La Portada del Cordero se abre en el muro de la nave de la Epístola de la Colegiata de San Isidoro, en un cuerpo saliente como era habitual en el románico. La flanquean dos columnas, a cada lado, en las que descansan otras tantas arquivoltas, que cobijan un tímpano. Este se apea en un par de cabezas de carneros. En los relieves que cubren dicho tímpano se disponen dos temas esenciales y superpuestos. En el centro y en la parte superior se dispuso el Agnus Dei en el círculo de la Eternidad, acompañado por dos ángeles tenantes y en íntima conexión con el pasaje bíblico del registro inferior en el que se narra la historia del Sacrificio de Abraham. Si efectuamos una lectura iconográfica de derecha a izquierda se advierte, en primer lugar, la figura de Sara, esposa de Abraham, que a la puerta de la tienda despide a su hijo. Isaac, sobre el asno, se dirige al monte Moriah. Seguidamente, el muchacho se quita las sandalias en señal de respeto hacia el lugar santo. En la parte central, bajo la Imago clipeata, Abraham, en el momento más dramático de la escena, está presto para degollar al joven, en el preciso instante en que se hace patente la intervención divina. Como en el capitel ya citado del Panteón, siguiendo modelos paleocristianos y bizantinos, aquella se efectúa mediante la Dextera Dei saliendo de la nube y el Ángel del Señor que detiene a Abraham y le muestra el carnero. Seguidamente, una figura femenina y un personaje a caballo que dispara un dardo completan el ciclo. La Puerta del Perdón también forma parte de la misma iglesia.
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De fecha posterior a la Puerta del Cordero, la Puerta del Perdón de la iglesia de San Isidoro de León muestra evidentes analogías con la puerta de Miégeville, de San Saturnino de Tolouse. En la puerta del Perdón, el carácter narrativo-pedagógico es más elocuente, y en tres escenas se nos trasmiten otros tantos puntos básicos de un ciclo cristológico: Muerte, Resurrección y Ascensión. Para que no haya duda en la interpretación, siguiendo una costumbre de los primeros momentos de la plástica cristiana, absolutamente conservada durante el románico, un rótulo epigrafiado nos lo explicita: "Asciendo a mi Padre, vuestro Padre" (Ascendo ad Patrem meum Patrem vestrum).
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Merece especial atención la representación de la escena del Sacrificio de Isaac (Gén. XXII, 913), prefiguración del sacrificio de Cristo, en el del Panteón Real de San Isidoro. En ella, se capta el instante preciso en el que Abraham va a llevar a cabo el sacrificio de su hijo quien, como víctima, se coloca sobre un altar. La intervención divina se plasma, en este relieve, mediante la presencia del Ángel del Señor que le muestra el carnero que, enredado entre unas zarzas, aparece milagrosamente para sustituir a Isaac, según se relata en el texto bíblico.
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Bajo la imponente figura del Pantocrátor, situado en la bóveda del Panteón Real, encontramos a San Mateo presentando su Evangelio. El ámbito espacial del Panteón hay que analizarlo en una visión de conjunto. Sólo así se capta, plenamente, el significado penitencial y funerario para el que fue concebido. Además, desde el punto de vista plástico es un ejemplo de integración artística en el que cuidadosamente se han diseñado los programas iconográficos; programas que, incluso, en el caso más tardío de las pinturas, pudieron ser conocidos por la propia infanta Urraca.
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La Portada del Perdón de la Colegiata de San Isidoro de León, algo más tardía que la del Cordero, se abre en el brazo sur del crucero, en un esquema compositivo del hastial, de recuerdo clásico. En él se combina armónicamente la puerta enmarcada, a su vez, por una moldura semicircular y coronada por una triple arquería con ventana central. El diseño fue imitado en la iglesia berciana de San Miguel de Corullón y, más tarde, junto con otros recursos plásticos más complejos en la Portada del Obispo de la catedral de Zamora. El vano es de medio punto, y recuerda al de la Portada del Cordero, aunque resulta algo más sencilla. Destaca por su interés el tímpano, con tres interesantes escenas relacionadas con la vida de Cristo. La central corresponde al tema del Descendimiento, en el que se advierte la ausencia de la figura de san Juan, debido, sin duda, a la falta de espacio. Se completa el relieve, entre los brazos de la cruz, con dos ángeles turiferarios. A la derecha se esculpieron Las tres Marías ante el Sepulcro vacío tras la Resurrección y custodiado por un ángel. Es una composición muy bella que se adapta al formato del soporte de acuerdo con las formas de hacer propias de la estética románica. Son las Marías, por otro lado, la expresión de los testigos de la Ley judía. Sin embargo, el elemento simbólico más expresivo de la escena es el arco de herradura que cobija al sarcófago. Con él se alude al Santo Sepulcro de Jerusalén, que tenía planta central y se cubría con una gran cúpula. Para ello, su artífice se valió del recurso plástico de mostrar al espectador, un arco como el elemento constructivo más significativo que puede sugerir el ámbito arquitectónico en su globalidad. Finalmente, en el otro extremo, se esculpió la escena de la Ascención acompañada del texto explicativo: ASCENDO PATREM MEUM ET PATREM VESTRUM. Estilísticamente, el relieve del tímpano de la Portada del Perdón es de curvas suaves y plegado ondulante que recuerda ciertos capiteles del interior de las naves, como el de la Maiestas. Por otro lado y en la escena de la Ascensión, los gestos se asemejan a los de las figuras de la puerta de Miègeville y conserva ciertos ecos de la escultura compostelana. A ambos lados del tímpano se empotraron dos placas esculpidas con las figuras de san Pedro y san Pablo que recuerdan, por las rosetas de la parte superior de las mismas, las conocidas del claustro de Moissac y las de la girola de Toulouse. Es posible que la fuente de inspiración común haya sido el nudo de la orfebrería o de la eboraria, como es el caso de la arqueta de los marfiles del tesoro de la Colegiata. Es decir, el sistema de fijación de placas ornamentales a un soporte estructural. Como en la Portada del Cordero, el tímpano descansa en cabezas de animales que, simbólicamente, defienden la entrada al recinto sagrado.