Busqueda de contenidos
obra
Aunque corta, la vida de Domenico Fetti fue muy intensa en lo artístico. Discípulo de L. Cardi y protegido por el cardenal Gonzaga, trabajó para él en Mantua (1614), sufriendo la influencia del exuberante colorido de las pinturas que allí había pintado Rubens. Más que en las grandes composiciones, su vena lírica e intimista se revela en los pequeños cuadros, como en los que la serie sobre las Parábolas, donde puso de manifiesto su inclinación narrativa junto a unos valores esencialmente cromáticos con improvisados juegos de luces.
obra
Si en el caso de los otros dos grabados que suelen asociarse con la Melancolía I, el Caballero, la Muerte y el Diablo y San Jerónimo en su celda, veíamos que cada uno se correspondía con una virtud, en este caso tenemos la representación de la virtud intelectual. Melancolía I significa la vida del genio profano en el mundo racional e imaginario de la ciencia y el arte. El Caballero... y San Jerónimo son dos vías diferentes de conseguir lo mismo. Pero Melancolía y San Jerónimo representan dos aspiraciones antitéticas. Se suele considerar que estos dos grabados son pareja, puesto que la abundancia de elementos opuestos casi como en un espejo es sorprendente. Melancolía es una mujer, sentada en un banco de piedra, en lo que parece un edificio inacabado. El lugar es frío y solitario, cerca del mar, en mitad de la noche (por un lado tenemos la sombra que proyecta la luna sobre los objetos, y por otro el brillo de un cometa encerrado en un arco iris lunar). A Melancolía le acompañan un angelote tristón y un perro famélico dormido a sus pies. También Melancolía está absorta, pero no en un trabajo sino en un estado de inactividad completa. Es indiferente a su aspecto descuidado, al cabello despeinado. Apoya la cabeza en el puño mientras que la otra ase mecánicamente un compás y reposa sobre un libro cerrado. Sus enormes ojos están abiertos y fijos, con expresión sombría. El estado espiritual atormentado de la mujer se traduce también en los objetos desordenados que la rodean: sobre el muro hay una balanza, un reloj de arena, una campana y un cuadro mágico con números. Al lado, la escalera apoyada en la pared sugiere los trabajos recién abandonados. En el suelo hay herramientas de carpintería y arquitectura, un tintero, una pluma y dos objetos simbólicos: una esfera de madera torneada y un poliedro de piedra. Resulta evidente que cada objeto es un símbolo deliberadamente amontonado junto a los otros, por lo que el autor nos plantea una lectura bastante compleja. Sería arduo tratar de analizar en profundidad todos los elementos y la lectura final de la alegoría, por lo que trataremos de repasar los más importantes y trascendentes en la historia del arte. Melancolía no era un estado depresivo, pasajero en el ser humano, tal como se la entiende hoy día. Desde la Antigüedad hasta la época de Durero, Melancolía era uno de los cuatro humores del hombre. Cada humor se asocia a uno de los cuatro elementos, de las cuatro estaciones, las cuatro edades del hombre, los cuatro vientos, los cuatro puntos cardinales y las cuatro fases del mundo. Melancolía era el peor considerado de los cuatro humores y se asociaba a la tierra, la sequedad, el frío, el viento Boreal, el otoño, la tarde y la edad de los sesenta en el hombre. Los hombres de constitución melancólica poseían una constitución física diferente de los otros humores, lo que afectaba a su color de piel (terroso), cabellos, ojos, a su vulnerabilidad ante ciertas enfermedades (mentales, la locura principalmente) y por unas características morales e intelectuales. Así, cualquier alteración del humor melancólico provocaba la locura. Incluso en ausencia de una patología declarada, los melancólicos pasaban por ser gente desdichada y descontenta, malhumorados y sombríos. De los melancólicos se decía que eran malvados, avaros, mentirosos, olvidadizos, apáticos y con tendencia al estudio en soledad. Antes de la Melancolía de Durero, esta alegoría sólo aparecía en tratados de Medicina y almanaques (por su relación con las cuatro estaciones). Se consideraba una enfermedad y se proponían como remedios la música, los azotes, las plantas acuáticas... Así, Melancolía aparece coronada por hojas de ranúnculos y lotos, para combatir su carácter. La Melancolía se asociaba a uno de los siete pecados capitales, la Pereza. Pero Durero cambia la Pereza por la inactividad, no por desidia sino por otros motivos. Está sumida en una intensa actividad intelectual, totalmente estéril. No continúa su trabajo por pereza sino porque le parece que no tiene sentido. Es la inteligencia la que paraliza su energía. El hecho de su superioridad intelectual se traduce en las alas que adornan su espalda, símbolo de la imaginación y la creatividad. Los diferentes objetos que la rodean son los atributos de la Geometría, que era la síntesis de las Artes Liberales, propias de los aristócratas, y las Artes Mecánicas, de los artesanos y villanos. Durero, de este modo, intelectualiza la Melancolía y la asocia al Arte. Lo que está tratando de conseguir es identificar al artista con un carácter melancólico, dotado de ciertos rasgos que le hacen único y genial, puesto la Melancolía se asocia con Saturno. Saturno es el planeta de los creadores. Su influencia es terrible sobre el ánimo de los melancólicos, por lo que han de protegerse con talismanes astrológicos: la mala influencia se aprecia en el cometa, un fenómeno maléfico. La protección está en el cuadro mágico, conocido como la "mesa de Júpiter", cuyas cifras leídas en cualquier sentido suman 34. Además, incluyen las cifras de la muerte de la madre de Durero, que afectó mucho al artista (ocurrió el mismo año de 1514). En fin, los símbolos y los significados van mucho más allá de lo que razonablemente podemos incluir en esta descripción y sólo puede decirse que Durero realizó un auténtico manifiesto lleno de modernidad en la constitución del artista, tal y como hoy lo conocemos. Las características del artista como genio, atormentado por la creatividad, sometido a sus impulsos, huraño, solitario, etc., las acuñaron artistas renacentistas como Durero, que contribuyeron a crear un mito tan artificial como efectivo, puesto que se ha mantenido hasta nuestros días.
contexto
Las islas de Melanesia se hallan en el Pacífico oriental. Nueva Guinea, Nueva Bretaña y el archipiélago de las Bismarck, las Salomón y las islas de Santa Cruz, Vanuatu (antes Nuevas Hébridas) y Nueva Caledonia. Fidji y Tonga a veces son encuadradas en Melanesia, aunque para otros autores corresponden a la Polinesia. Todas estas islas y conjuntos de islas se encuentran en la plataforma continental australiana. Algunas son meros atolones coralinos, pero por lo general se trata de islas mayores que la polinésicas. Se puede afirmar que en sus selvas y montañas viven -o lo han hecho hasta muy poco- los últimos pueblos del globo que no han tenido ningún contacto con la civilización europea. Si bien hace unos años la administración de Melanesia se hallaba repartida entre varios países, en la actualidad la mayor parte de estos territorios han logrado la independencia. Papuasia y Nueva Guinea son un estado independiente, incluidos en el seno de la Commonwealth, desde 1975. En 1978 las Salomón abandonaron la dependencia británica, al igual que las Nuevas Hébridas, independientes de Francia desde 1980. No obstante, Melanesia mantiene una cierta unidad étnica. Sus gentes son de cabellos encrespados y piel oscura, y sus lenguas son claramente diferenciadas de las demás. Las tribus son reducidas y a menudo se hallan aisladas del exterior. Excepto en Nueva Caledonia, no existen jefes ni consejos de ancianos. A pesar de esta unidad, los melanesios no son los únicos habitantes de estas islas. Los primeros habitantes debieron llegar hace unos 20.000 años, llegados desde el oriente asiático hasta Nueva Guinea, desde donde se extendieron. Polinesios, micronesios, europeos y chinos fueron llegando con el paso del tiempo, dando lugar a pueblos de aspectos muy diversos. Como regla general, los pobladores de las costas son más altos y tienen rasgos más finos que los habitantes de las montañas, fisiológicamente de tipo negroide, más bajos y robustos. Su alimentación se basa casi exclusivamente en taro y boniatos, siendo el pescado sólo consumido por los pueblos de la costa. La cría de cerdos es una costumbre muy extendida, si bien sólo se sacrifican y consumen en fiestas y celebraciones. Además, las mujeres, en algunas tribus, no pueden consumirlo. Las Nuevas Hébridas fueron descubiertas para los occidentales por Cook en 1774, aunque hasta el siglo XIX no se abrieron al tráfico comercial, siendo importantes para el tráfico de la copra. Las Salomón fueron asoladas durante mucho tiempo por traficantes esclavistas, que llevaban a sus cautivos a trabajar forzados en las plantaciones de Queensland. Después fueron explotados su oro, perlas y huevos de tortuga. Nueva Caledonia fue utilizada por Francia como isla penitenciaría, aunque luego comenzaron a ser explotados sus minerales: hiero, níquel, cromo, manganeso, oro y cromo. Las incursiones en busca de mano de obra hicieron descender rápidamente las poblaciones de Nuevas Hébridas y las Salomón. Además, las enfermedades importadas por los europeos (sarampión, tosferina, tuberculosis, venéreas y gripe) se sumaron a la malaria y la disentería, causando gran mortandad. Los pueblos melanesios causaron honda impresión en los viajeros europeos. Las opiniones, como en otros casos de América, África y la misma Oceanía, oscilaron entre la admiración hacia el bucolismo de la vida natural y el desprecio por lo que consideraban una forma de vida bárbara y salvaje. Se ha destacado con mucha frecuencia rasgos como la fuerte belicosidad de estos pueblos y la práctica del canibalismo. El contacto con los europeos ha sido, no obstante, traumático. Uno de los mejores ejemplos de este proceso es el llamado culto cargo, muy extendido por todas las islas.
acepcion
Figurillas de Nueva Irlanda, en Melanesia. Aparecen talladas en frisos y decoradas ricamente con calado y pintura. Representan formas humanas o animales y recibían un determinado culto.
obra
Aunque se desconoce su origen, la obra pertenecía a la colección real española y se hallaba en el Palacio del Buen Retiro ya en 1701. Formaba posiblemente pareja con otra obra, una "Danza en honor de Príapo", hoy en Brasil. Evoca un fragmento del mito que narra la caza del jabalí de Calidón, enviado por la diosa Diana, por Meleagro, príncipe etolio, y Atalanta, quien había sido abandonada y criada por unos cazadores. Se sitúa a finales de los años treinta, antes de su marcha a París. Sin embargo, la composición, tan compleja, en un estilo que Poussin ya había desechado desde sus primeras Batallas, dificulta su atribución.
obra
Las pinturas de temática mitológica alcanzaron gran éxito durante el Barroco, especialmente en España aunque los pintores del país no realizaron este tipo de escenas, que se encargaban a artistas extranjeros, preferentemente flamencos debido a la estrecha relación entre España y Flandes, propiedad del mismo monarca. Así pues, Jordaens va a realizar un buen número de lienzos mitológicos destinados a decorar las salas de los palacios madrileños. Este cuadro recoge un momento de la historia de Atalanta y Meleagro. Ambos habían cazado juntos el jabalí de Calcedonia. Meleagro entregó a la joven la cabeza y la piel del animal, lo que provocó la envidia de los demás cazadores. Es la causa por la que dos figuras de la derecha intentan arrebatar la pieza, mientras que en la izquierda se acerca un grupo amenazante. El joven héroe hace ademán de empuñar su espada, mientras Atalanta le frena con su mano derecha. Las figuras se sitúan en primer plano, muy cercanas al espectador, que parece participar del revuelo. La luz ilumina plenamente a los dos protagonistas, dejando algunas zonas en sombra y poniendo así de manifiesto su afición por los recursos tenebristas. Pero, sin duda, son las expresiones lo que más impresiona, esos gestos temibles frente a la serenidad de la pareja. Los escorzos son un recurso típico de la escuela de Rubens que otorga mayor dinamismo y violencia a la composición. Esas figuras escorzadas traen a la memoria a Miguel Angel, con sus anatomías perfectas, musculosas. El colorido vibrante que empleó Jordaens también lo sitúa en la estela de su maestro.
Personaje
Pintor
Aunque nacido en Nápoles, Meléndez desarrolló su producción en Madrid y muy pocas obras suyas pueden localizarse fuera de España. Se dedicó casi en exclusiva al bodegón, género típico del Barroco. Sus modelos suelen ser franceses, lo cual motivó que se le apodara el "Chardin español". El grueso de su producción se encuentra en el Museo del Prado. Fuera de España, las únicas obras en museos extranjeros son un bodegón de la National Gallery y un curioso autorretrato que cuelga en la somera sala de pintura española del Museo Nacional del Louvre.