El arte relacionado con la creación del libro nos es muy bien conocido, pues tenemos la suerte de conservar una buena representación de ellos, mientras que la pintura mural prácticamente ha desaparecido en su totalidad y los edificios han sufrido importantes transformaciones y restauraciones. El códice sigue siendo el objeto de lujo que todo noble o comunidad monástica ansía coleccionar. Bajo el impulso directo de emperadores, o de los grandes dignatarios laicos y religiosos, los "scriptoria" de los monasterios comienzan una etapa de gran esplendor, sobre todo, en aquellas abadías en las que se introduce la reforma monástica impulsada por Gorze.Aunque existe una cancillería imperial que expide documentos magníficamente caligrafiados, en este período no nos encontraremos con un taller propio del monarca que realice grandes trabajos de ilustración tal como ocurría en la época de los emperadores carolingios. Todos los talleres de miniatura son monásticos, aunque alguno de ellos esté bajo la protección del propio monarca; de hecho las creaciones más suntuosas están relacionadas con sus encargos.Altos dignatarios encargan estos libros de lujo para su uso personal o de sus iglesias. También existe en ellos el espíritu coleccionista que conlleva la búsqueda y restauración de vieja obras. Si en la etapa carolina se ha especulado sobre el protagonismo tenido por Ada, la supuesta hermana de Carlomagno, en relación con la producción de códices miniados, ahora el papel jugado por la mujer es decisivo. La razón que explica esto es muy clara si se tiene en cuenta el protagonismo excepcional que las mujeres han tenido en el desarrollo de la política de la época. La nómina de estas féminas comitentes tiene nombres tan ilustres como: Cunegunda esposa de Enrique II, muerta en 1039; Uta, abadesa del monasterio de Niedermünster (1002-1025), de Ratisbona; Hitda, la célebre "abbatisa" de Meschede (Westfalia) entre 978 y 1042.Como los emperadores, el resto de los comitentes también deseaba dejar la impronta de su actuación en relación con la elaboración del libro, para ello se hacía reproducir en una viñeta que ocupaba un lugar destacado entre las ilustraciones. Las formas iconográficas de este tipo de representaciones era mucho más limitado y simple que las composiciones imperiales, reduciéndose generalmente a una imagen de ofrenda de la obra, o de receptor de la misma al serle ofrecida por parte de los escribas e iluminadores.Egberto de Tréveris se hizo retratar según la fórmula clásica de los oferentes teniendo el códice en una mano piadosamente velada. Un letrero nos explica que era él quien entregaba el obsequio -qui tibi dat munus- (Salterio de Egberto). La abadesa Hitda ofrece su libro de pie, con cierta altivez, a una santa Walpurgis apenas más alta que ella puesta en un pedestal (Evangelios de la abadesa Hitda). Resulta curiosa esta composición porque el sentido de la jerarquía es un convencionalismo absolutamente respetado por la plástica del momento. Dios, emperador, nobles y pueblo se representan a escala de mayor a menor, con un sentido de la jerarquización perfectamente acusado en el tamaño o en una disposición de los personajes ordenados de arriba abajo según su rango. La mayestática y colosal figura del arzobispo de Tréveris, Egberto, centra una gran ilustración en la que dos diminutos personajes, los monjes Keraldo y Heriberto, autores de la realización de la obra, le ofrecen la misma (Códice Egberto).Estos modestos personajes que son los auténticos protagonistas del renacimiento pictórico otoniano, nos son conocidos en muchas ocasiones por sus nombres; pero, en otras, el anonimato más absoluto oculta la personalidad de uno de los más grandes, que debemos denominar por el título de una de sus obras más famosas, el Maestro del "Registrum Gregorii". Hay algún indicio que parece indicar que las gentes dedicadas al trabajo en las cancillerías y escritorios corresponden a la elite rectora del imperio. De esta manera, conocemos casos como el de Bemward, obispo de Hildesheim, y uno de los más grandes mecenas de su época, quien, en su juventud, había sido escriba en la cancillería imperial (aulicus scriba doctus). No siempre los pintores correspondían al orden clerical, aunque trabajasen en talleres monásticos: podemos ver a un laico componiendo en un scriptorium monacal, representado en una miniatura del "Evangeliario de Echtemach".Deja de producirse el libro profano que tanta importancia había alcanzado con los carolingios, ansiosos de reproducir todo tipo de manifestación cultural de la romanidad. Tampoco se realizan grandes biblias, de esta época solo conocemos una. También pierde importancia el salterio. Los libros que alcanzaron una gran difusión fueron los evangelios, sacramentarios, pericopas -textos de pasajes evangélicos-, graduales -libro que contiene la parte de la misa que debe cantar el coro- y hagiografías.El monasterio de Reichenau, en el lago Constanza, es uno de los pilares fundamentales de la miniatura otoniana. Se inicia su producción bajo el abadiato de Roudmann (972-984), con una clara formación inspirada en obras carolingias. Su producción se agrupa en torno a grandes artistas: Ebumant, Ruodprecht y, sobre todos, Liuthar. Las obras relacionadas con este último escriba se caracterizan por sintetizar influencias carolingias y bizantinas, todo ello interpretado con acusado expresionismo lineal que le confiere un acabado anticlásico. Hemos aludido ya a imágenes de este taller como las de Otón III, pero no debemos olvidar su magnífica representación de los evangelistas. Se manifiestan en una actitud de éxtasis dentro de una mandorla de la que fluyen los ríos -los evangelios- de los que beben los animales -las almas-, teniendo en su regazo los libros del Antiguo Testamento, levanta los brazos para sostener un cúmulo de nubes en las que se reproduce su símbolo respectivo con ángeles y retratos de autores de los libros que componen el Antiguo Testamento. Esta visión es la que hace que el evangelista abra desorbitadamente sus ojos; se encuentra traspuesto. El artista ha sabido plasmar la impresión sufrida por el autor evangélico, de una fuerza excepcional, que trasciende a quien contempla su imagen.El Maestro del "Registrum Gregorii" desarrolla su actividad en Tréveris, bajo la protección de su arzobispo Egberto (977-993). Autor de obras tan famosas como la que le ha dado su nombre o el "Sacramento de Lorchs". Las más bellas imágenes de este artista testimonian gran maestría en el tratamiento de las formas y volúmenes de las figuras, caracterizadas por una muy correcta definición de su corporeidad, dotándolas de un sentido de la monumentalidad que es fruto del buen conocimiento que el miniaturista tiene de recursos pictóricos propios del arte antiguo. Su concepción del espacio, apoyándose en la gradación de los tonos y la composición geométrica, es otra de las características que afloran en la producción de este genio del fin del milenio.En Ratisbona, antigua capital carolingia, alcanza durante el gobierno de Enrique II, último emperador que reside en la ciudad, un período de esplendor artístico. Citábamos antes cómo fue el abad Rambold el que propició la creación de un escritorio en San Emerano, donde se restaurará el célebre códice carolingio de la abadía. Pese a estos orígenes deudores con el arte carolingio, se creará aquí un arte de la ilustración propio, tal como podemos ver en las imágenes del "Evangelario de la abadesa Uta".Las obras producidas en Colonia se cree que proceden de San Pantaleón. donde había llegado la reforma monástica de Gorze procedente de Tréveris Su culminación tendrá lugar con el arzobispo Heriberto (999-1021), quien antes de ser designado arzobispo había desempeñado en la corte de Otón III el cargo de canciller de asuntos italianos, forzado en el grupo de filobizantinos que rodeaba al emperador. Las miniaturas colonesas se caracterizan por su estilo expresionista, en el que la materia cromática constituye la esencia misma de la composición figurativa. Estos recursos pictóricos denuncian influjos bizantinos que se han justificado por la personalidad del mecenas tan relacionado con Bizancio, y por la presencia en el escritorio de códices griegos que fueron utilizados como modelos. La producción magistral de la escuela son los "Evangelios de la abadesa Hitda de Meschede". La dependencia de las formas griegas se acusa hasta en los rasgos fisionómicos de los personajes. En la escena de Jesús calmando la tempestad, una de las imágenes más conocidas del arte otoniano, se aprecia un estilo pictórico muy expresivo con el que se realiza una composición narrativa que denota una cierta espontaneidad, en el que un movido juego de líneas dota a la imagen de la debida credibilidad del fenómeno atmosférico.La dinastía salía tuvo en la abadía de Echternach (Luxemburgo) su principal centro de creación de libros miniados. A partir de la reforma de este monasterio por su abad Humberto (1028-1051), se detecta el inicio de un taller importante de miniatura. Las principales obras corresponderán a encargos de Enrique III. El estilo de este taller se puede considerar la última fase de la miniatura otoniana. La influencia del Maestro de Tréveris se aprecia en la serie de códices áureos encargados por el mismo Enrique. En los que ya hemos visto también la importancia que tenía la pintura bizantina para sus autores.
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El licenciado Christoval Baca de Castro 116 Luego que los del partido de Almagro dieron muerte al marqués Don Francisco Pizarro, aclamaron por governador general del Perú á Don Diego de Almagro el mozo con gran estruendo y alboroto; el cabildo de Lima lo recibió mas por fuerza que por voluntad; y despachando el nuevo governador al Cuzco y á las demás poblaciones la noticia de su exaltacion para que lo reconociessen, unas lo executaron assi, y otras lo resistieron. De la del Cuzco se havia apoderado Peralvarez Holguin y hechose declarar capitan general interin que por el rey se nombraba governador; Don Diego de Almagro, luego que tuvo esta noticia, formó exercito para ir contra aquella ciudad, pero á pocas jornadas supo que havia llegado á Quito el licenciado Christoval Baca de Castro, oidor de Valladolid y que iba por juez pesquisidor de la muerte de Don Diego de Almagro el viejo, llevando tambien orden para que, en caso de haver á su llegado muerto el marqués Don Francisco Pizarro ó que muriesse durante su comission, quedasse por governador general de todo el reyno hasta que se tomasse otra providencia; todas aquellas provincias le dieron sin repugnarlo la obediencia, pero Don Diego de Almagro, que se hallaba con bastante gente á su devocion y havia yá sido recibido en el Cuzco, se resolvió disputarle al mando y, sabiendo que passaba Baca de Castro con buen numero de gente en su busca, le salió al encuentro con exercito que formó de la que le havia acudido. 117 Llegaron los dos exercitos á la llanura de Chupas, que está cerca de Guamanga; y aunque Baca de Castro combidó á Almagro con un perdon general para él y los suyos si dexaba las armas y se sometía á la obediencia, no tuvo lugar esta proposicion por la desconfianza que suscitaban los perturbadores de la paz; y, assi, fue inevitable la batalla, que, despues de mantenerse indecisa y con mucha mortandad de ambas partes, se declaró la victoria por el exercito del rey, quedando aquel dia, que fue el 16 de septiembre de 1542, destruido el partido de los almagros, perdido su caudillo, se puso en fuga con muy pocos, favoreciendole la obscuridad de la noche, y se encaminó acia el Cuzco, quedando presos muchos de los que no murieron de los suyos. 118 Muchos de los que seguian el partido de Almagro se retiraron á Guamanga, donde fueron aprehendidos y degollados ó ahorcados los mas culpables; y passando de allí el licenciado Baca de Castro al Cuzco, hizo executar lo propio con Almagro y con los pocos que le acompañaron y havian allí sido tomados, de los quales hicieron fuga algunos y, no hallando sitio donde acogerse con seguridad, se retiraron á las montañas adonde habitaba Manco Inca. 119 Con estos buenos sucessos y providencias, quedó pacificado el Perú, y su governador Baca de Castro dispuso gratificar á los que havian servido en el exercito de el rey, dandoles repartimientos de tierras é indios á unos y mejorando en otros en los que tenian. Pero como no havia para igualarlos á todos y, por este motivo, era forzoso quedassen muchos descontentos, para que no tuviessen lugar de inquietarse, formando varias compañias, las destinó á que fuessen á poblar y conquistar otros paises, como las provincias de Pacamoros, Mojos, al reyno de Chile y Mullupampa; con lo qual, quedó seguro de que huviesse nuevos motivos de sublevacion y continuó su govierno con gran paz, quietud y acierto dedicado á establecer el régimen que se havia de guardar entre los españoles é indios, en disponer las leyes que á favor de todos se havian de practicar y, principalmente, puso su mayor aplicacion y cuidado en que se doctrinassen los indios y se les instruyesse en lo necessario para que se hiciessen christianos de su gran capacidad, madurez y suavidad, le hicieron amable en aquellos paises y tuvieron en tranquila seguridad las gentes de ellos hasta que con nuevos assuntos se volvieron á formar otras parcialidades y á encender las guerras civiles; con las cuales, continuaron los rigores, las tiranías, los desastres y lastimas en que estuvo anegado aquel imperio por largo tiempo, y empezaron á experimentarse desde que llegó á succederle Blasco Nuñez Vela, el qual, mostrandose poco satisfecho de la conducta del licenciado Baca de Castro por creerle participe en las revoluciones contra su govierno, lo hizo prender, en cuyo estado se mantubo hasta que, yendo á Lima Gonzalo Pizarro con la pretension de ser admitido por governador general, no haviendo querido Baca de Castro dar para ello su dictamen, estuvo á riesgo de la vida, de que escapó huyendo con el navio en que Blasco Nuñez Vela lo tenia preso y fue á Panamá, de donde vino á España y, despues de haver estado acá tambien preso, justificada su conducta, fue restituido á sus honores y libertad. Blasco Nuñez Vela 120 Por el año de 1542 se havian hecho en España ciertas ordenanzas para el mejor govierno y régimen de las Indias, libertad y buen tratamiento de los indios, y para su execucion se despacharon varias personas de autoridad y talentos que velassen sobre su cumplimiento; esto no parecia á todos de igual justificacion porque, conteniendose en algunos de sus capitulos que no passassen á los hijos los repartimientos de los conquistadores y que se les quitasscn los que tenian á los que huviessen intervenido en las passadas revoluciones, se hallaba el inconveniente de que quedasse sin recompensa el merito tan singular de aquellos heroes y expuestas sus familias á la necessidad y al desamparo, y aun se temia que esto fuesse causa de nuevos alborotos é inquietudes. 121 Con el fin de que se plantificassen estas ordenanzas, fue provisto Blasco Nuñez Vela, cavallero natural de Avila, por virrey, governador y presidente, erigiendose entonces esta dignidad en aquel imperio como tambien la Audiencia en la ciudad de los Reyes ó Lima, compuesta de quatro oidores y el virrey. Blasco Nuñez era hombre de una condicion fuerte, inflexible y severa tal que sin reflexionar los casos ni medir las ocasiones ponia en execucion sus resoluciones, no dando lugar á suplicas, no admitiendo representaciones, no considerando daños ni perjuicios m premeditando las tristes consequencias que traen consigo las disposiciones absolutas quando se ponen en practica sin observar primero la coyuntura para que tengan buen efecto. Con esta falta de consideracion, luego que llegó al Perú, sin atender á otra cosa que al pronto establecimiento de las ordenanzas, fue entablando su observancia en todos los parages por donde passaba y causando con ellas no poco alboroto é inquietudes, tanto que llegaron muchas ciudades á dudar el darle la obediencia ni admitirle por virrey; pero esta idea se desvaneció con el maduro consejo de los hombres prudentes y con la constante resolucion de el licenciado Baca de Castro de entregarlo al govierno luego que llegasse á Lima, como lo hizo; toda esta puntualidad y la lealtad con que siempre procedió durante su govierno no fueron bastantes á librarle de que Blasco Nuñez le pusiesse preso, segun queda yá advertido, sospechando tenia parte en los alborotos y discordias suscitadas con motivo de las ordenanzas. 122 Entró en Lima el virrey Blasco Nuñez Vela en el año de 1544; y aunque fue recibido con grande ostentacion, entablandose en su persona las primeras ceremonias de esta dignidad, á poco tiempo empezaron los animos á manifestar la displicencia de su llegada, descubriendo en lo publico la que les causaba el nuevo reglamento que iba á executar y que, quanto era favorable á los indios, tenia de perjudicial á los españoles, pues, pendiendo la riqueza de estos de los repartimientos, cessando ellos, era preciso les faltasse aquella; de aqui provino la conmocion universal de aquel grande imperio porque, divulgandose en todas partes la constante resolucion del virrey en solicitar su observancia y recelando que sus ofertas de dar lugar á que se suplicarse de ellas, era para mas assegurarlos y promoverlas quando no pudiessen hacerle resistencia. Passó Gonzalo Pizarro al Cuzco y allí se hizo declarar procurador general y justicia mayor de aquel reyno para interponer la suplicacion de las mismas ordenanzas y, agregandosele gente de todas partes, formó exercito con el pretexto de baxar á Lima con la seguridad de su persona á fomentar la comission que llevaba puesta á su cargo; baxo de este colorido, salió del Cuzco acompañado de 500 españoles y mas de 20 mil indios con artilleria y muchas municiones de guerra y boca, dirigiendo su camino á aquella capital. 123 A la displicencia con que todos se hallaban del virrey por su desabrido natural y aspereza, se agregó el acaecimiento de haver dado muerte á puñadas él y los de su familia al factor de Lima Illán Suarez de Carvajal por recelos de que era del bando de los mal contentos, con cuya tropellada accion acabó de alborotarse aquella ciudad y de inclinarse los mas al partido de Pizarro, que caminaba acia ella mas para disputarle el mando al virrey y hacerlo salir del reyno que con el fin de executar pacifica y sumisamente la comission de que las ciudades le havian encargado; sabido esto por el virrey, determinó fortalecerse en Lima porque no tenia gente ni providencias suficientes para salirle al encuentro, mas, considerando no ser bastante la que estaba á su obediencia aun para resistirle allí, se reduxo á retirarse por mar y llevar consigo la Audiencia á Truxillo; á esta determinacion se opusieron los oidores, que yá estaban disgustados con él y tenian inteligencia con Pizarro. Esta ultima discordia llegó con facilidad á tanto extremo que los oidores pusieron preso á Blasco Nuñez con fin de embiarlo á España, persuadidos á que con su ausencia se sossegarian los tumultos, se tranquilizarian los animos y quedarian deshechos los bandos que tenian en una continua inquietud á todos los españoles; embarcaronlo en un navio y lo entregaron al oidor licenciado Alvarez para que lo conduxesse; este oidor, que era uno de los que havian promovido la prision del virrey, luego que se hizo á la vela, lo puso en libertad y, sometiendosele, le dexó el mando, pidiendole perdon del desacato que contra él havia cometido; el virrey se encaminó á Tumbez y, desembarcando allí, empezó á juntar gente con que ir á oponerse á los designios de Pizarro. 124 Luego que el virrey partió de Lima, se acercó Gonzalo Pizarro con su exercito, que se havia acrecentado mucho con los que, descontentos de los rigorosos procedimientos del virrey ó temerosos de las fuerzas de Pizarro, se le havian juntado; assi, obligó á la Audiencia y al cabildo á que le admitiessen por governador general de aquellos reynos y se recibió en este empleo á fines de octubre de 1544, pretendiendo tener derecho á él por haverle nombrado su hermano el marqués en su testamento en virtud de faccultad que para ello tenia y se comprehendia en la concession de su govierno. El virrey no pudo detenerse mucho en Tumbez, temeroso de la gente que por mar podia embiar Pizarro estando ya apoderado la armada, y, assi, se retiró á Quito, donde fue bien recibido; y haviendo juntado hasta doscientos hombres de armas, determinó baxar con ellos á San Miguel de Piura para haver de aumentar sus fuerzas en aquel parage con la gente que continuamente entraba en el Perú y havia de hacer su passo por allí forzosamente, como lo consiguió, llegando á juntar en tiempo muy corto hasta 500 hombres. Conociendo Pizarro que, si dexaba sossegar á Blasco Nuñez en Piura, se podria hacer mas poderoso y desvanecerle sus intentos, procuró cortar este embarazo saliendole al encuentro con su gente y passar á sorprenderle. 125 Con este fin, se embarcó en el Callao por marzo de 1545, llevando consigo mas de 600 hombres de infanteria y cavallos; desembarcó en Santa y luego caminó acia San Miguel de Piura. Pero reconociendo el virrey ser las fuerzas de Pizarro mayores que las suyas, no le pareció esperarlo y se retiró con su gente acia Quito por no exponerse al riesgo de una batalla con tanta probabilidad de perderla; Pizarro lo siguió con su exercito y á tal inmediacion que, picando su retaguardia y apoderandose de mucha parte del bagage, le obligó con las aceleradas marchas y la tribulacion, regular en iguales casos, á que rendida de la fatiga, se fuesse quedando por el camino la mas de su gente, la que iba recogiendo Pizarro y despachando á las ciudades ó dando muerte á aquellos de quienes tenia algun sentimiento. Llegó á Quito el virrey, passó á Pasto y de allí le fue preciso continuar á Popayán; y viendo Pizarro que yá estaba fuera de los terminos del Perú despues de haverse seguido veinte leguas mas adelante de Pasto, se volvió á Quito, disponiendo desde allí que su armada passasse á Panamá para estorvar que Blasco Nuñez recogiesse en ella alguna gente por medio de los capitanes de los que le havian quedado y pudiesse reforzarse. Llegada la armada á aquella ensenada en el mes de octubre del mismo año de 45, desembarcaron 200 hombres de ella; viendo los de Panamá este armamento, que se componía de 11 á 14 velas, y sabiendo las revoluciones del Perú y que la gente desembarcaba como que intentaba entrar en la plaza, se puso en arma para defenderla, y, estando en punto de darse batalla, se interpusieron personas religiosas y obtuvieron que se capitulara de una y otra parte y se dexassen las armas; Pedro de Hinojosa, que era el que por Pizarro comandaba la armada, entró en Panamá con 30 hombres, segun se havia capitulado, y deshizo el partido que Blasco Nuñez tenia formado por medio de dos capitanes suyos, embiados allí para que recogiessen gente de la que llegasse de España, atraxo con su grado cerca de doscientos hombres que tenian yá reclutados y, despues que los dos capitanes se volvieron á juntar con el virrey, partió él con la armada, llevando á esta gente á el Perú. 126 Interin que en Quito y Panamá passaba lo que se acaba de referir, no eran menos en la Plata las revoluciones porque, armandose en ella con Diego Centeno algunos del vecindario contra Diego de Almendras, teniente de Pizarro, le dieron muerte por justicia, ocasionandolo el haver injustamente mandado dar garrote á Gómez de Luna, uno de los principales vecinos de la ciudad; Diego Centeno juntó alguna gente para mantener el partido del rey y resistir á las ordenes de Pizarro; pero sabida esta resolucion por uno de sus thenientes que estaba en el Cuzco, levantó gente contra ellos, que no se atrevieron á esperarle. Pizarro despachó á su general Francisco de Carvajal para que los reduxesse á su obediencia, pero no le fue facil executarlo con los principales porque estos excusaron llegar al combate ó ponerse en parage de ser tomados; y como en este capitan fuessen vicios caracteristicos la avaricia y el rigor, practicó grandes crueldades con los que encontraba fatigados del huir y que quedaban rendidos al cansancio en los caminos. 127 El virrey, que se mantenia en Popayan interin que Pizarro en Quito, procuraba juntar gente con que volver al Perú y, teniendo yá la que le pareció bastante para dar principio á la empressa, se encaminó acia Quito con tanta mayor seguridad quanto creía que Pizarro se alexaba de esta provincia; pero como este á la tercera ó quarta jornada, fingiendose enfermo, detuviesse su marcha con la noticia de la vuelta del virrey, salió determinado á buscarlo y presentarle la batalla con 700 hombres que tenia. A mediado de enero de 1546, llegó el virrey al llano de Iña Quito, donde yá se hallaba Pizarro; y no obstante ser en mucho mayor numero la gente de este que la de Blasco Nuñez, no siendo yá tiempo de tomar otra determinacion, le fue preciso admitir la batalla, que sucedió el 19 de enero, con tal desgracia de parte de los leales que, vencido el exercito real despues de haver combatido largamente con sobrado valor, fue muerto el mismo virrey y muchos de los principales que le seguian, saliendo otros mal heridos y escapando dificultosamente de la saña y crueldad de los enemigos, los quales, á sangre fria despues de la victoria, no perdonaban á aquellos con quienes tenian sus particulares motivos de enemistad, siendo uno de los que experimentaron esta suerte el mismo virrey, muerto á manos de un esclavo de orden del licenciado Benito Suarez de Carvajal en venganza de la muerte dada á su hermano el factor Illán Suarez. 128 Con esta victoria, quedó Gonzalo Pizarro sin contradiccion por governador general de todos aquellos reynos. Luego, passó á Truxillo y, de allí, á los Reyes, á donde estableció su assiento; hizo su entrada muy ostentosamente y despues empezó a entender en las materias de govierno y en dar las disposiciones de conservarse en la autoridad con que se hallaba y se havia adquirido, embiando para ello sus procuradores á Castilla, que diessen razon de su conducta y solicitassen la confirmacion ó el perdon de lo executado. Entre otras providencias, dió las de que se observassen y cumpliessen algunos capitulos de las ordenanzas, que no eran perjudiciales á los encomenderos; y aunque le importunaron algunos de los suyos, y mas que todos Francisco de Carvajal, para que se levantasse por rey, el respeto y veneracion á su soberano ó lo feo de tan descubierta accion le sirvieron de freno para no condescender con sus instancias, aunque por ello padeciesse, como con efecto se la atribuyeron, la nota de indiscreto y de poca resolucion. 129 Las muertes que con el motivo de esta rebelion se causaron fueron innumerables; cada partido las executaba no solo en aquellos que se passaban al contrario sino en los propios, quando con algun leve indicio ó presuncion creía que se le faltaba á la fé; cada uno trataba á los de la otra parcialidad como traydores, y el bando de Pizarro no se decia menos leal que el del virrey; assi, causa compassion el ver la gente que con inhumana crueldad pereció, fuera de la que dexaba la vida en los varios reencuentros y batallas que continuamente se ofrecieron. El licenciado Pedro de la Gasca 130 Llegados á España y al emperador, que se hallaba en Alemania, las noticias de los grandes alborotos sobrevenidos en el Perú, fue nombrado á consulta del Consejo por presidente de la Audiencia de los Reyes y governador del Perú el licenciado Pedro de la Gasca, natural de Navarregadilla en el obispado de Avila, colegial que havia sido en el viejo de San Bartholomé de Salamanca y entonces de la Suprema y General Inquisicion, para que passasse á sossegar aquellos reynos y pacificar á sus moradores; á este fin, se le confirieron amplios poderes para hacer y disponer todo aquello que tuviesse por conveniente al servicio de Su Magestad. Y firmados todos los despachos por el emperador en febrero de 1546, salió de España y llegó á Panamá, en donde fue su primera diligencia, despues de irse grangeando con la afabilidad del trato los capitanes de Pizarro que se hallaban en aquellas partes de Tierra Firme, el embiar á Lima á Pedro Fernandez Paniagua, dirigiendo con él á Pizarro una carta del emperador, que acompañó con noticia de los despachos que llevaba y del poder general que se le havia conferido para perdonar en todos los delitos passados y remunerar los meritos de los que se havian señalado en la conquista de aquel imperio, distribuyendoles nuevos honores. Luego que Pizarro tuvo la noticia de haver llegado á Panamá el presidente, hizo junta de sus confidentes, á saber el licenciado Cepeda, que era uno y el mas antiguo oidor de los que havian sido contrarios al virrey, el licenciado Benito Suarez de Carvajal y otros, en la que, despues de varios debates, se huvo por fin seguir el dictamen de Pizarro, apoyado de su ambicion y sostenido del licenciado Cepeda, que fue el de no dexar entrasse en el Perú el presidente; algunos añaden que Francisco de Carvajal, con la libertad militar de que usaba, le dió á entender en esta ú otra ocasion lo favorable de las provisiones que traía el licenciado Gasca y que, pues todos los delitos passados se indultaban y las ordenanzas que havian dado motivo á tomar las armas quedaban molidos, era de sentir se recibiesse al licenciado Gasca con todo agrado, ostentacion y magnificencia y, si possible, fuesse empedrandole el camino con texos de oro y plata, á que era acreedor quien les llevaba cosas tan favorables, pero como en Pizarro estaba arraygada la dulzura del mando y fuesse dificil el que se despojase de una autoridad que le parecia poder conservar, despreció aquel dictamen tan cuerdo y conveniente á la quietud y bien estar de todos; con que, él mismo huviera conservado su honor y reputacion, escusado tanto efusion de sangre como por su causa se hizo y no dexado tan mal vista con la infamia su memorial; confirmado, pues, en su dictamen con otras juntas, despachó por enero de 1547 á Paniagua con la respuesta á el presidente de lo deliberado en ellas. 131 La armada maritima de Pizarro se hallaba en Panamá quando el presidente Gasca llegó allí, y era su general Pedro de Hinojosa, con el qual trabó mucha amistad el presidente; y haviendole hecho saber las ordenes que llevaba del emperador, y entre ellas las del perdon general para todos y la suspension de las ordenanzas, Hinojosa, de comun consentimiento con sus capitanes, no tuvo dificultad en entregarle la armada y someterse desde luego á su autoridad, reconociendole por legitimo governador de aquel imperio. El presidente les estimó mucho esta demostracion de fidelidad y les confirmó á todos en sus mismos empleos en nombre del emperador; con este accidente tan favorable, ordenó que saliessen quatro de aquellos navios para las costas del Perú á fin de esparcir en él las noticias del perdon general y de la anulacion de las ordenanzas por medio de cartas que escrivió á los governadores y gente principal del país; los capitanes practicaron estas comissiones con tanto acierto que en poco tiempo se hizo publico su contenido en todo el reyno, y empezaron las ciudades, governadores y capitanes á declararse á favor del presidente; sabida por este la buena disposicion en que estaban los animos de aquellos naturales, salió de Panamá y llegó á Tumbez, en cuyo parage se le juntaron hasta 500 hombres, con los quales passó hasta Truxillo y, con la noticia de que todas las provincias de la sierra se havian declarado á su favor, despachó orden para que se juntasse la gente de guerra que huviesse en ellas y que fuesse á unirsele en la provincia de Xauxa, á la qual passó despues con los que le acompañaban. 132 Luego que Pizarro reconoció que no se hallaba el presidente en animo de retroceder, hizo leva de gente para oponersele y juntó hasta mil hombres, los quales iban por lo general tan contra su voluntad que, arrostrando á los riesgos del castigo amenazado en la fuga, no la escusaban en primer lugar los mas principales; este recelo obligó á Pizarro á dexar á Lima y, creyendo que con la distancia se escusaria la oportunidad de la desercion, se fue retirando acia Arequipa, mas sin lograr el intento, pues todo su exercito quedó en breve reducido á solos 300 hombres; y aunque se le havia juntado en Arequipa Juan de Acosta, capitan muy confidente suyo, con pocos mas de 100 hombres que le havian quedado, no eran todos bastantes á contrarrestar las fuerzas del presidente, que tenia yá un crecido exercito, formado de la mucha gente que de todas partes le havia acudido; y, assi, huvo de preferir por entonces el designio de retirarse á Chile ó, por las asperezas de los Andes, á los descubrimientos del rio de la Plata. 133 Antes que se aussentasse de Lima Gonzalo Pizarro, el licenciado Cepeda, para animar mas á los de aquel partido, juntó á todos los juristas que havia en aquella ciudad y formó un proceso criminal contra el licenciado Gasca y contra todos los que se havian declarado por él, sentenciandolos á muerte y á ser arrastrados por traydores. 134 Siguiendo su marcha Pizarro, supo que Diego Centeno, el qual havia padecido grandes riesgos por mantener la voz del reyno desde las revoluciones suscitadas en tiempo del virrey Blasco Nuñez Vela, havia juntado un exercito de 1200 hombres bien armados de las ciudades del Cuzco, Arequipa y la Plata y que con ellos intentaba cortarle el paso de la laguna de Titi-caca, que era forzoso para el intento de Pizarro, á cuyo fin y para la seguridad de su logro havia hecho quemar el puente que estaba en el desaguadero de aquella laguna y caminaba á encontrarle; Pizarro no dexó de hallarse confuso considerando que sus fuerzas eran muy inferiores en el numero á las del contrario y, por esto, dispuso tantear el animo de Centeno por si lo podia atraer á su partido ó descuidarlo interin que se le juntaba mas gente ó se le passaban algunos del opuesto campo, pero, no haviendo logrado nada de lo que deseaba, determinó continuar su marcha con la firme resolucion de no desfallecer en la empresa. El dia 20 de octubre de 1547 llegaron á darse batalla los dos exercitos en el llano nombrado Guarina, y en ella quedó Pizarro victorioso por las buenas maximas de su maestre de campo Carvajal, siendo assi que todo su campo solo era de 487 hombres y el contrario passaba de 900; de este, murieron 350, salieron muchos heridos y prisioneros, y del de Pizarro fueron los muertos menos de 100, la mayor parte de la cavalleria. Con la gloria y aliento de esta victoria, mudó Pizarro de pensamientos, abandonando del todo los que antes tenia de la retirada; embió sus capitanes al Cuzco, Arequipa y la Plata para que recogiessen el dinero y provisiones que hallassen y diessen disposicion para mantener á su devocion aquellas ciudades; passados algunos dias de la batalla, se volvió á poner en marcha y entró en el Cuzco en forma de triunfo con grandes aparatos, pompa y magestad porque de su orden se havia prevenido aquella ciudad para las ceremonias de este acto. 135 El presidente Gasca recibió esta noticia con no pequeño sentimiento á tiempo que entre los suyos se pensaba en deshacer el exercito que tenia allí por considerar bastante el de Centeno para rendir á Pizarro; pero viendo la necessidad de acudir con nuevo exercito á estorvar los progressos del enemigo, dispuso lo ne cessario, y, dada la orden para la salida, se executó esta en 29 de diciembre del mismo año de 47, llevando 400 cavallos, 700 arcabuceros y 500 piqueros; y dirigiendose á la provincia de Andaguaylas, hizo alto en ella hasta que, passado lo rigoroso del ibierno y de las nieves, despues de haversele incorporado el adelantado Sebastian de Belalcazar, Diego Centeno, Pedro de Valdivia, governador de Chile, y otros con sus gentes, continuó su camino acia el Cuzco. Llegó al rio Apurimac, y, como su paso era tan dificultoso que con pocos que le huvieran defendido havrian salido inutiles los esfuerzos de todo su exercito, fue forzoso hacer un puente; para deslumbrar á Pizarro en orden al sitio donde se havia de echar, mandó disponer quatro en distintos parages, cuya cautela no bastó porque los indios dieron el aviso de que el presidente iba á passar por el que se estaba haciendo en Cotabamba; los corredores de Pizarro y, con ellos, algunos indios lograron poner fuego á varios materiales del puente, y despues hicieron sus soldados algunas tentativas para embarazar su conclusion, pero el destino con que yá caminaban las cosas de este capitan á su ruina hizo faltasse en sus providencias aquella actividad que requieren los lances de guerra; y, assi, ó fueron pocas ó tarde, y, apoderados yá los reales de la contraria orilla y de la cuesta que sigue, pudieron sin contraste vencer aquel embarazo. 136 Haviendo passado todo el exercito este peligroso transito, se puso en marcha para el Cuzco á pequeñas jornadas, y con el aviso de ello determinó Pizarro salir á recibirlo al llano de Xaquixaguana, que dista de aquella ciudad quatro leguas. Carvajal era de sentir que no se arriesgasse todo á el lance de una batalla porque conocia no les convenia; Pizarro no quiso conformarse con su dictamen, fiado en las vanas esperanzas que él y muchos de los suyos havian concebido con la felicidad de la funcion de Guarina. Y resuelto á executar lo que le dictaba su opinion, salió del Cuzco con mas de 900 buenos soldados y llegó al mismo llano de Xaquixaguana, donde se dieron vista los dos exercitos y se pusieron en orden de batalla para darle el dia 9 de abril de 1548 muy de madrugada. En esta disposicion, como los que componian el de Pizarro estaban yá totalmente disgustados con él, cansados de sus crueldades y deseosos de hallar ocasion de desampararle, no bien se havia dado principio á las primeras escaramuzas entre uno y otro campo, quando empezaron á pasarse al exercito real los primeros caudillos y soldados, entre los quales fue uno el licenciado Cepeda, que, dexando su profession de la jurisprudencia, havia con gran fineza seguido hasta allí el partido de las armas para fomentar con ellas y su exemplo el de Pizarro y el de su ambicion, cebada en la gran parte que le tocaba del govierno; al exemplar de los primeros, fueron siguiendo en la desercion los demas soldados luego que á cada uno se le proporcionaba la ocasion, de modo que en muy cortas horas eran bien pocos los que se mantenian con Pizarro, los quales, viendose yá impossibilitados de hacer contrarresto, unos tomaron la fuga, y otros largaron las armas y, passandose al exercito contarlo, dexaron solo á Pizarro con algunos pocos capitanes que luego fueron hechos prisioneros; el mismo Pizarro hay quien diga que, al verso yá sin otro recurso que el de huir ó entregarse, escogió este ultimo partido, acaso juzgando merecer alguna compassion. Fue presentado al presidente Gasca, quien, despues de algunas pocas palabras, lo mando retirar y poner á buen recaudo, irritado con lo sobervio de las respuestas que Pizarro le hizo; Carvajal se puso en huida pero fue alcanzado y apenas á costa de alguna diligencia pudo ser preservado de la ira de los soldados, que, deseando satisfacerse en él de las crueldades que havia executado, quisieron darle muerte en el camino, siendo preciso contenerlos sus capitanes y hacer se contentassen con los baldones é injurias con que lo motejaban; aprisionaronse otros muchos que huían, y de este modo quedó todo concluido el mismo dia 9 de abril á las 10 de la mañana. En toda esta funcion solo murieron de 10 á 12 del partido de Pizarro, y del exercito del presidente uno solo, circunstancia no facil de verificar en muchos de semejantes reencuentros y que no se podria esperar de las grandes prevenciones que la antecedieron. 137 A1 siguiente dia, fueron ajusticiados en el mismo campo Gonzalo Pizarro, Francisco Carvajal y algunos otros de sus capitanes; á Pizarro le degollaron teniendo entonces de edad 42 años no cumplidos, y Carvajal fue ahorcado siendo yá de 84; las casas que Pizarro tenia en el Cuzco y los Reyes se mandaron demoler y sembrar de sal y que en ellas se pusiessen unos pilares ó columnas de marmol con letreros que indicassen haver sido del traydor Gonzalo Pizarro para que quedasse perpetuada la memoria de la pena y del delito, conservandose en las de Lima hasta el presente este padron en la misma forma que se determinó por la sentencia. 138 El presidente passó despues de esto al Cuzco, en donde continuó las justicias en los demás capitanes y en otros de los mas culpados, de los quales unos fueron ahorcados, otros azotados publicamente y condenados á galeras, cuyo primer castigo escandalizó mucho á los indios, que nunca lo havian visto practicar, y otros que havian antes muerto fueron declarados por traydores y condenada su memoria. Terminado todo esto y passado el rigoroso tiempo del castigo, hizo el presidente publicar un perdon general para todos los demás comprehendidos en la rebelion, y se hicieron en el Cuzco grandes fiestas para solemnizar la paz y quietud de aquel imperio que se havia conseguido con tanta prosperidad. 139 Del cuidado de los castigos passó el presidente al de los premios con los que se havian mostrado mas celosos y leales por el servicio de su rey; dió á Pedro de Valdivia la governacion de Chile, de que aún no tenia titulo legitimo, y otros goviernos á aquellos capitanes; y en quanto á las encomiendas, como los acreedores eran muchos y cada uno se consideraba en mas alto grado de merito que los demás, no haviendo con que poderlos remunerar á todos igualmente, era indispensable huviessen de quedar muchos quexosos y que importunassen al presidente cada uno con la representacion de su merito y alegacion de sus servicios; para evadirse de esta molestia, salió Gasca del Cuzco camino de Lima y en el assiento de Guaynarima, distante de aquella ciudad 12 leguas y adonde havia ordenado que nadie passasse á verlo, concluyó con el dictamen de Don Geronymo de Loaysa, arzobispo de Lima, el repartimiento de 150 encomiendas, cometiendo su publicacion al mismo arzobispo para que la hiciesse á los 12 ó 15 dias despues de su partido de aquel assiento para escusar las quexas de los no comprehendidos, á quienes en general se les ofrecia atender en lo que fuesse vacando; hizose de esta forma pero, como los premiados eran los que con él havian pacificado aquellos reynos, apartandose de Pizarro desde los principios, y les cabia poca parte á los primeros conquistadores, volvieron á suscitarse nuevos alborotos, de que se temieron iguales daños, pero se atajaron con el castigo executado en algunos de los principales motores, y con el exemplar se apaciguaron los demás; esta publicacion de repartimientos fue hecha en el Cuzco á 24 de agosto de 1548 y importaba dos millones y medio de pesos de renta annual. Despues, para contener á los que tenian mas razon en sus quexas, se dispuso que casassen con las viudas de los que havian muerto en las guerras y tenian repartimiento, pero no bastó esta providencia á contentar á todos. 140 El dia 17 de septiembre del mismo año entró el presidente Gasca en los Reyes, haviendo antes mandado edificar la ciudad de la Paz en memoria de la establecida en aquellos reynos. Fue recibido en los Reyes con mucha alegria y ostentacion, llevando consigo el sello real para assentar de nuevo allí la Audiencia; despues, se dedicó al govierno y á la formacion de las ordenanzas que se havian de guardar, disponiendo con celo christiano quanto conducía á la educacion é instruccion de los indios en los puntos y preceptos de la catholica religion y cuidando de que se lograsse en ellos el fruto de la conquista y el desvelo de los sacerdotes que estaban empleados en su enseñanza. 141 Este presidente, poco ó nada ambicioso de mandar, havia admitido la empressa de ir á pacificar aquellos reynos por mostrar la obediencia y respeto con que veneraba las ordenes de su rey, y, assi, se le havia concedido, á esfuerzo de su solicitud, que pudiesse restituirse á España luego que apaciguarse aquellos naturales y los dexasse en quietud; en consecuencia de ello, empezó á disponer su viaje assi que lo tuvo concluido. Y como en el interin que permaneció en los Reyes vacaron algunos repartimientos y todos los quexosos del primero le importunaban para ser preferidos, se valió de igual industria para tenerlos entretenidos y esperanzados á todos cerrando el pliego que contenia los proveimientos y encargando que no se abriesse hasta haver passado 8 ó 10 dias de su partida; dexó el govierno del reyno á la Audiencia, la conquista del Tucumán al capitan Juan Nuñez de Prado, la de Chuquimayo á Diego Palomino y la de Chunchos á Francisco Hernandez Girón y, proveidos todos los corregimientos en los sugetos mas condignos que havia en el reyno, se hizo á la vela el 25 de enero de 1550 desde el puerto del Callao para Tierra Firme. Passado el termino que havia assignado, se abrió el pliego en la Audiencia, de cuyas resultas huvo con los descontentos algunos alborotos, aunque se apaciguaron antes de llegar á tomar cuerpo. El presidente Gasca, venido á España, passó á Alemania, en donde entonces se hallaba el emperador, á darle quenta del éxito de sus encargos; y reconocido este principe á sus meritos y grandes talentos, los premió presentandole á las sillas de Palencia y Siguenza; en este obispado murió el año de 1567 á 20 dias del mes de noviembre y está sepultado en la capilla mayor de la parroquia de la Magdalena de Valladolid, que edificó y dotó Don Antonio de Mendoza. 142 Informada la magestad del señor Carlos V de la pacificacion del Perú, nombró á Don Antonio de Mendoza, hermano del marqués de Mondejar, que en la sazon se hallaba governando los reynos de Nueva España, para que passasse de virrey á los del Perú porque la acertada conducta que havia tenido en aquellos, su prudencia, virtud y suavidad le tenian tan acreditado que, haciendose amable para con todos, llenaba de respeto y veneracion los animos, prendas necessarisimas entonces en el que huviesse de governar el Perú por las muchas inquietudes que á cada passo se ofrecian en sus provincias. En fuerza de esta eleccion, se encaminó el nuevo virrey á la capital del Perú y llegó á los Reyes el 23 de septiembre de 1551; fue recibido de todos con extraordinario regocijo, aplauso y estimacion, dando en este acto una calificada prueba de su gran modestia en no haver querido admitir para su entrada solemne el palio por estimar esta augusta ceremonia mas como hija de la vanidad que como circunstancia precisa á la autoridad del ministerio. 143 Luego que tomó asiento en el govierno y que terminaron los regocijos destinados á celebrar su llegada, despachó á Don Francisco de Mendoza, su hijo, á que visitasse las ciudades y provincias principales de aquel vasto imperio, sus minas y el trabajo de ellas y, formando relacion de todo, lo embió á España con las memorias que havia adquirido para que diesse el mas individual informe al emperador. 144 La falta de salud que padecia el virrey no le dio lugar á entablar el govierno de aquellos reynos como deseaba y, á poco tiempo de haver llegado, se agravó tanto que le fue forzoso descargar en la Audiencia todo su peso; este tribunal intentó quitar el servicio personal de los indios, que era uno de los capitulos de las ordenanzas que repugnaron admitir aquellos españoles, y esta novedad dió motivo á que los interessados empezassen á suscitar alborotos y á formar conjuracion, la que se atajó con la justicia executada en Luis de Vargas, principal motor de ella, á quien, averiguado el hecho, le fue cortada la cabeza. La enfermedad del virrey le llevó á su ultimo termino, y murió el 21 de julio del siguiente año de 1552, con general sentimiento de todos, y su cuerpo fue depositado allí, en la iglesia mayor. 145 Por muerte del virrey, quedó la Audiencia con todo el govierno. Esta, para sossegar las inquietudes que se havian suscitado en los charcas, havia proveído en aquel corregimiento á Pedro de Hinojosa con el cargo de justicia mayor; la nominacion de este capitan, que, por tener el mayor repartimiento de todo el reyno, era muy embidiado y las frequentes desavenencias ó particulares debates que los vecinos de los charcas tenian entre sí havian hecho acudir á esta provincia muchos soldados de los que con ociosidad andaban esparcidos por todo el reyno buscando motivos de dissensiones para tener en que emplearse, inclinandose yá á un partido ó yá otro; estos, con el deseo de conseguir en las alteraciones de una guerra lo que no podian permaneciendo en paz aquellas tierras, se juntaron con Don Sebastian de Castilla y, haciendolo su caudillo, dieron muerte traydoramente en la ciudad de la Plata al general Pedro de Hinojosa y á su theniente Alonso de Castro la mañana del dia 6 de marzo de 1553, dentro de su casa; de allí, salieron á la plaza, y, alistando á la gente que pudieron, se hizo elegir Don Sebastian de Castilla por capitan general y justicia mayor; despachó noticia de ello á Egas de Guzman, que estaba en Potosí y era participe en la sublevación, para que le reconociessen en aquella villa; este lo practicó assi y, apoderandose de las Caxas reales, tomó de ellas mas de un millon y medio de pesos que tenian. Vasco Godinez, que tambien havia tenido no pequeña parte en la disposicion del motín y que lo havia bien prevenido á su favor y comunicado con sus amigos, apenas se concluyó el primer sucesso, empezó á preparar el segundo y, como no se huviesse hallado presente á la muerte de Hinojosa, con el pretexto de poner en libertad aquella ciudad, con los mismos que havian intervenido en la traycion contra el corregidor, dió muerte á Don Sebastian de Castilla en 11 del mismo mes, persuadiendose que la Audiencia no podria dexar de premiarle este servicio, que sin duda lo havria sido si no huviera precisado Godinez al cabildo á que lo eligiesse por corregidor y justicia mayor de aquella provincia, baxo el falso titulo de ser libertador de la patria y destruidor del tyrano, y hecho se le confiassen en deposito los repartimientos y minas que havia posseido Hinojosa y redituaban 200 mil pesos annuales, principal objeto de toda su maquinacion y alboroto; para que esto no se descubriesse, hizo dar muerte á todos los que havian sido sabidores de sus maximas baxo el fingido pretexto de castigarlos como á complices en la muerte del general Hinojosa, y esto mismo practicaron los de su partido con Egas de Guzmán y otros, declrandolos y denunciandolos por traydores al rey. 146 En los Reyes y en el Cuzco se recibió la noticia del levantamiento de Don Sebastian de Castilla, y se empezó á levantar exercito para extinguirlo y precaber que no se estendiesse á ellas el daño de la infidelidad; pero llegando á los 6 dias la segunda noticia de que Godinez le havia dado muerto y tenia ya apaciguado aquel alboroto, no dexó de extrañarse y producir en los animos alguna sospecha originada de su mala conducta; por lo qual, aunque no se prosiguió en el acrecentamiento del exercito, nombró la Audiencia al mariscal Alonso de Alvarado por juez para que fuesse á los charcas á entender en las causas de los culpados, castigarios y apaciguar aquella tierra y, al mismo tiempo, se le dió otra provision secreta nombrandole por corregidor, justicia mayor y capital general de la provincia. Alvarado recibió estos despachos en la Paz, passó á cumplirlos y, usando de algun ardid, prendió á Vasco Godinez, á quien, justificados sus delitos, mandó arrastrar y hacer quartos por traydor á Dios, al rey y á sus amigos; castigó con gran severidad y prontitud los demás culpados, que yá se havian esparcido, y á todos aquellos de quien se podian recelar nuevas inquietudes, con lo que dexó apaciguada la provincia. 147 La severidad de este castigo y el miedo en los que se consideraban complices del delito de que llegasse á ellos la pena dispuso los animos prontos á este modo de alborotos á que buscassen por ellos su seguridad, tomando siempre por pretexto el haver puesto la Audiencia en execucion la ordenanza que prohibia el servicio personal de indios. Francisco Hernandez Girón, vecino del Cuzco, de condicion inquieta y reboltosa, dispuso otro levantamiento en aquella ciudad, favoreciendo su intento la assistencia de algunos pocos amigos; y la noche del dia 13 de noviembre de aquel mismo año de 1553, estando juntos todos los principales de la ciudad, y entre ellos el corregidor Gil Ramirez Davalos, á la celebridad de las bodas de Alonso de Loaysa, sobrino del arzobispo de Lima, que casaba con Doña Maria de Castilla, sobrina de Don Balthasar de Castilla, uno y otro de los mas ricos y estimados del Cuzco, al tiempo de estar cenando, entró Francisco Hernandez con algunos de sus compañeros en la sala, prendió al corregidor, hiriendo de muerte al capitan Juan Alonso Palomino, y los demás escaparon sorprehendidos de la repentina novedad, cada qual del modo que le facilitó su ventura. Aquella misma noche se pusieron en camino para los Reyes los mas leales vecinos de la ciudad por no dar tiempo á que, tomando cuerpo la conjuracion, se les impossibilttasse despues la salida; los traydores quedaron señoreandose de la ciudad toda la noche y, reconociendo débil su partido, fueron á las carceles y dieron libertad á los que estaban en ellas, aumentando por este medio el numero de sus sequaces. 148 Viendo los de la conjuracion que continuaban yendose del Cuzco los vecinos principales, supusieron que el tio de la novia, Don Balthasar de Castilla, y el contador Juan de Caceres deliberaban seguir á los demás; por lo que, embiando Girón á su maestre de campo el licenciado Diego de Alvarado para que los prendiesse, no solo lo executó sino que inmediatamente los hizo dar garrote y sacar á la plaza, con lo qual se aterrorizaron tanto los demás de la ciudad que por librarse de igual rigor, muchos se declararon de lado del traydor. Este, luego que tuvo gente bastante y á los 15 dias de su levantamiento, hizo que los que havian quedado vecinos de alguna consideracion lo eligiessen por procurador general de todo el imperio para suplicar á Su Magestad de las providencias de la Audiencia, que cedian en perjuicio de los dueños de repartimientos y que juntamente lo nombrassen capitan general y justicia mayor de aquella ciudad y reyno; los vecinos lo hicieron obligados de la fuerza porque á la vista del cabildo formó un esquadron con su gente, que yá passaban de 150 hombres, para dar mas peso á su pretension con el poder. Las ciudades de Guamanga y Arequipa, persuadidos á que las importaba seguir el exemplar del Cuzco con el mismo fin de representar á Su Magestad el perjuicio de las provisiones de la Audiencia, suplicando de ellas, embiaron diputados á aquella ciudad para unirsele en la propia solicitud, pero los mas distinguidos vecinos de ambas, por no estar sujetos al tyrano, se fueron á los Reyes á servir á Su Magestad. 149 Passados algunos dias, mandó Francisco Hernandez llevar al corregidor Gil Ramirez fuera del Cuzco y ponerlo 40 leguas de allí acia el camino de Arequipa, dandole facultad de que se fuesse donde gustasse, y assi lo executó. Luego que la Audiencia tuvo noticia de este levantamiento, dispuso se formasse exercito nombrando para el supremo cargo de la guerra al licenciado Santillán, su oidor, y el arzobispo Don Geronymo de Loaysa; Alonso de Alvarado, á quien llegó la nueva en los charcas, suspendió el castigo de los culpados y empezó tambien á formar exercito para atajar los passos al enemigo. Este, reforzado yá de gente, caminaba en el interin con el suyo, que se componia de mas de 400 hombres, acia Lima deseoso de encontrar el del rey, que el llamaba de los oidores, y apoderarse de aquella capital; á los 8 dias de su salida del Cuzco, le siguió su general el licenciado Diego de Alvarado con otros 200 soldados mas, con cuyas fuerzas no se les proponia dificil el dar este feliz passo en el logro de su empressa. Los vecinos del Cuzco, á quienes Francisco Hernandez permitió se quedassen pretextando no querer violentarlos, se juntaron una noche y, nombrando por su capitan á Juan de Saavedra, formaron una compañia y fueron á unirse con el general Alonso de Alvarado á los charcas; al mismo tiempo, el corregidor de la Paz, Sancho de Ugarte, levantó gente y caminaba con 200 hombres para socorrer al Cuzco, pero, viendo Alvarado que no se conseguia nada de que anduviessen los del rey esparcidos en pequeños cuerpos, le embió orden que se retirasse á su jurisdiccion hasta él passasse con la gente que ya tenia por aquella provincia y recogiesse la que havia en ella. 150 Francisco Hernandez llegó á Guamanga, que halló en gran parte desamparada de sus moradores por haverse muchos retirados á los Reyes; juntaronsele allí los capitanes y gente que con anticipacion havia embiado á ella y á Arequipa, y continuó su marcha llevando yá mas de 700 hombres. Llegó al valle de Pachacamac, donde tambien se hallaba el exercito del rey, al qual quiso acometer de noche, valiendose de un particular ardid para conseguir el derrotarlo ó ponerlo en desorden, pero se le desvanecieron estas ideas con la fuga de Diego de Silva, uno de los vecinos del Cuzco, á quien llevaba violento; y siendo sabidor del intento, no le quedó duda á Girón de que lo havria descubierto, por lo que no se atrevió á ponerlo en execucion. El exemplo de Silva siguieron algunos otros de sus soldados en tanto numero que se le iban en quadrillas de 20 y 30; por esto, se resolvió á volverse al Cuzco antes de llegar al estremo á que se vió reducido Pizarro, no hallandose con suficientes fuerzas para emprender cosa alguna contra el exercito del rey, que passaba de 1300 hombres. Y, assi, lo puso por obra sin haver quien le inquietasse en su retirada porque, con la diversidad de dictamenes en el campo real, no se tomaban las resoluciones con la prontitud que requerian las cosas de la guerra; por una parte, mandaba la Audiencia, por otra, el licenciado Santillán, y por otra, el arzobispo, sin que entre ellos huviesse conformidad, y de aqui dimanó el que se perdiesse una tan buena ocasion de seguir al enemigo y deshacerlo en su retirada; la Audiencia, que recoció este yerro y la poca pericia de los generales, los retiró honorificamente con el motivo de que assistiessen á sus empleos, mandando siguiesse al enemigo el maestre de campo Pablo de Meneses. 151 Reconociendo Girón la pereza y lentitud del campo real, se fue muy despacio en la retirada sin fatigar su gente y, aprovechandose de quanto encontraba en los lugares por donde passaba, recogió todos los negros esclavos que havia en las haciendas y pueblos de su derrota y formó una compañia con ellos, la qual se llegó á aumentar despues hasta el numero de 300. El mariscal Alonso de Alvarado, á quien la Audiencia havia nombrado general para esta guerra en la provincia de los charcas, salió de ella á encontrar á Girón con 775 hombres bien armados, á los quales se agregaron tantos en el camino que, quando llegó al Cuzco, passaban de 1200, y con ellos se fue en busca del enemigo; informado Girón de que Alvarado caminaba acia él con tan gran exercito, salió de Nasca el 8 de mayo de 1554 y se fortificó en un parage nombrado Chuquinga, cerca del rio Amancay, con el animo de esperarle allí, como en lugar muy ventajoso. El exercito de Alvarado quedó acampado en la parte del rio opuesta á la que ocupaba Girón y, no obstante las dificultades que se ofrecieron para passarle, las muchas ventajas que tenia el enemigo y el ser los mas de los capitanes de opuesto dictamen, determinó Alvarado atacarle y darle batalla, temeroso de que con la dilacion tuviesse Francisco Hernández oportunidad de escapar; puso, pues, en execucion su designio pero tuvo el sucesso que le havian prevenido sus capitanes porque, al tiempo de ir á vadear el rio, los de Girón le mataron tantos de su gente que pusieron en huida los demás y, siguiendolos, lograron derrotarlos totalmente, tomaronle mas de 300 prisioneros, y los demás se esparcieron, unos acia Arequipa, otros acia los charcas, la Paz y Guamanga, y algunos fueron á juntarse con el exercito del rey. 152 Llegada á noticia de la Audiencia la pérdida de esta funcion, se dió orden de que el exercito real siguiesse á Girón, passando á él la misma Audiencia para darle mayor autoridad y disponer mas de cerca lo que convenia practicar; llegaron, pues, á Guamanga, y, siguiendo Girón sus designios, ufano con la prosperidad de la victoria, despachó gente al Cuzco, la Paz, Chucuito, Potosí y la Plata para que le traxessen de ella porciones muy considerables de dinero y, concluida esta diligencia, se puso en camino para el Cuzco, aunque sin animo de entrar en la ciudad, lo qual, sabido por el exercito del rey, aceleró las marchas y, como el enemigo no parasse hasta el sitio nombrado Pucará, 40 leguas mas adelante del Cuzco, huvo de continuar hasta allí en su alcance. 153 Llegado Francisco Hernandez al Pucará, parage muy fuerte y ventajoso, se acampó en él para esperar allí al exercito del rey; el campo de este se dispuso en un sitio llano poco distante del enemigo y, estando descubierto por todas partes, se procuró cerrarlo con una trinchera, que en poco tiempo se fabricó con ayuda de los indios. Algunos dias estuvieron los dos exercitos á la vista el uno del otro, en cuyo espacio solo se ofrecieron algunas ligeras escaramuzas; al cabo de ellos, intentó Francisco Hernandez sorprender una noche á el exercito del rey y lo huviera conseguido á no haverse tenido en este anticipada noticia por dos soldados que se passaron á él; Girón, pues, salió de su fuerte con 800 hombres blancos y 250 negros; los del exercito real se formaron en batalla fuera de su campo para esperarlo y lograron deshacerlo mediante la buena disposicion con que lo recibieron. Francisco Hernandez, malograda la esperanza de salir bien con su intento, viendo desordenada su gente y en peligro de quedar toda perdida, se retiró por fin á el fuerte, dexando esparcida en la campaña la mayor parte de ella porque la confusion, lo inesperado del sucesso tan distinto de como lo pensaban y la mucha obscuridad de la noche contribuyeron á esto; el exercito real se mantuvo en sus puestos y formacion, no teniendo por acertado el seguir á los vencidos con la total ignorancia de su estado y situacion ni el exponerse por lograr una ventaja dudosa á perder la cierta conseguida. Los muertos y heridos que huvo de una y otra parte fueron muy pocos, pero la pérdida que tuvo Francisco Hernandez, considerable porque entre prisioneros y voluntarios quedaron mas de 200 de los suyos en el campo real. 154 Al tercer dia despues de esta funcion, se huyeron del campo del traydor Thomás Vazquez y Juan de Piedrahita, dos de sus famosos capitanes, de cuya novedad, entristecido Francisco Hernandez y viendo que á su exemplo empezaba considerablemente á disminuirsele la gente porque en su misma presencia se passaban mucho al del rey sin poderlo él remediar, se resolvió á desamparar aquel sitio y retirarse donde pudiesse de nuevo tentar mejor fortuna, recobrando mayores fuerzas; y con efecto, se salió de allí una noche, adelantandose con muy pocos soldados, temeroso de poder encontrar en muchos la fé que necessitaba en las presentes circunstancias para salvar el peligro de su vida, mandando que los demás le siguiessen encaminandose acia Condesuyo. Apenas él se ausentó quando muchos, conocido ya su terro, buscaron en el campo real la esperanza del indulto con la recomendacion de no ser los ultimos que se reduxessen á la obediencia y otros, tomados por los capitanes que salieron en su alcance, fueron castigados sin dilacion á proporcion de la mas ó menos culpa que tenian. 155 Deshecho de esta suerte el campo enemigo, se retiró la Audiencia al Cuzco con el exercito á dar las ordenes para que los soldados y capitanes de él se volviessen á las ciudades y pueblos donde estaban avecindados; y sabiendo que Francisco Hernandez se encaminaba á los Reyes, se avisó á aquella ciudad para que estuviesse con cuidado, y se destacaron dos capitanes que havian sido embiados á esta guerra por la ciudad de Guanuco con gente de su vecindario, Juan Tello de Sotomayor de infanteria y Miguel de la Serna de cavalleria, para que, pues les era camino, hiciessen diligencia de apoderarse de Girón. Llegados estos á Guanuco, supieron que caminaba aquel por los valles acia los Reyes; con esta noticia, se dirigieron al valle de Xauxa, donde segun los informes hicieron juicio que lo podrian encontrar, y lograron prenderlo allí á 24 de noviembre de 1554, entregandose y passandose sin resistencia 80 hombres que de todo su anterior exercito le seguian en la fuga; los capitanes, lastimados de su suerte, usaron de tanta piedad con ellos que, ahorcando á solos los mas culpados, dieron lugar á los otros para que se fuessen fuera del reyno y conduxeron á Francisco Hernandez á los Reyes; allí fue sentenciado á ser arrastrado, cortada la cabeza y derribadas sus casas, como lo havian sido las de Pizarro; murió á los 43 años de edad, y con su muerte tuvo fin aquella sublevacion que duró 13 meses y algunos dias. A1 mismo tiempo que esta se hallaba en su mayor calor, huvo otras dos en aquellos reynos, la una en San Miguel de Piura y la otra en Chile. 156 En San Miguel de Piura se havia formado una compañia de 25 hombres de orden de la Audiencia quando empezó la sublevacion de Francisco Hernandez Girón y estaba puesta al cargo de Francisco de Silva para usar de ella quando la Audiencia lo necessitasse. Silva y los 25 hombres, bien fuesse porque no se les subministraban los socorros necessarios para su manutencion ó porque no los dexaban ir á servir en el exercito, como ellos querian, ó por ambos motivos, determinaron passarse al partido de Francisco Hernandez, pero, antes de executarlo, prendieron al corregidor Juan Delgadillo y á los principales vecinos de la ciudad; y, saqueandola, se pusieron en marcha para ir á cumplir sus designios. Llegaron á Caxamarca y, habiendo tenido aqui la noticia de la retirada de Girón de Pachacamac y presuntas de que yá estaria entonces preso él y los suyos por las circunstancias y diligencias de el campo real, viendose perdidos y desvanecidas del todo sus ideas, mudaron de intento, pusieron en libertad al corregidor y demás personas que llevaban aprisionadas con bastante rigor y procuraron escaparse, aunque no les aprovechó esta precaucion porque, assi el corregidor como un capitan que havia sido despachado por la Audiencia con gente luego que supo esta inquietud, lograron prender los mas y fueron castigados severamente, como lo merecian. 157 El levantamiento de los reynos de Chile fue executado por los indios, que, tomando las armas contra el governador Pedro de Valdivia y venciendole en una porfiada batalla, le dieron muerte, como á todos los españoles que pudieron haber en su poder; tuvo principio esta sublevacton en los ultimos dias del año de 1553, y hasta el presente no ha sido possible sujetar del todo aquellos indios ni reducirlos á la obediencia. Don Phelipe II de este nombre 158 Fue este rey á quien le dieron el sobrenombre de Prudente, hijo primogenito del emperador Carlos V y de la emperatriz Doña Isabel su muger; nació en Valladolid á 21 de mayo de 1527 y, por la renuncia del emperador su padre, entró al govierno absoluto de tantos reynos á principios de el año de 1556 y lo mantuvo por espacio de mas 42 años hasta 13 de septiembre de 1598, en que falleció. Durante él, tomaron los sucessos de la monarquia por lo tocante al Perú el curso que se va á referir en la continuacion de sus virreyes. Don Andrés Hurtado de Mendoza 159 Don Andrés Hurtado de Mendoza, II marqués de Cañete, guarda mayor de la ciudad de Cuenca y montero mayor del rey, despues de haver servido al emperador en las jornadas de Alemania, Flandes y otras partes, fue nombrado por virrey del Perú y entró en Lima el dia 6 de julio de 1555; y sucediendo en el tiempo de su virreynato la renuncia del emperador, practicó la ceremonia de tomar possession de aquel imperio en nombre del señor Phelipe II. Terminadas las fiestas y regocijos en celebridad del nuevo monarca, dedicó toda su atencion á sossegar los animos de aquellos moradores, á cuyo fin, viendo que eran muchos los que pretendian la remuneracion de sus servicios y que estas solicitudes havian sido causa de que no se huviessen podido aquietar los animos de los que se juzgaban agraviados en los repartimientos y les eran fomento para novedades, recelandose repitiessen durante su govierno, deliberó tomar el medio de remitir á España los mas principales hasta el numero de 37 para que en ella fuesse atendida su justicia; y aunque la maxima de su politica fue el que se mantuviessen fuera de aquel reyno para que no huviesse nuevas inquietudes, como la prudencia del principe no los juzgó dignos de tal castigo, antes sí de distinguidos premios en honores, rentas y goviernos con que los remuneró; vueltos al Perú los que quisieron y conocida del virrey la distinta situacion de las cosas de aquel reyno, los trató á todos con grande afabilidad y procedió con mucho arreglo y rectitud en su govierno, que pudo unir los dificiles extremos del respeto y el amor. 160 Luego que el marqués dió orden en la buena administracion de aquel imperio, deliberó sacar de las montañas de Villcapampa al principe Sayri Tupac Inca, hijo mayor de Manco Inca; para este fin, se valió de las indias de la sangre real que havia en el Cuzco, y particularmente de la coya Doña Beatriz, hermana de su padre, ofreciendole por su medio que le destinaria suficientes rentas para su manutencion con tal que diesse la obediencia al rey de España. Sayri Tupac Inca, que era aún de corta edad, admitió la oferta y, saliendo de aquellas asperezas, passó á los Reyes, donde el virrey lo recibió con mucho agrado; señalósele un moderado repartimiento de indios y algunas tierras para su manutencion y decencia, todo corta recompensa para la grandeza de sus antepassados. Sayri Tupac Inca se conformó con el destino de su suerte y, haciendo muy corta mansion en aquella ciudad, pidió permiso al virrey para retirarse al Cuzco entre sus parientes; concediósela aquel sin dificultad, y en su transito, assi los indios como los españoles, se señalaron mucho en festejarla. Llegado al Cuzco, residió algun tiempo en aquella ciudad celebrado y aplaudido; y conociendo el error de su vana creencia, se reduxo á recibir el bautismo juntamente con su muger Cusi Huarcay, que era nieta de Huascar Inca, tomando el nombre de Don Diego; passados algunos dias, que empleó en visitar la fortaleza del Cuzco y las ruinas de los edificios que havian hecho fabricar sus mayores, se retiró al valle de Yucay y en el permaneció lo poco que vivió, que no llegó á tres años, dexando una sola hija, que casó despues con Don Martin Garcia Oñez de Loyola, de quienes son descendientes los marqueses de Oropesa y de Alcañizas. 161 En el tiempo que governó aquellos reynos el marqués de Cañete, continuaron la sublevacion los indios de Arauco en Chile; y mediante la poca conformidad que havia entre los capitanes Francisco de Villagra y Francisco de Aguirre, que cada uno pretendia el mando de las armas en aquella provincia, y la necesidad de socorro que, para continuar con buen efecto la guerra, representaron ser preciso las ciudades de Chile, embió por capitan general á su hijo Don Garcia Hurtado de Mendoza con suficiente numero de soldados, el qual administró con gran prudencia y valor los sucessos de esta guerra; y quebrantada con varias derrotas y acaecimientos infaustos para los indios la sobervia cerviz de los araucanos, se restituyó á Lima Don Garcia Hurtado de Mendoza á tiempo que yá havia muerto el virrey su padre. En lo restante del reyno, no huvo revolucion m alboroto que alterasse su tranquilidad. Estableció este virrey dos compañias de soldados para la guarda y respeto de la Audiencia y de su persona; la una de cavalleria, compuesta de 60 hombres, y la otra de infantería, de 200 arcabuceros; y concedió la conquista del Marañón á Pedro de Ursua, que tuvo desgraciado fin por su mala conducta y la de los que le acompañaron. 162 En el año de 1561, recibió la noticia de haver entrado en el Perú su successor, de quien experimentó algunos desayres, siendo el primero la falta de correspondencia en el tratamiento de la excelencia; de ello creen haverse melancolizado tanto que terminó sus dias aun antes de entregar el govierno, y fue depositado su cuerpo en la iglesia del convento de San Francisco de aquella ciudad.
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Fue entonces cuando los enfrentamientos dieron un giro radical. Leger-Félicité Sonthonax, el alto comisionado francés de orientación jacobina, ante el peligro de perder definitivamente la colonia a manos de los ingleses, decidió convocar a los negros en su defensa, para lo cual decidió abolir la esclavitud el 29 de abril de 1793, aunque tal medida supusiera una extralimitación en las funciones que tenía encomendadas. La decisión de Sonthonax provocó una seria fractura en el interior del movimiento negro, ya que un sector de los rebeldes rechazó las medidas adoptadas y prefirió mantener su alianza con los españoles. Toussaint Louverture, uno de los líderes revolucionarios más lúcidos e importantes, aceptó la llamada francesa y se incorporó a las filas galas con 4.000 hombres. Los mulatos también se dividieron. Mientras unos se plegaron a la posición francesa, los más ricos mantuvieron su unión con los blancos y apoyaron la intervención militar británica. La retirada del apoyo de los negros fue fatal para los intereses españoles, ya que les supuso el rápido abandono de las posiciones conquistadas en Saint-Domingue. La desaparición de la tensión en uno de los frentes le permitió a los franceses ocuparse sólo de los británicos. La derrota española se confirmó por la Paz de Basilea de 1795. De acuerdo con sus cláusulas, los españoles recuperaron las posesiones perdidos en la guerra a cambio de otorgar a los franceses el control del sector oriental de la isla. La guerra con los británicos duró cinco años más, al cabo de los cuales las bajas de los invasores ascendieron a 25.000 hombres y se hicieron insoportables. La guerra consolidó el ascenso de Toussaint, que en 1796 fue ascendido a general de brigada y al año siguiente a general de división. En poco tiempo se confirmó como el principal poder de la colonia.El poderío de Toussaint fue claramente evidente en abril de 1798, a consecuencia de la retirada británica, cuando el general Maitland negoció un tratado secreto con el líder negro, por el cual los británicos se comprometían a abandonar la isla a cambio de concesiones comerciales. Durante la negociación, Maitland le garantizó la protección británica si Toussaint seguía el camino de la independencia. Pero el haitiano que no confiaba excesivamente en los británicos prefirió seguir gobernando en nombre de Francia, aunque esto supusiera mantener los vínculos coloniales. Toussaint estableció relaciones con los Estados Unidos e intentó recuperar la producción azucarera y normalizar la situación económica y política. Para ello mantuvo el sistema de plantación, devolvió las plantaciones a los antiguos propietarios que permanecían en la isla y obligó a los negros a retornar a sus empleos tradicionales.Los mulatos, encabezados por el general André Riagaud, se resistieron a ser gobernados por un negro, rebelándose en febrero de 1799. De este modo comenzó un nuevo enfrentamiento, esta vez entre negros y mulatos. La superioridad numérica de los negros y las dotes militares de Toussaint les permitieron ganar la sangrienta guerra que se prolongó durante un año y medio. En agosto de 1800 los mulatos fueron derrotados y Rigaud tuvo que abandonar la isla.Consolidado en su posición, Toussaint intentó reactivar la economía, para lo cual optó por mantener de un modo férreo el sistema de plantación sobre la base de sus planteamientos anteriores. Los antiguos esclavos trabajarían como asalariados. El producto de las cosechas se partiría en cuatro, la mitad para la Hacienda en concepto de impuestos y los dos cuartos restantes se dividirían entre los trabajadores y a los patronos a partes iguales. En octubre de 1800 Toussaint sancionó un código que regulaba la totalidad del sistema agrario vigente. La llegada de Napoleón al poder, y su deseo de rehacer el imperio colonial francés, afectó directamente la posición de Toussaint. Napoleón pretendía utilizar los recursos de las colonias para financiar sus guerras europeas, pero para ello requería un Haití que controlara totalmente la isla de La Española (en contra del Tratado de Basilea), a pleno rendimiento y con los negros nuevamente sometidos a la esclavitud. Toussaint aparecía como un serio obstáculo que debía ser removido. Pero la sagacidad del dirigente haitiano le permitió anticiparse a las decisiones de Napoleón. Para ello invadió la parte española de la isla y el 26 de enero de 1801 ocupó la ciudad de Santo Domingo, ante la consternación de los españoles de la ciudad y de los numerosos franceses que allí habían buscado refugio. Rápidamente procedió a la unificación de todo el territorio insular y tras nombrar diversos funcionarios y disponer las medidas necesarias para la reactivación económica retornó al occidente de la isla, dispuesto a afrontar su defensa. Napoleón se negó a aceptar el orden impuesto por Toussaint y tras conseguir que España le devolviera la Luisiana lanzó una poderosa flota de más de 80 embarcaciones y 58.000 soldados, al mando del general Victor-Emmanuel Leclerc, cuñado de Napoleón, contra La Española para someterla militarmente. A principios de 1802 la flota francesa arribó a la isla y rápidamente se desencadenó una ofensiva simultánea en varios puntos de la isla, que hizo retroceder a los negros. Los franceses se apropiaron de Santo Domingo y de las principales poblaciones de la parte occidental de la isla y en junio de ese año capturaron a Toussaint que falleció en su cautiverio francés en 1803, adonde había sido enviado junto con su familia.Superado el momento inicial de desánimo, los negros se reagruparon bajo el mando de Jean Jacques Dessalines, uno de los lugartenientes de Toussaint, y del general Henri Cristophe. La lucha fue sumamente sangrienta y los negros adoptaron la táctica de la tierra arrasada, destruyendo todo lo que encontraban a su paso, con el fin de dificultar el aprovisionamiento de las tropas galas. La fiebre amarilla también atacó a los franceses, a tal punto que a fines de 1803 tuvieron que abandonar la isla dejando atrás innumerables bajas y 7.000 prisioneros. De acuerdo con las cifras oficiales francesas, se perdieron en la campaña de Santo Domingo más de 50.000 hombres, entre ellos el propio general Leclerc. Los negros decidieron abandonar las tácticas más contemporizadoras de Toussaint, ante la imposibilidad de llegar a ningún acuerdo con Francia. El 1 de enero de 1804 Dessalines y sus seguidores proclamaban la independencia de Haití (el nombre amerindio de La Española). Siguiendo el ejemplo de Napoleón, Dessalines se proclamó emperador, pero en 1806 sería fusilado. Con posterioridad, el Norte y el Sur del país se separaron bajo gobiernos diferentes. El Norte, con centro en Cap Haitien, fue gobernado por Henri Cristophe, que luego de hacerse coronar, reinó como Henri I, entre 1806 y 1820. Su reinado fue sumamente duro y severo, lo que terminó generando una gran rebelión en 1820, momento en el que se suicidó. El Sur fue puesto bajo el control de Alexandre Petion, el "presidente de la República de Haití", que gobernó entre 1808 y 1818. Se trataba de un mulato educado en Francia, de talante liberal, que permitió el florecimiento de las libertades en su territorio. Su pésimo manejo de la economía condujo el país a la ruina. Petion fue sucedido por Jean Pierre Boyer, que tras el suicidio de Cristophe, reunificó la isla.
Personaje
Arquitecto
Pintor
Educado en el seno de una familia de origen judío, desde su más temprana juventud se siente atraído por el dibujo. Inicia sus estudios en el Instituto Técnico de Damstard, sin embargo del estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914 le obliga a dejar su formación. Ya en Moscú concluyó su carrera en el Instituto Politécnico de Riga y allí se licenció como Ingeniero- Arquitecto. Cuando estalla la revolución de 1917 se produce la llegada de las vanguardias. Es entonces cuando entra en contacto con Malevich. Ambos se relacionan con Chagall. En esta época ingresa en la Academia de Arte Libre de Vitebsk, donde imparte clases de arquitectura y artes gráficas. Se siente atraído por el grupo Unovis y luego fusiona elementos constructivistas y suprematista. Sus creaciones sirvieron para poner en contacto la vanguardia rusa con el resto de las manifestaciones que se desarrollaban en Europa occidental. En la década de los años veinte se admitido como miembro del Inkhuk y se embarca en la realización del libro "Prodva Kvadrata". En esta época se une al grupo constructivista. Erste rusische Kunstausstellung es el proyecto que presenta para la exposición de 1922 que se celebra en Berlín. En los años venideros su labor propagandística del arte ruso fue esencial, mediante la organización de exposiciones, escritos y viajes. Todo ello tuvo una notable repercusión entre los representantes de la Bauhaus y la corriente De Stijl. En la década de los años veinte funda con Ladovski el grupo ASNOVA que trataba de relacionar el constructivismo con la arquitectura. Otro de los proyectos que emprende es el libro "Maiakovsky Dyla Golosa". En esta época establece su residencia en Alemania. Colaboró con los dadaístas en el libro "Los ismos del arte". Cuando regresó a Moscú en 1925 continuó con su actividad docente durante cinco años. Además promovió la construcción de varias salas de arte en las principales ciudades de Alemania para la organización de exposiciones con obras de los artistas más importantes del momento -Mondrian, Picabia, Leger, etc.-. Cuando regresó a Rusia comienza a pintar carteles y emplea formas geométricas. Su interés por cualquier manifestación artística le llevó a trabajar en diversos campos como la ilustración, el diseño de muebles, o la pintura, sin olvidar la arquitectura. A Lissitzky se debe la invención del término Proun, un concepto entre la pintura y la arquitectura. De su prolífica producción hay que destacar Tribuna de Lenin.
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Se trata, en efecto, de una ciudad muy curiosa: en una pequeñísima isla, cuya población no se justificaba sino por la presencia del lugar santo donde Apolo nació, y que por tanto mantenía un prestigioso santuario desde épocas remotas, fue creciendo poco a poco un emporio comercial. El proceso recibió un empuje decisivo a mediados del siglo II a. C., cuando Roma decidió quebrantar el poderío económico de Rodas; entonces concedió todo tipo de privilegios comerciales al creciente puerto y, en muy pocos años, éste se convirtió en el centro mercantil más importante del Egeo. Poco habría de durar tal florecimiento, puesto que en el 88 a. C. el rey Mitrídates del Ponto saquearía y destruiría la lujosa población. Delos, en efecto, vio en la segunda mitad del siglo II a. C. cómo se levantaban en su suelo, al lado del viejo santuario y de algunas otras obras preexistentes (por ejemplo, el teatro), las más elegantes y variadas construcciones: en pocas décadas surgieron templos, ágoras helenísticas (como la llamada Agora de los Italianos), e incluso algunos edificios de carácter peculiar, como esa especie de club de comerciantes que fue el local de la Asociación de los Posidoniastas de Berito, donde se reunían los navieros y marinos procedentes de Beirut. Pero, sin duda, de todo este complejo de edificios, lo que más llama la atención son las casas, y en particular la zona residencial comprendida entre el teatro y el puerto. En este sector, todo él ocupado por moradas lujosas, lo primero que choca es el desorden en el trazado de las calles. O éste era ya antiguo cuando se levantaron las casas helenísticas, y nadie pudo modificarlo, o habría que pensar en un urbanismo caprichoso, destinado a hacer desaparecer, como en los palacios de la época, la idea de uniformidad: al fin y al cabo, este barrio sólo contenía casas de banqueros, navieros y comerciantes, y todos ellos estaban preocupados por dar a quienes viniesen a visitarlos la mayor impresión de poder y bienestar posible. Para lograr este efecto, la puerta de la calle deja ver inmediatamente, al fondo de un breve pasillo, el patio central de la casa. Es algo muy distinto de lo que se aprecia en Priene, donde conscientemente se quiere proteger la intimidad del patio esquinando la entrada. Pero aquí lo que importa es la ostentación: el patio, rodeado de columnas como en los palacios y edificios públicos, e incluso con otro piso porticado por encima (el de los dormitorios), muestra su boyante riqueza: brilla el mármol de las columnas y del brocal del pozo -el agua de lluvia se conserva en un aljibe bajo el patio-; llama la atención a menudo un magnífico y multicolor mosaico, y, tras los soportales, se adivinan en la penumbra los comedores y salas de recepción, con las paredes pintadas imitando placas de piedras duras. Decididamente, se trata de un ideal de vida privada, conquistado poco a poco desde el siglo IV a. C.; no es extraño que los romanos, llenos de admiración, intenten aclimatarlo a su cultura a través de lo que conocemos como casa pompeyana. Si el Helenismo, como hemos visto, creó las plazas de soportales y el esquema de nuestros mercados, aún mayor homenaje merece por haber inventado este modelo de casa, que ha llegado hasta hoy, con variantes de detalle, en todas las riberas del Mediterráneo.
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A fines de los años veinte de nuestro siglo, el comercio clandestino de antigüedades de Kermanshah y Teherán comenzó a dar salida a una gran cantidad de bronces como enseñas, armas, arneses y alfileres de diseños particularmente extraños, que en breve llegarían a los más importantes museos y colecciones occidentales. A. Godard, un arquitecto francés recién encargado por el gobierno persa de organizar un verdadero servicio arqueológico, inventariar el patrimonio monumental, iniciar las restauraciones precisas y formar un museo nacional, se dedicó de inmediato a la localización del origen de tales bronces. Y su encuesta tuvo prontos resultados e informes de valor reunidos en su célebre libro "Les bronzes du Luristan". En 1928, un campesino del Lur que trabajaba su campo encontró casualmente los primeros al tropezar con una antigua tumba. La venta del ajuar en la cercana Harsin atrajo pronto a varios anticuarios. El interés despertado espoleó a los campesinos y pastores del Lur, que, en breve, se convirtieron en expertos saqueadores. Cuenta A. Godard que rápidamente desarrollaron una técnica propia de localización. Dado que la sequedad de los valles del Lur había hecho que la vida humana siempre tendiera a situarse al lado de las fuentes, los astutos clandestinos notaron que los antiguos también debieron estimarlo así. Primero buscaban una fuente; cerca de ella el Tell y, no lejos, la necrópolis. Y tanteando el suelo con barras de hierro encontraban las tumbas con facilidad. Escribe E. Porada que, en los años cincuenta, el Luristán era todavía una región desaconsejada con razón a los viajeros. No pocas de las gentes de sus valles, pastores sobre todo y algo campesinos, solían ser además y con facilidad verdaderos bandidos. Hasta la construcción de grandes carreteras en los últimos veinte años, el Luristán fue un reducto cerrado en el corazón de los Zagros. Tan notorio aislamiento no tenía que haberlo sido tanto en la Antigüedad. Pero el hecho es que sabernos muy poca cosa de los pueblos que tiempo atrás habitaron sus valles y fabricaron los bronces. Porque, ¿quiénes eran, cuándo los hicieron y para qué? Además de haber sido uno de los focos de domesticación de las plantas, desde los orígenes hasta hoy el Luristán ha sido también tierra de transhumancia, de ganadería de todo tipo y de criadores de caballos. A sus valles venían al menos a comprarlos casitas y elamitas; y por sus valles cruzaban las gentes que desde Babilonia subían por el Diyala hacia el Irán. Un cuenco de bronce con una inscripción de Sar-kali-sarri de Akkad, conservado en Filadelfia, hablaría acaso de un acuerdo temporal con gentes descritas en los textos del III milenio como "bárbaros y enemigos de los dioses". Las campañas de Naram-Sin y el mismo Sar-kali-sarri no tuvieron sin embargo el resultado apetecido. Un rey de los Lullubi, Anu-Bonini, se hizo esculpir incluso un relieve rupestre en Sar-i-Pul, en el corazón luristano. Tiempo después, de sus valles bajaron los casitas, conquistadores de un reino en Mesopotamia. Y, en fin, durante el I milenio los asirios contarían de un reino de Ellipi, acaso situado en el actual Luristán. El comercio de caballos, la disposición a participar como mercenarios junto a elamitas y otros pueblos y la afluencia de tribus del noroeste en los primeros siglos del primer milenio, abrirían el arte de los bronces del Luristán a influencias lejanas, del Cáucaso al Elam y de Mesopotamia a las estepas del este, sin olvidar la esencia básica del mundo indígena. Pero a pesar de las excavaciones de E. Schmidt en Dum Surkh, de C. Goff en Baba Yan y de L. Vanden Berghe en el Pusht-i Kun, lo cierto es que todavía no tenemos suficientes criterios para ordenar con total seguridad la enorme masa de bronces atesorados por los museos. Aunque E. Porada los sitúa cronológicamente entre el 1500 y el 700 a.C., parece mejor pensar sumando razones artísticas y arqueológicas, que la mayoría de los bronces fueron fabricados entre los siglos XI y VII a.C. En su mayor parte procedían de necrópolis, con tumbas formadas por losas de piedra. Los cadáveres, un poco encogidos o , extendidos, aparecían rodeados de un ajuar abundante formado por armas, adornos y cerámicas. La cerámica luristana es de buena calidad, con pastas cremosas y superficie exterior semejante con decoración geométrica pintada en rojo. Y muy típico de esa producción de la región son una especie de recipientes con tres patas, hallados también en Giyan. Pero lo fundamental de su cultura son los bronces, de enorme variedad funcional: armas -hachas, dagas, espadas, puñales, mazas-, arneses de caballo -bocados, pasarriendas, adornos varios-, adornos personales -colgantes, alfileres de ropa y pelo-, recipientes, estatuillas y una especie de remates o estandartes. Al contemplarlos, lo primero que destaca es la calidad de casi todos los trabajos y la variedad de conocimientos de los que hicieron gala los artesanos del Lur. La fundición a la cera perdida era la técnica más común, pero también se usó el martilleado y otros trabajos de detalle y afinamiento. Estilísticamente, E. Porada distingue tres periodos: el más antiguo, bajo influencia casita y mitannia; el segundo -siglos X-IX- más personal y con algún detalle elamita y el tercero en fin -siglos VIII-VII-, como la época de perfección y barroquismo. Convendría destacar los bronces relacionados con el adorno y monta del caballo -que jugaba un papel esencial en la cultura del Luristán-, y en especial los frenos con bocados articulados o de una pieza -éste, según parece, típico del país- y las camas decoradas con caballos, carneros, grupos míticos, cabras de cuernos retorcidos y muchos otros motivos que componen un mundo fantástico, mezcla sorprendente de realismo y abstracción imaginativa. El mismo espíritu que encontramos en las enseñas o estandartes, quizás los bronces más representativos del arte del Luristán. Se trata de figuras o composiciones complejas, con frecuencia heráldicas, con demonios y señores de las bestias que sujetan animales de cuerna retorcida o seres imaginarios. Suelen estar adosados a un soporte que tenía la función de engarzarse como remate. Y en fin, tampoco se pueden olvidar los alfileres zoomorfos y de disco que servirían como vehículo de expresión simbólica, los vasos de bronce y las figuritas que, como la de Pusht-i Kuh, parecen divinidades extrañas. Creo que con independencia de una clara pero limitada influencia de la Mesopotamia septentrional en algunos programas iconográficos, los bronces del Luristán denotan poseer unas fuertes raíces en la tradición irania. Estamos ante un patrimonio que rompió las fronteras cronológicas. Es imposible olvidar el parentesco que este arte manifiesta con ejemplares de Hisar o la Susa del IV milenio. Además de sus cercanas relaciones con la cerámica de Sialk. Para B. Brentjes, el núcleo del mundo de los bronces tiene como fuente valores indoiranios, conclusión algo excesiva quizá, aunque no totalmente rebatible. Estamos en la tradición, en el espíritu del Irán. Pero también hay algo más.
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Después de la guerra de Sucesión (1700-1714) se produjo el ascenso a la Corona española de los Borbones, quienes llevaron a cabo una profunda reforma en muchos aspectos de la vida española y, también, en la arquitectura, algo que quedó bien reflejado en Madrid. La nueva dinastía borbónica trae a España nuevas ideas en lo político y lo administrativo. Una de las de mayor repercusión es quizás la necesidad de dotarse de un estado fuertemente centralizado, en el que se hace necesario, por tanto, ejercer el gobierno desde una gran capital, al estilo fundamentalmente del París francés de Luis XIV. Esta idea, comenzada a poner en práctica por Felipe V, nieto de Luis XIV, será continuada por sus sucesores borbones, quienes se esforzarán por hacer de Madrid un lugar clave para la vida política, económica, social y cultural de España. De los monarcas borbónicos, será Carlos III quien tenga mayor influencia sobre la fisonomía de la capital, siendo conocido como "el mejor alcalde de Madrid". Realizó el primer ensanche, en el sector meridional, con las amplias avenidas y paseos de Acacias, Delicias, Melancólicos, Olmos y Chopera, mandó construir la actual Puerta de Alcalá, los Paseos de la Castellana, Recoletos y Prado y el Museo del Prado. Durante su reinado la población alcanzó los 160.000 habitantes. Su consonancia con las ideas ilustradas imperantes en la época le llevan a promover la construcción de obras públicas, para uso y disfrute de los ciudadanos, a veces continuando la labor iniciada por sus predecesores. Las calles se amplían y se adornan con fuentes y jardines; se construyen puentes y nuevos y más modernos edificios; se arreglan caminos; etc. Para ello, los monarcas se rodean de grandes arquitectos, como Sabatini o Villanueva, que dan a la ciudad un aire neoclásico. El ansia de saber y enseñar al pueblo se manifiesta en la construcción del Jardín Botánico o del Gabinete de Historia Natural, embrión del posterior Museo del Prado. Fuentes como la de La Cibeles o Neptuno engalanan las avenidas. La Puerta de Alcalá, obra de Sabatini, enmarca los paseos en los que la sociedad madrileña juega a su deporte favorito: ver y ser visto. Arquitectura aparte, durante el Siglo de las Luces Madrid se convierte en punta de lanza del movimiento ilustrado. Se fundan Academias, como las de la Lengua, la Historia, la de Jurisprudencia de Santa Bárbara o la de Bellas Artes de San Fernando. También se crean nuevas instituciones de enseñanza superior, como el Seminario de Nobles, fundado en 1725 a instancias de Felipe V; la Real Escuela de Mineralogía de Madrid o la de Veterinaria; los Reales Estudios de San Isidro; la Librería Real (1716) -núcleo de la futura Biblioteca Nacional-; el Real Gabinete de Máquinas; Laboratorios de Química General, Química Aplicada a las Artes y Química Metalúrgica; el Observatorio Astronómico, de Villanueva, etc. En Madrid, las instituciones oficiales se bastaban para aglutinar a la mayor parte de los representantes del movimiento ilustrado, con nombres como los de Antonio de Capmany, Pedro Rodríguez Campomanes, Eugenio Llaguno, Antonio Tomás Sánchez, Casimiro Gómez Ortega, José Vargas Ponce, Juan Bautista Muñoz o Gaspar Melchor de Jovellanos, Nicolás Fernández de Moratín, José Cadalso, Tomás de Iriarte, Félix de Samaniego, Casimiro Gómez Ortega o entre otros muchos. En la primera mitad del siglo XVIII se produjo la destrucción del alcázar debido a un incendio (1734) y, en 1738, se inició la construcción del Palacio Real, abarcando hasta 1764.
contexto
La conquista cristiana y el avance de la frontera hacia el sur hacen que Madrid deje de ser un punto importante sólo en términos estratégicos para pasar a ser un núcleo vital para repoblar los territorios conquistados.Alfonso VII y Alfonso VIII conceden fueros a sus habitantes, al tiempo que se desarrollan la agricultura, la industria (sobre todo textil y cuero) y el comercio (a cargo fundamentalmente de judíos de origen andalusí). Pronto se vio que para procurar agua a la creciente población era necesario construir un nuevo sistema de abastecimiento, pues el arroyo Matrice era insuficiente. Así se construyó un sistema de galerías que conectaba manantiales y fuentes con la población, sistema que perduró hasta la entrada del Canal de Isabel II en 1858.También el crecimiento demográfico provocó la creación de arrabales extramuros, poco después incorporados a la ciudad. La entrada de Alfonso VI en Madrid se sitúa entre los años 1080-1090, viniendo de dicho asalto el sobrenombre de "gatos" con que se conoce a los madrileños, por cómo trepaban por las murallas los soldados. Al igual que sucedió en Toledo, las comunidades judía y morisca no fueron expulsadas, sino reagrupadas en torno a las Vistillas, donde antes estaban los cristianos, continuando la pacífica convivencia entre las tres culturas. De esta época hablan también las leyendas, sobre una imagen de la Virgen en la muralla exterior, en el año 1085; esta imagen es la virgen de la Almudena, actual patrona de Madrid. También en esos años, concretamente en el 1082, nace San Isidro, patrón de la villa y devoto de la virgen de la Almudena. A raíz de la conquista, Madrid quedó definitivamente en la zona de influencia cristiana, cumpliendo el Alcázar misiones de residencia real ocasional de los reyes de Castilla cuando éstos acudían a cazar en los bosques que la rodeaban. Campos de trigo, cebada y viñedos que, junto con las huertas árabes, aumentaron la actividad comercial de la villa. A comienzos del siglo XII, tras morir Alfonso VI, Alí ben Yusuf, rey almorávide, atacó y conquistó nuevamente el alfoz, la muralla exterior y la medina, pero el Alcázar, defendido por la muralla interior, resistió el ataque y, tras una peste que los diezmó, los árabes volvieron a Sevilla. En el siglo XII, el rey Alfonso VII otorgó a la ciudad la Carta de Otorgamiento, primer paso para el futuro Fuero, concedido en 1202. Es durante su reinado cuando Madrid inició un progresivo crecimiento, en dirección a la actual calle Arenal, dejando a judíos, árabes y moriscos entre dos grandes núcleos de población cristiana; a mediados del siglo XII se amplió la muralla, abarcando los arrabales y la antigua medina. El siglo XIII nació con la concesión del Fuero a la ciudad, privilegios y franquicias que fueron aumentando con el paso de los siglos. El Fuero permitió disfrutar de las tierras y montes de Madrid, abarcando, incluso, una parte de la Sierra. Es en este siglo cuando se comenzó a conocer a la urbe como "villa del oso y el madroño", dada la abundancia de ambos. La documentación recuperada informa de un cargo de "Justicia Mayor de Madrid", antecedente de los corregidores y alcaldes. En la primera mitad del siglo XIII se produjo la instalación y construcción de monasterios en la villa de las órdenes religiosas; así, San Francisco en 1217 y Santo Domingo un año después, fundaron sus respectivos monasterios. En el siglo XIV se celebraron las primeras Cortes y, hacia el año 1350, Alfonso XI otorgó una cédula, considerada como el origen del Ayuntamiento de Madrid. Desde el siglo anterior, Madrid había alojado esporádicamente a varios monarcas de la dinastía Trastámara, quienes llevaron a cabo construcciones como el Palacio de El Pardo, bajo reinado de Enrique III. Juan II y Enrique IV también residieron por algún tiempo, pero más que lugar o centro político era un sitio de recreo, destinado especialmente a la caza. Hasta ese momento, la urbe era sólo una pequeña población castellana de labriegos, artesanos y comerciantes que rondaban quizás los diez mil habitantes. En el siglo XV la villa fue reconocida como ciudad con representación en Cortes y, en 1463, se la concedieron privilegios gracias a su mercado semanal y a las Ferias de San Miguel y San Mateo. A finales del siglo XV, en tiempos de los Reyes Católicos, su población rondaba los doce mil habitantes y su importancia política se iba acrecentando gracias a la estratégica posición en el centro peninsular.