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George Hamilton Gordon nació en 1784 y durante su juventud viajó a Grecia. Posteriormente se dedicó a la política, participando como ministro en los gobiernos del duque de Wellington y sir Robert Peel, para ser nombrado primer ministro en 1852, dimitiendo del cargo tres años más tarde. Este excelente retrato sería encargado por Peel cuando Hamilton era ministro de Asuntos Exteriores. Lawrence nos presenta al aristócrata en una postura sencilla pero cargada de dignidad, como corresponde a un alto funcionario del Estado, sin ninguna muestra de ostentación y totalmente natural. Sus ojos se convierten en el verdadero centro de atención del retrato, ojos inteligentes y sensatos, dignos de un gran hombre de Estado. Sobre esta obra escribió el "New Monthly Magazine": "aunque no hubiese pintado (Lawrence) ningún retrato... había servido para inmortalizarlo". El maestro no se ha interesado por mostrar las calidades táctiles de los tejidos sino que toda su atención se centra en la cabeza, recortada sobre el cortinaje rojo, empleando el negro atuendo simplemente como acompañamiento. El resultado es un retrato difícilmente superable.
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George Moore había nacido en Irlanda en 1852; a los 25 años se trasladó a París para adquirir formación artística en la Escuela de Bellas Artes y en el estudio de Cabanel. Desilusionado, abandonó la pintura y se dedicó a la literatura, convirtiéndose en un famoso crítico y novelista. Falleció en 1933. Manet y Moore se conocieron al poco tiempo de que llegara el irlandés a la capital francesa, en el café "Nouvelle Athènes". El retrato que contemplamos está sin concluir, desconociéndose el porqué. La figura de Moore se presenta en primer plano, recortada sobre un fondo neutro, destacando a través de la luz su rostro, en el que sobresalen los inteligentes ojos azules. Viste la levita oscura típica de los burgueses parisinos y un corbatín sobre camisa blanca, muy a la moda decimonónica. Una vez más, conviene resaltar la captación psicológica del modelo, característica común a los retratos de Manet. La técnica empleada fue puesta de moda entre los impresionistas por Degas, siendo una de las favoritas de Manet para sus retratos.
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George Moore y Manet se conocieron en 1879 cuando el irlandés llegó a París para formarse en la Escuela de Bellas Artes; al no convencerse de avanzar en su aprendizaje, abandonó la pintura para dedicarse a la literatura y a la crítica artística. Su relación se fraguó en el "Café Nouvelle Athènes", lugar donde está Moore sentado en una mesa y acompañado de la inseparable copa. En este óleo Manet demuestra seguridad y firmeza en sus trazos, creando una composición de gran belleza y soberbia maestría a pesar de tratarse de un estudio preparatorio. Del mismo Moore también realizó un retrato de busto al pastel.
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El primer duque de Buckingham, George Villiers, fue una de las figuras más relevantes de la Inglaterra del siglo XVII. Favorito del rey Jacobo I, continuó ocupando el cargo de primer ministro con Carlos I. Rubens y el duque se encontraron por primera vez en mayo de 1625 en París, con motivo de la boda por poderes entre la princesa Enriqueta María y el rey Carlos I. El pintor estaba dando los últimos retoques a la serie de María de Medicis y durante las tres semanas que el duque permaneció en la corte francesa encargó este retrato ecuestre.Antes de realizar el lienzo definitivo -el primer retrato ecuestre que llegaba a Inglaterra y que por desgracia fue destruido en un incendio en 1949- Rubens pintó varios "modelli" tanto del rostro como de la composición definitiva, donde podemos hacernos cargo de la monumentalidad del trabajo final. El duque aparece con el caballo en corveta -difícil ejercicio hípico que simboliza el control del poder- vestido con armadura de ceremonia, capa roja ondeando al viento y portando en su mano derecha el bastón de general. Al fondo podemos observar una flota y en primer plano a Neptuno, dios del mar, y una nereida. La razón de la presencia de estas figuras y de los barcos estaría motivada por el reciente nombramiento de Buckingham como almirante de la flota. Sobre el duque encontramos la figura de la Gloria que le cubre de flores y hace soplar un viento favorable.La postura del caballo será repetida por el maestro flamenco en los retratos ecuestres de Felipe IV y el cardenal-infante don Fernando. Esta fórmula barroca por excelencia será repetida por Van Dyck y Velázquez.Una vez que el retrato fue concluido, se envió por barco a Londres, llegando en 1627. Un año después, el duque era asesinado.