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La tabla pertenece a la predela del retablo procedente del convento florentino de San Vicenzo d'Annalena. Después de ser arrojados al mar y ser salvados in extremis por la mano intercesora de un ángel, el gobernador romano Lisias propuso la quema de los santos médicos y de sus tres hermanos. Fra Angelico sitúa a los cinco personajes en composición circular, de rodillas y en actitud de oración. Los protagonistas, de frente, marcan perfectamente distancia entre sus cuerpos, espacio real. Sus plegarias son escuchadas por Dios, lo que proporciona que las llamas de la hoguera se despeguen de los condenados y se expandan hacia los verdugos, que con visible acaloramiento y expresiones de dolor huyen del fuego. Mientras, al fondo, sobre el paramento de cierre, Lisias y sus acompañantes observan atónitos el acontecimiento milagroso. Es una escena de atípica expresividad y dinamismo en el arte de Fra Angelico, pero que ejemplifica la versatilidad y el conocimiento del arte de la pintura del monje pintor, que ilustra a la perfección la confusión del episodio, contraponiendo las aptitudes dinámicas y desesperadas de los verdugos y la sorpresa del prefecto Lisias con la espera tranquila de los santos médicos y sus hermanos. Aunque su composición parece algo ingenua, la escena formula una ilusión espacial bien conseguida dentro de los límites del primer Renacimiento.
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Escena perteneciente a la predela del Retablo de Annalena donde se ilustra la conversación de los santos Cosme y Damián ante el prefecto. El gobernador romano Lisias mandó llamar a los santos médicos para interrogarlos sobre sus creencias, intentando convencer a Cosme y Damián de que desestimaran a adoración al dios cristiano. En medio de una paisaje exterior de arquitecturas de suaves colores con decoración de tipo clásico, Lisias, sentado en el banco de la derecha, inquiere a los santos médicos. Cosme y Damián, acompañados de sus tres hermanos menores, figuras secundarias en las narraciones episódicas de la vida de los santos médicos, asisten tranquilos al interrogatorio seguros de su verdad. El hermano de menor edad parece explicar al prefecto las razones de sus creencias cristianas y la desestimación de la adoración a los dioses paganos. Fra Angelico divide la escena colocando a los grupos en dos espacios distintos: mientras Lisias, un ayudante y un soldado, se sitúan sobre un suelo construido de mármol, el grupo circular de los santos y sus hermanos queda sobre un verde tapiz de hierba, como atrapados entre la claridad de las construcciones. Un paramento a media altura cierra la composición por el fondo, sobre el cual divisamos un último plano con otras construcciones arquitectónicas. De esta manera, se anuncia el posterior futuro de los santos médicos, en medio de un mundo hostil.
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Perteneciente al banco del Retablo de San Marcos, pintado por Fra Angelico entre 1439-42 y destinado a ilustrar la vida de los santos médicos, esta escena en particular se refiere al interrogatorio del prefecto romano Lisias al que Cosme y Damián se vieron sometidos. El gobernador romano Lisias hizo llamar a los santos médicos para reconvenirles por sus creencias cristianas. Cosme y Damián se llegan ante el prefecto acompañados de sus tres hermanos menores, a la izquierda de la composición. En la otra parte, algunos soldados y consejeros de Lisias, el cual señala una hornacina donde descansa una estatua de dios pagano. Lisias, verdadero centro compositivo, se sitúa sentado en un trono de carácter clásico, con un fondo de arquitectura con pilastras adosadas y más elementos decorativos renacientes. Más allá, tres tiestos de flores continúan el efecto de profundidad. La zona de la derecha se presenta más despejada que el grupo de los santos médicos. La causa es dejar más diáfano ese espacio para el entendimiento del observador: Lisias señala al dios pagano como símbolo para la reconversión de Cosme y Damián. La fórmula adoptada por Fra Angelico en esta escena es mucho más avanzada que la que ilustra el mismo acontecimiento en la predela del Retablo de Annalena. Si allí también se conseguía cierta profundidad, en la representación que estamos viendo, las posturas y actitudes de los personajes, la abundancia de elementos compositivos y el tratamiento general de mejor ejecución, informan más acertadamente del episodio representado.
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Esta es la quinta escena perteneciente al banco del conocido Retablo de Annalena, en el que se ilustra la vida de los santos Cosme y Damián. Se representan dos momentos consecutivos de la historia del martirio de los hermanos médicos. Tras el infructuoso castigo de las llamas, los santos Cosme y Damián son crucificados. Así los presenta Fra Angelico, ejecutados en la cruz, pero sin signos de dolor aparente. A la izquierda de la composición, en un plano más cercano a nosotros, se sitúan algunos hombres que lanzan piedras y disparan flechas hacia el cuerpo de los santos. En el otro extremo, a la derecha, los tres hermanos menores de Cosme y Damián, asisten arrodillados al sufrimiento de los santos. Pero las piedras no alcanzan su objetivo, quedando suspendidas en el aire sin dañar a los médicos. Incluso una flecha retrocede sobre su marcha y se vuelve sobre su ejecutor. La composición peca de ingenuidad, al no quedar clara la profundidad de la escena, sobre todo, por el tramo de pared que limita la representación. Sin embargo, elementos más sencillos, como la colocación de las piernas de algún hombre de la parte izquierda o el movimiento de otro, que lanza piedras torsionando todo su cuerpo, o la flecha que vuelve sobre sus pasos, resultan más efectivos que el paramento del edificio. Por otra parte, la escena sigue una distribución de colores bastante ajustada, que no desentona con el resto de los acontecimientos ilustrados en la predela del retablo. Los rosas, los amarillos, el verde de la hierba o las tonalidades azules, van pasando en transición muy comedida de unas zonas de la representación a otras. La iluminación también se manifiesta muy atenuada en toda la composición.
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Tomando como referente claro la escena del Retablo de Annalena, la ejecución de la obra en éste de San Marcos es mucho más verosímil que aquélla. Destacan, sobre todo, las formulaciones espaciales que adopta Fra Angelico para la composición de la obra. La escena se articula en círculo que, desde el centro, se amplifica a toda la composición. Los santos médicos, acompañados por sus hermanos menores, forman el bloque estructural de la obra, en medio de la escena. El círculo de las llamas se expande hacia los verdugos y soldados que, confundidos, emprenden la huida. Son de destacar los esbirros que yacen muertos y el que se cubre con su escudo del fuego, en el primer término, por delante de los ajusticiados. En el paramento de fondo, arriba, se sitúa el prefecto Lisias al que acompañan sus consejeros, atónitos ante el suceso milagroso. Un brocado decorativo recorta excepcionalmente las figuras de esta zona. Más allá, edificios y diversas construcciones, apareciendo incluso un pequeño espacio de cielo, que acentúa hasta el límite el efecto en profundidad. De esta manera, el grupo central de los santos médicos hace de enlace entre los distintos planos de la composición. Sin duda, una de las escenas más pensadas y de mayor convicción de todo el arte de Fra Angelico.
termino
acepcion
Conjunto de creencias míticas, religiosas y filosóficas que estudia el origen del Universo.
obra
contexto
Uno de los rasgos característicos de la cultura del siglo XVIII es su cosmopolitismo facilitado por la activación de los intercambios entre los distintos países producto de una serie diversa de circunstancias. Por un lado, el aumento del comercio de libros y de las traducciones de obras desde y hacia todos los idiomas, especialmente francés. Es cierto que a veces más que traducir se interpretaba lo escrito, pero el respeto mantenido hacia las ideas esenciales permitía su difusión. Por otro lado, tenemos el incremento de los viajeros bien por placer, con el único afán de conocer otros pueblos y regiones, bien en busca de empleo o formación, los artistas. Entre los primeros, Francia e Italia constituyen los destinos más concurridos; los segundos se extienden por todas las ciudades y cortes al amparo del patronazgo regio, noble o eclesiástico, siendo los italianos los que muestran mayor dispersión. Otros medios que contribuyen a la internacionalización cultural son el mimetismo detectable entre las elites europeas respecto a las modas y la existencia de lenguas internacionalmente utilizadas -latín, francés-. Todo esto hace que los grandes cambios culturales se produzcan a nivel de continente, aunque, eso sí, siguiendo las pautas que marcan sus principales centros de gestación. En primer lugar, París y la península italiana. Esta influirá, sobre todo durante la primera mitad de siglo, en el arte, la música y la literatura; aquélla, en la arquitectura, la pintura y el pensamiento, favorecida por su carácter de punto de encuentro obligado para cuantos se relacionan con el universo intelectual. Detrás de ellas encontramos a Alemania, cuya área de influencia está en el norte de Europa y Escandinavia, e Inglaterra, importante en el terreno de las ideas, el literario y el artístico, sobre todo a final de siglo cuando una ola de anglomanía recorre el Continente dictando, incluso en Francia, la moda del vestir masculino y extendiendo ciertas costumbres como las carreras de caballos. Ahora bien, esta internacionalización de la cultura no ha de interpretarse en el sentido de implicar circunstancias idénticas y está lejos de suponer un mapa europeo homogéneo. Sobre unos rasgos comunes se sitúan, lo hemos dicho, peculiaridades nacionales que dan lugar a que en la práctica encontremos una gran variedad tipológica y cronológica.