Son escasos los retratos realizados en Arles ya que Van Gogh se relacionó con muy pocas personas. Esta anciana podría ser una de las mujeres que servían en el hotel donde vivía, posando para el joven artista por poco dinero. Vincent siempre dijo que le gustaba pintar los ojos de la gente, interesándose por captar las expresiones de sus modelos. A diferencia de los últimos autorretratos pintados en París, la viveza del colorido se ha adueñado de la composición, empleando un fondo claro con notas malvas, como si se tratara de un papel pintado. La mirada de la mujer se dirige al espectador, mostrando el gesto amable y campechano de la anciana.
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La imagen de la anciana que contemplamos tiene un marcado significado simbólico al referirse a las cargas de la vejez, representadas en el reloj que significa el paso del tiempo y en la Biblia abierta por el pasaje del profeta Amós que predice fuertes castigos. La mujer se ha quedado dormida, apoyada sobre su brazo izquierdo, mientras leía, sujetando en su mano derecha unas antiparras. Se cubre con una estola de piel, un abrigo oscuro y un velo blanco, elementos que protegen del frío holandés. Sobre la mesa cubierta por un tapete rojo encontramos unos bolillos, la Biblia abierta y un reloj de arena mientras que en la pared y en un nicho aparecen una jarra de cerveza con tapa, dos libros, un candil y varias llaves. El naturalismo de la figura y los objetos sitúan la escena en la estela de Rembrandt, continuador de Caravaggio a través de su maestro Pieter Lastman. Una suave luz dorada baña toda la composición, creando contrastes de claroscuro. La delicadeza de las manos de la anciana son comparables a las de Jacob Trip o el Apóstol Tomás, convirtiéndose en seña de identidad de Nicolaes Maes.
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Durante los años de estancia en Granada, Fortuny buscó numerosos modelos en el Albaicín, antiguo barrio árabe frente a la Alhambra, realizando rápidos apuntes de las personas que llamaban su atención. Así surgen algunas obras como el Busto de hombre o esta anciana de raza gitana, vestida con sus características ropas. Pero la gran preocupación del artista no está en la figura sino en la luz, una luz potente, característica de Andalucía, que provoca unas sombras coloreadas, enlazando así con la filosofía impresionista. El exquisito dibujo que Fortuny exhibe en algunas zonas de la anciana deja paso a una pincelada fluida y empastada que no repara en detalles anecdóticos para interesarse por el ambiente lumínico y espiritual.
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Las escenas costumbristas serán una de las especialidades de Murillo, existiendo una amplia demanda de estos temas, especialmente entre los comerciantes y banqueros flamencos que habitaban en Sevilla. En la década de 1660 pintaría esta Anciana espulgando a un niño, también llamada Abuela espulgando a su nieto. La composición se desarrolla en un interior, recortándose las figuras sobre un fondo neutro al estar iluminadas por un potente foco de luz que entra por la ventana. El pequeño tumbado sobre el suelo come pan y acaricia al perrillo mientras que la mujer procede a quitarle las pulgas o los piojos de la cabeza. La anciana concentra toda la atención en su tarea y ha abandonado sus útiles de hilado que aparecen sobre la banqueta de la derecha. Al fondo podemos contemplar una mesa con una jarra y un cántaro, lo que nos indica que se trata de una familia con escasos recursos económicos pero que sobrevive humildemente. Este detalle también se puede apreciar en sus vestidos ya que no observamos jirones como en otras escenas -véase los Niños jugando a los dados-. El naturalismo con el que trata Murillo la escena se aleja del empleado por Zurbarán años atrás, lo que indica la evolución de su pintura hacia un estilo muy personal, caracterizado por las atmósferas.
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Identificado habitualmente como la madre de Rembrandt, este pequeño cuadrito ejecutado en cobre es uno de los más atractivos de la década de 1620. Podría tratarse efectivamente de la madre del artista, Neeltje Willemsdochter van Zuytbroek, pero desconocemos su apariencia física exacta. Bien es cierto que el maestro empleó a ancianos como modelos para las obras de estos años - véase Tobías acusando a Ana del robo del cabrito o San Pablo en el escritorio - en su afán por dotar a sus composiciones del mayor naturalismo posible, continuando las teorías aprendidas en el taller de Lastman. La anciana lleva una toga de color rojo sobre el que destacan unos brillos dorados que también se aprecian en el rostro, las manos y el pañuelo, tratándose de la base de cobre empleada como soporte. La pincelada corta y precisa define el trabajo, identificándose el tema con la piedad, considerada como el arma de la vejez.
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Uno de los mejores retratos pintados por Hals en la década de 1640 es el de esta anciana dama, identificada como Mevrouw Bodolphe por algunos especialistas, basándose en una antigua inscripción que se conserva al dorso de la tela. Es posible que cuando la obra fue reentelada, el nombre, que aparece en la tela vieja, desapareciera. Este retrato es pareja del de Heer Bodolphe, también pintado en 1643, convirtiéndose en excelentes ejemplos de la retratística burguesa del barroco holandés. La dama toma asiento en una elegante silla rematada con leones de bronce -en sintonía con las sillas pintadas por Vermeer- proyectando su figura hacia el espectador. Viste un traje negro adornado con un chaleco de piel, amplia golilla y puños de encaje, sosteniendo en su mano derecha unos guantes mientras que con la izquierda se agarrra fuertemente a la silla, haciendo hincapié en la potencia expresiva de la dama. El centro de atención del retrato lo encontramos en el rostro de Mevrouw, donde recibe el potente foco de luz procedente de la izquierda con el que se resalta su expresiva gesto en el que podemos leer la personalidad de la anciana, transmitiendo Hals el alma de sus modelos a través de sus pinceles. Las referencias espaciales son muy limitadas, escasamente una especie de columna, para de esta manera concentrar nuestra atención en el rostro. Las pinceladas son rápidas, entrecruzadas y amplias, renunciando a detalles superfluos. Sin embargo, este tipo de retratos no serán muy apreciados por los burgueses de Haarlem, prefiriendo los "ennoblecedores" lienzos de Bartolome van der Helst, lo que llevará a Hals a la ruina.
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A pesar de las continuas peleas entre Gauguin y Van Gogh, la estancia durante el otoño de 1888 en Arles fue bastante productiva. Ambos artistas realizaron obras en las que se respondían mutuamente, como si se tratara de un equipo. Es éste el caso de Ancianas en Arles, donde observamos a un grupo de mujeres en un jardín, transmitiendo cierta sensación de hostilidad y frialdad al visitante, que contrasta con los parques pintados por Vincent, más alegres y coloristas. Las figuras de las ancianas están encogidas por el frío, apreciándose los árboles tapados con conos para evitar la helada. Sin embargo, las tonalidades empleadas por Paul son algo más alegres, alejándose del efecto invernal que transmite con las figuras. En el lienzo coexisten curiosamente zonas planas como el camino verde - influencia de la estampa japonesa - y zonas con pequeñas pinceladas como el estanque y el arbusto de primer plano, influencia aún del Impresionismo.
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Durante la estancia de Degas en la Academia de Francia en Roma realizó numerosos dibujos llamados Academias, obligatorios para todos los estudiantes de la Escuela. La institución había sido dirigida por Ingres durante cinco años por lo que el Neoclasicismo era el estilo impuesto desde la dirección. Este anciano sentado es totalmente deudor de la obra de Ingres, exhibiendo el joven artista sus elevadas dotes como dibujante, característica que no perderá al integrarse al Impresionismo.
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En la primavera de 1890 Van Gogh va a buscar la inspiración en jarrones con flores recién cortadas - Jarrón con lirios o Jarrón con rosas, por ejemplo - aunque también se dedicará a reelaborar antiguas imágenes realizadas en Holanda como este trabajo subtitulado Usado. Un anciano junto al calor de la chimenea parece enjugarse las lágrimas; la tristeza y el paso del tiempo protagonizan este bella imagen en la que podemos encontrar cierto simbolismo con la pronta marcha de Vincent a París, triste por abandonar tantos recuerdos después de dos años en la Provenza. La pincelada empleada es suelta y vibrante, ocupando toda la superficie pictórica para crear una imagen llena de intensidad y pena, reforzada por el subtítulo. Los tonos verdes, amarillos y azules parecen mostrar una nota de esperanza que posiblemente el anciano y el propio Vincent encuentren en la religión. Recordando al simbolismo de Bernard y Gauguin, Van Gogh utiliza una línea oscura para delimitar los contornos tanto en el anciano como en la silla o la chimenea.
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Durante la estancia de Vincent en Amberes destaca la ejecución de varios retratos en los que encontramos una importante influencia de Rubens. El estilo violento de Nuenen continúa presente pero observamos una menor expresividad en las figuras como se aprecia en la Mujer con el pelo suelto, Mujer con cinta roja o este anciano. Su cabeza se recorta sobre un fondo oscuro, aplicándose el color con largas pinceladas que conforman un conjunto de gran calidad.