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Ciudad de origen medieval, algunos autores afirmar que sobre su solar se asentaron diversos pueblo pre-romanos, citando a concanos y lobetanos. En este sentido se ha afirmado que pudo existir una antigua población, llamada Anitorgis, Sucro o Cóncava, si bien no se poseen hoy por hoy pruebas irrefutables en este sentido. Tampoco quedan muchas huellas del paso de los romanos, más allá de un puentecillo sobre el río Moscas y una pequeña fuente. Con la ocupación musulmana se levanta un castillo árabe en el lugar, que ahora llaman Conca. Se trata de una atalaya que controla los accesos a las sierras cercanas. Pronto es conocido por su artesanía, fundamentalmente alfombras y arte eborario, así como sus trabajos en marfil, cuya fama recorre al-Andalus. También la agricultura de las vegas procura una cierta prosperidad la población, que comienza a crecer y, con ella, el recinto urbano: las murallas son ampliadas, para albergar a cerca de un millar de personas. Hay un Alcázar -sobre lo que hoy es la Plaza de la Mangana-, una Mezquita -hoy catedral- y un barrio de comerciantes y artesanos -en la Plaza Mayor actual. Durante la etapa almorávide, Cuenca será objeto de frecuentes disputas, que hacen que la plaza cambie de manos en varias ocasiones. En el año 1177 Alfonso VIII conquistó la ciudad, tras un sitio de nueve meses. La incorporación de Cuenca a la Corona de Castilla hizo que su población se incrementara rápidamente, siendo dotada con un Fuero, y constituyéndose un concejo y una sede episcopal, de la que Juan Yánez fue primer obispo. La conquista cambió la fisonomía de la villa: se construyeron varias iglesias como la de San Miguel, San Juan, San Martín, Santo Domingo, Santa Cruz, San Gil, el Salvador o San Andrés, muchas de ellas sobre la muralla. Durante la Baja Edad Media Cuenca se convirtió en una población industriosa, gracias al textil y la ganadería. También se vio sacudida por las luchas de bandos nobiliarios, protagonizadas fundamentalmente por las familias de los Lope Vazquez de Acuña y los Diego Hurtado de Mendoza. Hasta el siglo XVII Cuenca será uno de los principales centros productores de Castilla, siendo visitada por los reyes Felipe II, Felipe III y Felipe IV. Sin embargo, la subida del precio de la lana en el siglo XVII trajo consigo una crisis de la pañería conquense y, con ella, la despoblación, alcanzándose un mínimo de 1600 vecinos en el año 1694. La crisis continuó durante la centuria siguiente, a pesar de los esfuerzos ilustrados por sacar a Cuenca del marasmo en el que se hallaba. La creación en 1763 de crearía la Compañía de General de Comercio terminó en fracaso y, poco después, un decreto de Carlos IV eliminó los talleres artesanos para evitar que compitieran con la Real Fábrica de Tapices. En lo político, los conquenses tomaron partido por Felipe V en la Guerra de Sucesión española, siendo por ello reconocida como "fidelísima". Más tarde se le añadirá el título de "heróica". También Cuenca se ve implicada en los distintos conflictos que salpican el siglo XIX, como la Guerra de Independencia o las guerras carlistas. Igualmente sucede en el XX, con la Guerra Civil. Entre sus monumentos más destacados cabe citar a su Catedral, construida entre los siglos XII y XVI, con reformas posteriores. También es notable el Palacio Episcopal, levantado en el siglo XVI; el convento de San Pablo, de 1523; el edificio Palafox, de 1776; el Hospital de Santiago, del siglo XVI y reformado en el XVIII o la iglesia de Nuestra Señora de la Luz, de los siglos XVI-XVIII. Por último, hay que destacar su excelente Museo de Arte Abstracto.
lugar
Ciudad de origen medieval, algunos autores afirmar que sobre su solar se asentaron diversos pueblo pre-romanos, citando a concanos y lobetanos. En este sentido se ha afirmado que pudo existir una antigua población, llamada Anitorgis, Sucro o Cóncava, si bien no se poseen hoy por hoy pruebas irrefutables en este sentido. Tampoco quedan muchas huellas del paso de los romanos, más allá de un puentecillo sobre el río Moscas y una pequeña fuente. Con la ocupación musulmana se levanta un castillo árabe en el lugar, que ahora llaman Conca. Se trata de una atalaya que controla los accesos a las sierras cercanas. Pronto es conocido por su artesanía, fundamentalmente alfombras y arte eborario, así como sus trabajos en marfil, cuya fama recorre al-Andalus. También la agricultura de las vegas procura una cierta prosperidad la población, que comienza a crecer y, con ella, el recinto urbano: las murallas son ampliadas, para albergar a cerca de un millar de personas. Hay un Alcázar -sobre lo que hoy es la Plaza de la Mangana-, una Mezquita -hoy catedral- y un barrio de comerciantes y artesanos -en la Plaza Mayor actual. Durante la etapa almorávide, Cuenca será objeto de frecuentes disputas, que hacen que la plaza cambie de manos en varias ocasiones. En el año 1177 Alfonso VIII conquistó la ciudad, tras un sitio de nueve meses. La incorporación de Cuenca a la Corona de Castilla hizo que su población se incrementara rápidamente, siendo dotada con un Fuero, y constituyéndose un concejo y una sede episcopal, de la que Juan Yánez fue primer obispo. La conquista cambió la fisonomía de la villa: se construyeron varias iglesias como la de San Miguel, San Juan, San Martín, Santo Domingo, Santa Cruz, San Gil, el Salvador o San Andrés, muchas de ellas sobre la muralla. Durante la Baja Edad Media Cuenca se convirtió en una población industriosa, gracias al textil y la ganadería. También se vio sacudida por las luchas de bandos nobiliarios, protagonizadas fundamentalmente por las familias de los Lope Vazquez de Acuña y los Diego Hurtado de Mendoza. Hasta el siglo XVII Cuenca será uno de los principales centros productores de Castilla, siendo visitada por los reyes Felipe II, Felipe III y Felipe IV. Sin embargo, la subida del precio de la lana en el siglo XVII trajo consigo una crisis de la pañería conquense y, con ella, la despoblación, alcanzándose un mínimo de 1600 vecinos en el año 1694. La crisis continuó durante la centuria siguiente, a pesar de los esfuerzos ilustrados por sacar a Cuenca del marasmo en el que se hallaba. La creación en 1763 de crearía la Compañía de General de Comercio terminó en fracaso y, poco después, un decreto de Carlos IV eliminó los talleres artesanos para evitar que compitieran con la Real Fábrica de Tapices. En lo político, los conquenses tomaron partido por Felipe V en la Guerra de Sucesión española, siendo por ello reconocida como "fidelísima". Más tarde se le añadirá el título de "heróica". También Cuenca se ve implicada en los distintos conflictos que salpican el siglo XIX, como la Guerra de Independencia o las guerras carlistas. Igualmente sucede en el XX, con la Guerra Civil. Entre sus monumentos más destacados cabe citar a su Catedral, construida entre los siglos XII y XVI, con reformas posteriores. También es notable el Palacio Episcopal, levantado en el siglo XVI; el convento de San Pablo, de 1523; el edificio Palafox, de 1776; el Hospital de Santiago, del siglo XVI y reformado en el XVIII o la iglesia de Nuestra Señora de la Luz, de los siglos XVI-XVIII. Por último, hay que destacar su excelente Museo de Arte Abstracto.
obra
Podemos afirmar que el mejor paisajista decimonónico español es Aureliano de Beruete, continuando la trayectoria de su maestro Carlos de Haes y avanzando hacia el Impresionismo, teniendo siempre en mente la pintura de Velázquez y Goya, a quienes consideraba sus maestros. Por esta razón, Beruete se convierte en el único impresionista español "puro" ya que coincide con los planteamientos de los creadores franceses al interesarse por la luz natural, la atmósfera, el color, etc. En esta imagen de Cuenca que contemplamos también existe una ligera influencia del luminismo de Sorolla ya que Beruete estaba abierto a todas las influencias que sintiera acertadas. El pintor ofrece una vista de "sotto in su" muy habitual en su última etapa, ocupando los árboles el espacio central de la composición para encabalgar las casas sobre ellos, cerrando el lienzo un cielo azulado con notas grisáceas elaborado con técnica casi puntillista. La luz ha sido tomada directamente del natural, creándose sombras coloreadas como observamos en primer plano y en las casas, eligiendo el color malva como hacían Monet o Renoir. La pincelada empleada es rápida y precisa, recurriendo a las manchas en algunas zonas. Con este estilo, Beruete se aleja del Romanticismo y del Realismo para presentar el impacto que el paisaje produce en el artista, especialmente en su caso ya que enlaza con la filosofía regeneracionista existente en la España del 98, que veía en Castilla la esencia de la españolidad como más tarde hará Zuloaga.
obra
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En la dinastía Song se diversificó regionalmente la producción cerámica, ampliándose considerablemente el número de hornos respecto a períodos anteriores. Una de las causas de este incremento en el campo cerámico se encuentra en el perfeccionamiento en la extracción del carbón, material muy apropiado para los hornos cerámicos por mantener temperaturas elevadas que favorecen la reacción química completa de la arcilla, barnices y colorantes. La cerámica, el grés y la porcelana formaron parte indisoluble del goce estético de mecenas, coleccionistas y artistas. Cada uno de ellos demandó una producción determinada atendiendo a sus gustos y posibilidades.
obra
Fotografía de Miguel Ángel Otero, cedida por el Museo Nacional de Arte Romano, Mérida.
obra
Las piezas polícromas Dou cai difieren muy poco de las realizadas durante la dinastía Ming. Continúa la combinación de barnices y esmaltes de diferentes colores de tonalidades intensas. Pero los nuevos tipos polícromos de la dinastía Qing se conocen bajo la denominación de familias verde, rosa, amarilla y negra. Esta terminología occidental, e ignorada en China, se debe a AIbert Jacquemart, quien los definió por primera vez en su obra "Historie artistique, industrielle et commerciale de la porcelaine" (París 1862); en China se conocen con el nombre de ying cai o colores brillantes. Bajo estos términos se engloba a las piezas cuya decoración polícroma tiene como protagonista a un color, sea éste el verde, el negro, el rosa o el amarillo.
acepcion
Recipiente característico del periodo Uruk. Realizado en cerámica, presentaba forma cónica y aspecto tosco.