconti (1378-1402) las miras expansionistas de Milán se dirigieron hacia Veneto y Toscana, en donde sometió a Pisa y a Siena. Nombrado duque por el emperador Wenceslao (1395), llegó incluso a albergar la vana esperanza de ser coronado rey de Italia. Sin embargo, la pujanza de Milán, fundamentada en la prosperidad económica de la ciudad y de toda la Llanura Padana, se vio recortada por diversos factores, entre los que no fue el menos importante el concepto patrimonial del estado entre los Visconti. Así, el duque Juan Galeazzo, dominador de buena parte de Emilia, Toscana y Veneto, dividió el patrimonio familiar entre sus tres hijos, Juan María, Felipe María y Gabriel. Venecia trató de beneficiarse de la nueva situación e incorporó a sus dominios terrestres parte del Milanesado. Florencia tomó Pistoia, Arezzo, Volterra y Pisa (1406), consiguiendo de esta forma su anhelada apertura al mar. El Papa también alcanzó algún provecho de la desventaja viscontea y, así, retomó Bolonia, Perusa y otras ciudades de Umbría bajo jurisdicción milanesa. La crisis de la autoridad viscontea en el norte y en el centro de la península italiana supuso el final de la utopía de crear un fuerte estado unitario en la región, dejando paso al sistema de estados regionales (Milán, Venecia, Florencia y Estados Pontificios), que alcanzó un equilibrio relativamente estable a mediados del siglo XV. En consonancia con el fracaso de su política exterior, Milán vivió momentos de desequilibrio interno, que trataron de ser aprovechados por los condotieri al servicio de los Visconti. Algunos de ellos como Pandolfo Malatesta, Ottobono Terzo y Facino Cane llegaron a controlar pequeños señoríos dentro del propio ducado. Felipe Maria Visconti (1412-1447), quien sucedió a su hermano Juan María, asesinado en 1412, consiguió retomar las riendas de la situación durante algunos años. Recuperó gran parte de los territorios perdidos gracias a la pericia militar de Francisco Bussone Carmagnola. Sus ambiciones fueron mas allá de la tradicional área de influencia de los Visconti al tomar por sorpresa Forli (1424). Esta última acción supuso la inmediata reacción de Florencia, que entabló una liga defensiva con Venecia, a la que se unieron el duque de Saboya, el marqués de Monferrato y los señores de Ferrara y Mantua. Los milaneses sufrieron una grave derrota en Maclodio (1427) a manos de su antiguo comandante Carmagnola, que había optado por pasarse al bando veneciano. Las dudas que asediaron al condottiero a la hora de ordenar un avance general de sus tropas sobre Milán fueron motivo suficiente para ser arrestado y condenado a muerte por traición a la causa veneciana. Finalmente, las distintas partes en conflicto llegaron a un acuerdo de paz en Ferrara (1433), por el que Bérgamo y Brescia pasaron a Venecia y Milán dio por finalizada su etapa hegemónica de forma definitiva.
Personaje Militar
De familia aristocrática y con cinco antepasados generales en línea directa, ingresó en la Academia de Infantería en 1934. Participó en la defensa del Alcázar de Toledo, en la Guerra Civil y en la División Azul. Fue herido cinco veces y condecorado con la Medalla Militar. Diplomado de Estado Mayor de los tres Ejércitos, Altos Estudios Militares y Cooperación Aeroterrestre, profesor en las escuelas del Alto Estado Mayor y de Guerra Naval y agregado militar en Argentina, Uruguay, Chile y Paraguay. Como general de la División Acorazada, resultó políticamente conflictivo; sin embargo, en 1977 fue ascendido a teniente general y nombrado capitán general de Valencia. A consecuencia del golpe del 23-F fue condenado a treinta años de reclusión y pérdida de empleo. En 1991 fue puesto en libertad tras cumplir los 75 años. A su muerte fue enterrado en la cripta del Alcázar de Toledo.
Personaje Literato Religioso
Educado bajo los consejos de Marpa, se convirtió en uno de los literatos tibetanos más importantes de su tiempo. Escribió "Los cien mil cánticos". Entre sus discípulos se encontraba Gampopa, que pasó a la historia como el fundador de la Escuela Kagyupa, doctrina de la que fue en gran parte responsable el propio Milarepa. En las representaciones plásticas suele aparecer con una túnica rosa, en actitud de escuchar su voz interior y acompañado de Gampopa y Rechngpa, sus dos discípulos.
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Personaje Político
La carrera de Milcíades se inició al lado de los persas pero pronto cambió de bando y se alió con los rebeldes jonios. Esto supuso su regreso a Atenas donde se le consideraba idóneo para gobernar. La elección de Temístocles como arconte supuso el inicio de la carrera política ateniense de Milcíades. Fue nombrado estratega y aconsejó el acercamiento a Esparta como elemento clave para vencer en el inminente enfrentamiento con Darío. Una flota persa llegó a la llanura de Maratón y los atenienses enviaron a su mejor corredor, Filípides, a solicitar ayuda a Esparta. Las tropas atenienses eran alejadas de la ciudad para evitar contacto con el traidor Hipias. El enfrentamiento se produjo el 13 de septiembre de 490, obteniendo los atenienses dirigidos por Milcíades una contundente victoria. Mientras los persas contaban sus bajas por miles, los atenienses sólo lamentaron 192 muertos y unos mil heridos. Tras vencer a su rival, las tropas áticas se dirigieron a la ciudad para interceptar al ejército persa que se disponía a tomar Atenas. Antes de producirse el enfrentamiento, las tropas persas dirigidas por Datis se retiraron sin combatir. Los griegos habían asestado su primera derrota al todopoderoso ejército persa. El prestigio de Milcíades subió como la espuma, proponiendo la toma de las Cícladas como cinturón defensivo frente a nuevas incursiones persas. Pero pronto surgieron rivales para el vencedor de Maratón. Su anterior valedor Temístocles se convirtió en uno de ellos e intentó hacerle caer en desgracia. Milcíades organizó una expedición para apoderarse de la isla de Paros ya que sus habitantes se negaban a pagar tributo. La expedición fue un fracaso y el héroe de Maratón tuvo que regresar a Atenas herido donde se le impuso una fuerte multa. Las razones de esta condena habría que encontrarlas en la tendencia de Milcíades hacia la oligarquía lo que motivaba que los demócratas recelaban de él. La multa tendría que ser pagada por su hijo, Cimón.
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Los franceses, ingleses, americanos y alemanes no fueron los únicos protagonistas de la batalla. Es increíble la variedad de nacionalidades de los soldados que combatieron en las filas de los aliados en la falda de Montecassino: canadienses, italianos del nuevo Cuerpo de Liberación, sudafricanos, argelinos, indios, tunecinos, senegaleses, belgas, griegos, brasileños, srilanqueses, libaneses, sirios, palestinos, yugoslavos, mauritanos, chipriotas, swazilis, basutos. Había también una división formada totalmente por negros americanos y un regimiento de nipo-americanos ("nisei"); finalmente, recordamos a los valientes gurkha nepalíes, inconfundibles por su característico cuchillo de combate (Kukri).