La iglesia data de la primera mitad del siglo XVI y es el resultado de numerosos añadidos y reformas realizadas a lo largo de los siglos. Su construcción se inició en 1548, encargándose de las obras Diego de Vergara. En el exterior, destaca su hermosa portada plateresca dividida en tres cuerpos y torre de ladrillo junto a ella; presenta una compleja estructura arquitectónica en los cuerpos de ladrillo, así como su decoración, basada en aplicaciones de golpes de barro cocido. El interior de la iglesia se divide en tres naves separadas por pilares de planta cruciforme. Las naves están cubiertas con armadura de madera. El centro de la nave está ocupado por el coro, con interesante sillería tallada en madera. En cuanto a la decoración, ésta se compone de retablos, como el de Santa María de la Esperanza o el de la Virgen de la Antigua. También encontramos esculturas como la de San Sebastián y Santa María de la Esperanza, esculturas de comienzos del siglo XV. En la entrada del muro del trascoro encontramos un aparatoso retablo neogótico de finales del siglo XIX. Sus hornacinas están ocupadas por tres obras de Andrés de Carvajal.
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El gusto por los grandes edificios templarios con cubierta plana de madera, construidos en la época de otonianos y salios, siguió manteniéndose durante el período del románico pleno. El sentido bipolarizado, con su correspondiente tratamiento torreado de los dos extremos, y la falta de bóvedas para la nave central son dos de las características ciertamente arcaizantes que mantendrán muchas de estas construcciones. El templo de San Servacio de Quedlimburg, incendiado en 1070, fue consagrado de nuevo en 1129. Sobre los intercolumnios de su nave central se levantan todavía los tradicionales muros inarticulados. Se completa el edificio con un no menos tradicional macizo occidental. Es interesante la intención de crear un capitel historiado, utilizando una tradicional cesta cúbica sobre la que se labran temas vegetales y zoomórficos, con arcaizante técnica a bisel.
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Fotografía cedida por la Sociedade Anónima de Xestión do Plan Xacobeo
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La Colegiata de Santa María de la Asunción preside la ciudad de Osuna desde el cerro en el que se asienta. Su construcción se inició en las primeras décadas del siglo XVI para sustituir la antigua parroquia medieval, que había sido pasto de las llamas. Don Juan de Téllez Girón obtenía en 1531 la Bula Pontificia que convertía la primitiva iglesia en Colegiata, ostentando ese rango desde esa fecha hasta la actualidad. Se trata de un templo con planta rectangular, tres naves, crucero y diez capillas dispuestas entre los potentes machones. Las obras estaban prácticamente terminadas hacia 1540, continuándose los trabajos puntualmente hasta la centuria siguiente. El proyecto de la fachada contaba con dos torres, una de ellas inacabada y otra reconstruida en 1918, tras ser destruida la primitiva por un rayo. La fachada sorprende por su severidad y escasez decorativa. Cuatro contrafuertes cuadrangulares que abarcan toda la altura caracterizan esta portada, a la que se abren tres puertas, siendo la principal la que presenta un mayor programa decorativo de estilo plateresco, con grutescos y figurillas. Las correspondientes a los pies de las naves laterales fueron cegadas en el siglo XVIII. En su interior, la Colegiata conserva un espectacular Retablo Mayor, realizado en el siglo XVII. También destaca el Cristo crucificado, de Juan de Mesa; el retablo de la Virgen de los Reyes, de Santiago Fernández; y la Crucifixión, pieza principal de la serie de lienzos realizados por José de Ribera en Nápoles para el duque de Osuna, durante la estancia de éste como Virrey en la ciudad italiana. En torno a la antigua sacristía se organiza el Museo de Arte Sacro. Pero la Colegiata guarda aún un tesoro de incalculable valor: el Panteón Ducal. Se accede a través del llamado patio del Santo Sepulcro, una de las joyas del Plateresco, construido entre 1544 y 1555. Presenta dos plantas sobre columnas de piedra que sustentan arcos escarzanos, apoyados en grandes ábacos decorados con grutescos. En el piso bajo los arcos están separados por pilastras jónicas de clara inspiración plateresca. Desde ese espectacular patio se pasa a la Sacristía del Panteón, un pequeño y elegante recinto decorado con motivos platerescos y cubierto con un artesonado de tonalidades verdes y doradas. La Sacristía nos lleva a la Capilla de la Virgen de la Granada cuyos muros están decorados con estucos platerescos, destacando el retablo presidido por la escultura de la Virgen titular, obra atribuida a Guillén Ferrant. Debajo de la Colegiata y de la Capilla se encuentra la cripta familiar de los Girón, organizada a través de varias salas. Allí están enterrados los duques de Osuna, excepto el XII, don Mariano Téllez Girón, quien dilapidó el patrimonio de la casa debido a su célebre extravagancia, con algunas notas tan peculiares como hacer añicos la vajilla utilizada en cada banquete mientras que fue embajador en Rusia.
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Fotografía cedida por la Sociedade Anónima de Xestión do Plan Xacobeo
monumento
Colegiata situada en la localidad leonesa de Arbas del Puerto, se trata del monumento más importante del lugar. Se trata de una iglesia románico-mudéjar, reconstruida en el siglo XII, cubriendo la nave mayor del templo con una bóveda de crucería, y cuya fundación ha sido atribuida, aunque sin mucha certeza, a Don Pelayo, como acción de gracias por sus victorias sobre los árabes. Otra teoría acerca de su construcción la sitúa en el siglo XII, bajo reinado de Alfonso VII, cumpliendo funciones de hospital para los peregrinos que realizaban el Camino de Santiago. Está declarado Monumento Histórico - Artístico y la construcción llegada hasta nuestros días es posterior a 1216, habiendo sido restaurado recientemente. Se trata de una obra construida por la orden Cisterciense y engrandecida durante el reinado de Alfonso IX, a principios del siglo XIII. La iglesia consta de tres naves, cada una de tres tramos y con tres capillas en la cabecera. Merecen especial atención la portada y la decoración escultórica que lucen los capiteles.
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La llegada a Villafranca del Bierzo de los monjes procedentes de Cluny en el siglo XII supondrá la fundación de un monasterio dedicado a Santa María de Cruñego. En el siglo XVI don Pedro de Toledo, virrey de Nápoles, consiguió que el monasterio fuera convertido en colegiata de canónigos, ejerciendo su jurisdicción sobre más de 50 parroquias bajo la dirección de un abad mitrado. Se realizó un nuevo edificio, siendo Rodrigo Gil de Hontañón el encargado de dirigir las obras, trabajos que se continuaron hasta el siglo XVIII. El nuevo templo presenta planta de salón, con tres naves divididas en tres tramos y dos capillas laterales, adornadas con sensacionales retablos: el retablo de la capilla de la Trinidad, obra del siglo XVI, y el retablo de la capilla de la Virgen del Rosario, realizado por Juan Fernández hacia 1648. El retablo mayor es de época neoclásica, mientras que el coro fue ejecutado durante el Barroco.
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El claustro de la Colegiata de Santillana está adosado a la fachada norte del templo; es considerado una de las joyas de la escultura románica al disponer de un amplio repertorio iconográfico de la época.