Detalle del llamado techo de los polícromos de la cueva de Altamira, en el que aparecen bisontes captados en diferentes posiciones. Se cree que los habitantes de estas cuevas realizaban este tipo de pinturas animalísticas para asegurar la caza futura.
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Bisonte policromo en actitud de saltar o acaso de revolcarse, que aparece coloreado en tonos rojos con diferentes matizaciones y con los contornos marcados en negro, aprovechando las zonas convexas de la roca para crear un mayor volumen. Forma parte del denominado techo de los polícromos de la cueva de Altamira (Santillana del Mar, Cantabria), fechada en el magdaleniense III y IV.
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En la realización de las pinturas de este gran techo de la Cueva de Altamira se aprovecharon las protuberancias de la roca para la representación de los grandes bisontes. La sala, ahora aislada por un muro moderno, era una continuación del vestíbulo que constituía la zona del hábitat. El suelo primitivo fue rebajado hacia 1925 para facilitar la circulación de los visitantes.
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En el Paleolítico Superior, hace entre 18.000 y 14.000 años, la Cueva de Altamira estuvo habitada por poblaciones de Homo sapiens sapiens. La cueva se encuentra situada en la parte alta de una de las suaves colinas que rodean el valle donde se asienta actualmente Santillana del Mar, en Cantabria. De todas las áreas, la Sala de Polícromoses la más llamativa, por albergar una de las mejores colecciones de arte rupestre del mundo. Esta sala fue considerada por Breuil la Capilla Sixtina del Arte Paleolítico y donde se localizan los famosos bisontes. En esta sala se conservan bisontes, caballos, ciervos, manos, antropomorfos y signos, pintados y grabados, de los periodos solutrense y magdaleniense. Las pinturas y grabados están situados en el techo de la sala, cuya altura oscila entre 0,70 y 2 metros. Para confeccionarlos, primero se grababan y dibujaban con carbón el contorno exterior y algunos detalles anatómicos. A continuación, se aplicaba el color rojizo de relleno. Sobre esta masa cromática, se realizaban raspados para separar planos y dar relieve a la anatomía. El empleo del relieve natural y la textura de la piedra ayudan a dar realismo a la figura.
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Posiblemente sean los bisontes los animales más representativos de las pinturas de la cueva de Altamira. Los especialistas los fechan en el periodo Magdaleniense, en torno a los 14.500 años. El pintor -o pintores de Altamira- se ha servido de diversos procedimientos para elaborar su arte. Los colores se han conseguido a partir del carbón vegetal, arcillas y tierras naturales (óxidos de hierro y manganeso), disueltos en agua. La técnica de ejecución asombra por su modernidad e inteligencia: primero se graba con buril el contorno de los animales que después resalta con lápices de carbón vegetal, raspándose y sombreándose si es preciso. El colorante de ocre se reserva para el interior, aplicado directamente con la mano o con aerógrafos de hueso, expresando la anatomía del animal y destacando algunos detalles peculiares al administrar las distintas tonalidades. Algunas zonas se modelan a través del raspado, el lavado y la frotación de los colores. El pintor selecciona los rasgos esenciales que identifican la especie, aprovecha las formas y protuberancias naturales de la cueva para encajar sus figuras, adquiriendo así, algunas de ellas, volumen y relieve.
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El animal más representado en el repertorio de temas del arte paleolítico es el caballo, "Equus caballus", en cuyas imágenes se han querido ver diferentes variedades o subespecies que, en su mayoría, no eran seguramente más que adaptaciones al medio. Se trata del équido que ampliamente pobló el hemisferio norte durante los tiempos paleolíticos, principalmente las estepas de Eurasia y del que proceden las variedades modernas. A causa del aumento postglaciar de las zonas boscosas, a partir del 10.000 a. C. fue entrando en estado de regresión en dichos territorios, en los que mucho después sería domesticado. Las pretendidas variedades no resisten un examen osteológico y todo lo más que se puede decir es que se trata de un animal polimorfo. Una de sus formas salvajes es el caballo Przewalski, que aún vive en las llanuras de Mongolia, variante del tarpán occidental que se extinguió en los siglos XVIII y XIX (Polonia y Ucrania). Probablemente es el tarpán el representado en el arte paleolítico de Lascaux o en el de Niaux: cuerpo y cuello rechonchos, patas cortas y anchos cascos, cabeza pequeña y crines oscuras, y pelaje más abundante que en el caballo moderno. Otra variante era de mayor altura y aspecto más grácil. Este es el caso de los caballos de Tito Bustillo que, además, como caso excepcional, presentan cebraduras en las patas. El número total de caballos representados por los artistas paleolíticos supera los 600. Esta tendencia y la enorme cantidad de sus restos en los yacimientos, hicieron que Piette, en sus tanteos para establecer una nomenclatura del Paleolítico, hablara de la época "hipiquienne". En Altamira no pueden faltar las representaciones de caballos, correspondientes al conjunto de pinturas más antiguo de la cueva fechado en el periodo Solutrense, entre 18.500 y 16.500 años.
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La Sala de Polícromos de la Cueva de Altamira fue durante el Paleolítico Superior un santuario cuyo ambiente oscuro necesitó luz artificial para realizar las pinturas. Los artistas se iluminaron con lámparas alimentadas con grasa animal. En esta sala de la cueva aparecen manifestaciones artísticas de diversos momentos del Paleolítico Superior. Se distinguen varias superposiciones que denotan que su realización se llevó a cabo en diversas etapas. Las representaciones comprenden una amplia variedad de temas del arte paleolítico: animales, signos y antropomorfos. Al conjunto de pinturas del periodo Magdaleniense, en torno a 14.500 años, corresponden los bisontes polícromos, representados en diferentes posturas y actitudes. Forman parte también de este conjunto dos caballos, una cierva y una impresionante cabeza de uro o toro del Paleolítico ya extinguido. También se conservan gran cantidad de grabados, entre los que destaca la figura completa de un impresionante ciervo en actitud de bramar y algunas cabezas de cápridos y cérvidos de gran belleza.