Busqueda de contenidos

lugar
Personaje Arquitecto
Hijo de un maestro cantero, estudió en la escuela de la catedral de Aquisgrán y en una escuela comercial hasta entrar en el taller de su padre a los 14 años. En 1905 se trasladó a Berlín para continuar su aprendizaje en el estudio de Bruno Paul durante dos años y en los tres siguientes en el de P. Behrens. Aquí conoció a Gropius y Le Corbusier, interesándose por el neoclasicismo de Schinkel, estilo que influirá en sus primeros trabajos como el monumento a Bismarck (1912) o la casa Kröller de La Haya (1912). En Holanda se interesará por la producción de Berlage, admirando la simplicidad de sus formas y el empleo de los materiales.Luchó en la I Guerra Mundial, participando activamente durante la posguerra en el encendido debate cultural alemán. Se adhirió al "Novenbergruppe" y dirigió la revista "G", liberándose de su anterior neoclasicismo para interesarse por el construcitivismo y el grupo De Stijl.En 1919 empieza a realizar sus primeros proyectos innovadores al diseñar rascacielos de vidrio y acero o residencias particulares con una sola planta y espacio interior continuo. En 1926 es el encargado del diseño del monumento conmemorativo a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo en Berlín al tiempo que se le designa para realizar un barrio de viviendas permanentes para la Exposición de Stuttgart al año siguiente: la colonia de Weissenhoff. Para la ejecución del proyecto empleó a los mejores arquitectos del momento -Gropius, Le Corbusier o Behrens- siendo él el encargado del edificio principal del barrio.Su obra racionalista llegaría a Barcelona en 1929 al ser el elegido para la realización del pabellón de Alemania en la Exposición Internacional de la Ciudad Condal, edificio considerado una de las primeras obras maestras del artista en el que se aprecia el armonioso fluir de los espacios.En 1930 será elegido director de la Bauhaus de Dessau, dirección que ejerció hasta 1933. La llegada del nazismo al poder le obliga a abandonar su país y se traslada a Estados Unidos, siendo nombrado director de la facultad de arquitectura del Illinois Institute of Technology de Chicago, diseñando un nuevo campus para el centro universitario. Su triunfo le permitirá realizar un buen número de edificios en la ciudad de Chicago entre 1940-1956, entre los que destacan los Promontoiy Apartments o las torres de apartamentos del Lake Shore Drive, obras en las que retoma la filosofía de la Escuela de Chicago. En la casa Farnsworth en Plano (Illinois) establece la solución para sus viviendas unifamiliares al construir una caja aislada del exterior y levantada del suelo.Entre 1956-1957 construye una de sus obras maestras, el Seagram Building de Nueva York, en la que ofrece una espectacular muestra de sus concepciones al igual que en la Nueva Galería Nacional de Berlín Oeste (1968), obra construida completamente en vidrio y con techo de acero.
contexto
Mientras Le Corbusier resuelve atormentada y autobiográficamente su arquitectura, Mies ha conseguido distanciarse definitivamente. Su arquitectura ya no es problemática, sino pura y perfecta, disponible, elegante, inalcanzable, a pesar de los numerosos imitadores. Es el modelo del Estilo Internacional, aunque él nunca hable de estilo. Jencks ha llegado a afirmar que, en realidad, lo que hizo Mies fue poner definitivamente a dieta la arquitectura.Mies, en edificios como los realizados en el campus del Illinois Institute of Technology de Chicago, o en su célebre Seagram Building de Nueva York, construido en 1958, no pretendía otra cosa sino que la arquitectura alcanzase el reino del arte puro. Su arquitectura no representa nada, su comunicación es bloqueada por la perfección formal y tecnológica en el uso de los materiales. Un acabadó perfecto, inaccesible, eran la mejor garantía para resistir ante las nuevas inquietudes.La arquitectura de Wright, por su parte, es vista como una alternativa orgánica al racionalismo del Movimiento Moderno. Su obra se carga de símbolos, de afán de comunicación, incluso se acerca a la metrópoli y clava la Torre de Babel que es su Museo Guggenheim (1959) en el centro de Nueva York, como para volver cabeza abajo los valores de la modernidad, que una vez derramados pueden ser reinterpretados de una forma distinta. Lo vernáculo, lo romántico, el mito de la naturaleza encuentran inmediatamente resquicios por los que penetrar en el proyecto de la modernidad.Aunque tampoco podemos olvidar la recuperación de la tradición y del clasicismo, no como citas, sino como permanencias artesanales, como elementos de calma arquitectónica, de tregua en el conflicto de la vanguardia. En este contexto resultarán verdaderamente claves la obra de arquitectos como L. Kahn, o las opciones del Neoempirismo escandinavo, a medio camino entre el romanticismo, la tradición vernácula y las aportaciones del racionalismo. Se trata de una arquitectura formalmente irreprochable, moderna y realista, altamente cualificada y atenta a las demandas locales y nacionales, con arquitectos tan representativos como Aalto o Asplund.Durante los años cincuenta, también ante las últimas obras de los maestros, la crítica al Movimiento Moderno se generaliza. En Italia, el Neorrealismo de L. Quaroni o M. Ridolfi vuelca su interés en las tradiciones populares, mientras que el Neoliberty recupera la ornamentación Art Nouveau, cansada la arquitectura del rigorismo calvinista del dietario del Estilo Internacional. Sin embargo, no todo son rechazos.También hay críticas que pretenden continuar una senda trazada con diferentes atajos. Muchos arquitectos continúan en la tradición del racionalismo, como Gropius y el Team 10; otros se remiten a la última lección de Le Corbusier, como ocurre con el New Brutalism británico, o descomponen, en un ejercicio lingüístico brillante, las formas del racionalismo, remontándose al mismo origen de las vanguardias constructivistas, como ocurre con la obra de James Stirling.Tampoco debe olvidarse la espléndida aventura de la arquitectura japonesa y de arquitectos como Kenzo Tange o Kunio Mayekawa, que pretenden hacer coincidir el brutalismo del último Le Corbusier con las tradiciones vernáculas y una alta definición tecnológica que les llevará, sobre todo al grupo Metabolism, a plantear utopías megaestructurales.Esta última se convirtió, junto con el estructuralismo y la arquitectura científica, en una alternativa que parecía continuar la tradición de las relaciones entre arquitectura y técnica inauguradas por el Movimiento Moderno. Sin embargo, ahora, durante los años 60 fundamentalmente, esas propuestas ya no esperan la forma.La arquitectura ha dejado de ser un problema disciplinar para convertirse en una cuestión científica, en una decisión técnica. De las cúpulas geodésicas de B. Fuller a los invariantes matemáticos de C. Alexander, las utopías se suceden con ciudades programadas para crecer indefinidamente, o para moverse irónicamente, rechazando el mito del lugar y de la permanencia de la ciudad histórica, como proponía el grupo Archigram, con evidentes relaciones con el Pop Art.En todo caso, la poética de la gran dimensión, con su aspiración a la neutralidad ideológica, se encierra en la elocuencia de unas imágenes verosímiles que parecen haber alejado definitivamente la incómoda presencia de la historia. Ahora bien, en las megaestructuras utópicas no existe una experimentación con el lenguaje, sino que la técnica se sublima figurativamente, basando sus formas en una verosimilitud premonitoria. Ese optimismo acrítico no tardaría en recibir las más duras críticas, aunque, con un sentido distinto, ha perdurado hasta tiempos recientes.
fuente
Monoplaza con motor en estrella y con célula derivada del MIG 3. Su periodo de fabricación se inició en 1943, coincidiendo con el LaG-5.
fuente
Considerado como un tipo intermedio en el desarrollo de los cazas soviéticos, fue fabricado hasta 1941, cuando surgieron los más modernos Yak-1. El MiG-1 fue una petición de la Fuerza Aérea soviética realizada en 1938, quien requería de un aparato de caza para operar a gran altura. La petición fue atendida, dando lugar al primer vuelo experimental en abril de 1940 y a una fabricación de 100 unidades. este modelo llevaba una ametralladora de 12,7 mm. y dos de 7,62 mm., incorporando una carlinga abierta o cerrada. La aparición de los MiG-3 supuso una importante mejora, incrementando la protección, cubierta de carlinga deslizante y mejor ángulo de las alas. El MiG-3, a pesar de su velocidad, carecía de la potencia de fuego y la maniobrabilidad de los alemanes FW-190 y Me-109. Su mayor problema era que resultaba un aparato difícil de manejar, por cuanto su corto fuselaje producía una menor estabilidad.
fuente
Su antecesor, el Mig-17, resultó un magnífico aparato, aunque los ingenieros rusos pronto comenzarían a experimentar con diversos prototipos bimotores, como el SM-1 y el SM-2. A comienzos de los años cincuenta se pudo contar con los motores AM-5, de tamaño más reducido respecto al VK-IF que equipaba al Mig-17. Un par de estos pequeños turbo reactores proporcionaban más empuje que un único VK-IF. El SM-1 era básicamente un Mig-17 adaptado para la nueva doble planta motriz, aunque pronto se demostró que la potencia de los AM-5f, era escasa para alcanzar 1 mach, añadiéndose posquemadores a los motores (AM-5F), pero aún así continuó resultando insuficiente. El segundo aparato fue denominado como SM-2, dotado con una nueva ala de mayor aflechamiento y como armamento dos cañones de 37 mm. instalados en las raíces alares; también el fuselaje era notablemente más largo. Este prototipo voló por primera vez en enero de 1954 y en su segundo vuelo superó la barrera del sonido. Después de algunos ensayos, los timones de profundidad fueron trasladados desde la deriva hacia la parte superior del fuselaje, por lo que este modelo ya presentaba una gran semejanza con el Mig-19 de serie. Los primeros ejemplares comenzaron a fabricarse a partir de 1954 bajo la designación de Mig-19, y los regimientos de caza los aceptaron en sus unidades un año más tarde. Durante su producción en serie el armamento instalado consistía en un par de cañones NR-23 de 23 mm en las alas y uno de 37 mm bajo el morro. Por primera vez en un caza soviético, el modelo incorporaba un paracaídas de inferior del fuselaje. Aunque el Mig-19 superaba ampliamente las prestaciones del Mig-17, especialmente en velocidad y radio de giro, evidenció algunas carencias importantes, sobre todo en cuanto a su maniobrabilidad en régimen supersónico. Por este motivo se comenzó inmediatamente la producción de una versión mejorada, conocida como Mig-19S. Las principales diferencias entre este modelo y su antecesor estribaban en sus nuevos y rediseñados timones de profundidad. El timón de la deriva redujo su superficie, añadiéndose al avión una pequeña espina dorsal desde la cabina hasta la cola. El armamento pasó a consistir en tres cañones NR-30 de 30 mm y los motores eran los RD-9B de mayor empuje. Debido a su alto consumo, el Mig-19S montaba normalmente un par de depósitos adicionales de 760 litros, instalados bajo las alas. Esta versión fue ampliamente exportada a países como Checoslovaquia (donde se fabricó con la designación S-105), Alemania Oriental, Bulgaria, Egipto, Siria, etc.; siendo uno de los aparatos más característicos del Pacto de Varsovia durante los años sesenta.
Personaje Pintor
Estudia con Vouet y en 1634 se traslada a Italia, donde permanece hasta finales de los años cincuenta. Esta larga estancia le permite empaparse de las tendencias clasicistas de Bolonia. Cuando regresa a Francia se instala en París y trabaja para Luis XIV que le pide que decore la cúpula de Val de Grâce, además de los frescos del castillo de Saint- Cloud. También interviene en Versalles, donde mantendría alguna discusión con Le Brun. Su prestigio le llevó a trabajar para la aristocracia, a quién retrató con toda el boato y la pompa de la época. De estos cuadros hay que destacar el de Luis XIV a caballo.
contexto
Dos tercios del total de los inmigrantes extracomunitarios establecidos en Europa proceden del Magreb y de Turquía. La ribera sur del Mediterráneo se configura como espacio emigratorio de primer orden y el más relevante para el continente europeo. El principal destino de estas migraciones ha sido Francia, donde aparece la mayor concentración de inmigrantes magrebíes, aunque su presencia es también significativa en Bélgica, Holanda, Suiza y, cada vez más, en Italia y España. Los inmigrantes turcos han tenido a Alemania como destino tradicional. La intensidad de estas migraciones va en aumento por la situación económica y demográfica de aquellos países de la ribera sur del Mediterráneo, en vías de desarrollo. Argelia, Marruecos y Túnez, los principales emisores de emigrantes, experimentaron durante los años sesenta y setenta un crecimiento económico vigoroso, ayudado por los altos precios que en el mercado internacional alcanzaron los fosfatos e hidrocarburos y por los favorables términos del intercambio efectuado.A lo largo de estas décadas sus economías crecieron de forma sostenida, mejoraron de manera sensible los niveles de vida, los educativos, la ingesta per cápita y, en general, todos los indicadores sociales. El crecimiento económico sostenido se tradujo en un cambio estructural: las sociedades consideradas dejaron de ser estrictamente agrarias para convertirse en semiindustriales y semiurbanas.Con la caída de los precios de los hidrocarburos (y en Marruecos de los fosfatos) a partir de 1981 y, con mayor intensidad, tras su desplome en 1986, se iniciaba en estos países una grave recesión económica. Las consecuencias inmediatas han sido el descenso de las tasas de crecimiento, un fuerte constreñimiento de las inversiones, aumento del desempleo, reducción del consumo privado, declive de las exportaciones, disminución de la producción total, déficit presupuestario, incremento en los precios de los productos básicos, inflación, desequilibrio de las cuentas exteriores...Las tendencias demográficas agravan los problemas económicos y agudizan las tensiones sociales en la zona. Todos estos países se encuentran inmersos en el proceso histórico conocido como transición demográfica, en el que se une el descenso de la mortalidad con el mantenimiento de altas tasas de fecundidad, dando por resultado un crecimiento de la población muy elevado. La población crece mucho más rápidamente que la economía, y la población activa más rápidamente todavía que la población total, con lo que la presión sobre el empleo resulta cada vez más insoportable. El desempleo juvenil se acerca, en algún caso, a niveles próximos al 80%. El rápido crecimiento de la población, y máxime en tiempos de escasez, presiona duramente sobre las infraestructuras sociales, agrava los problemas de vivienda e incide sobre los sistemas de protección social allí donde se habían puesto en funcionamiento.De esta situación resulta una alta propensión a emigrar: en el plano individual, para escapar de la pobreza y del desempleo o para tratar de satisfacer expectativas de bienestar y consumo; en un plano agregado, para generar remesas y relajar la presión a que se ve sometido el mercado de trabajo magrebí. Las remesas llegan a suponer hasta un 5% más del PIB, lo que subraya su importancia para equilibrar la balanza de pagos. La extensión de "networks" o redes migratorias puede resultar decisiva para posibles migraciones de cara al futuro.Europa es escenario asimismo de migraciones internas procedentes del Este. Desde el final de la II Guerra Mundial y hasta la caída del muro de Berlín en 1989, la Unión Soviética y los países que permanecían bajo su órbita de influencia fueron derramando un goteo constante e ininterrumpido de emigrantes. Entre 1946 y 1989 los antiguos satélites de la URSS perdieron 10 millones de habitantes, el 10% de su población total. A pesar de lo considerable de estas cifras, el hecho era silenciado tanto por las autoridades del bloque comunista como por las de Europa occidental. Hablar de ello significaba para los primeros el reconocimiento de un fracaso de cara al exterior, mientras que los segundos, si bien podían beneficiarse políticamente de este goteo, trataban de proteger la suerte de los actores de la emigración, considerándoles como disidentes políticos en sus Estados de origen.Aquella emigración afectó de forma muy diferente a unos y otros países. La República Democrática Alemana es la que sufrió las mayores pérdidas: desde su nacimiento hasta su desaparición, la RDA perdió cuatro millones de habitantes, es decir, un cuarto de su población inicial. Polonia, un país con una tradición migratoria secular, tuvo una merma -entre 1946 y 1989- de dos millones de habitantes. Hungría y Checoslovaquia generaron una importante oleada de emigración a partir de la invasión soviética de la primera en 1956 y del aplastamiento de la Primavera de Praga en 1968. Los menos afectados por la emigración de los antiguos satélites de la URSS fueron Rumania y Bulgaria; aún así, tanto en una como en otra se produjeron movimientos migratorios. A lo largo de la dictadura de Ceaucescu (1966-1989) abandonaron Rumania 300.000 personas, mientras que en Bulgaria la emigración afectó básicamente a la minoría turca.La inmigración en los países del Este tampoco era totalmente inexistente, aunque sí escasa. Se trataba de inmigrantes procedentes de los países "hermanos" que se reclutaban, en muchos casos, durante períodos de tiempo determinados y en sectores concretos de la producción. En 1989 en el bloque soviético había 300.000 vietnamitas; a éstos les seguían en número angoleños y cubanos.El hundimiento del bloque del Este, simbolizado en la caída del muro de Berlín, jugó un papel esencial en la evolución de los flujos y de los modelos migratorios. A partir de esta fecha aparece una serie de novedades significativas con respecto al período anterior. En primer término se trata de cambios cuantitativos: en torno a la emigración de los países del Este se produce un cambio de escala. Si a finales de los años setenta y comienzos de los ochenta las salidas de la zona soviética afectaban a 100.000 personas por año; diez años más tarde, entre 1989 y 1990, van a afectar a un millón. Pero las novedades son también cualitativas: la emigración dejará de ser un fenómeno casi exclusivamente alemán y se generalizará al conjunto de los países satélites.Junto a ello, se produce un cambio en la actitud de la Unión Soviética que, hasta el momento, se había mantenido ausente del movimiento de personas y totalmente hermética, y que a partir de esta fecha se va a abrir poco a poco al exterior y a participar en la emigración, aumentando el número de visados de salida y legislando al respecto. Por otra parte, se produce un nuevo corte, o una nueva ruptura en Europa. Cambia también la clasificación de los países de salida. Hasta 1989 el principal país en este sentido era la RDA que pasó, de hecho, a integrarse en el mundo occidental al ser absorbida por la RFA. En 1990 figuraba a la cabeza de los emisores de emigrantes la Unión Soviética. Se produce, por último, un cambio en la imagen del emigrante. Vista desde el Este la emigración ya no es percibida como una traición sino como un cambio, mientras que en Occidente los que antes eran valorados como héroes políticos son percibidos hoy, en buena medida, como un nuevo contingente de gente pobre que huye de la miseria.La oleada migratoria procedente del Este a partir del año clave de 1989 ha afectado de forma muy diferente a los países de llegada. El más conmovido por la avalancha, a gran distancia del resto, ha sido Alemania, la gran beneficiaria de la desintegración del bloque soviético. Entre 1950 y 1989 Alemania había recogido ocho millones de emigrantes, más de una tercera parte de ellos de origen alemán, procedentes de la RDA ("Übersiedler") o de territorios como Polonia, Hungría, Rumania y la Unión Soviética ("Aussiedler"). Un millón más llegaría a Alemania entre 1989 y 1990. En segundo lugar se ha visto afectado Israel: sólo en 1990 recibió 180.000 inmigrantes -judíos soviéticos-, casi la misma cantidad que había llegado entre 1952 y 1984.Para este país, que intenta reconstruir el equilibrio entre la comunidad hebrea y la comunidad árabe, la llegada masiva de estos emigrantes resulta ser una aportación inestimable. A continuación se sitúan los Estados Unidos, que han abierto el cupo de entrada a los emigrantes de alta cualificación para absorber "cerebros" del Este. En una posición análoga a la de Estados Unidos se encuentra Canadá, a donde han acudido principalmente polacos. Austria figura inmediatamente después como país de acogida. Actualmente es el principal receptor de las víctimas de la guerra civil de la ex Yugoslavia. Ya a una distancia considerable en la lista de receptores se sitúan Australia, Africa del Sur, Zimbabwe, Francia... con corrientes claramente inferiores a las de los anteriores países. De esta forma, el mundo germánico parece jugar el papel de filtro de la emigración del Este de Europa.Las últimas migraciones del Este se han caracterizado por su heterogeneidad: aparecen formando parte de ellas "cerebros", clases medias, técnicos, mano de obra poco cualificada... No es fácil, sin embargo, diferenciar la migración de mano de obra banal del éxodo de "cerebros", ya que los inmigrantes cualificados del Este han aceptado una gran descalificación profesional en los países de acogida. Se puede, no obstante, hacer una diferenciación entre distintas tipologías. Por un lado habría que hablar de una emigración étnica, inseparable de los movimientos de refugiados etnoculturales, como las salidas de judíos soviéticos hacia Israel y Estados Unidos; de personas de origen alemán procedentes de la URSS, de Polonia, de Hungría, de Rumania o de Checoslovaquia hacia Alemania; de húngaros de Rumania, turcos de Bulgaria, armenios de la URSS...Este tipo de movimientos suele ser de los mejor organizados y controlados, ya que puede ser objeto de acuerdos bilaterales entre el país de salida y el de acogida. Existe también una migración económica, fruto de la reestructuración de los países que integraban el antiguo bloque comunista. En algunos casos este tipo de migraciones ha sido controlado a base de contratos de trabajo negociados, como sucede con la agricultura holandesa, que emplea trabajadores inmigrantes para la recogida de tulipanes. Hay, por último, un tipo de emigración política, nada controlable y producto del clima de degradación que sufren ciertos países, que afecta fundamentalmente a la ex URSS y a la ex Yugoslavia.Ante el incremento de esta fuente de inmigración, los países europeos han reaccionado adoptando una serie de actitudes que caracterizan el deseo de controlar el movimiento de personas procedentes del Este: la concertación, la cooperación y el arbitraje con el Sur. Por medio de la concertación se intenta coordinar la lucha contra la inmigración clandestina Este-Oeste y armonizar las políticas migratorias de los distintos países afectados. A su vez, los países europeos del Oeste han puesto en marcha programas de cooperación regional bi y multilateral con los países de salida, como el Programa Copérnico, que gestiona los cambios interuniversitarios para luchar contra el éxodo de cerebros.Los países receptores tratan, por último, de llevar a cabo el arbitraje entre el Este y el Sur. Difícilmente puede mantener Europa una cierta apertura hacia los inmigrantes del Este a la vez que adopta posiciones rígidas de control con respecto a los países del Sur en virtud de los acuerdos suscritos en 1985 en Schengen. Existe, sin embargo, una mayor disponibilidad para acoger a las poblaciones del Este por ser también mayores sus posibilidades de integración: poseen un nivel de formación semejante, están acostumbradas a una gran disciplina en el trabajo y no hay tantas posibilidades de que nazcan resentimientos por contenciosos históricos, como sucedió en Francia con los argelinos.Una serie de elementos hacen pensar que los potenciales migratorios del antiguo bloque comunista son considerables, aún a pesar de las limitaciones impuestas en los países de salida (lentitud y complejidad de los trámites, coste del pasaporte, no convertibilidad del rublo, insuficiencia de medios de transporte individuales, control del proceso por parte del KGB...), y aún a pesar de las circunstancias que concurren en los países de llegada, con una capacidad de acogida limitada y afectados por la crisis económica y altos índices de paro. Sin embargo, se da en el Este una necesidad de formación de técnicos capaces de llenar los vacíos de la estructura profesional y necesarios para la creación del tejido económico, que previsiblemente tendrán que incorporarse a los circuitos de aprendizaje concentrados en Occidente y, sobre todo, en Europa, por su mayor proximidad geográfica y cultural.La posibilidad de que se produzcan nuevos éxodos políticos no es, por otra parte, descartase, sobre todo en los países mosaico, como la ex Yugoslavia o la ex URSS, donde la penuria crónica, las tensiones nacionalistas y la voluntad de emancipación de las repúblicas periféricas se combinan empañando el futuro. Tampoco es descartable la posibilidad de continuidad de migraciones étnicas de comunidades que tienen lazos firmes o relaciones establecidas con el Oeste. El retraso económico de los países del Este empuja a su vez a la salida: la creación de un tejido económico más productivo puede contribuir a expulsar a cantidades importantes de población.No hay que olvidar, por último, el potencial demográfico: los cuatrocientos millones de habitantes de la vieja Europa sovietizada tienen un dinamismo mayor que los de la Europa del Oeste aún cuando, a diferencia de lo que se observa en los países del Sur, la situación demográfica de los primeros no parece adecuada para engendrar por sí sola una presión estructural a la salida. Sí puede invitar a ella el factor histórico en países como Polonia o la ex Yugoslavia, que han sido tradicionalmente países de emigración y tienen establecidos vínculos importantes con el exterior. La diáspora polaca que vive fuera del territorio nacional comprende unos diez millones de personas establecidas en los países más desarrollados del mundo occidental. La existencia de esta red podría jugar un papel de reclamo nada desdeñable.