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Los mogoles fueron conocidos por la potencia de sus ejércitos, muy temibles en el campo de batalla. Una de sus técnicas más eficaces fue el uso del sabat, una pasarela cubierta con muros de barro y escombros, con techo de madera reforzado con pieles, que permitía escapar de la acción de los cañones. El sabat era levantado hasta alcanzar el muro del fuerte, siendo tan amplio por dentro que podía cabalgar en su interior una docena de caballos, y tan alto que permitía el paso de elefantes. Techos y paredes tenían troneras, desde las que los soldados podían disparan sus mosquetes y cañones. El sabat fue un elemento importante en la conquista de Chittor por Akbar, en 1568. Esta colina fortificada fue asaltada haciendo ondular el sabat para sortear la empinada pendiente, consiguiendo llegar hasta las murallas del fuerte. Una vez vencida la resistencia, sus 35.000 defensores y campesinos refugiados fueron masacrados.
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Con el paso del tiempo, la composición del ejército también se había ido modificando. Después de las reformas que inició Heraclio, los contingentes de mercenarios se redujeron a los tagmata de 1.500 a 4.000 hombres cada uno que guarnecían Constantinopla bajo el mando del doméstico de las scholas, jefe a la vez de todo el ejército, cuyo nervio eran las tropas territoriales de los themas, formadas por soldados-campesinos; un thema contaba así con de 2.500 a 15.000 hombres, según las condiciones de cada caso, repartidos en subdivisiones del territorio themático (tres turmai, compuestas por bandoi de unos 100 hombres y éstos por pentarchías). En total el ejército territorial tenía en torno a 120.000 soldados. La crisis del régimen de soldados-campesinos obligó a Nicéforo Focas a introducir reformas importantes: el valor de las propiedades agrarias necesarias para ser stratiota subió de cuatro a doce libras, pero se trataba ya de mantener equipo y montura propios de la caballería pesada (kataphraktoi), y se obligó al resto de los campesinos de cada lugar a pagar 18,5 solidi por año para contratar con aquel dinero a mercenarios, que serían cada vez más numerosos: la razón del cambio radicaba también en el aumento y mayor frecuencia de las guerras ofensivas, para las que se requería caballería y tropas disponibles a tiempo completo, lo que no era el caso de las milicias territoriales. La experiencia militar del Imperio se refleja en los tratados de arte militar, que incluyen descripciones de los diversos pueblos con los que había relaciones guerreras o, en su caso, pacíficas. Así sucede, por ejemplo, en la "Tradición abreviada de las tácticas militares", escrita a comienzos del siglo X, o en el "Sobre la guerra de escaramuzas", atribuido a Nicéforo Focas. Pero los bizantinos fueron maestros en las artes de la diplomacia, lo que compensó a menudo sus debilidades militares y permitió una irradiación cultural extraordinaria: sus medios, al servicio siempre de la universalidad y suprema dignidad del Imperio, incluían el pago de tributos si era preciso, la entrega de honores e insignias de poder a jefes y reyes bárbaros y, sobre todo, el refrendo de los pactos de amistad mediante enlaces con la familia imperial.
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Babilonia contó con un ejército permanente (kisrum) poco profesionalizado, cuyo número de efectivos debió variar en el tiempo y según las circunstancias. En algunos casos, y dado el tradicional ambiente bélico de Mesopotamia, se podía recurrir a reclutar mercenarios o a establecer alianzas con otros pueblos, para aumentar así el poder militar. Nominalmente el jefe del ejército era el rey, aunque de hecho la dirección de las tropas recaía en generales y otros mandos. Estos rangos recibían una generosa compensación por su actividad, un pago llamado ilkum o "servicio del rey". La concepción bélica evolucionó a lo largo del tiempo. En época paleobabilónica los combates eran a pie y en ellos sólo intervenía la infantería, equipada con arcos o armas de asta. En el siglo XV a.C. se produjo una auténtica revolución cuando apareció el carro de combate tirado por caballos. Estos carros, con dos ruedas de al menos seis radios, otorgaron gran movilidad a los ejércitos y obligaron a cambiar el concepto de guerra tradicional. Desde el siglo IX a.C. se sabe de la existencia del cuerpo de caballería, en el que expertos jinetes sobre veloces caballos actúan como fuerza de choque gracias a su alta movilidad y rapidez. Importantes eran también otros cuerpos especialistas, como el de intendencia, encargado de suministrar lo necesario a la tropa, o los zapadores, quienes construyen caminos y puentes para el paso de los ejércitos. Se puede afirmar que el paso del tiempo hace evolucionar a la guerra de manera conceptual, más que material, pues las armas no sufren grandes variaciones. Mazas, puñales, arcos, espadas, lanzas, cascos, escudos o corazas, entre otras, se usan a lo largo de todo el periodo imperial.
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La defensa de Roma y de Italia permaneció muchos años con la estructura creada por Augusto. Roma contaba con siete cohortes, con un contingente de 480 hombres por cohorte, además de sus mandos, conocidos con el nombre de guardianes, vigiles, con funciones análogas y mixtas a las de los bomberos y policía municipal de nuestras ciudades. Ocasionalmente cumplieron otras funciones como la de apoyar a las tres cohortes urbanas, también de 480 miembros, que tenían una clara misión militar. Inicialmente, estas cohortes urbanas eran la única cobertura militar estable de la ciudad de Roma, ya que las nueve cohortes pretorianas estaban distribuidas por Italia. Bajo Tiberio y a instancias de Sejano, se construyó en Roma un gran campamento militar, el Castro Pretorio, capaz de albergar al conjunto de los componentes de esas cohortes pretorianas. Una cifra de 10.000-11.000 pretorianos en Roma era suficientemente importante como para no tener incidencia en la vida política. Sólo en el siglo I, Sejano, como prefecto del pretorio, ya pretendió desbancar a Tiberio del gobierno, los pretorianos fueron quienes proclamaron a Claudio; intervinieron en la crisis del 68-69, y contribuyeron al derrocamiento de Domiciano y a la imposición de Nerva, en este caso con el apoyo del Senado. El peligro potencial de los pretorianos quedaba disminuido por varios factores. Disfrutaban del privilegio de tener el más corto período de servicio militar, dieciséis años, y, con frecuencia, recibían donativos extraordinarios de los emperadores. Pero también entre sus tropas terminaron estando reducidos grupos de elite y de la máxima confianza del poder imperial como los espías, speculatores, y la guardia personal del emperador. De ahí que el prestigio militar de los emperadores, unido a su hábil trato con los mismos, consiguieron controlar ese potencial peligro que se manifestó como tal en el siglo I. La consolidación de la romanización del Imperio fue modificando las preferencias sobre los centros de reclutamiento legionario. Cada día fueron entrando más provinciales en las legiones. Desde Adriano se tendió incluso a que el reclutamiento se hiciera en lo posible en la propia provincia donde estaba asentada una legión. Ello abarataba considerablemente los costos de desplazamientos de los soldados.
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Al igual que ocurrió con los ejércitos de otros grandes militares de la Historia, como Aníbal o Napoleón, AlejandroMagno no creó el instrumento que con tanta eficacia empleara: simplemente utilizó un ejército y unas tácticas que habían sido diseñadas por otros -en el caso de Alejandro, su padre Filipo-, aplicando, eso sí, su genio en el nivel operacional (o de la "gran táctica"). Al igual que en el caso de Napoleón o Aníbal, pueden arrojarse sombras de duda sobre el genio estratégico de Alejandro, desbordado por los persas antes de Isso, y atrapado en el desierto de Gedrosia. El ejército macedonio, al contrario de los de las ciudades griegas que se basaban sobre todo en la infantería hoplita, se articulaba en torno a una hábil combinación de infantería y caballería pesadas macedonias, y buenas tropas auxiliares. El núcleo del ejército de Alejandro en 334 estaba formado por 12 taxeis o regimientos de falangistas zhetaitroi o "compañeros de a pie", de los que sólo llevó a Asia la mitad. Formaban una compacta falange cuya principal diferencia frente a los hoplitas griegos radica en su enorme pica o sarissa, de unos cinco metros de longitud y manejada con las dos manos, que exigía aligerar mucho el armamento defensivo, pero que formaba un inmenso erizo de puntas. Era un ejército altamente entrenado y disciplinado, capaz de maniobrar en completo silencio, e irresistible en un ataque frontal. Junto a éstos había tres quiliarquias de hipaspistai, 3.000 portadores de escudo, tropas de elite más flexible que la falange para poder colaborar con la caballería, y que quizá iban armado con una lanza de unos 2,5 m., en lugar de sarissa. Toda esta infantería macedonia constituía el sólido yunque contra el que debía ser aplastado el enemigo. El martillo que ejecutaba la acción, golpeando desde el flanco de la línea, era la caballería pesada macedonia, los ocho escuadrones (ilai) de hetairoi o "compañeros", la verdadera elite del ejército en número de unos 1.800. Uno de los escuadrones, el ile basilike, era la escolta personal del rey. Si los pezhetairoi formaban en el centro y los hipaspistai a su derecha, haciendo de bisagra, los hetairoi a caballo formaban normalmente en el ala derecha, cargando en formación de cuña. Por fin, los prodromoi o sarissophoro eran jinetes ligeros armados con una lanza muy larga, utilizados para reconocimiento y ocasionalmente con caballería pesada, aprovechando sus largas picas. Complementando la acción de estos dos núcleos del ejército había numerosos contingentes auxiliares. Así, la importantísima caballería pesada tesalia solía proteger el ala izquierda del ejército, mientras que diversos contingentes de peltastas y toxotai (arqueros) de origen diverso colaboraban con la caballería en las alas u hostigaban la línea enemiga. Por fin, Alejandro empleó importantes contingentes de hoplitas y peltastas griegos aliados y mercenarios, que combatían con sus tácticas tradicionales de infantería. En conjunto, el ejército macedonio era, por vez primera en la historia de la Hélade, una eficaz máquina de fuerzas combinadas e interdependientes de infantería y caballería pesada y ligera, capaz de obtener victorias resonantes incluso en condiciones de grave inferioridad numérica. Tampoco se mantuvo estático -a lo largo de la década del 333 al 323 a.C. recibió numerosos refuerzos de Macedonia- y sufrió numerosas modificaciones en su estructura, como por ejemplo la reorganización de la caballería en hiparquias y la aparente desaparición de los prodromoi. Cuando Alejandro murió, había escasez de macedonios nativos y las unidades comenzaban a rellenarse con orientales, más por necesidad que por elección, e incluso se creó una falange oriental, los Epigoni. El carácter del ejército cambiaba irreversiblemente.
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Tras la derrota de la Primera Guerra Mundial, en Alemania quedaba un Ejército reducido a cien mil hombres. Los primeros seguidores de Adolf Hitler fueron precisamente miembros de este Ejército que se sentían heridos en su orgullo nacional. Empezaron por asociarse en Baviera y muy pronto constituyeron las SA (Schutz Abteilung). Bajo la dirección del capitán Hermann Göring, y convertidos en guardia pretoriana de Adolf Hitler desde los tiempos de la República de Weimar, los SA se entregaron al terrorismo y al asesinato por toda Alemania. El nacionalsocialismo concedió a los SA poderes ilimitados y fueron ellos los que abrieron los primeros campos de concentración. Ya en 1927, trescientos mil SA desfilaron en Nuremberg. Entre ellos se encontraban doscientos hombres que formaban la "sección de protección". Se trataba de los SA más fieles y fanáticos, el germen de las futuras SS (Schutz-Staffel). El 14 de julio de 1933, todos los partidos democráticos fueron prohibidos en Alemania. El NSDAP (Partido Obrero Alemán Nacional-Socialista), fundado por Adolf Hitler, fue declarado "partido único y base del Estado". Inmediatamente después quedaron fuera de la ley las asociaciones de juventudes, los sindicatos fueron suprimidos y tuvieron lugar las primeras detenciones de judíos. Estas detenciones se generalizaron a partir de las leyes racistas de Nuremberg en 1935, y alcanzaron su paroxismo durante la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938, llamada por los nazis "la noche de cristal". Desde entonces, centenares de miles de judíos alemanes serían conducidos a los campos de concentración para ser exterminados. Entre 1933 y 1939, casi trescientos mil antifascistas alemanes fueron condenados a seiscientos mil años de prisión. En total, un millón de alemanes fueron enviados a los campos de concentración por pertenecer a la raza judía o por sus convicciones políticas, ideológicas y filosóficas. Más de treinta y dos mil alemanes adversarios del régimen de Adolf Hitler y de su sistema fueron condenados a muerte y ejecutados. Una ideología, con el soporte económico de la gran industria -que se beneficiaba económicamente con el rearme y el militarismo-, supo reunir, bajo la filosofía de la barbarie y de la supremacía aria, a la parte más fanática, irracional y descontenta del pueblo alemán. Industriales directamente culpables, como la dinastía Krupp, la inhibición de algunos partidos políticos, la ceguera de los Gobiernos europeos ante el irresistible ascenso del nazi-fascismo alemán, fueron sin duda acicates que, consciente o inconscientemente, ayudaron a encumbrar este fenómeno. Sus consecuencias serían trágicas, no sólo entre la población civil de los países ocupados, sino también en el inmenso universo concentracionario nazi, en el cual perecerían alrededor de diez millones de seres humanos. Hacia 1933, los SA habían instalado campos de concentración en todas las ciudades alemanas de cierta importancia: en subterráneos de edificios abandonados, en fábricas requisadas, en un simple terreno rodeado de alambradas. Muchos tuvieron una existencia efímera, por lo cual no se ha podido establecer una lista completa con precisión. No eran todavía campos de concentración oficiales, pero se puede asegurar que el universo concentracionario nazi ya había comenzado. El 21 de marzo de 1933, el periódico de Munich Münchener Nauesten Nachrichten publicó una circular del jefe de policía de la ciudad, en la que se anunciaba la apertura del campo de Dachau. El mismo año se inauguró el de Sachsenhausen, en Oranienburg, al norte de Berlín. A partir de este momento, las siglas K. Z. abreviación del término Konzentrationslager, formaron parte del vocabulario cotidiano en Alemania, convirtiéndose en símbolo del terror. En esta misma época surgen los K. Z. de Lichtenburg, Hohenstein, Sonnenburg, Estarwegen y el de Papenburg y sus anexos. La justificación jurídica del terror nazi se basaba en un decreto del presidente del Reich del 28 de febrero de 1933. Este decreto suspendía seis artículos de la Constitución de Weimar. El 12 de abril de 1934, el Ministerio del Interior del Reich dirigió a las autoridades locales y al procurador del Estado una instrucción por la que el internamiento preventivo sería un derecho en virtud del decreto del mes de febrero de 1933. Allí se precisaba que este internamiento sólo podía tener lugar en las prisiones del Estado o en los campos de concentración. Las primeras víctimas fueron concentradas -una manera eufemística de designar la idea de exterminio- en tres grandes campos: Esterwegen, Sachsenhausen y Dachau. En un discurso de Heinrich Himmler sobre La naturaleza y los deberes de la SS y la policía, el Reichsfürer dijo: "Los campos están rodeados de alambradas eléctricas. Es comprensible. A quien entra en una zona prohibida o pasa por campo sin permiso, se le dispara. A quien en los lugares de trabajo, en los pantanos o en las construcciones de carreteras, por ejemplo, intenta huir, se le dispara. Si alguien intenta resistir, es llevado al calabozo, a la oscuridad, al régimen de pan y agua. Y, en los casos graves, recibe veinticinco azotes en el trasero. Los hombres que vigilan a los prisioneros apenas eran, al principio, SS: Nosotros los hemos formado en unidades denominadas La vanguardia de la muerte. No están organizados en compañías, sino en centurias. Naturalmente, disponen de ametralladoras. En cada campo tenemos dos o tres miradores equipados con ametralladoras siempre a punto para disparar cualquier intento de rebelión. Con esta clase de gente, esta situación no debe quedar excluida. Las unidades La vanguardia de la muerte han sido también designadas para formar el encuadre de centurias de 25.000 hombres en caso de guerra, con el fin de mantener la seguridad interna del país". Según Himmler, los detenidos eran la escoria de la mala vida, los fracasados. En el mismo discurso había declarado: "No existe demostración más auténtica y eficaz sobre la influencia de las leyes hereditarias y raciales que la que ofrece un campo de concentración. Podemos encontrar en él a hidrocéfalos, a individuos deformes, lisiados, medio judíos, hombres inferiores desde el punto de vista racial". Los campos de concentración, pues, fueron concebidos fríamente para exterminar a los enemigos del régimen nazi, considerados como esclavos y sin ningún derecho para pertenecer a la sociedad exterior. Después de la noche de los cuchillos largos, el 30 de junio de 1934, los SS reemplazaron a los SA en el mando y vigilancia de los campos. Desde entonces, Adolf Hitler concedió todo el poder de la represión a los SS bajo el mandato del Reichsführer Heinrich Himmler, que sustituyó a Göring como jefe de la policía secreta del Estado (Geheime Staatspolizei, Gestapo). A partir de 1938, esta es la única policía que llevará a cabo las detenciones por cuestiones de seguridad. En principio, la Gestapo se encarga de dar cuenta de todas las detenciones y también de avisar a los familiares de los detenidos. Pero en la mayoría de los casos el silencio envolverá el destino de los prisioneros. Según la orden dictada por el entonces ministro del Interior, Wilhem Frick, el 25 de febrero de 1938, el detenido por seguridad ingresa en un campo de concentración para todo el tiempo que convenga. Entre los SS mejor adiestrados, se elige a los que formarán las unidades de los guardias especiales de los campos. Se trata de los SS-Totenkopfverbánde, veinticinco mil hombres entrenados especialmente para el exterminio y en cuyo casco ostentarán una calavera. Al frente de cada campo estaba un Lagerkommandant, oficial SS de alto rango, ayudado por una Kommandantur, compuesta de varios oficiales subalternos. La Politische Abteilung (sección política) controlaba los ficheros, llevaba a cabo los interrogatorios y ordenaba las ejecuciones. La Schutzhaftlager (sección de guardia) se encargaba de la vigilancia general. Sus componentes entrenaron a los famosos perros amaestrados para descuartizar a los prisioneros. La Verwaltung (Administración) se ocupaba de la intendencia y de la apropiación de los bienes de los deportados. La gran mayoría de los prisioneros ignoraba la pesada máquina burocrática que organizaba los campos de exterminio. Ellos dependían directamente, tanto en los campos centrales como en los kommandos exteriores (anexos) y en los kommandos de trabajo, del Lagerfürer, el suboficial responsable ante el Lagerkommandant. Los SS ejercían sus funciones represoras en centros de trabajo y blocks (barracas donde eran instalados los prisioneros). Sin embargo, ellos eran los señores, los jefes de la raza superior y, por tanto, sólo mandaban. Crearon una jerarquía paralela entre los detenidos y confiaron la inmediata. ejecución de sus órdenes a los kapos, detenidos de derecho común que cumplían con especial saña y dedicación las órdenes de los SS. Esos auxiliares del Totenkopfverbánde (batallón de la calavera), en la gran mayoría de los casos, contribuyeron a hacer todavía más penosa la vida de los deportados. Con el tiempo, muchos deportados políticos consiguieron ocupar el puesto de kapo (tanto en los blocks como en los kommandos de trabajo), y de este modo lograron salvar muchas vidas humanas, efectuar sabotajes y organizar la resistencia clandestina en los campos.
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Los ciudadanos de las diferentes poleis eran los verdaderos protagonistas del ejército helénico, ya que la defensa del territorio y la lucha por los intereses de la patria se consideraban un derecho reservado a ellos. Evidentemente, la paulatina descomposición de las estructuras políticas de las poleis provocará la integración en el ejército de tropas mercenarias y de los no ciudadanos, metecos y esclavos. La educación helénica se culminaba con la preparación militar por la que los nuevos ciudadanos se convertían en soldados, siendo requeridos por el Estado durante los próximos cuarenta años para participar en operaciones ofensivas. A los cincuenta años, el ciudadano tenía la obligación de defender el territorio patrio. Como podemos observar, durante las épocas arcaica y clásica el ciudadano debía estar preparado para la guerra, siendo una parte importante de su educación y llegando incluso a ostentar cargos directivos en el ejército.
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Toda investigación sobre la historia del ejército y de la defensa de Hispania durante el Bajo Imperio debe tomar siempre como punto de partida la información que proporciona un documento que se fecha entre los últimos años del siglo IV y las primeras décadas del siglo V. Nos referimos a la Notitia Dignitatum, que nos cuenta que el ejército romano asentado en Hispania se distribuía geográficamente de la siguiente forma: - En la provincia Gallaecia se encontraban estas tropas: a) En León, la legión VIII mandada por un prefecto (Praefectus legionis septimae geminae. Legione). b) En Poetavonium, cerca de Rosinos de Vidriales, en la provincia de Zamora, la cohorte segunda flavia pacatiana a las órdenes de un tribuno (Tribunus cohortis secundae Flaviae Pacatianae). c) En un lugar no precisado de la Gallaecia, la cohorte segunda gálica y su tribuno (Tribunus cohortis secundae Gallicae. Ad cohortem Gallicam). d) En Lugo, la cohorte lucense y su tribuno (Tribunus cohortis Lucensis. Luco). e) Primero en Brigantium, La Coruña, y ahora en Iuliobriga, cerca de Reinosa, Santander, la cohorte celtíbera bajo las órdenes de un tribuno (Tribunus cohortis Celtiberae, Brigantiae, nunc Iuliobriga). - Y en la provincia Tarraconense: a) En Veleia, en el ahora despoblado de Iruña, no lejos de Vitoria, la cohorte primera gálica mandada por un tribuno (Tribunus cohortis primae Gallicae. Veleia). Como se sabe que Diocleciano llevó a cabo una gran reorganización de la administración. Ha habido autores, Balil entre otros, que han atribuido el emplazamiento de estas tropas a dicho emperador: habría sido continuista al conservar los emplazamientos que ya tenían la legión VII? y la cohorte situada junto a Rosinos de Vidriales, mientras los otros emplazamientos de tropas serían nuevos y elegidos por los responsables de la administración militar diocleciánea. Ahora bien, otros autores como Le Roux consideran que desde Diocleciano hasta el momento en que se escribió la Notitia Dignitatum pudo haber cambios de emplazamientos motivados por las nuevas exigencias estratégicas. Una prueba en su favor se encuentra en la mención expresa del cambio de localización de la cohorte celtíbérica situada primero en Brigantium y más tarde en Tuliobriga. De modo semejante, la cohorte primera gálica habría sido trasferida del área de los astures a Veleia por el propio Diocleciano. Como puede comprobarse por los textos latinos anteriores, algunas unidades militares llevan epítetos correspondientes a topónimos: así, la cohorte lucense asentada en Lugo. Y hay otros testimonios de otras tropas de fuera de Hispania que indican que ésta era una práctica frecuente, la de llevar epítetos en su titulatura que aluden a su lugar de emplazamiento. Por ello, no se entiende bien que la que había sido durante el Alto Imperio el ala II Flavia Hispanorum c(ivium) R(omanorum), asentada cerca de Rosinos de Vidriales, cambiara ahora de nombre (cohors secunda Flavia Pacatiana) recibiendo el epíteto Pacatiana, que no encuentra explicación alguna convincente, ya que no tiene ningún sentido establecer alguna relación de la misma con personaje alguno de nombre Pacatus. Los efectivos militares no eran muchos. La legión VII? había quedado reducida a unos componentes de 3.000-4.000 hombres; parte de sus tropas habían sido desplazadas como apoyo para el conde -comes- de la parte oriental del Imperio. En el recuento de efectivos tampoco puede olvidarse que había otras tropas móviles que acompañaban al conde de las Hispanias, comes Hisponiarum, quien, al menos desde el siglo V, tenía funciones militares. Esas tropas comitatenses estaban constituidas por efectivos variados, entre los que, al parecer, se encontraban algunos componentes legionarios, así como otros soldados reclutados expresamente para ese servicio en las distintas ciudades de Hispania. Le Roux ha calculado que el total de los efectivos militares para las provincias Gallaecia y Tarraconense no debieron sobrepasar los 6.000 hombres. Esta pequeña cifra se justificaría bien al considerar que la Península Ibérica se encontraba alejada de los grandes acontecimientos militares que tenían lugar en las zonas fronterizas del Imperio, donde era preciso frenar el empuje de los pueblos bárbaros. La reducción de efectivos con relación al Alto Imperio así como la forma de ser presentadas las unidades militares en la Notitia Dignitatum permite sostener que la población civil y la militar fueron quedando incluidas en el interior de un mismo recinto amurallado: las tropas estarían dentro de la ciudad de Veleia, de la de Lugo, etc. y no en campamentos situados en sus cercanías. Y, a su vez, la población civil que venía residiendo junto a las murallas del campamento de la legión VIII debió pasar a residir en el interior de las murallas, hecho que, sin duda, implicó una reorganización del espacio urbano. En este caso, se dieron las circunstancias propicias para que la población civil se organizara a semejanza de los municipios romanos dando así paso al surgimiento de la ciudad de León.