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La Europa mediterránea, donde perviven hasta comienzos del segundo milenio el uso de las tumbas colectivas, la existencia de asentamientos fortificados, y se documentan relaciones de intercambio regionales, continúa su evolución social, pudiéndose anotar unas notables diferencias entre su zona oriental y occidental y, a la vez, entre las distintas áreas de ambas zonas. En el sureste de la Península Ibérica encontramos el grupo más conocido y de más personalidad de todo el mediterráneo occidental, El Argar, que ocupaba el territorio del grupo de Los Millares. El cambio más significativo, desde el punto de vista funerario, es la adopción de un ritual individual o familiar en sentido nuclear, es decir, tumbas conteniendo 2 ó 3 individuos, femenino y masculino; femenino/masculino adultos e infantiles o juveniles, esto último menos frecuente. Las inhumaciones, sucesivas o a veces simultáneas, se realizan en tumbas con una tipología variada: fosas, cistas o cajas de piedra, y urnas o grandes vasijas de cerámica, éstas mayoritariamente usadas para enterramientos infantiles y juveniles, todas siempre en el interior de los hábitats, bajo el piso de las viviendas. Las tumbas muestran unas diferencias notables en los niveles de riqueza y variedad de los ajuares. Esa variedad tiene una doble significación, vertical, interpretada como diferenciación social, y horizontal, que indicaría diferencias sexuales y de división social del trabajo. El estudio realizado por Lull y Estévez les lleva a proponer cinco niveles de diferenciación social estratificados, fundamentados en cálculos del valor adscrito a los objetos que integran los ajuares: un primer nivel, en números reducidos, con más hombres que mujeres y ajuares con alabardas, diademas, espadas en metal, presencia de objetos de oro y algunos tipos de vasijas específicos; un segundo, más numeroso, con adornos de plata (anillos, pulseras, aretes, etc.), vasijas y algún puñal o punzón metálico, mayoritariamente mujeres e infantiles; un tercero, más amplio, con puñales y punzones metálicos y presencia de cerámica o no para mujeres, y puñal o hacha también con o sin cerámica para los hombres; el cuarto, con un solo objeto metálico o un vaso cerámico, tanto para inhumaciones femeninas como masculinas, y la quinta, tumbas sin ajuar alguno, también de ambos sexos y sobre todo infantiles. A estos niveles se les otorga, de forma hipotética, un valor de estructuración social, a partir de la asignación de clase dominante para las dos primeras categorías, siendo los masculinos del primer nivel los dirigentes y las mujeres y niños del segundo las familias de éstos. Los individuos del tercer grupo serían miembros de pleno derecho de la sociedad argárica, mientras que a los miembros del cuarto nivel podrían considerarse siervos, y a los de la última, esclavos, de origen extranjero o cautivos. Se trata de una propuesta de organización dividida en clases sociales, a las que corresponden diferentes niveles de accesibilidad a los recursos y con funciones sociales bien definidas. La pertenencia a las clases se obtiene por nacimiento, por lo que las desigualdades están institucionalizadas y son hereditarias. Todo ello lleva a los autores a proponer que la organización de la sociedad argárica era estatal. Por otro lado y desde otra perspectiva, relacionada con la distribución de los asentamientos en la zona considerada nuclear de este grupo, el Bajo Almanzora, Schubart y Arteaga llegan a un planteamiento similar, considerando que el grupo argárico es una sociedad que tiene un comportamiento territorial propio de un estado. El núcleo central o capitalidad se asigna al asentamiento de El Argar, del que dependen jerárquicamente otros como el de Fuente Álamo. Además, el conocimiento microespacial del asentamiento de Fuente Álamo demuestra una organización interna que sitúa en la parte más alta del poblado o acrópolis, amurallada, una serie de estructuras destinadas al almacenamiento de bienes subsistenciales y críticos y quizás de otros tiempos, con la certeza de estructuras domésticas y tumbas de gran riqueza que hablan de un segmento social situado de forma privilegiada y controlando posibles excedentes productivos o materias primas y productos escasos o de significaciónn especial. En los casos de los asentamientos de estas mismas fechas en La Mancha, País Valenciano o Sistema Ibérico aragonés, son poblados amurallados con estructuras tipo torres y bastiones, en las zonas centrales y más destacadas de los asentamientos, similares a los casos insulares de las Nuragas y Torres de Córcega y Cerdeña. En algunos se ha comprobado en el interior de estas estructuras funciones de almacenamiento y producción centralizada, pero entre las que no se han establecido diferencias apreciables entre los diferentes asentamientos, ni distintos niveles sociales entre los miembros de las comunidades que los habitan, apreciables en el registro funerario, muy escaso y poco expresivo en este sentido, por lo que se ha sugerido una centralización más comunal que individual. Otros autores que se han ocupado de la zona del sureste de la Península Ibérica, Mathers, Chapman, Ramos, etc., comparten esta opinión, que plantea que la documentación no autoriza a hablar del Estado, sino de niveles de jerarquía que podrían clasificarse como jefaturas, al igual que el resto de las sociedades del segundo milenio de buena parte de Europa, donde aparecen otras comunidades con tumbas de mayor riqueza que las de El Argar. Para Chapman, siguiendo a Renfrew, las diferencias entre el Mediterráneo occidental y el Egeo estriban en que para la formación del Estado es necesario un proceso de intensificación sostenida y continua que sólo tiene ocasión en muy raros casos y lugares, sin una continuada innovación de carácter tecnológico, presente en el Egeo y no detectada en El Argar.
obra
En principio esta genial escultura fue titulada Le Pensée: "Mi idea al esculpirla, era crear una figura joven, luminosa y noble. ¿No es todo esto el espíritu mediterráneo?...". Sin embargo, Maillol no parte de una idea que quiera expresar en un material, parte del material mismo y paulatinamente se le va descubriendo la belleza que reside en la armonía y en el equilibrio de los gestos. Este prototipo femenino influye notablemente en la escultura noucentista catalana. Para André Gide nada significaba, era "una obra silenciosa sin otra preocupación que la manifestación de la belleza; sin pensamiento ni pasión que la atormente, simple belleza de planos, líneas, forma idealizada -que no quiere decir espiritualizada sino simplificada".
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En la zona adriática se desarrollan diferentes grupos culturales, todos ellos derivados del horizonte de cerámicas impresas, mostrando una evolución lineal que constituirá la característica específica de la zona. La diferenciación de los grupos culturales asociados a la evolución cronológica, se realiza en función de las producciones cerámicas, dada la progresiva evolución de las técnicas decorativas y morfológicas. En las regiones costeras se distingue el grupo Danilo, mientras que en la zona de Bosnia el grupo de Kakans, aunque la proximidad de registro empírico permite su asociación en algunos sectores. Posteriormente, la primera evoluciona hacia la cultura Hvar-Lisicici, mientras que la segunda forma la cultura Butmir. El hábitat presenta unas características similares, dando los asentamientos tanto en cueva como al aire libre. Estos últimos están caracterizados por una continuidad del hábitat semiexcavado, aunque en los periodos recientes no faltan las estructuras complejas construidas en superficie. En Italia meridional y en Sicilia, a pesar de la diversificación de los grupos, se observa una continuidad con el horizonte antiguo observado tanto en los patrones de asentamiento como en la persistencia de los poblados atrincherados. Se observa, no obstante, variaciones en la cultura material con la introducción de cerámicas pintadas de progresiva complejidad decorativa. La evolución parece marcada por la aparición de pequeños grupos (Ripoli en la zona de los Abruzzos, cultura de Dasso en la zona del Lacio) caracterizados a nivel general por un desarrollo de la economía de agricultura y ganadería, y un hábitat poco significativo, bien al aire libre (grupo de Ripoli, con el yacimiento epónimo caracterizado por cabañas circulares excavadas en el subsuelo) o en cuevas (Dasso). Posteriormente, se produce la evolución de estos grupos hacia la aparición de zonas culturales más amplias como la de Serra d'Alto, que se desarrolla desde el sur hasta el centro de Italia. Está caracterizada por un hábitat semiexcavado de planta circular y sepulturas bajo los mismos hábitats o en zonas aisladas. La cerámica presenta unas formas simples decoradas con pinturas a base de motivos geométricos. La fase más evolucionada del sur de Italia es la del grupo de Diana, que ocupa los Abruzzos y parte de Umbría, aunque su desarrollo más importante se produce en las islas meridionales. En el norte de Italia se desarrolla una propia evolución, desligada de los centros de los Balcanes, pero paralelizable y en relación con la evolución de las regiones próximas, como los valles suizos y las regiones meridionales de Francia. Así, en continuidad con la cultura de Fiorano se desarrolla la cultura de los vasos de Boca Cuadrada, que comprende una extensión en el área ligur y norte de Yugoslavia. Recientemente, se ha establecido la diferenciación a base de la tipología de la cerámica de tres fases de valor cronológico: la de mayor antigüedad, Quinzano, caracterizada por la existencia de recipientes de boca cuadrada y decoración incisa; la fase media o de Rivoli-Chiozza, con cuencos de boca cuadrada y decoración excisa; y la reciente o de Rivoli Castelnuovo, con influencias en el horizonte posterior, de Lagozza. El hábitat puede ser en cuevas o al aire libre, donde se atestiguan cabañas circulares con pasillos de acceso y sepulturas en fosa, en la que el difunto se sitúa en posición encogida. Más reciente es el desarrollo de la cultura de Lagozza, caracterizada por unas producciones cerámicas lisas. Los hábitats son al aire libre o en cuevas, destacando entre los primeros los situados en los bordes de los lagos prealpinos. Este grupo cultural se desarrolla en la parte más septentrional de la península itálica (Liguria, Lombardía) y presenta unas producciones cerámicas que han permitido su relación con los grupos culturales de otras regiones de Europa coetáneos, como el Chassey, Cortaillod y, probablemente, Michelsberg. Este periodo, que cubre la segunda mitad del IV milenio, se halla representado en Francia meridional por la cultura Chassey, cuyo proceso de formación se realiza en la propia región meridional francesa y que conocerá una expansión geográfica que llegará a cubrir la casi totalidad del actual estado francés (valle del Ródano, Alpes, Macizo Central, cuenca de París, Aquitania). La expansión de las manifestaciones culturales chasenses en las zonas septentrionales ha dado lugar a la diferenciación de un Chasense Meridional, del Chasense de la Cuenca Parisiense y del Chasense del Oeste. El proceso de formación se realiza a partir de la propia evolución de los grupos del Neolítico Antiguo (Montboló, Bize, Fontbregua), con un proceso de tipo multinuclear y cuya explicación se halla en el desarrollo de la estructura socioeconómica de las comunidades neolíticas. La cultura chasense es observada actualmente como una vasta entidad homogeneizada en función de las producciones cerámicas, pero en cuyo seno se observan variaciones regionales significativas, fruto de un desarrollo marcado por tres características. La primera es la existencia de una economía de subsistencia de tipo local, a partir de un desarrollo de la explotación de la ganadería y la agricultura; la segunda son las relaciones de complementariedad territorial de tipo regional, y la tercera, un marco de intercambios y circulación de materias primas de tipo macrorregional. El hábitat está caracterizado por su situación al aire libre, preferente en los valles de tierras de explotación agrícola fácil y presenta una superficie extensa (St. Michel de Touch cerca de Toulose, tiene varias hectáreas) y una estructura caracterizada por empalizadas y fosos que rodean la propia área de habitación, donde las construcciones son mal conocidas debido a la conservación preferencial de las estructuras excavadas (hogares y silos). A pesar de la parquedad en los estudios se admite un desarrollo agrícola, observado no tanto en las propias variaciones de prácticas y variedades cultivadas respecto al periodo anterior, sino por su incremento atestiguado esencialmente por los análisis antracológicos y polínicos que reflejan una mayor antropización del medio. Las prácticas pastoriles se verían incrementadas, en esta zona meridional, con la explotación del cerdo doméstico y, sobre todo, por la reducción de las aportaciones de la caza. El final del Chasense se observa como la disolución de las relaciones económicas en beneficio de entidades espaciales más reducidas.
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En el extremo occidental del Mediterráneo encontramos los casos del sureste de la Península Ibérica o la fachada sur de la costa atlántica portuguesa, donde Chapman ha propuesto una colonización agrícola a lo largo del tercer milenio. En la segunda mitad del tercer milenio encontramos en ambas zonas poblados fuertemente amurallados como Los Millares, Almizareque, Cabezo del Plomo, el Malagón o el Cerro de la Virgen, para el sudeste, o Vilanova de San Pedro, Zambujal, Monte da Tumba, Pedra do Ouro o Rotura, para el territorio portugués. Los tamaños son muy similares entre unos y otros, si exceptuamos el caso de Los Millares que alcanzaría las 5 hectáreas o el de El Malagón (Granada), con una información insuficiente para una valoración adecuada de su extensión real. En cuanto a los habitantes, se ha calculado que existe una gran diferencia entre los más pequeños, que no llegarían a los 100 habitantes, o las aglomeraciones como Los Millares, con más de 1.000 habitantes, mientras que en Portugal ninguno alcanzaría estas cifras, si exceptuamos un caso anormal, el de Ferreira do Alentejo, que presenta una superficie ocupada de más de 50 hectáreas, con una insuficiente documentación de difícil valoración, siendo lo normal aquellos asentamientos con superficies ocupadas de menos de 0,1 hectárea y menos de 100 habitantes, y los que ocupando entre 1 y 5 podrían llegar a tener entre 150 y 300 habitantes. Estos parámetros han servido para plantear, junto a la aparición de murallas o ciertas especializaciones artesanales, una jerarquización de los asentamientos de estas zonas. Un fenómeno similar puede seguirse en el sur de Francia, donde los hábitats algo más densos de finales del cuarto milenio del grupo Chassey dan paso a una expansión poblacional a lo largo del tercer milenio, alcanzándose el "plateau des pasteurs", donde se documentan poblados fortificados en Le Lebous o B. Boussargues, en un proceso de jerarquización entre asentamientos parecidos al del sudeste o Portugal, que va acompañado por la presencia de los primeros objetos metálicos y otros signos de un intercambio activo. Por último, la península italiana revela una acusada diferenciación entre la zona norte, más unida al continente, donde no se observa dato alguno que pueda permitir plantear una jerarquización de asentamientos, mientras que en el centro y sur existen algunos asentamientos fortificados como Tufariello, con una necrópolis que refleja diferencias en los niveles de riqueza de sus ajuares, pero una auténtica jerarquización entre asentamientos no se establecerá hasta etapas muy posteriores. Durante el II milenio, en las costas mediterráneas occidentales, el proceso iniciado en el sur de Francia con la colonización agrícola de las tierras interiores y el surgimiento de poblados amurallados, similares a los del sureste de la Península Ibérica, indicaban un comienzo de jerarquización que queda interrumpido durante el segundo milenio, según Chapman, según la documentación que se posee. Algo parecido ocurre con el norte y centro de la península italiana, aunque aquí la presencia de poblados fortificados anteriores al segundo milenio estaba mal atestiguada. Por el contrario, en el sur es durante la segunda mitad del milenio cuando se documentan poblados fortificados, lo que se ha puesto en relación con la presencia de importaciones de objetos micénicos, que a través del comercio impulsarían una complejidad social y una jerarquización visible en el surgimiento de estos poblados amurallados, como mantiene Smith. Recientes e intensas prospecciones han documentado signos territoriales de concentración demográfica y aparición de estratificación social en Etruria, ya a finales del segundo y principios del primer milenio, que Chapman ha relacionado con el registro suministrado por las necrópolis del grupo vilanoviano. No hay ninguna duda de que la zona donde el proceso iniciado con anterioridad alcanza su mayor grado de complejidad es en el sureste de la Península Ibérica. El área de El Argar se solapa con el territorio donde se desarrolló el grupo de Los Millares. El espacio ocupado por El Argar se ha estimado en unos 45.000 kilómetros cuadrados, según Chapman, con poblados de una extensión comprendida entre las 3,5 hectáreas de la Bastida de Totana (Murcia) y 0,13 del Picacho de Oria, con una superficie media ocupada de 1,5 hectáreas por asentamiento de los 21 computados. Esto equivale a una estimación de habitantes que se sitúa entre 40 y 1.200, lo que arrojaría densidades medias de población de 3,13 hab./km2, en estimación de Chapman. Estas estimaciones son sólo una aproximación, ya que faltan por computar muchos asentamientos detectados en recientes prospecciones superficiales o excavaciones recientes, no suficientemente publicadas. Es visible una diferencia apreciable entre los tamaños de estos poblados, que queda más evidente cuando se hace referencia a la estructuración de algunos de ellos, con áreas centrales o acrópolis amuralladas y evidencias de una centralización del control de productos subsistenciales o críticos en graneros, cisternas para agua, y edificios de funciones consideradas especiales. A ello hay que unir los niveles de riqueza muy diferenciados de las sepulturas de las acrópolis, con relación a los del resto del poblado, circunstancia evidenciada en Fuente Álamo (Almería) o Cerro de la Encina (Monachil, Granada), entre otros poblados. También puede destacarse, aunque con un elevado grado de inseguridad, un crecimiento demográfico, afirmación apoyada en la mayor densidad de habitantes por poblado, lo que ha hecho afirmar a Lull que existe una expansión del poblamiento argárico a zonas no ocupadas con anterioridad, afirmaciones no concordantes con el nivel de registro actual, aunque sí pueden observarse cambios en los sistemas de ocupación del territorio entre el tercer y segundo milenios, constatado por Mathers, por lo que los cambios se orientan más a causas derivadas de la organización social y los subsiguientes sistemas de explotación que hacia otras razones, como la presión demográfica. En zonas próximas al Sureste, campiñas jienenses del Alto Guadalquivir, se ha propuesto un modelo de ocupación territorial con una estructura que ha permitido a Nocete leer este registro como la expresión territorial de una organización política estatal. En él encontramos desde grandes centros amurallados, que ocupan un lugar destacado y centralizan diferentes tipos de asentamientos más pequeños, unos establecidos en lugares estratégicos amurallados, considerados como especializados en la coerción, y otros como poblados de distintos tamaños, situados en las zonas llanas, no amurallados y dedicados a la producción agrícola. Este territorio queda delimitado por un sistema de organización espacial que incluye una auténtica frontera. Esa estructura territorial se interpreta, desde la teoría materialista histórica, como un territorio político de corte estatal, interpretación que creemos ha de ser considerada hipotética a falta de una mejor contrastación del registro arqueológico. El desarrollo de este sistema se considera la culminación, a comienzos del segundo milenio, de un proceso social iniciado ya en el cuarto milenio. En otras zonas de la Península Ibérica, La Mancha y el País Valenciano, se conoce un número importante de asentamientos que han permitido establecer los sistemas de ocupación de esas zonas. En La Mancha, el poblamiento se estructura en dos tipos diferentes de asentamientos, las motillas o poblados situados en el llano, constituido por una fortificación turriforme central, en torno a la que se dispone el poblado, y asentamientos de altura, situados en las elevaciones internas o rebordes de La Mancha, también amurallados. Resulta difícil establecer una jerarquización entre estos asentamientos, dado el nivel de excavaciones y las estimaciones de superficies de ocupación todavía tan aproximativa, como señala Chapman. Lo que sí ha sido comprobado es una cierta especialización espacial relacionada con la transformación, la producción y el almacenamiento, ya que en el área central amurallada se efectúan actividades de producción cerámica y metalúrgica y almacenamiento de ganado y cereales, además de un pozo para agua potable, documentado en la Motilla del Azuer (Ciudad Real), datos aportados por Nájera. El contraste con los asentamientos de altura, sin que por ahora se haya constatado producción o almacenamiento centralizados en éstos, estriba en los distintos niveles de riqueza, expresada en la mayor presencia de metalurgia en los ajuares funerarios de las sepulturas de los poblados de altura, y en general una mayor presencia de objetos metálicos en el registro de estos poblados sobre los del llano. Se ha querido establecer una jerarquización entre asentamientos a escala regional, a lo largo del segundo milenio, sin que parezcan existir suficientes elementos para esta suposición. En el área levantina, los poblados conocidos como propios del Bronce Valenciano se sitúan en alturas bien destacadas, en muchos casos con fortificaciones centrales, al igual que los poblados argáricos o manchegos, fenómeno que, a lo largo del milenio, se puede encontrar en las islas Eolias, Nuragas y Torres en Cerdeña y Córcega. Así, estos fenómenos han sido considerados por Lewthwaite consecuencia de economías agrícolas en zonas de alto riesgo medioambiental, que han permitido y estimulado procesos de jerarquización que no fueron capaces de generar los niveles de producción que desembocaron y mantuvieron sociedades estatales, propias del Mediterráneo oriental. En contraposición, Renfrew mantiene que las innovaciones tecnológicas son imprescindibles para permitir unos niveles de intensificación tales que permitieran la aparición del Estado. Desde una óptica materialista será la aparición de la explotación y la institucionalización de las desigualdades a través de las clases sociales, con su expresión territorial, la causa de la aparición del Estado.
acepcion
Es la persona con propiedades para que se manifiesten a través de ella los espíritus o fenómenos paranormales.
acepcion
Pueblo procedente de los montes del noroeste de Irán. Reinaron durante un breve periodo de tiempo hasta que pasaron a formar parte del Imperio persa, en tiempos del rey Ciro.