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obra
Las obras de Constable no acababan de atraer definitivamente al público tal y como pudo comprobar con sus famosos "six-foot" -a pesar de que El carro de heno cosechara una medalla de oro en el Salón de París de 1824-. Esta sería la razón por la que en los años centrales de la década de 1820 se dedique a realizar escenas cargadas de pintoresquismo que eran más cercanas al gusto del público. Posiblemente de estas escenas la más atractiva sea El campo de trigo, una imagen amable protagonizada por un niño bebiendo en un riachuelo mientras que un rebaño de ovejas camina por el sendero que conduce al campo de trigo, cuya puerta abierta -no olvidemos la política de campos vallados desarrollada en el valle del Stour para evitar que los animales acabaran con las cosechas- nos permite ver el maravilloso campo iluminado por un potente foco de luz solar del mediodíaLos especialistas consideran que nos encontramos con una imagen idealizada de la infancia del propio Constable, cuando en sus habituales paseos por la comarca de Suffolk se detenía a beber en las cristalinas aguas de los riachuelos. Incluso se alude a una representación de la infancia como la etapa feliz del ser humano. Posiblemente sólo nos encontremos ante una escena cargada de naturalismo -en la que por cierto, hallamos algunas incongruencias como la puerta abierta del campo de trigo o el primer árbol de la izquierda que se mantiene en pie a pesar de estar podrido- en la que la luz del sol estival -se presentó como Paisaje: mediodía- crea sensacionales efectos de claroscuro mientras que las nubes aportan una admirable sensación de dinamismo, trabajando el maestro con una pincelada precisa e incluso detallista en algunos momentos. Intentando vender la obra introdujo esos elementos anecdóticos, pintorescos -"tiene algo más de bálsamo para el ojo de lo que normalmente consiento en dar" afirmó el propio pintor- pero, paradójicamente, cuando fue expuesto en la Royal Academy en 1826 no se vendió.
obra
Durante la estancia de Turner en Petworth a lo largo del año 1828, alojándose en casa de Lord Egremont, realizó una serie de obras entre las que destaca ésta y su pareja: Un barco encallado. En Petworth fue muy bien acogido por su anfitrión, volviendo en numerosas ocasiones a este lugar. Una vez lord y pintor mantuvieron una fuerte discusión porque el maestro londinense había colocado basura flotando en el agua en uno de sus lienzos. Lord Egremont pensaba que las verduras no podían flotar mientras que Turner opinaba que sí por lo que introdujo varias hortalizas en un cubo para probar. Cuando las verduras se hundieron, el pintor montó en cólera a pesar de no rectificar su cuadro. Turner tenía razón ya que las verduras sí flotan en agua de mar; el artista había pintado lo que había visto no lo que sabía. En esta composición observamos una excelente marina en el atardecer, momento del día para el que Turner ha utilizado un precioso color plateado, animado por el amarillo de la puesta de sol y el azul de las montañas y de la ciudad del fondo. La perspectiva empleada es muy amplia, colocando el primer plano de tal manera que parece que el espectador se introduce en la composición. Pero el gran protagonista vuelve a ser el efecto atmosférico que define la mayor parte de los trabajos del maestro británico.
contexto
Una muestra más del creciente intervencionismo norteamericano en el Caribe y América Central se observa en la creación de Panamá como país independiente, intentando resolver de un modo definitivo y favorable a sus intereses la gran cuestión de la comunicación interoceánica. La creación del nuevo país fue posible gracias a la utilización de territorios que anteriormente habían pertenecido a Colombia. Desde mediados del siglo XIX ya funcionaba en el istmo de Panamá un ferrocarril de capital norteamericano, que vinculaba el Atlántico con el Pacífico, pero que era insuficiente para garantizar unas buenas comunicaciones entre los dos océanos. La importancia estratégica de una vía de comunicación fluvial que uniera el océano Pacífico con el Atlántico era clave para la economía norteamericana, pero pese a ello, la presencia de los Estados Unidos como únicos interesados no fue nada fácil, dado el interés de los británicos en el tema. Desde un principio, unos y otros especularon con la construcción de un canal que atravesara el istmo. Un intento frustrado fue realizado por Estados Unidos en Nicaragua mientras duró la presencia de William Walker en el país. Posteriormente, y con el aval del gobierno colombiano, Ferdinand de Lesseps planeó la construcción de un canal interoceánico que discurriera de forma paralela a las vías del ferrocarril. Las obras comenzaron en 1878 y se desarrollaban muy lentamente. En 1889 los costos ya eran mayores de lo esperado y los resultados sensiblemente menores. Para colmo, un escándalo financiero condujo a la quiebra a la compañía de Lesseps, que como compensación dejó a los acreedores sólo los restos de las excavaciones y la maquinaria utilizada. Estos formaron la nueva Compañía del Canal de Panamá, posteriormente adquirida en 40 millones de dólares por capitales norteamericanos. La importancia del canal para los Estados Unidos aumentó a partir de 1898, cuando la incorporación de los archipiélagos de Filipinas y Hawai a sus dominios, supuso la revalorización de la vertiente del Pacífico. En 1903, por un tratado con el gobierno colombiano (el Hay-Herrán) se entregó en arriendo a la Compañía del Canal una franja de seis millas de ancho durante nueve años a cambio de 10 millones de dólares y de un alquiler anual de otros, 250.000. Sin embargo, el Congreso colombiano no ratificó el tratado por considerarlo una seria amenaza contra su soberanía y el 3 de noviembre un alzamiento dirigido por las autoridades de la Compañía forzó la proclamación de la nueva república, que en sólo tres días fue reconocida por los Estados Unidos. Los acontecimiento se aceleraron. El 18 de noviembre se firmó en Washington un acuerdo con los representantes de la nueva república de Panamá, según el cual los Estados Unidos recibieron una franja de tierra de diez millas de ancho (antes eran sólo seis), sobre la cual tendrían el derecho de soberanía y la posibilidad de construir las fortificaciones que estimaran convenientes para garantizar su defensa. Las cláusulas económicas del tratado eran similares a las anteriores, aunque en el artículo VII se reconocía el derecho de los Estados Unidos a intervenir militarmente en Panamá si estimaban que la paz y el orden podían estar amenazados.
obra
En una época en la que su producción pictórica estaba mermada por las actividades burocráticas en la Academia, Le Brun realizó este retrato de su protector en el que combinó una composición muy estudiada y tendente al aparato, con una plasmación de los rasgos del retratado de gran calidad.
monumento
Moraleda de Zafayona cuenta con un lavadero o fuente pública formada por tres caños con agua abundante y de buena calidad, que atrae la visita del vecindario y pueblos limítrofes. Junto a la fuente se encuentra el antiquísimo lavadero público recientemente restaurado.
contexto
Todavía hoy ante las ruinas silenciosas del templo de Zeus se puede percibir el mensaje de ordenada mesura dictado por Libón y disfrutar a la vista de los restos impresionantes del entablamento despiezado que reflejan la plasticidad de la curvatura. Y aún se admira más la excelencia del canon dórico, cuando se piensa que siguió siéndolo después de construido el Partenón. Las resonancias del modelo de Olimpia llegan a las colonias suritálicas y se advierten con especial brillantez en dos templos magníficos, el llamado de Poseidón en Paestum y el templo E de Selinunte. El templo de Poseidón, posiblemente consagrado a Zeus aunque evoque al dios tutelar de la ciudad que lleva su nombre -la antigua Posidonia-, es el más impresionante de los templos de Paestum. Proporciones, planta y forma típicamente cerrada coinciden con los prototipos de Egina y Olimpia, es decir, con el canon arquitectónico de alta época clásica. Su buen estado de conservación ayuda a percatarse de la teoría espacial desarrollada en aquéllos y, más especialmente, de la vitalidad y plasticidad de la obra, características que el arquitecto ha tomado del templo de Zeus en Olimpia. Tampoco faltan afinidades en detalles como el éntasis de las columnas, el perfil de los capiteles y la curvatura de elementos horizontales, rasgos plasmados por primera vez en Occidente. Por su parte, el Templo E de Selinunte es otro buen ejemplo del estilo severo de alta época clásica. Sin prescindir de peculiaridades locales, el arquitecto se acoge a los preceptos básicos imperantes en Grecia Continental, hasta el punto de ser la composición arquitectónica la que demuestra la dependencia del canon dórico clásico. A partir de este dato su cronología se ha precisado entre los años 465-450.
obra
Con esta obra obtuvo Manet su primer triunfo en el Salón de París del año 1861, una mención de honor por parte del jurado. Consciente de su fracaso anterior con Bebedor de absenta y del gusto por lo español desarrollado en aquellos años, el artista muestra a un guitarrista español, en el que combina elementos románticos y realistas. Gracias a sus frecuentes visitas al Museo del Louvre, pudo contemplar y admirar a los artistas españoles, interesándose en especial por Velázquez y Goya. El recurso de emplear las tonalidades oscuras parece inspirado en el Barroco español, jugando con grises, marrones y blancos como términos de contraste. El bodegón de primer plano era también muy empleado en el Siglo de Oro español, especialmente por Zurbarán y Ribera. La actitud del personaje es totalmente realista, continuando a Courbet al presentar al personaje desprovisto de idealización, como si estuviésemos ante una fotografía. Así contemplamos sus zapatillas de esparto ya desgastadas por el uso, su chaquetilla de majo y su sombrero de ala ancha o la actitud de acompañar con la voz el tañido de la guitarra. La postura de manos y piernas denota la capacidad observadora del maestro para realizar esta imagen. Al recortar la figura sobre un fondo neutro e iluminarla con un potente foco de luz, hace que el resto de los elementos de la composición pasen desapercibidos para el espectador. La gran calidad del dibujo es otra de las características de la obra, tal y como había hecho hincapié Couture a los jóvenes que trabajaban en su estudio. Este bello dibujo contrasta con el abocetamiento de las primeras imágenes como Caballeros españoles, pero la gran novedad de Guitarrista español es la renuncia a las tonalidades medias, en un interesante contraste cromático que llamó la atención de los pintores más jóvenes, pero no la de los críticos. Sólo Théophile Gautier alabó claramente la escena.
contexto
A lo largo de la campaña de Francia, Bélgica y Holanda, los alemanes habían llevado a cabo sólo un número relativamente reducido de contraataques importantes, siempre frustrados. Los Aliados pensaban que la antaño poderosa Wehrmacht ya no podía recuperarse y, en términos generales, era así. Sin embargo, fiel a su idea fija de la resistencia a ultranza y engañado por su capacidad para autoengañarse, Hitler (y algunos mandos) van a tratar de ejecutar un contraataque masivo y sorpresivo, que -no se sabe bien por qué- consideraban decisivo para cambiar las tornas de la guerra (4). Algunos generales, Rundstedt y Model en particular, eran contrarios a una gran ofensiva; preferían una acción reducida, sólo para sacar a los Aliados del río Roer, a causa de la escasez de material y reservas, y ante lo que consideraban una situación de prederrota. Pero Hitler insistió y ambos generales se doblegaron. Hitler consideraba que una táctica puramente defensiva no podía ganar la guerra. Pero Alemania, como sabían los generales, ya no podía ganarla, aunque nadie se atrevía a decírselo francamente al Führer; pensaban que lo único que se podía intentar hacer era contener a los soviéticos en el este y tratar de profundizar la brecha política existente entre Estados Unidos y la URSS, ya que la paz separada con los occidentales ya no era posible. Pero la orden de Hitler era sin apelación. El éxito, según éste, estaba asegurado. Los alemanes llevarían ventaja al haber elegido ellos el escenario y el momento: las Ardenas, región quebrada y de difícil acceso, con pocas carreteras, y donde los Aliados no esperaban una ofensiva, y menos de envergadura. Se trataba de abrirse camino hacia Amberes y separar a británicos de norteamericanos, para aplastar luego a los primeros. Se habían podido reunir poderosas fuerzas, de calidad aceptable, dotadas con bastantes vehículos, carros y aviones. Se disponía de 34 divisiones, 28 de las cuales para la ofensiva de las Ardenas como tal, y 6 para una ofensiva en Alsacia, poco después. Se formaron tres ejércitos con las 28 divisiones, con cometidos diferentes: el VI Ejército Acorazado SS, de Sepp Dietrich, llevaría a cabo el esfuerzo principal en el norte de las Ardenas, para alcanzar el puerto de Amberes (rodeando Lieja), que era el objetivo estratégico básico, que se completaría tratando de formar una barrera estratégica entre la retaguardia británica y los estadounidenses, más al norte. En las Ardenas centrales el V Ejército acorazado, de Manteuffel, debería ejecutar un ataque complementario hacia el oeste, a través de las líneas americanas, por Namur y Dinant, alcanzando Bruselas y uniéndose al VI Ejército en Amberes. El VII Ejército, de Brandenberger, debía cubrir con infantería el flanco meridional, entre Luxemburgo y Givet, sobre el Mosa. El punto de ruptura sería la unión entre el IX y el I Ejército de Estados Unidos, que sólo tenía unas cinco divisiones en ese punto (zona Malmédy-Spa). Se añadieron tres operaciones subsidiarias: tres días después del comienzo de la ofensiva principal, había que tomar Maastricht y evitar el ataque desde el saliente de Aquisgrán; una semana más tarde, había que atacar en el norte de Holanda y arrebatarles Breda a los canadienses. Una semana más tarde había que reconquistar el norte de Alsacia.