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La caja que conserva las reliquias de san Juan Bautista y san Pelayo recibe el nombre de Arqueta de las Reliquias. Presenta cuerpo de madera de forma rectangular, con tapa troncopiramidal. Originalmente estuvo chapada en oro con inscripciones, completándose la decoración con 25 placas de marfil representando el Tetramorfos, el Cordero de Dios, serafines, arcángeles o los doce apóstoles. El interior está forrado con tela árabe de seda e inscripciones cúficas.
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Esta tabla posiblemente sea pareja del Mundo antes del Diluvio Universal. Las dos están pintadas en el reverso y pudieran haber formado parte de un conjunto de cuadros dedicados al Diluvio Universal. Desgraciadamente, ambas se encuentran muy deterioradas y han perdido los marcos, por lo que podemos apreciar los bordes sin pintar. Esta imagen nos muestra la desolación y la muerte del mundo tras la inundación del Diluvio, con el Arca de Noé coronando el paisaje, lleno de cadáveres de personas y animales. Del vientre del arca sale una comitiva de animales por parejas, dispuestos a repoblar la faz de la tierra conforme a los designios de Dios en el Antiguo Testamento.
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El estilo de Bassano en su andadura inicial, aunque no acometió grandes decoraciones murales y evitó los temas alegóricos y mitológicos, se decantó hacia un manierismo que, tras su aprendizaje con Bonifacio Veronese, se nutrió de préstamos de Pordenone y de Lotto. Prefirió los temas familiares y devotos por una inclinación al detalle y a lo menudo, como a veces hallamos en Veronés, pero el alargamiento de las figuras llega en ocasiones a patrones cercanos a Parmigianino.
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La devoción a las reliquias tuvo en la península Ibérica un carácter especial a causa de la conquista y de la lucha contra los musulmanes. El descubrimiento, en la diócesis de Iria, de los restos del apóstol Santiago fue interpretado como señal de apoyo sobrenatural a la "reconquista". Esta idea dio cohesión y consolidó las primeras regiones conquistadas, y explica por qué el general omeya Almanzor atacó el santuario levantado sobre dicha tumba. Para albergar estas reliquias, los artesanos medievales construyeron suntuosas piezas, al principio con influencia andalusí, que más adelante evolucionaron hacia un estilo propio, que incorpora modelos románicos. Uno de los mejores ejemplos en este sentido es el Arca de San Felices, pieza expoliada durante la desamortización y de la que se han podido recuperar varias plaquetas, que representan la vida de Cristo y, entre otras escenas, las bodas de Caná.
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Esta obra, atribuida a Giovanni di Balduccio, es paradigmática de un tipo de producción que va a conocer gran auge en Italia durante los últimos años del Duecento y el Trecento: la tumba santa. La posesión de las reliquias de un santo ya canonizado, como sucede en este caso, o de un beato, constituye un foco de atracción de fieles hacia las iglesias, y el fenómeno está documentado a lo largo de toda la Edad Media. La dignificación de los restos venerados pasa habitualmente por la confección de un monumento funerario que se decora con escenas de la leyenda hagiográfica y que preside el lugar de culto.
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El marchante Goupil exigía a Fortuny cada vez más obras debido a los elevados precios que alcanzaban sus cuadros - La vicaría llegó a venderse por 70.000 francos - por lo que el artista ejecutará pequeños trabajos como este arcabucero que contemplamos, siguiendo las normas impuestas por los cuadros de "casacón". La figura se apoya en una pared, vistiendo a la moda dieciochesca, portando una larga espada que destaca por su posición horizontal. Un suave foco de luz baña la figura, centrando su atención en el rostro de aspecto ebrio mientras los ropajes apenas son trabajados, dominando la mancha al dibujo. Algunas zonas de la tabla quedan casi sin pintar mientras que los detalles pasan a un segundo plano, encontrándonos con una obra a medio camino entre los "casacones" y las pinturas libres que el artista gustaba hacer durante su estancia granadina.
fuente
A principios del siglo XVI los ballesteros fueron sustituidos en los ejércitos españoles por arcabuceros, que combatían a pie en los flancos y en torno a los cuerpos de piqueros. Usaban formaciones muy profundas, en filas, dado que el arcabuz era de carga muy lenta (la carga preparada o "cartucho" apareció décadas después). El arcabucero en primera línea disparaba y se desplazaba hasta el final de la cola para cargar, dejando su sitio al siguiente. En principio el arcabucero no llevaba coraza, pero un casco sencillo sí era normal. Su arma era tosca, muy pesada y propensa a fallos, pero podía derribar un enemigo a distancia, por mucha coraza que llevara. Hacia 1530 el sistema más frecuente de encender la pólvora era la llave "de serpentín", pieza metálica lateral y basculante en forma de "S", que sostenía la mecha encendida y al descender producía el disparo. Algo después aparecería la llave "de rueda", que hacía saltar chispas como en un mechero y evitaba la engorrosa necesidad de llevar una mecha siempre encendida; sin embargo, era un sistema delicado y poco fiable en campaña. Hacia 1567 apareció el mosquete, arma similar pero más larga y mucho más pesada, cuyo manejo exigía una horquilla para apoyar el cañón y poder disparar: es el tipo más popularmente asociado a los Tercios.