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La gran tradición investigadora arqueológica en la zona meridional francesa ha motivado un intenso debate sobre el proceso de Neolítico en esta región a partir de una documentación rica y, en gran parte, bien estudiada. Como en las anteriores regiones mediterráneas, la posición de los investigadores se divide entre una explicación clásica, que recurre a la llegada de pequeños grupos de inmigrantes portadores de una agricultura y ganadería bien establecida, y unas posiciones más autoctonistas, en las que la introducción de algunos elementos (cerámica, animales domésticos, cereales) no impiden observar una fuerte participación del substrato local de tipo mesolítico, los cuales podrían haber practicado unos primeros ensayos de horticultura. El desarrollo reciente de la investigación ha aportado una mayor información, tanto del estadio preagrícola como propiamente de las primeras culturas agrícolas y su consolidación. Los precedentes mesolíticos se enmarcan en el conjunto tecno-cultural denominado Sauveterriense, que se desarrolla durante las fases Preboreal y Boreal, diferenciándose una fase antigua (entre 8000 y 6500 a.C.) de otra reciente (entre 6500 y 5500 a.C.). Los asentamientos son numerosos en Provenza occidental y central (Bois Sauvage, Frontbregua, Grimari), también en el norte de Italia (Gaban Romagno) y la presencia de algunos elementos en la Provenza oriental y en Liguria. Los aspectos económicos se centran principalmente en la explotación de recursos naturales, siendo la caza el más importante. Se ha hablado en algunos casos de caza selectiva, como, por ejemplo, en el asentamiento de la Montagane (Vaucluse) con el buey salvaje: el nicho ecológico de este yacimiento situado en zona pantanosa, podría explicar esta selección interpretándolo mejor como una estación de caza especializada. La existencia de una ganadería antigua de oveja autóctona ha sido abandonada en los estudios recientes. Así, los ovis de Grimari corresponden a la Capra ibex, y no hay, por tanto, evidencias de una domesticación, si bien en este caso podría tratarse de una caza selectiva de este animal por parte del hombre. La diversificación e intensificación de los recursos explotados se observa por la caza de pájaros, la captura de tortugas y caracoles o la pesca en ríos y estanques. La explotación de recursos vegetales se halla, asimismo, bien documentada. Recientemente, la aparición de macrorrestos vegetales de leguminosas (guisantes, lentejas, arvejas) en los niveles de este horizonte en los abrigos de Fontbregua y de El Abeurador, ha relanzado el debute sobre la recolección intensiva o el cultivo de dichas leguminosas por parte de dichos grupos mesolíticos. Si dichas prácticas productivas se confirman, indicaría la participación activa de estos grupos desde el IX milenio en las formas de transición económica. En continuidad con la tradición lítica anterior se forma otro conjunto, el Castelnoviense, hallado en los yacimientos de Font-des-Pigeons (Chateuneufles-Martigues), de Baume-de-Montclus o en la zona del norte de Italia (Romagno III), con una cronología situable en el VI milenio. Se trata de poblaciones que practican una caza diversificada, sobre todo de explotación de zonas de bosque: jabalí, ciervo, algún équido y un alto consumo de conejos, mientras que la caza de pájaros y tortugas es más esporádica. La presencia de Ovis doméstico en los niveles de la Font-des-Pigeons, provenientes de las antiguas excavaciones ha sido puesta en duda recientemente, tras las nuevas excavaciones de la cavidad, explicándose su presencia bien como resultado de situación estratigráfica inexacta o bien como posible intercambio entre cazadores (Castelnovienses) y poblaciones agrícola-ganaderas (Cardial). Estas mismas hipótesis están siendo también aplicadas a las otras manifestaciones de ovicápridos domésticos con cronologías arcaicas, en la zona meridional de Francia (cuevas de Gazel, Roc-de-Dourgnes). Los arqueozoólogos franceses coinciden unánimemente en considerar a los ovicápridos domésticos como una aportación exterior. En contemporaneidad con el conjunto del Castelnoviense Reciente, y a partir de la primera mitad del VI milenio, aparecen en la zona meridional asentamientos del Neolítico Antiguo Cardial, cuyas formas económicas indican una presencia de agricultura cerealística y ganadería de ovicápridos. La ruptura del registro observada entre Castelnovienses y los asentamientos cardiales, estos últimos mostrando una aparición simultánea de testimonios de producción agro-pastoril, ha supuesto recientemente una mayor inclinación hacia una interpretación, en la que se produce la difusión rápida de innovaciones provenientes de zonas exteriores (Europa balcánica) en algunas áreas precisas de la Provenza o el Languedoc, desde las cuales existe una expansión por medio de una aculturación hacia poblaciones autóctonas (Castelnovienses) o hacia nuevos territorios, poco ocupados hasta ese momento, como el área paduana del norte de Italia, que verá la neolitización en la segunda mitad del V milenio. Los primeros asentamientos con evidencias de una producción agrícola-pastoril se encuadran en el denominado grupo cardial. Este registro material permite, pues, la incorporación en el conjunto denominado franco-ibérico de cerámicas impresas. Las producciones cerámicas están caracterizadas por recipientes globulares, cuencos o jarras con fondo convexo y recipientes con ligero cuello. La decoración se realiza con una distribución por bandas horizontales, de tipo impreso, realizada a menudo por la aplicación de la concha de cardium o de pectunculus alternando con bandas no decoradas. Los asentamientos cardiales de época arcaica tienen una distribución esencialmente costera, ocupando pequeños valles que se adentran hacia el interior, no superando normalmente los 100 kilómetros o en la propia zona costera. A las clásicas ocupaciones en cuevas o abrigos: Abrigo de Font-des-Pigeons, Abrigo de Fontbregua (Alto Var), Grotte Gazel, Abri Jean Clos (Hérault), se ha unido un mejor conocimiento del hábitat al aire libre con asentamientos importantes como Courthezon-le-Baratin (Vaucluse) o Leucate (Hérault). Estos asentamientos presentan unas formas de hábitats sencillas, con cabañas de planta circular (5 m de diámetro), zonas de almacenamiento, hogares, áreas de trabajo, etc. La progresiva constatación de hábitat importante el aire libre corrige la visión tradicional de unos primeros agricultores ocupando esencialmente abrigos y cuevas. La cultura material presenta, además de las producciones cerámicas expuestas, un utillaje lítico de fuerte tendencia de talla laminar y equilibrio tipológico general y un utillaje óseo abundante, formado esencialmente por puntas sobre metápodos de pequeños rumiantes, azagayas, etc. Finalmente, hay que mencionar la constatación de un utillaje en piedra pulimentada. La ganadería mixta (oveja, cabra y buey de origen alóctono) se halla documentada desde los inicios de la ocupación cardial, con la utilización de cuevas y abrigos para la estabulación de rebaños, tipo de ocupación que tendrá una fuerte continuidad en los periodos posteriores. La caza, generalmente en medio forestal, parece ser una actividad estacional especializada, sobre todo en los asentamientos en cueva o abrigos. Ésta se halla menos representada en los asentamientos al aire libre, para los cuales se mantiene la hipótesis de un rol significativo dentro de la producción cerealística. La pesca y la recolección litoral complementan la dieta. La actividad agrícola es conocida desde los inicios de la fase con la aparición de cereales domésticos, cuyo almacenamiento se halla documentado desde los niveles cardiales evolucionados. El análisis carpológico de estas semillas indican que la producción concierne a la cebada y, en menor proporción, al trigo común/compacto; en la ulterior evolución del cardial se documenta una regresión de la cebada en beneficios de los trigos, principalmente el Triticum dicoccum. La evolución de estos grupos, distinguida a partir de la evolución de morfología y decoraciones cerámicas (grupos epicardiales, Montboló) significa la consolidación de las nuevas formas económicas; una de las características más significativas es la expansión de la influencia de estos grupos hacia el interior de Francia. El incremento de la demanda de tierra para el cultivo y zonas de pastoreo, obliga a un alejamiento de las zonas costeras. La influencia de elementos mediterráneos se halla hasta el Alto Loire, llegando hacia el norte hasta los bordes del Atlántico (Medoc, isla de Ré). Los procesos de aculturación en estas tierras del interior son complejos, como lo muestra el caso del conjunto cultural Recaurdiense. Se trata de grupos vinculados a las tradiciones sauveterrienses y tardenosienses, en las cuales se introducen progresivamente los animales domésticos y más tarde las primeras producciones cerámicas que no recuerdan las cardiales.
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En Francia, los puntos más septentrionales son las cuevas de Gouy (Alta Normandía), Croc-Marin (Fontainebleau), Le Cheval de Arcy-sur-Cure (Borgoña), Mayenne-Sciences (Loire) (con la pareja mamut + caballo, siete caballos, un bisonte, etc.), Blanchard de la Garenne (Indre) y el abrigo de Le Roc aux Sorciers de Anglés-sur-I'Anglin (Vienne). Este último es una larga pared de una cincuentena de metros, de los que quince conservan una serie de bajorrelieves que estuvieron pintados. Entre ellos destaca el grupo de las tres venus, de tamaño natural y representadas sólo de medio cuerpo para abajo. El resto de la decoración comprende cinco o seis bisontes, dos o tres caballos y varios cápridos. En las excavaciones de S. de Saint-Mathurin y D. Garrod se encontraron varios fragmentos desprendidos, entre ellos una cabeza de hombre en bajorrelieve con los cabellos y la barba acentuados con color negro (Musée de l'Homme, París). No lejos, en Lussacles-Châteaux, se halla la cueva de La Marche, en la que, desde 1937, fueron halladas, por L. Péricard y S. Lwoff y otros, más de 1.500 piedras con grabados, muchas de las cuales pudieron unirse y fueron minuciosamente estudiadas y publicadas por L. Pales, con la colaboración de M. Tassin de Saint-Pereuse. Al norte de la región clásica del Dordoña-Vézére hay varias cuevas -La Mairie (Teyjat), con bella decoración grabada; Fourneau du Diable (BourdeiIles), varios bloques esculpidos; La Sudrie (Villac); Jovelle (La Tour Blanche) y otras-, pero las que retendrán nuestra atención son las de Rouffignac, Lascaux y Gabillou. La caverna de Rouffignac (en el municipio del mismo nombre), llamada cueva de los cien mamuts, es una cavidad inmensa, con cerca de 10 kilómetros de recorrido explorado, en tres niveles. Sólo el piso superior es rico en arte parietal. Los artistas utilizaron diversas técnicas con las que representaron 150 mamuts, 26 bisontes, 14 caballos, 12 rinocerontes, 12 machos cabríos, 6 serpientes, 2 felinos, 1 antílope saiga, 1 cérvido, 1 oso, 1 cabeza barbuda de frente, 4 antropomorfos, 1 signo indeterminado, 13 tectiformes, 12 signos, 2 grupos de barras y 4 diversos, en total 262 figuras (inventario de Cl. Barrière). Constituye un conjunto homogéneo, tanto por el estilo como por las técnicas, todo lo cual hace pensar en un grupo de artistas muy reducido y trabajando durante poco tiempo. Es notable el Grand plafond con 63 figuras. Rouffignac ha sido atribuido siempre al Magdaleniense IV, que corresponde al Estilo IV antiguo de Leroi-Gourhan. En el municipio de Montignac se halla la cueva de Lascaux, que contiene el más extraordinario de todos los repertorios del arte cuaternario. En 1940, en el mismo momento de la "débacle" francesa ante los alemanes, la cueva fue descubierta por un grupo de jóvenes capitaneados por M. Radivat y J. Marsal. A pesar de los acontecimientos bélicos el descubrimiento tuvo bastante eco. La cueva fue inmediatamente visitada por el abate Breuil y A. Cheynier. Breuil interpretó sus obras de arte como la culminación de su ciclo auriñaco-perigordiense. Después de la guerra mundial volvió allí y efectuó algunas excavaciones. La primera monografía se debe a F. Windels. Entre 1952 y 1963 el abate A. Glory copió los intrincados paneles de grabados. La cueva llegó a tener más de 50.000 visitantes al año, hasta el punto que las pinturas se vieron afectadas, poniendo en peligro su conservación, a causa de la presencia de unas bacterias que provocaron la llamada "maladie verte". En 1963, el ministro A. Malraux mandó cerrarla al público. En 1979 se editó la obra "Lascaux inconnu", que es la suma de todo lo conocido sobre la cavidad hasta dicha fecha, incluidos los calcos del abate Glory. Posteriormente se abrió al público la reproducción parcial llamada Lascaux II. La primera parte de la cueva comprende la Sala de los Toros y el Divertículo Axial, de una veintena de metros de longitud cada uno. De ellos se accede al "Passage" o galería principal, que atraviesa la "Nef" y se prolonga hasta el "Cabinet des Felins", con un recorrido de unos 80 metros. A la derecha del "Passage" se abren el Abside y el Pozo. En las paredes de esta cueva de tamaño medio hay más de 450 figuras identificables. La fauna representada comprende el caballo, el uro, el bisonte, el ciervo y la cierva, la cabra montés, el reno (uno solo, dudoso), el oso, el gran felino y el rinoceronte. En el Pozo hay una escena que incluye un bisonte desventrado, una representación humana esquemática, un rinoceronte alejándose hacia la izquierda, dos propulsores y una azagaya. En la Sala de los Toros, junto a las magníficas representaciones de uros, uno de los cuales mide 5,5 metros de longitud, se encuentra el monstruo llamado la "licorne", de formas macizas, con dos antenas como cuernos, al que ya se ha hecho referencia en el apartado de la fauna. En Lascaux faltan el mamut y el ciervo megaceros, y el reno es muy dudoso, aunque el 90 por 100 de los escasos restos encontrados en las excavaciones corresponden a este animal. Los innumerables grabados copiados por el abate Glory no fueron recogidos -o casi- en las estadísticas de Leroi-Gourhan. A veces forman un "gribouillis" que es difícil hacer entrar en las clasificaciones de este autor. Como hemos dicho, el abate Breuil consideraba que Lascaux era la culminación de su ciclo auriñaco-perigordiense. Actualmente su arte se atribuye al Solutrense medio y al comienzo del Magdaleniense medio (fechas entre 15.000 y 14.000 antes de nuestra era, período de menor frío al que precisamente se llama interestadio de Lascaux). En la clasificación de Leroi-Gourhan constituye la expresión regional del Estilo III. La cueva de Gabillou (Sourzac, valle del Isle), fue descubierta en 1940 al excavar una bodega para una casa en construcción. Pero el hallazgo de Lascaux y la guerra en curso hicieron que se prestara poca atención a su conocimiento. Sobre ella se publicaron varios pequeños estudios, aunque la monografía total no apareció hasta 1964, como obra de Jean Gaussen, médico de Mussidan, que había adquirido la cueva en 1955. Gabillou es una cueva-corredor de unos 30 metros de longitud, aunque no se sabe cómo era su parte anterior, destruida en el pasado, al ser utilizado el lugar desde la época medieval. Los grabados están en las paredes y techos de una especie de pequeñas salas, de las que hay una veintena. El inventario incluye: 59 caballos, 28 renos, 18 bóvidos, 12 bisontes, 8 cabras monteses, 4 felinos, 4 osos (pero 3 dudosos), 2 liebres, 1 cierva, 1 cánido (dudoso), 18 animales indeterminados, fantásticos o compuestos, 4 brujos, 4 antropomorfos y 62 signos, a todo lo cual hay que sumar algunos grabados ininteligibles. Conviene subrayar la riqueza en figuras de renos y de antropomorfos (con cuatro claros brujos y la llamada mujer del anorak). Se trata de un conjunto muy homogéneo. Para Breuil pertenecía a su ciclo auriñaco-perigordiense. Para Leroi-Gourhan las imágenes de Gabillou son del Estilo III en sus dos formas sucesivas, como en Lascaux y en Pech-Merle (entre el Solutrense y el Magdaleniense III-IV). En los alrededores de Les Eyzies-deTayac y de Sireuil, sobre la confluencia de los ríos Vézère y Dordoña, se halla el núcleo más denso de cuevas con arte paleolítico de toda la geografía del mismo. Se trata de una treintena de cavidades con ornamentación de desigual importancia, de las que destacaremos las más notables. Un primer grupo se halla en el término de Sergeac. Se trata, muy próximos entre sí, de los abrigos Reverdit, Blanchard, Castanet y Labattut. De este último proceden varios bloques, uno de ellos con restos de figuras de animales -¿un mamut?-, otro con un caballo grabado realzado en rojo, y otro con un ciervo de color negro y cornamenta en perspectiva torcida. Este ciervo era valorado por el abate Breuil en su sistema cronológico y en su datación paleolítica del arte rupestre del Levante español. En el vecino departamento de Charente hay tres lugares pertenecientes a este grupo: la cueva de Montgaudier (Montbron); el abrigo de La Chaire á Calvin (Moutiers-sur-Boême), con los restos de un friso en bajorrelieve que conserva un animal acéfalo y dos caballos; y el abrigo de Le Roc de Sers, del que proceden una serie de bloques que sin duda formaban un santuario móvil que se apoyaba en la pared de la cavidad y que representa, entre otros, dos machos cabríos afrontados, caballos y bisontes (conservados en el Museo de Antigüedades Nacionales de Saint-Germain-en-Laye). Otro grupo se halla en el término de Meyrals: cuevas del Bison (un mamut grabado y una mano negativa), Sous-Grand-Lac (varios grabados, uno de ellos un antropomorfo) y Bernifal. Esta es la más importante, con 110 figuras (59 grabados y 51 pinturas), que incluyen 24 mamuts, 8 équidos (1 de ellos un asno), 7 bóvidos, 2 cérvidos, 1 oso (dudoso), 3 manos probables y 1 cincuentena de signos (de ellos, 13 tectiformes). El abate Breuil atribuía una parte de esta decoración al Auriñaciense y otra al Magdaleniense antiguo. Leroi-Gourhan incluye todo el conjunto, con alguna excepción, a su Estilo IV. En la comuna de Marquay se encuentra la cueva de La Gréze (con varios grabados, entre ellos un magnífico bisonte perteneciente al Estilo II) y los abrigos de Laussel y Cap Blanc. En Laussel se encontraron (excavaciones Lalanne) varios bloques esculpidos procedentes de la decoración parietal de un santuario exterior. En ellos hay varias representaciones femeninas y una masculina. La "venus á la corne" (Museo de Burdeos) es una conocida figura en bajorrelieve sobre una roca ligeramente convexa, cuya parte más acentuada coincide con el vientre de la figura. Todo el contorno y la superficie de la misma fueron cuidadosamente trabajados. La mano izquierda descansa sobre el vientre y la derecha sostiene el cuerno a la altura del hombro. Luce una abundante cabellera que cae sobre la espalda. Los senos y el sexo están muy marcados. Toda la figura está realzada con color rojo. Procede del nivel perigordiense. En la orilla derecha del valle del río Grande Beune, muy cerca de Laussel y La Gréze, se halla el abrigo esculpido de Cap Blanc. Fue excavado en solo cuatro meses del año 1909 por G. Lalanne y luego publicado por éste y H. Breuil en la revista "L´Anthropologie" en 1911. En los años 1963 a 1965 fue objeto de una minuciosa revisión de A. Roussot. Este autor distingue dos grupos, las figuras 1 a 8 y las figuras 10 a 14. De izquierda a derecha son: 1, animal indeterminado; 2, caballo a la derecha; 3, caballo a la derecha; 4, vestigios debajo del n° 3; 5, caballo a la izquierda, el mejor de todo el conjunto; 6 y 7, encima del anterior, dos figuras superpuestas, toros o cérvidos; 8, pequeña cabeza de caballo que fue arrancada y está en el Museo de Burdeos; 9, vestigios; 10, gran caballo a la derecha; 11, debajo del 10, restos de un pequeño bisonte; y 14, parte posterior de un bisonte que fue arrancado y llevado al mismo museo. Estas esculturas presentan pequeñas manchas de color ocre rojo. Es indudable que el friso es un conjunto incompleto. También parece que algunas de las figuras fueron retalladas o complementadas. Tanto Roussot como Leroi-Gourhan están de acuerdo en que pertenecen al Estilo IV antiguo, concretamente al Magdaleniense III. No lejos de Cap Blanc está la cueva de Comarque (Sireuil), con restos de lo que debió ser una importante decoración grabada.
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Esperando a los aliados en Francia, Hitler había dispuesto 60 divisiones, de ellas sólo 35 realmente operativas. Disponían de no menos de 2.000 blindados y unos 500 aviones repartidos entre Francia, Bélgica y Holanda. Las fortificaciones de la llamada Muralla del Atlántico sólo se hallaban completas en Calais y entre Amberes y Le Havre. Por si fuera poco, las divergencias entre los mandos alemanes eran cada vez mayores, sólo zanjadas cuando se designó a Von Rundstedt como comandante supremo, a Rommel como responsable del Grupo de Ejércitos B y a Blaskowitz del G. En el bando aliado, se decidió que Eisenhower asumiera el mando supremo de las operaciones, correspondiendo a Montgomery la dirección de las fuerzas de tierra, a Ramsay las marinas y a Leigh-Mallory las del Aire. El plan elegido, denominado en clave Operación Overlord, consistiría en desembarcar en la zona de Caen a cerca de 185.000 hombres y 20.000 vehículos, además de mantener un flujo de tropas y material constante. La flota de invasión, pieza fundamental del Día D, se compondría de más de 1.000 buques de guerra y cerca de 5.000 barcos más, entre unidades de desembarco, mercantes, etc. Para paralizar la respuesta alemana, entre el 9 de febrero y el 6 de junio cayeron miles de toneladas de bombas sobre los principales nudos de comunicaciones alemanes en Francia, Holanda, Bélgica y Alemania. Todo estaba ya preparado: la mayor fuerza militar de la historia esperaba sólo que fuese fijada la fecha del Día D.
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Se ha indicado ya en qué medida algunas de las grandes empresas consisten en terminar algo comenzado antes o en modificar y magnificar lo preexistente. En Francia no existen excepciones a esto. Entre 1437 y 1484 se levanta la mole de la fachada de los pies de la catedral de Tours, que es anterior. Es visible en ella la complejidad de elementos que la fragmentan y que permiten entender mal su unidad. También llama la atención la adaptación de un curioso rosetón a partir de un arco apuntado, que obliga a hacer lo mismo, por simetría, en la zona baja, con lo que se prescinde del gran círculo usual. También es de destacar la organización de la zona de tímpanos en la triple portada, ninguno de ellos adintelado, sino sobre arcos muy rebajados, y con unas dimensiones en altura que determinan su división en dos zonas. En la catedral de Sens se organiza la fachada sur de un modo igual de impresionante, pero con un orden mayor, sobremontando la portada un rosetón espléndido donde es visible el juego llameante de sus tracerías. La desgracia cayó sobre el insolente atrevimiento de los arquitectos en Beauvais durante años, al arruinarse una y otra vez su obra. Entre otros, el resultado es que nunca se llegó a terminar la catedral. Ahora, a fines de la Edad Media se le dota de una gran fachada, pero que corresponde al transepto sur. El esquema compositivo se asemeja al de Sens, pero la enorme altura respecto a aquélla, descompensa la armonía antes conseguida. Otra gran catedral del siglo XIII, Troyes en Champaña, ve cómo se levanta ahora una monumental fachada en la zona de los pies.El caso de estos lugares del Norte de Francia ha de considerarse también desde otro punto de vista. La guerra de los Cien Años había sido aquí especialmente devastadora. Su final en el siglo XV determina la recuperación de ciertas ciudades y el comienzo de una etapa de gran actividad constructiva. Troyes, precisamente, puede presentarse como ejemplo. No sólo se realiza ahora la fachada de la catedral, sino que numerosas iglesias se adaptan, restauran o amplían, como la antigua de la Magdalena, a la que se dota de una nueva y amplia cabecera entre 1498 y 1501, mientras unos años más tarde aún (1508-1517) se levanta un jubé flamígero de formas caprichosas y profusas. Más al norte, en Lorena, la pequeña ciudad de Toul levanta una fachada para su catedral, que ha de concluirse asimismo en su interior. En este caso, tal vez haya que resaltar más la presencia de los tiempos nuevos en análisis detallados de ciertos elementos, como el agudo arco conopial que enmarca la puerta principal y atraviesa dos líneas de cornisa, o el agudo gablete que sobremonta el rosetón, porque estamos ante un ejemplo en el que no se recarga la ornamentación.Sin embargo, es en Normandía, y especialmente en Rouen, donde este proceso de reconstrucción dentro de esta estética de deslumbrante adorno es más evidente. La monumental fachada de la catedral es el resultado de múltiples campañas constructivas. Gran parte de la desbordante escultura de las zonas altas del centro se colocó a fines del siglo XIV, pero la última remodelación se llevó a cabo en el paso del siglo XV al XVI y fue obra de Roland le Roux. Este arquitecto también es responsable del notable Palacio de Justicia en la misma ciudad. La iglesia de Saint Maclou se dota ahora de una curiosa y espectacular fachada. Finalmente, entre las obras de la iglesia de Ouen destaca la magnífica torre construida sobre el transepto, no muy distinta a otra que se eleva con la misma función en la antigua catedral no muy lejana de Bayeux.Unos cuantos edificios explican mejor que otros lo que fue esa búsqueda de lo excesivo en la ornamentación. Nuestra Señora de Louviers, también en el Norte, es un buen ejemplo. La antigua iglesia fue remodelada, sobre todo en su lado sur. Se recubrió de una intrincada decoración que sobremonta las ventanas con arcos que doblan o triplican el esencial, se adornaron los contrafuertes y los arbotantes, mientras se añadía un pórtico aún más caprichoso, tanto en su diseño en parte absurdo desde una perspectiva tectónica, como en el complemento añadido a la bóveda no muy complicada del mismo, consistente en gigantescos pinjantes muy ornamentados. Aún más al Norte, San Wulfran de Abbeville se dota de una fachada comenzada en 1488, no muy lejos de otra menos grata y más espectacular con la que mantiene ciertas relaciones, la de Saint Riquier. La capilla del Espíritu Santo en Rue se comienza como resultado de una donación hecha en 1480 por el rey Luis XI y constituye un edificio total, ejemplo en tratamiento de muros, fachada con tímpano y bóvedas de diseño extravagante.De todos modos, conviene recordar que no siempre se exhibió esta profusión. Nuestra Señora de l' Epine fue una importante iglesia de peregrinación ubicada en un lugar muy visible. En 1410 comienzan las obras según se dice influenciadas por Reims. Se llega a la fachada occidental y torres en el siglo XVI.Otro tipo de construcciones conviene destacar en estas fechas. Ante todo las residencias reales, entre castillo de defensa y palacio. El Louvre de París ha sido completamente reconstruido en fechas muy posteriores a la Edad Media pero, sin embargo, se conserva la residencia que Carlos V hizo terminar hacia 1369 en el bosque de Vincennes, en los alrededores de París. Modificada también con posterioridad, es medieval la zona. de fortaleza con doble cinta de muralla, sobre un plano simple casi cuadrado. Igualmente, la gran torre de 52 metros del mismo recinto está en pie. Otra construcción similar que sirvió de residencia al gobernador del lugar todavía se conserva. Quizás la obra más bella sea la Capilla Real, comenzada por el mismo rey, pero que no se acabó hasta mucho después, cubriendo la estructura diáfana de la cabecera con vidrieras renacentistas. Poco queda de las residencias del poderoso duque Jean de Berry, hijo y hermano de rey, pero es factible hacerse una idea de su exterior por las imágenes que de ellas se ven en las ilustraciones de los Meses en las "Muy Ricas Horas". En Chateaudun un torreón del siglo XII se encuentra rodeado por importantes construcciones que se comienzan a partir de los inicios del siglo XV. Es muy interesante su capilla, tanto arquitectónicamente, como por la abundancia y calidad de su escultura. En la mayoría de los casos se parte de algo preexistente que se transforma y acomoda al gusto nuevo del fasto. En Poitiers es Jean de Berry el que encarga una monumental chimenea muy adornada.No son únicamente monarca y nobleza quienes llevan a cabo este tipo de residencias. Así, los abades de la aún poderosa abadía de Cluny, con una mentalidad muy alejada de la de los siglos X al XII, deciden desde los comienzos del siglo XIV organizar una residencia en París. A fines del siglo XV se renuevan todos los ámbitos y se levanta el palacio que hoy acoge al importante Museo del mismo nombre. Jacques Coeur gozó durante años del favor del rey que le invistió como encargado de sus asuntos económicos, mientras como hombre de negocios reunía una inmensa fortuna. En Bourges se hizo levantar un palacio, que servía tanto de residencia como de oficina para despachar esos negocios.Otro tipo de construcciones públicas, pero colectivas, se llevó a cabo en esta época. Por un lado, los ayuntamientos de las ciudades en los que la burguesía tenía poder. Se citó antes el de Rouen. Además, toda la sociedad bajomedieval rivalizó en demostrar la virtud de la caridad de que estaba investida, con obras apropiadas. Los hospitales están entre las instituciones más frecuentemente promovidas, pero muchos eran de escasa entidad y con el paso de los siglos desaparecieron. El de Beaune, en Borgoña, es un caso ejemplar. Fundado por el poderoso canciller Rollin en 1443 funcionó como tal hasta 1971 y conserva su fábrica, restaurada y cuidada, casi intacta.En los Países Bajos la densidad de sus ciudades y la importancia de su burguesía convierten su arquitectura en algo muy directamente urbano y relacionado con la ciudad. Brujas, que estará entre las más activas y con un comercio muy intenso con diversos países de Europa, es la primera que ve levantar un notable Ayuntamiento. Es el conde de Flandes, Luis de Mále, el que pone en 1376 la primera piedra. Por una parte se cuida mucho la fachada principal de gran longitud que da a la plaza pública, organizada en tramos por elementos que terminan en torrecillas y dividida en dos grandes plantas. En el interior también existe en la planta alta una monumental sala, cubierta con techo plano, pero adornada con una falsa bóveda de madera profusamente adornada. El Ayuntamiento de Bruselas es algo posterior y mayor de tamaño, destacando en su exterior la inmensa torre-campanario de unos cien metros de altura levantada entre 1449 y 1454. La más adornada de las construcciones corresponde a Lovaina, donde lo pintoresco es su característica más visible. Los diversos países o regiones que mantienen consulados comerciales en las ciudades, tenían también sus propios edificios, aunque la mayoría han desaparecido o se han transformado más allá de la Edad Media.Tampoco dejan de tener interés los edificios religiosos. La catedral de Amberes es el más monumental, pero, aunque se comienza muy avanzado el siglo XIV, parte de su construcción sobrepasa los siglos medievales. San Pedro de Lovaina se inicia en 1425 y a comienzos del siglo XVI se proyecta una monumental fachada de la que queda el proyecto, pero por diversos motivos no se llegó a terminar. Quizás el más bello de todos los edificios sea la catedral de s'Hertogenbosch o Bois-le-Duc, la ciudad donde nace el Bosco. A partir de un plano muy tradicional se eleva una obra de enorme suntuosidad a partir de 1419, que se completa con escultura complementaria de enorme desarrollo en zonas marginales.
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En Francia la definición definitiva de la V República tuvo lugar una vez concluida la Guerra de Argelia. Debré, que vivió el drama argelino como un desgarro personal, fue sustituido por Pompidou en abril de 1962, considerado como un colaborador personal del general más que como una personalidad representativa de su partido. Los problemas principales parecían, en este momento, los repatriados de Argelia y la defensa de una política europea basada en los Estados. Eran agobiantes pero De Gaulle emprendió, además, una redefinición del régimen. En octubre de 1962 su victoria en el referéndum, que propuso la elección directa del presidente de la República -61.7% de voto afirmativo-, supuso también el triunfo de la lectura presidencial de la Constitución. En noviembre, además, se celebraron nuevas elecciones pues el Gobierno Pompidou había sido derribado en el Parlamento y los gaullistas llegaron al 32% de los votos, una cifra nunca alcanzada en la Historia parlamentaria de Francia por un partido político; en la segunda vuelta llegaron al 42%, rondando la mayoría absoluta, que el Gobierno obtuvo con el apoyo de los republicanos independientes. De este modo, el poder de De Gaulle, de naturaleza carismática, quedó confirmado por el pueblo. El presidente fue, en realidad, un visionario de la política que pretendió, ante todo, a partir de un ideario nacionalista, adaptar a su país al papel que él mismo le atribuía en el mundo. "Francia se ha casado con su siglo", pudo exclamar satisfecho al final. En consecuencia, característica esencial de la V República fue la idea de que el presidente tenía "un dominio reservado" mientras el primer ministro era tan sólo la persona capaz de llevar a cabo la política del Presidente y no de obtener el voto de la Asamblea. El Consejo de Ministros no fue un lugar de debate político sino de tomar decisiones sobre la ejecución de los grandes designios presidenciales. Los primeros ministros ni siquiera pertenecieron a partido alguno (Pompidou, Couve de Murville). De Gaulle sólo tuvo tres primeros ministros en once años a pesar de lo cual hubo variaciones de ministros frecuentes al ritmo de los acontecimientos. En cuanto al Partido Gaullista quiso ser una especie de anti-partido que cubría un espectro muy amplio desde el centro-izquierda hasta la extrema derecha. Sus dirigentes fueron, sobre todo, correas de transmisión subordinadas a la cúpula. El panorama político quedó completado por una oposición impotente. Tanto los socialistas como, sobre todo, el MRP mantuvieron una oposición blanda hasta el momento en que concluyó la Guerra de Argelia. El socialismo sufrió una crisis que le llevó a tener tan sólo 80.000 afiliados entre los que no había apenas jóvenes ni mujeres; tan sólo mantuvo el poder en determinadas grandes ciudades como Marsella o Lille. El resto de la derecha no gaullista prácticamente desapareció. Si Giscard propuso el "oui mais" -es decir, el apoyo con adversativas- eso significó no una contradicción sino una adición. Sólo con el tiempo hubo intentos de construir una izquierda no comunista o una tercera fuerza; esta última se plasmó en el Centro Demócrata de 1966. Mientras tanto, tenía lugar la edad de oro del crecimiento económico de Francia hasta el punto de que la del comienzo de los años setenta estaba más lejana de 1945 que la de esta fecha del final del siglo XIX. De Gaulle afirma en sus memorias haber dedicado la mitad de su tiempo a la economía, pero en realidad ése fue el resultado de lo sucedido en la etapa previa, por más que él jugara un papel importante en la sustitución de una moneda débil por otra fuerte y en el mantenimiento de la ortodoxia financiera. En el período 1959-1970 Francia creció a un 5. 8% anual del PIB, una cifra que estuvo por encima de Alemania aunque muy lejos de Japón. El crecimiento se llevó a cabo en un clima de internacionalización de la economía, de modo que las exportaciones, que suponían un 10% del PIB en 1958, en 1970 llegaron al 17%. Por entonces Francia era el cuarto exportador del mundo. Las naciones europeas habían ya sustituido a las colonias como principal punto de referencia económico del país. La tasa de inversión superaba habitualmente el 20% y en el año 1969 llegó al 25%. Además, se produjo un cambio en la dimensión de las empresas: la Francia de los "petits" pareció haber desaparecido. En 1963 se fundó el primer supermercado "Carrefour". Al mismo tiempo, el conjunto de la sociedad experimentó un cambio. En 1946-1974 la agricultura había pasado de suponer el 17% de la ocupación al 5%. Las ciudades que no suponían más que el 25% de la población durante el segundo Imperio ahora suponen tres cuartas partes. La población, que en 1962 era de 47 millones, llega a los 50 en 1969; ya en este año había 4 millones de inmigrantes. Todos estos factores produjeron el nacimiento de una civilización de consumo semejante a la norteamericana de los cincuenta. Como allí, se produjo la aparición de una cultura popular dedicada a los más jóvenes: en 1962 empezó a emitirse el programa Salut les copains dedicado a la música joven mientras surgían las primeras estrellas del "pop" francés como Halliday, Vartan o Anthony. En la nueva sociedad el número de obreros se estancó y los campesinos y pequeños patronos tendieron a desaparecer. En 1963 dos sociólogos pudieron hablar ya de la "nueva clase obrera". Los sindicatos se transformaron: FO ("Force ouvrière") surgió de una escisión anticomunista de la CGT mientras que la CFTC -sindicatos cristianos- se convirtió en laica en 1964. Los salarios crecieron un 50% en moneda constante a lo largo de la República gaullista. A fines de los años sesenta el 15% de los franceses tenían ya una residencia secundaria. En 1959-74 la alimentación pasó de suponer el 37% del presupuesto a tan sólo el 24%. Al mismo tiempo, la política exterior de la "grandeur" proporcionó un nuevo puesto a Francia entre las naciones. La idea de De Gaulle fue crear un nuevo sentimiento nacional; su propósito fue político pero, logrado el crecimiento económico, intentó asentar sobre él el logro de un nuevo papel a Francia. Su concepción internacional, vinculada a las ideas de la derecha francesa nacionalista, concedió siempre la primacía al Estado-nación pero acabó por crear un consenso político entre los partidos. Lo más peculiar de esta política fue que Francia no aceptó una OTAN bajo hegemonía norteamericana. Los Estados Unidos le habían negado a De Gaulle la ayuda para su programa nuclear en tanto que no aceptara misiles en su suelo. En consecuencia, De Gaulle pretendió la creación de un directorio de la OTAN y se negó a aceptar la suspensión de las pruebas nucleares en la atmósfera, para finalmente abandonar la OTAN, no desde el punto de vista político pero sí desde el punto de vista militar porque Francia no había sido tratada como un igual. Pero la discrepancia fundamental, pese a los temores norteamericanos, era en las formas: apoyó a Estados Unidos cuando se produjo la instalación de los cohetes soviéticos en Cuba y en 1969 volvió suscribir de nuevo el Pacto atlántico cuando concluyó su existencia. La política gaullista significó, sobre todo, la constitución de una fuerza nuclear y una determinada actitud ante Europa. El programa nuclear de la Francia gaullista tuvo su origen en la época de Mendès France, la crisis de Suez aceleró la producción del arma y en 1960 se hizo estallar la primera bomba. En 1967 navegó el primer submarino nuclear ("Redoutable") pero, al mismo tiempo, los efectivos militares se redujeron de 830.000 hombres a 330.000. Francia tuvo su fuerza nuclear teniendo en contra la hostilidad de la mayor parte de la población, pero acabó siendo un patrimonio también de la izquierda. La idea sobre Europa de De Gaulle era que debía tratarse de una confederación con una política homogénea. Los grandes intelectuales europeos no lo hubieran sido si hablaran el esperanto, afirmó de forma despectiva el general. De ahí también su negativa a la entrada británica. También, sin embargo, una cosa fueron las declaraciones y otra la realidad: al final, De Gaulle aceptó la concepción predominante de Europa pero la hizo funcionar a base de crisis y de amenazas. Su amistad con Adenauer vio nacer el eje Paris-Bonn que vertebró en adelante la realidad europea. De acuerdo con estos planteamientos intentó establecer una línea directa con Moscú y en 1964 reconoció a la China comunista. Al mismo tiempo no tuvo empacho en criticar la intervención norteamericana en Santo Domingo y mostrarse anglófobo en Quebec. Su descripción de los judíos como un pueblo "de élite, seguro de sí mismo y dominador" provocó indignación y ratificó una propensión proárabe. Por otro lado, la suya pareció en un principio una política de colonialismo retrasado, pero acabó aceptando el principio de la descolonización y la autodeterminación. Nada más lanzada la idea de la "Communauté", se empezó a descomponer al separarse una de las naciones que la formaban (Guinea). La cooperación acabó por sustituir a los antiguos lazos que unían a la metrópolis con las colonias mientras los franceses aprobaban su pérdida. En este punto, como en toda su política exterior, De Gaulle fue un fracasado en lo esencial, pero también una persona que dejó tras de sí una importantísima herencia. Gracias a sus gestos teatrales consiguió que una potencia media desempeñara un papel desproporcionado. Con su impaciencia y a su autoilusión hizo que el francés medio superara su mediocridad y aceptara jugar a ser ciudadano de una gran potencia. Pero sus discrepancias respecto al resto de Occidente fueron "giros de vals, no cambios de alianza" (Aron). Aun así su imagen se deterioró con el paso del tiempo. La campaña de 1965 fue la primera de carácter moderno marcando un duro contraste entre De Gaulle que tenía 75 años con Mitterand (49) y el centrista Lecanuet (45). Al final triunfó el general, aunque tras una segunda vuelta. Los electores de Lecanuet le dieron la victoria, pero tras ella el centro se organizó como tal y Giscard abandonó la mayoría. No obstante, en las elecciones legislativas de marzo de 1967 los gaullistas todavía conservaron la mayoría en el Parlamento. El golpe más duro vino después. La crisis de 1968 no fue prevista y resultó el producto de una conciencia cultural más que otra cosa. El número de estudiantes universitarios había pasado de 200 a 500.000 en 1960-8; entre ellos proliferaron los pequeños grupúsculos izquierdistas, de acuerdo en lo que respecta a destruir la vieja sociedad pero carentes de una estrategia de conquista del poder y del proyecto claro de nueva sociedad. Las huelgas recordaron a un psicodrama más que en un movimiento revolucionario: nacidas en la base de forma espontánea, propagadas por contagio y capilaridad, paralizaron al país sin señalarle una senda concreta. El primer ministro Pompidou fue quien negoció con los sindicatos, logrando un acuerdo con ellos. Luego De Gaulle presentó la alternativa como una confrontación entre la reforma y el desbarajuste, mientras su desaparición durante unos días creó una enorme tensión dramática. El 30 de mayo de 1968 una manifestación cuidadosamente preparada le dio una gran victoria, también psicológica. Las elecciones de junio de 1968 fueron las elecciones del miedo. Gracias a ellas el Partido Gaullista dominó por sí solo la Asamblea. Pero nada más triunfar De Gaulle sustituyó a Pompidou por Couve de Murville: en realidad no podía soportar la sola posibilidad de una diarquía y su colaborador parecía haber alcanzado la suficiente talla para ella. La actitud del presidente pretendió llevar a cabo una reforma basada en la "participación": de ahí la reforma universitaria llevada a cabo por Faure que estableció la autonomía. Por su parte la reforma regional supuso un cambio esencial en el Senado que tendría un papel consultivo y sería poco representativo. En el referéndum de abril de 1969 De Gaulle fue ampliamente derrotado (41 contra 36%) y tuvo que dimitir. Malraux pudo decir entonces que había elegido el referéndum como forma de suicidio. En realidad, existió una más profunda continuidad entre la IV y la V Repúblicas de lo que pareció en estos momentos. Francia le debió a De Gaulle unas instituciones que hicieron posible la estabilidad y una gestión ordenada del crecimiento. Pero la sucesión de De Gaulle fue una prueba para el régimen, pues tanto el Gobierno como la oposición tenían serias dudas acerca de la posibilidad de su perduración con la desaparición del general. La derecha supo unirse a favor de un Pompidou que se sentía maltratado por el general y que convirtió la apertura en su programa. El problema para ella fueron los centristas: Poher, el ex presidente del Senado, tuvo apoyo inicial y simpatías, pero en el momento de la elección el peso de Pompidou se impuso porque en él se veía la representación de la magistratura presidencial; además, supo presentarse como un cambio dentro de la continuidad. El socialista Defferre pasó del 25 al 5% y en la segunda vuelta de las presidenciales los comunistas se abstuvieron. De este modo, Pompidou consiguió un mejor resultado que De Gaulle en 1965. Georges Pompidou, nacido en 1911, hijo de un maestro, era un ejemplo del progreso de personalidades de apariencia no tan brillante gracias a las oportunidades proporcionadas por la República. Jefe de Gabinete de De Gaulle en 1948, discreto, disponible y a menudo más prudente y reflexivo que el general, en la época en que había estado ausente de la política se dedicó a la Banca; la preocupación económica le caracterizó por encima de cualquier otra. Moderado, su centrismo no era, sin embargo, el del radicalismo sino el del orleanismo: su ideal fue un Estado fuerte, derivado del gaullismo pero interesado, sobre todo, en la prosperidad económica De todos los gaullistas, Pompidou eligió como primer ministro a quien le pareció más cercano a la apertura: Chaban Delmas había sido presidente de la Asamblea y tenía sus apoyos intelectuales en personas como el sindicalista cristiano de izquierda Jacques Delors. El programa del primer ministro fue definido como una propuesta de "nueva sociedad" y en el momento en que lo hizo público en el Parlamento recordó más a Mendès France que a De Gaulle. Pompidou no se opuso a este programa de reformas, pero consideró que el primer ministro le debería haber consultado con carácter previo; además, sus prioridades eran otras. Esta política llevó a la concertación en materia de política social y al aumento de los salarios más bajos. Combinadas, las políticas del presidente y del primer ministro supusieron una mejora de las relaciones con el Parlamento, pero no hubo un cambio importante, por ejemplo, en cuanto a la liberalización de los medios de comunicación públicos ni en la regionalización. El malentendido entre los dos personajes se mantuvo e incluso se agravó con el paso del tiempo. Pompidou fue el principal responsable de la política exterior y la económica. La primera fue de continuidad con la de De Gaulle pero en mayo de 1971 se entrevistó con Heath y levantó la barrera que su antecesor había puesto a la presencia de Gran Bretaña en Europa. Al mismo tiempo, Pompidou se responsabilizó muy directamente de los programas económicos hasta el extremo de redactar con su propia mano la introducción del Plan de Desarrollo de 1971. El Estado -en su opinión- debía intervenir de forma directa en los grandes proyectos tecnológicos, como el programa "Ariane", o en la industria aeronáutica que obtuvo un éxito con el Airbus y un fracaso con el Concorde. Además, Pompidou insistió en la concentración de empresas y con ello obtuvo un éxito considerable. Pero, al mismo tiempo, su sentido conservador le hizo temer que estas mutaciones de gran amplitud produjeran un cambio dramático en la sociedad francesa. Hasta 1971 la política de Pompidou y de Chaban tuvo un resultado positivo. El primero logró un índice de aprobación siempre positivo: no en vano era considerado como más liberal y más europeo que De Gaulle. A partir de este año, no obstante, intervino cada vez más en la política diaria porque percibía a Chaban como demasiado vinculado a la política de la izquierda reformista. Los mismos gaullistas estaban poco de acuerdo con él, circunstancia que se sumaba a que tampoco confiaban mucho en Pompidou que para De Gaulle era un mero ejecutor de su política. Los republicanos independientes, por su parte, también permanecían incómodos. Poniatowski, por ejemplo, hizo frecuentes declaraciones que daban la sensación de discrepancia. Pero el Gobierno se vio favorecido, sobre todo, por la ausencia de un verdadero partido de oposición. En julio de 1969 surgió el Partido Socialista superando al antiguo SFIO y dos años después Mitterrand se integró en él durante el Congreso de Epinay y se impuso como nuevo líder. Su idea estratégica fue siempre ampliar el Partido Socialista a toda clase de corrientes pero también hacerle crecer frente a los comunistas. Desde junio de 1972 hubo ya un programa común de la izquierda. Mientras tanto, el Gobierno se deterioraba: aparecieron, por ejemplo, escándalos relacionados con los impuestos pagados por el primer ministro. Pompidou intentó reanimar el ambiente político por el procedimiento de utilizar el referéndum acerca de la ampliación del Mercado Común pero en él sólo logró el voto afirmativo de un 32% del electorado. A partir de 1972 el presidente optó por Pierre Messmer como sustituto de Chaban. Se trataba de una persona que, en absoluto, tenía una política personal y en el Gobierno se integraron personas muy fieles al presidente de la República y miembros de la oposición gaullista. Chirac fue la estrella en este Gobierno y la personalidad destinada a tener un futuro más prometedor. Todo eso bastó para mantener el gaullismo en el poder. En las legislativas de marzo de 1973 la izquierda presentó un programa todavía evanescente y contradictorio mientras que la derecha ofrecía fórmulas mucho más prácticas. Lo más característico de estas elecciones fue que ya los socialistas casi empataron con los comunistas. Los reformadores o centristas, divididos en dos grupos, uno con la oposición y otro con la mayoría, sirvieron de apoyo, en la práctica, a ésta. Pero los años finales de la presidencia de Pompidou dieron la sensación de que la presidencia estaba vacante. La enfermedad grave padecida por Pompidou -una rara variante de la leucemia- fue interpretada como una sucesión de gripes hasta el momento de su muerte en abril de 1974. Francia, que permaneció ignorante de lo que sucedía, tuvo la sensación durante este período de que ni siquiera era gobernada. La presidencia de Pompidou, en definitiva, debe considerarse como una herencia de su etapa de primer ministro. Consiguió hacer perdurar las instituciones y mantener la política exterior aunque con más diplomacia que en tiempos de la "grandeur" de De Gaulle. Su mérito esencial fue el haber sido un modernizador de la economía francesa. Los revolucionarios de 1968 prevenían contra el peligro de enamorarse de la tasa de crecimiento, pero en 1968-1973 Francia dobló sus exportaciones, aumentó un tercio su producción, consiguió el crecimiento industrial más alto del mundo e hizo avanzar su nivel de vida en un 25%. A pesar del papel desempeñado por el Estado, en realidad el factor principal que produjo el crecimiento económico fue la apertura hacia el exterior. Los años de Pompidou ratificaron también el cambio social iniciado con De Gaulle. En 1954 la población urbana suponía el 58% mientras que en 1974 era ya el 73%. Allí se alojó la sociedad del bienestar y del consumo que, si en 1972 vio cómo se abría el primer Mac Donald's, en 1973 contempló la aparición la primera guía de Gault y Millau, dedicada a otro género muy distinto de alimentación. En esa civilización los cambios fueron rápidos e importantes en todos los terrenos: a comienzos de los setenta se vendían para el público femenino tres millones menos de faldas y tres millones más de pantalones. En 1965 uno de cada veinte franceses llevaba vaqueros, pero en 1975 los vestía uno de cada cinco. El lavavajillas y el congelador no se difundieron de forma definitiva hasta la época de Giscard, pero en 1974 ya el 80% de los hogares disponía de televisión y en 1973 el 67% de los franceses se iba de vacaciones. Cambiaban también las pautas culturales. Una parte de los católicos franceses se desorientaron con los cambios conciliares. Nada menos que en 1971 un 59% de los franceses pensaban que "la Iglesia no era ya la Iglesia de siempre"; en 1974 se habla ya de un cristianismo que había "estallado" en manifestaciones muy varias. Las antiguas fidelidades políticas, herencia de las luchas religiosas, se esfumaban, reveló Emmanuel Todd, en "La nueva Francia"; ahora lo que predominaba era la ausencia de identificación. En 1969 el 17% de las parejas que se casaron vivían juntas previamente. En 1970 aparecieron las primeras "sex shops" y en 1974 obtuvo un gran éxito la pornografía blanda Emmanuelle. De una trascendencia muy grande en todo el mundo fue la política cultural francesa, definida en estos años, y capaz de poner al lado de la cultura de masas la "cultura cultivada". Su primer gestor, al lado de De Gaulle, fue Malraux que propuso como objetivo "devolver a la vida el genio pasado, dar vida al genio presente y recibir al genio del mundo". Uno de sus sucesores, Duhamel, definió la cultura como "una aventura propuesta a los hombres, una comunicación ofrecida para una comunión deseada". Las casas de la cultura, consideradas como "catedrales del siglo XX", la limpieza de fachadas urbanas, el inventario de bienes culturales o el 1% cultural fueron buena expresión de esta nueva política. El propio Pompidou se identificó con ella de tal manera que un gran centro cultural dedicado al arte contemporáneo en la capital francesa lleva su nombre.
contexto
A la altura de mediada la década de los ochenta la Francia socialista había iniciado un cambio político. Mauroy había sido el primer ministro más popular de la V República pero en 1984 se había convertido ya en el más impopular mientras que el presidente Mitterrand conservaba el apoyo de los franceses. Laurent Fabius, cercano al presidente y con una imagen de modernidad, sustituyó a Mauroy momento en que los comunistas, conscientes de que estaba planteada la reconversión industrial, aprovecharon la ocasión para abandonar el ejecutivo (a estas alturas, tres de cada cuatro franceses estaban contra el PCF). El verdadero problema acuciante de Francia era el ritmo decreciente de la evolución económica que se situaba en el 1.3% de tasa anual, con más del 10% de paro, cuando había llegado casi al 6% de crecimiento en 1963-1973. No puede extrañar que el juicio de la mayor parte de la población sobre la experiencia socialista fuera negativo. A los problemas económicos se unían los relativos a la forma de ejercer el poder. En el verano de 1985 fue hundido el barco ecologista Rainbow Warrior en una operación preparada por el ministro de Defensa y los servicios secretos, con la posible anuencia del presidente, pero sin la aceptación de Fabius. En un principio parecía que la derecha hubiera podido obtener el 60% del voto en las elecciones legislativas siguientes pero la aparición de un nuevo grupo político -el Frente Nacional de Le Pen- se encargó de fragmentar este espacio político. Su "nacional-populismo" no había llegado al 1% del voto en los setenta pero en las elecciones europeas de 1984 llegó al 11%. No se trataba de un voto de la Francia agrícola retrasada, como en el caso de Poujade durante la posguerra, sino de la urbana e industrial. La causa fundamental de esta crecida de la extrema derecha radicó en la emigración: en 1968 había 2 millones de inmigrantes de los que el 71% eran europeos y en 1982 había 3.6 millones con un 43% de procedencia africana. Haciendo una demagogia racista, Le Pen pudo conquistar un electorado urbano que hasta ahora había estado muy lejano de su opción. Las elecciones de marzo de 1986 produjeron la "alternancia dentro de la alternancia", favorecida por la introducción del sufragio proporcional. Los resultados ofrecieron menor distancia de la prevista entre las dos grandes opciones: 42% para la izquierda y 44% para la derecha. Con el 10% el FN humilló al PC condenado a la cuarta posición. Lo importante, sin embargo, es que esos resultados obligaron a una experiencia política nueva. Durante un cuarto de siglo los franceses habían impedido la "cohabitación" entre un presidente y un primer ministro de idearios contrapuestos. Ahora ya resultó inevitable entre 1986-1988. La protagonizó Chirac pero a su lado desempeñó un papel muy importante Balladur como ministro de Economía, Hacienda y Privatizaciones. El Gobierno procuró no establecer una ruptura completa con el pasado aunque volvió a la ley electoral mayoritaria. La misma iniciación de las privatizaciones había estado precedida por un cierto giro hacia el liberalismo en el Gobierno socialista anterior. El descubrimiento de casos de corrupción de los anteriores Gobiernos no deterioró a Mitterrand, mientras que las tensiones sociales afectaron al Gobierno Chirac. Esta situación influyó en las elecciones presidenciales. El presidente estaba enfermo de un cáncer prostático del que no informó y al que un tratamiento adecuado hizo posible que ni siquiera afectara a su trabajo. En la derecha la candidatura de Barre, un personaje muy respetado que parecía poder hacer sombra a Chirac, no llegó a fraguar. En la primera vuelta electoral (abril de 1988) Le Pen, haciendo una dura campaña contra los partidos tradicionales, llegó al 14% del voto, una cuarta parte de los cuales procedían del socialismo en la anterior elección; en cambio el voto comunista no alcanzó el 7%. La negativa de FN a votar a Chirac contribuye a explicar su derrota pero otro factor importante fue la conversión de Mitterrand de candidato de combate en 1981 a candidato de unidad nacional en esta ocasión. Los ocho puntos porcentuales de diferencia entre Mitterrand y Chirac ocultaron que el electorado estaba, en realidad, más a la derecha que el presidente elegido. En las elecciones legislativas (junio de 1988) los socialistas ganaron por poco (tan sólo cinco escaños). Mitterrand decidió entonces nombrar primer ministro a Rocard a quien profesaba un "odio tranquilo" pues en su opinión carecía de capacidad y de carácter para esa función pero el Gobierno, obra del presidente, tuvo centristas y ministros "de la sociedad civil". El único éxito de Rocard se produjo en el conflicto colonial de Nueva Caledonia, donde consiguió imponer una solución de transacción pacífica entre indígenas y colonos. La situación económica mejoró y Francia llegó a un crecimiento del 3.6%, más como consecuencia de la coyuntura internacional que de la política gubernamental. Los años entre 1989 y 1991 han sido descritos por historiadores franceses como "morosos", contraponiendo la mediocridad de la política interior a los grandes acontecimientos de la exterior, hasta el punto de que lo más relevante fue la celebración del bicentenario de la Revolución Francesa. Durante este período Rocard defendió reformas fiscales confusas y de difícil aplicación. Su Gobierno mantuvo la confianza de la opinión al mismo tiempo que el juicio del presidente sobre él era pésimo (a unos de sus confidentes le dijo que Rocard "no hacía nada, no toma ninguna medida"). Rocard fue temporalmente salvado por la crisis del Golfo pero finalmente Mitterrand prescindió de él como si fuera un "lacayo". Bajo la superficie de esta situación política se produjo una fragmentación creciente del electorado: los grandes partidos apenas superaban ya el 52% del electorado y un 56% de los franceses pensaba que las nociones de izquierda y derecha estaban superadas. Pese a la mejora de las perspectivas económicas, los años de Rocard se caracterizaron por la conflictividad social en gran medida relacionada con la inmigración. Uno de los debates más enconados fue el uso de los velos por estudiantes musulmanas y el propio primer ministro, revelando una actitud creciente en la opinión pública, declaró que "Francia no puede albergar toda la miseria del mundo". Otro telón de fondo de la vida pública estuvo constituido por el repetido afloramiento de los escándalos de corrupción de la etapa precedente. Nucci, un ex ministro socialista responsable de fraude en bienes dedicados a la ayuda a los países del Tercer Mundo, fue, no obstante, declarado inocente en una sentencia en que los jueces se criticaban a sí mismos. La Guerra del Golfo se convirtió en Francia en una cuestión ampliamente debatida, quizá más que en cualquier otro país europeo. Fue Mitterrand quien tuvo la responsabilidad casi única en la dirección de la política francesa: las acusaciones de ambigüedad en su contra no estuvieron justificadas, pero en la clase política hubo una profunda división. Chevenement, antiguo promotor de las asociaciones de amistad con Irak y ministro de Defensa, dimitió de forma ostentosa. El propio Le Pen dio la sorpresa al estar a favor de Irak. La opinión pública, en cambio, no parece haberse visto muy seducida por el pacifismo. Dimitido Rocard en mayo de 1991 fue nombrada para sustituirle Edith Cresson, con desaparición de los rocardianos de un Gobierno todavía más cercano al presidente. Aparte de ser mujer no se percibió cuál podía ser la razón del acceso al puesto de la primera ministra, quien mantuvo siempre unas pésimas relaciones públicas e incluso con el resto de los socialistas, en especial Fabius. Fue el primer ministro de la V República que duró menos, de modo que en menos de un año Mitterrand nombró a Béregovoy, su opción personal durante mucho tiempo pero quizá nombrado ya demasiado tarde. Tenía poco tiempo hasta la siguiente elección legislativa y, además, la situación económica empeoró en torno a 1993, momento en que se pasó de un crecimiento del 4% a cifras negativas. Ante la crisis, de nuevo surgió la protesta social, ahora principalmente por parte de los campesinos y contra la emigración. El propio Chirac llegó a decir que en Francia había "sobredosis" de extranjeros. Prosiguieron los escándalos, ahora también provocados por los políticos de derecha; el más sonado fue la consecuencia de una mezcla entre el nacionalismo y una de las epidemias del siglo (caso del envenenamiento de sangre). Como la Guerra de Irak, también el proyecto de profundización europea aprobado en Maastricht resultó un grave problema en el seno de la clase política francesa durante el período 1991-1992. La consulta popular creó una auténtica marea de populismos de diferente signo, todos ellos poco propicios al europeísmo. El referéndum celebrado en septiembre de 1992 se ganó por un 50.8% del voto positivo con apenas unos 417.000 votos de ventaja frente a la postura negativa. Una situación como ésa denotaba una inquietud en la opinión pública que acabó teniendo repercusiones electorales. En las elecciones de marzo de 1993 la izquierda quedó por debajo de los cien escaños y el 30% de los votos de modo que el legislativo fue el situado más a la derecha de la Historia francesa en un siglo. En estas condiciones tuvo lugar, en el período 1993-1995, la segunda "cohabitación" entre Gobierno de derechas y presidente de izquierdas. La protagonizó Edouard Balladur, mucho menos impulsivo y más circunspecto que Chirac, quien había decidido presentarse a las presidenciales. Balladur había gobernado Francia desde la época final de Pompidou desempeñando cargos importantes con posterioridad. Buen administrador y empresario, en realidad nunca había pensado en una carrera política partidista. Su Gobierno, europeo y centrista, prosiguió las privatizaciones y reordenó una lamentable situación financiera heredada. Su estilo, propicio al apaciguamiento político y a la tolerancia, se caracterizó, cuando se encontraba con una dificultad, por renunciar o diferir. Eso, a la hora de gobernar pudo ser un balance positivo, pues en ello vale más la concertación que confrontación pero en la campaña presidencial posterior le perjudicó gravemente. Además, tres de sus ministros habían sido procesados. Mientras tanto, los socialistas, en un momento en que el aprecio público por Mitterrand se desmoronaba, parecieron pasar una grave crisis: sustituyeron a la dirección del partido mientras el suicidio de Béregovoy, relacionado con la recepción de un préstamo sin interés y no pagado, volvió a transmitir la sensación de corrupción. En las elecciones europeas de 1994 los socialistas quedaron en tan sólo el 14% del electorado compitiendo con una lista populista, presidida por Tapie, un aventurero apoyado por el presidente de la República. Éste, intervenido ya dos veces por los médicos, daba la impresión de caminar hacia su desaparición de la vida política. La noticia de que tenía una hija ilegítima y las revelaciones acerca de la relación que tuvo con el Vichy de Pétain pueden estar relacionadas con un modo de despedida del escenario público. Eso obliga a hacer mención de dos aspectos de sus catorce años presidenciales a los que concedió especial importancia. La política extranjera de Mitterrand fue muy activa: hizo incluso más viajes que Giscard. Su actitud fue en el fondo tradicionalista y plenamente inserta en la estela gaullista. Sin embargo, como también muy contraria a Moscú, esto hizo desaparecer muy rápidamente las reticencias norteamericanas. No creyó en el derecho de ingerencia y mantuvo una clara resistencia a la unificación alemana, lo que le hizo defender la frontera germano-polaca con la máxima firmeza y hasta el final como procedimiento dilatorio. El regreso de los conservadores en la URSS mediante el golpe de 1991 llegó también a parecerle lo más normal. Personalista e individualista en la forma de dirigir la política exterior, su tercermundismo resultó tan sólo verbal y siempre estuvo compensado por su cercanía personal a Israel. En general, la política exterior desarrollada le proporcionó más decepciones que éxitos por la obligada limitación de la capacidad de acción francesa. En cambio, hombre de letras ante todo, disfrutó de la política de grandes proyectos culturales: una veintena de operaciones con un presupuesto de 35.000 millones de francos ejecutadas por el ministro Jack Lang. Como en la época de sus antecesores, la realización de obras destinadas a la vida cultural se había convertido en un imperativo; además, en esta época se produjo el descubrimiento de nuevos campos de acción, como la fotografía y el comic. Lo original de la elección presidencial de 1995 fue que los dos candidatos que parecían contar eran del partido gaullista RPR. Chirac nunca había superado el 20% en ocasiones anteriores y la opinión pública parecía favorecer a Balladur. Pero éste vio cómo se deterioraba su prestigio como consecuencia de haber percibido honorarios de empresas privadas mientras era diputado. La resurrección del socialista Jospin le hizo llegar al 23% en la primera vuelta; al final Chirac le ganó por el 52 al 47%, una distancia confortable pero nada abrumadora. A lo largo de la presidencia de Mitterrand, que no tardó en morir, los cambios políticos habían sido muchos (todas las legislativas habían dado un resultado contrario a la precedente). Los sociales, no obstante, todavía habían sido mayores, señalando un rumbo semejante al del resto de Europa Occidental. Había nacido una Francia nueva en la que se había producido la práctica desaparición de la vida rural mientras el sector terciario suponía el 70% de los puestos de trabajo, la mitad de las mujeres había abandonado el hogar como única ocupación, había más asistentes a misas de dos millones de estudiantes universitarios y tan sólo un 13% de misalizantes dominicales. La sociedad francesa, en definitiva, se había transformado mucho pero mantenía como problemas acuciantes el paro, la exclusión y la inmigración.
contexto
En Francia las elecciones generales de 1956 dieron la sensación de que todos los partidos eran antiguos y estaban superados por los acontecimientos: los votantes socialistas eran ya funcionarios maduros, los comunistas partían, contra toda evidencia, de la pauperización de la población y el MRP permanecía vinculado al "tranvía del poder" (Mauriac). El movimiento de protesta auspiciado por Poujade consiguió el 11% del voto, igual que el MRP, uno de los partidos claves de la República. Al mismo tiempo, la situación política resultaba muy inestable por la existencia de un problema, el de Argelia, aparentemente irresoluble. En el verano de 1957 Francia tenía más de 400.000 soldados en Argelia pero existía una manifiesta indecisión general de los partidos, alimentada por un lenguaje vacío, sobre la forma de resolver el problema. Ningún progreso significó Guy Mollet, el principal dirigente del socialismo, durante su responsabilidad gubernamental. Al mismo tiempo, sin embargo, en el campo económico se presenciaba una situación muy distinta. Para 1938 = 100 en 1958 se alcanzó el 116 en la producción total aunque la cifra relativa a la producción industrial era todavía más espectacular: 213. Ni en la Belle Epoque ni en los años veinte el crecimiento económico francés había sido semejante. En 1958 había ya en Francia 4 millones de automóviles mientras la productividad crecía un 5% anual. Sin mano de obra suficiente, sin inversiones fuertes y sin ni siquiera abrirse al exterior se estaba produciendo ya un crecimiento muy importante que la sociedad apreciaba, lo que explica los 800.000 nacimientos por año. Una profunda transformación estaba teniendo lugar en otros aspectos sin que apareciera muy clara en el día a día. Ejemplos complementarios de ella eran, por ejemplo, la "revolución silenciosa" de los campesinos que consiguieron mecanizarse o la educación secundaria, que duplicó sus efectivos. Pero la gran debilidad de la IV República fue, como sabemos, el funcionamiento de sus instituciones políticas: la última elección presidencial -la de Coty- había exigido nada menos que trece votaciones y los ministerios apenas duraban ocho meses. En estas condiciones no puede extrañar que se generara un enorme vacío político que fue el que llevó al poder a De Gaulle con sólo ofrecerse y sin necesidad en absoluto de conspirar. De su personalidad, tan relevante para la Historia francesa, es necesario que hablemos ahora, aunque sea brevemente. No ha habido intelectual francés importante que no haya emitido su juicio acerca de su persona, mezcla de capacidad de respuesta ante el futuro y de visión tradicional. Nacido en 1905, nada se entiende sin tener en cuenta la mentalidad en que se formó: fue la de la Francia derrotada, agravada en su caso por haber sido prisionero en la guerra de 1914. De ahí su nacionalismo: la pretensión que tuvo siempre de haber tenido "una cierta idea de Francia", frase con la que inicia sus memorias, y de que ésta venía "desde el fondo de las edades". Para De Gaulle, no obstante, Francia era también frágil: podía ser secuestrada por los políticos y necesitaba conciencia de un papel en el mundo que excitara su orgullo, el que solamente él podía proporcionarle pues tenía legitimidad suficiente para hacerlo tras haberla salvado en 1940. Para ello contaba no sólo con una trayectoria militar impecable -fue el único en prever el papel del blindado en la guerra del futuro- sino también conciencia histórica, grandeza de juicio, sentido del gesto e, incluso, calidad literaria -redactó siempre sus discursos- y capacidad de proyección a través de los modernos medios de comunicación, como la televisión. En 1958 fue para Francia una solución pero desde su retirada en 1947 no había hecho otra cosa que alejarse de la mayoría de los franceses ahondando en su retirada previa: de su propio partido decía que estaba compuesto por un tercio de idiotas, otro de colaboracionistas y otro de valientes. Sólo Argelia, que no fue nunca la principal de sus preocupaciones, explica que volviera al poder. Francia debió recurrir a él a pesar de que en un primer momento, cuando él mismo se ofreció, los más cercanos entre sus seguidores -el propio Pompidou, que habría de sucederle- pensaron que se equivocaba. El Gobierno formado por De Gaulle en mayo de 1958, que contó con tres antiguos presidentes del Consejo, recibió poderes especiales durante seis meses: eso le convertía en un Gabinete que, a pesar de recibir su legalidad de la IV República, estaba muy alejado de ella. Parte importante de los políticos nombrados no correspondían ni siquiera de forma remota a las ideas políticas defendidas por De Gaulle durante el período anterior, pero éste se apoyó de hecho en un Gabinete formado por un grupo de tecnócratas, como Pompidou, encargados de poner en marcha las decisiones principales de la acción política y administrativa. El propio general llegó a hacerse cargo de la reforma de las instituciones. Ésta se basó en un "parlamentarismo regenerado" que en la práctica se revistió de unas características muy peculiares: el ejecutivo tendría la potestad de convocar referendums, de recibir poderes excepcionales y de llegar a la disolución de la Asamblea. En el Parlamento los diputados no podrían, en adelante, incrementar el gasto público y los abstenidos serían considerados como partidarios del Gobierno. El problema que el nuevo sistema de Gobierno tuvo, desde un principio, fue la permanente posibilidad de una "diarquía" en la cabeza del ejecutivo, con un Presidente de una significación política y un primer ministro de otra. El referéndum de septiembre de 1958 dio unos resultados que poco tenían que ver con el contenido concreto de la Constitución pero que revelan el ansia de estabilidad. Incluso los socialistas se declararon a favor de la misma, como el 80% del electorado; sólo los comunistas estuvieron en contra pero este fue motivo suficiente para que perdieran votos pasando del 25% al 20%. La llegada al poder de De Gaulle, además, provocó una crisis general de las formaciones políticas, en especial de las menores. En noviembre de 1958 las elecciones se celebraron en un ambiente de "gaullismo universal". Aunque los acogidos a esta etiqueta fueron sólo el 20%, el 22% de los moderados era asimilable a ellos. El 19% de los comunistas y el 15% de los socialistas testimoniaban claros retrocesos. Los comunistas perdieron un tercio de los votos con respecto a la elección anterior. La primera parte del Gobierno de De Gaulle -hasta 1962, año de la independencia de Argelia- estuvo dedicada a esta cuestión. Su ambivalencia sobre ella explica su ascenso al poder: así como los partidarios de una solución liberal pensaban que De Gaulle tendría la suficiente autoridad como para imponer una solución de este tipo, muchos partidarios de la Argelia francesa daban por descontado que mantendría la presencia francesa allí. De Gaulle había hablado de la posibilidad de una "asociación" pero no tenía en absoluto una idea precisa acerca de cómo resolver el problema. En cambio sí tenía clara la idea de la necesidad de un restablecimiento del poder y de la disciplina del Estado. A partir de enero de 1959, al amparo de las encuestas en la metrópolis, habló ya de autodeterminación e incluso de una "República argelina". La proclividad hacia la subversión de los partidarios de la colonización produjo repulsa e incluso miedo en la población francesa. Cuando hizo un referéndum siguió manteniendo un apoyo del 75% de los franceses metropolitanos pero en Argelia el porcentaje resultó muy distinto. Ya en abril de 1961 tuvo lugar un intento de golpe de Estado en Argel que fracasó por la ausencia de apoyo en Francia. La negociación con los argelinos fue muy dificultosa porque no quisieron ceder el Sahara y ni tampoco dar garantías a la población europea. En marzo de 1962 se produjo la independencia de Argelia: la coexistencia de las dos comunidades resultó imposible a continuación y Francia debió ser generosa con los repatriados. En realidad, lo que hizo De Gaulle en toda esta cuestión fue mantener una especie de combate de retirada. Habitualmente tomaba la medida del estado de las fuerzas contrarias y buscaba siempre sucesivas soluciones que le parecían más viables sin descartar por completo las anteriores. Pero, en definitiva, hizo del fracaso una victoria presentando las concesiones al adversario como propuestas audaces propias. Ése era el único procedimiento para solucionar el problema y probablemente, además, él era la única persona que podía hacerlo. Al final pensaba que Argelia era una especie de caja llena de escorpiones; sólo librando a Francia de ella podría emprender un nuevo rumbo. Así sucedió, en efecto, en los años siguientes.
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Las reformas políticas llevadas a cabo por la Monarquía de julio francesa no habían impedido que el régimen quedara en manos de una oligarquía que se enajenó paulatinamente el apoyo de la nación. Como ya se ha visto, la campaña de la oposición llevó a la abdicación de Luis Felipe (24 de febrero) y a la proclamación, el día siguiente, de la Segunda República como consecuencia de las exigencias de los sectores radicales, inspirados por F. Raspail. El Gobierno provisional se formó en el Ayuntamiento, combinando las listas preparadas por los periódicos Le National (moderado) y La Réforme (radical), y tuvo una composición heterogénea que iba desde antiguos orleanistas hasta algún socialista (Louis Blanc y Albert), pasando por bonapartistas y republicanos. Todos ellos bajo la presidencia del antiguo convencional Dupont de l´Eure. En realidad, pese a la presencia de republicanos avanzados (A. Ledru-Rollin y F. Flocon), e incluso de un obrero (el metalúrgico Albert, de nombre A. Martin), el peso del gobierno recaía sobre los republicanos moderados de Le National. Alphonse de Lamartine, desde el Ministerio de Asuntos Exteriores, trataba de ofrecer la imagen de una República moderada (mantenimiento de la bandera tricolor en vez de la roja) y deseosa de la paz con el resto de las naciones (manifiesto a Europa).El nuevo régimen se estableció de acuerdo con principios netamente democráticos. Se había prometido una Asamblea Constituyente, que sería elegida mediante sufragio universal, a la vez que se concedía la más amplia libertad de expresión y reunión. La revolución había triunfado en un clima de exaltación popular, que refleja muy bien Flaubert en La educación sentimental. Las diferentes clases sociales se entregan a efusiones emocionales un tanto "naïves", en las que se recalca la espontaneidad y el altruismo con el que se han desarrollado los acontecimientos. La supuesta confraternización con los obreros lleva a gestos más o menos ingenuos, como el uso del blusón y el abandono de las tradicionales levitas. Se plantan "árboles de la libertad" por todos sitios.Sin embargo, la armonía no es tan completa. El Gobierno provisional se resistió a reconocer el derecho al trabajo, aunque permitió la creación de talleres nacionales (proyecto de socialismo reformista inspirado por Blanc, aunque organizado por Marie) y, en lugar de un Ministerio de Trabajo, el establecimiento de una Comisión de Gobierno para los Trabajadores, que reunía a casi 700 delegados de los obreros y 231 de los patronos, presididos por Blanc. La comisión se encargaba de preparar la legislación laboral y celebraba sus sesiones en el palacio parisino de Luxemburgo, anterior sede de la Cámara de los Pares. Entre sus primeras decisiones estuvo la prohibición del trabajo a destajo, de la contratación en grupos y la reducción de la jornada laboral en París a diez horas (once en las provincias). De todas formas, lo que aparentaba ser un triunfo de las clases trabajadoras podía verse también como un mecanismo para tenerlas controladas y limitar su influencia en los asuntos políticos.La actividad política se desbordó en las semanas siguientes con la proliferación de periódicos y clubs políticos, empeñados en las tareas de propaganda y difusión de los nuevos ideales republicanos. Pero también surgieron las primeras tensiones como consecuencia de un creciente temor a las exigencias socialistas, tanto por parte de ricos comerciantes e industriales, como entre los pequeños propietarios que habían proliferado en la sociedad francesa. A las tensiones sociales que provocaron reacciones antimáquinas en algunas ciudades industriales (Lille, Rouen, Lyon) se unió una crisis financiera manifestada en la caída de la Bolsa y en la masiva retirada de depósitos bancarios. M. Goudchaux, ministro de Finanzas, tuvo que recurrir a la suspensión de la convertibilidad del billete de banco y a la fijación de topes de emisión de moneda. El aumento de los impuestos directos en un 45 por 100 no contribuyó tampoco a la tranquilidad de los espíritus.
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Muerto el presidente Pompidou de una peculiar forma de leucemia lenta, la campaña electoral de 1974 revistió algunas particularidades inéditas. En primer lugar, supuso una especial forma de colaboración entre socialistas y comunistas, mucho menor que la propia de un Frente Popular. Mitterrand quiso dar la impresión de que el PCF se habían sumado a su candidatura y siguió una trayectoria independiente: en la sede electoral de los socialistas hubo tan sólo dos observadores comunistas, que ni siquiera tuvieron un despacho. Pero, desde comienzos de los setenta, el electorado había girado a la derecha. En este sector político, Giscard estuvo siempre levemente por encima de Chaban-Delmas en los sondeos. Éste intentó desde un principio hacer una política de atracción de la izquierda moderada pero se encontró que no podía competir con quien ya lo era, por más que aparentara otra cosa, es decir con Mitterrand. En mayo de 1974, Giscard ganó por tan sólo 400.000 votos de diferencia y Mitterrand creyó que su ocasión ya había pasado. Pero lo que sucedió fue que, durante su presidencia, Giscard dividió a la mayoría y acabó proporcionándole una nueva oportunidad. Giscard acudió a la campaña con un pasado de disidencia parcial del gaullismo y con una voluntad de reforma convertida en "un acto natural, reflexionado y aceptado", como apunta en sus memorias. Lo que llama la atención de su presidencia es el hecho de que sus reformas, que fueron reales, se dirigieron sobre todo a las costumbres. Éste fue el caso de la rebaja de la mayoría de edad a los 18 años o del aborto, que transfería la decisión a la mujer y sólo consiguió la aprobación en el Parlamento gracias a los votos de la izquierda. Además, en el divorcio se sustituyó la noción de falta por la de fracaso. En cambio, ni la reforma de la televisión ni tampoco la de la educación pueden calificarse de verdaderamente decisivas y eficaces; algo parecido debe decirse de la reforma de la empresa. Inevitablemente, Giscard debió enfrentarse a una situación inesperada. La crisis económica hizo que el precio del crudo petrolífero se multiplicara y la inflación llegó en Francia al 15%. Era la crisis económica más grave desde la Liberación y, a fines de 1974, las centrales sindicales organizaron una huelga nacional. En 1976, el recurso de nombrar primer ministro a Barre, un profesor prestigioso y capaz, alejado de las disputas internas de la derecha, fue la prueba de que en esta fecha ya Giscard se había dado cuenta de lo peligroso y duradero del problema. Francia, gracias a él y a su política liberal, soportó mejor la crisis que los Estados Unidos y el resto de los países europeos. Eso no le dio popularidad, pero el balance de su gestión fue positivo. Por sólo aludir a un aspecto, si antes de la crisis la producción de energía nuclear no pasaba del 10%, en 1985 era ya del 49%. Antes, durante el período 1974-1976, Giscard había nombrado primer ministro a Chirac, dirigente del gaullismo. De esta forma, Giscard quiso emprender lo que podría ser denominado como la "giscardización" de la UDR. A pesar de su edad -42 años- Chirac era ya un político con experiencia. Junto a él, Poniatowski, el único ministro de Estado, venía a ocupar un papel vicepresidencial como representante de la tendencia más liberal y centrista que aquella a la que se adscribía Giscard. Sin duda, hubiera sido posible "giscardizar" el Partido Gaullista, con tiempo y otros modos, pero al presidente de la República le perdieron la impaciencia y un exceso de presidencialismo que le hacían omnipresente en los medios de comunicación, celoso de sus prerrogativas y demasiado autoritario, frente a un Chirac que era jefe de un partido. Si eso ya era complicado, en la práctica se demostró, además, personalmente incompatible con Giscard. Barre sí ejerció como primer ministro; su papel fue semejante al que Pompidou jugó al lado de De Gaulle y ya hemos visto que su gestión fue positiva. Chirac, entonces, optó por recurrir al pueblo y en marzo de 1977 se convirtió en alcalde de París. Mientras tanto, la izquierda se dividió. Contribuyó a ello el hecho de que Marchais, líder del PCF, dijera que el balance de los países comunistas era "globalmente positivo". En 1977, dio la sensación de que socialistas y comunistas no desaprovechaban siquiera una ocasión para enfrentarse. En las elecciones legislativas de 1978, si la izquierda perdió algo, la derecha sumó cinco puntos porcentuales más. Pero fracasó el intento de crear la UDF -"Unión por la Democracia Francesa", casi el título de un libro de Giscard- que, nacida en 1978, no llegó a suponer una compensación del poder determinante del gaullismo en el seno de aquélla. En 1979 tuvieron lugar las primeras elecciones europeas y el hecho de que una mujer, Simone Veil, figurara en cabeza de la UDF le dio más apoyo popular. Pero la crisis de los gaullistas con Giscard fue persistente aunque evitaron siempre la confrontación directa. En la segunda fase de su presidencia, Giscard mantuvo una actitud muy conservadora, alejada de cualquier reforma real. Desde 1978, era ya menos popular y algunos escándalos, como el de los regalos recibidos del dictador africano Bokassa, le afectaron seriamente. Su tendencia a aparecer como persona alejada de cualquier engolamiento e incluso dejarse fotografiar en las reuniones internacionales en bañador contrastaba con sus manifiestas tendencias megalómanas e monárquicas. Poco capaz de soportar las críticas, cuenta en sus memorias haber dejado de leer la prensa cuando abandonó el poder debido a los juicios que emitía sobre él. La política exterior se llevó desde el Elíseo y fue voluntariosa pero agitada. Con respecto a la época gaullista se caracterizó por un mayor europeísmo; su punto de referencia perpetuo fue el canciller alemán Schmidt. Más discutible fue la voluntad de Giscard de convertirse en una especie de "gendarme de África", lo que se vinculó con esa propensión monárquica. Su viaje a Moscú en 1980 después de la invasión de Afganistán, sin consultar siquiera con sus aliados, pareció mostrar indiferencia o exceso de protagonismo. A cambio, Pravda, el diario soviético, apoyó a los comunistas pero demostró su preferencia por Giscard en comparación con Mitterrand. Quizá era, de parte de Giscard, sólo un deseo de mantener una posición original y propia, como todos los políticos franceses. Como ellos, tuvo una actuación personal en política cultural interesándose por el "patrimonio"; a él se debió la transformación en museo de la antigua estación ferroviaria de Orsay. Tanto la izquierda como la derecha llegaron a las elecciones de 1981 muy divididas. Las encuestas señalaban un fuerte avance de Chirac, que no llegó a amenazar a un Giscard cuya fuerza electoral disminuía mientras que, víctima de la crisis, Barre era todavía más impopular. Rocard había asegurado que se presentaría si no lo hacía Mitterrand, en la idea de que éste no intentaría de nuevo llegar a la presidencia, como acabó haciendo. Lo más característico de la primera vuelta fue la derrota de los comunistas, que quedaron en el 15% del voto, pero también el hecho de que Giscard sólo obtuvo menos de un 3% de ventaja sobre Mitterrand. Para la segunda vuelta los comunistas, aunque derrotados, no podían dejar de apoyar a Mitterrand mientras que Chirac apoyó a Giscard con muy poco entusiasmo. De este modo, Mitterrand consiguió una neta victoria con el 51% contra el 48%. Había conquistado un millón de votos gaullistas, pero su victoria fue el producto del rechazo del poder más que de otra cosa. La victoria de Mitterrand, en mayo de 1981, fue también la victoria de la perseverancia. Tras un curioso pasado petainista, su carrera política había empezado hacía treinta y cinco años: había sido ministro con treinta años y en dos ocasiones, en 1959 y 1968, había estado a punto de desaparecer de la vida política. Ambiguo, habilidoso para dividir al adversario o al partido que dirigía, sólo interesado en sí mismo, capaz de aparecer y actuar como un intelectual, durante mucho tiempo había sido considerado como un aventurero político. Pero tuvo el mérito de someter al PCF a un pacto beneficioso para los socialistas y el propio carácter bipolar del sistema político conducía a la alternancia en un futuro más o menos próximo. La presidencia de Mitterrand puso fin a un largo período de veintitrés años en los que, en definitiva, había sido la misma mayoría política la que había gobernado el país. Como para señalarlo pero también para heredar a Giscard con modos parecidos, su toma de posesión fue un acto que revistió un carácter seudomonárquico. Mitterrand había anunciado que disolvería el legislativo, como hizo. Aun con una fuerte abstención, los resultados conseguidos por la izquierda fueron los mejores desde 1946. En el primer período gubernamental, el primer ministro nombrado fue Pierre Mauroy quien procedía del Partido Socialista SFIO, tenía buena imagen y, sobre todo, había tenido experiencia de Gobierno en la ciudad de Lille. Su autonomía política, sin embargo, fue muy pequeña: las decisiones fundamentales las tomó Mitterrand en reuniones con asesores individuales y al margen de cualquier deliberación. Los cuatro ministros comunistas ocuparon puestos solamente técnicos y fracasaron en su intento de estar a la vez dentro y fuera del Gobierno, beneficiándose de él pero criticándole. Mitterrand había sabido ahogar al PCF, adormecerlo y finalmente asfixiarlo. Las medidas adoptadas en este primer período de Gobierno fueron muchas: creación de 55.000 empleos públicos, aumento del salario mínimo, nacionalizaciones en un momento en que la tendencia en el mundo era la contraria. Se nacionalizaron, en efecto, nueve grupos industriales. De este modo, el sector público venía a suponer en la industria el 30% de las ventas y el empleo de uno de cada tres trabajadores, mientras que el 40% del PIB estaba bajo el control del Estado. Todos los dirigentes de la empresa pública fueron cambiados. Otras medidas fueron la disminución del horario de trabajo y la extensión de las vacaciones o la rebaja de la edad de retiro hasta los sesenta años. Desde el primer momento, Delors, responsable de Economía, expresó sus reservas sobre estas reformas y pronto pidió una pausa en su aplicación. Al margen de los aspectos económicos y sociales, hubo también otras reformas. La regional apenas si tuvo discusión política -disminuía de forma considerable el papel de los prefectos- con la excepción de la decisión de dividir a París en una veintena de municipios, en lo que se vio una voluntad de perjudicar a Chirac. La abolición de la pena de muerte había logrado el suficiente apoyo generalizado y la creación de una alta autoridad audiovisual de hecho estuvo en manos del Gobierno y el Partido Socialista. Por razones fundamentalmente relacionadas con la política económica Mitterrand pasó muy rápidamente del estado de gracia al de "desgracia". El cambio tuvo lugar a comienzos de 1982: el déficit de la balanza de pagos se triplicó en 1981-2. En las elecciones municipales de 1983, la derecha obtuvo una gran victoria, en especial Chirac en París. Mauroy se vio, pues, obligado a cambiar dos veces su Gobierno. En el tercero, Delors desempeñaba un papel más importante y, con él, la política de ajuste. Se produjeron hasta tres devaluaciones del franco, mientras que el número de parados superaba los dos millones. La protesta contra el Gobierno tuvo también otros motivos más allá de los puramente económicos. Los partidarios de la escuela libre protestaron contra la Ley Savary y los medios de comunicación contra una ley antimonopolio que, en realidad, iba contra los adversarios del Gobierno en los medios de comunicación. En el verano de 1984, las elecciones europeas supusieron una victoria por mayoría absoluta de la lista de derechas. A Mitterrand, en esta fecha con sólo un 26% de los franceses a su favor, se le imponía ya un cambio de rumbo que realizó prontamente.