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La magnífica cabecera con tres ábsides y las portadas laterales fueron planteadas por un primer maestro, siguiendo las pautas del románico y tomando como modelo la catedral de Zamora. Los elementos románicos más sobresalientes son los arcos de medio punto, los arcos doblados o la cornisa con arquillos lobulados.
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Entre las principales portadas de época protogótica en España destaca la de la Colegiata de Santa María en Toro. En el tímpano nos encontramos con el tema de la Coronación de la Virgen. Cristo coloca la corona en la cabeza de María, ocupando el espacio que queda libre en los laterales dos ángeles con candelabros, mientras que ángeles turiferarios se sitúan en el vértice. En el dintel se representa la muerte de la Virgen, reposando en el lecho. Dos ángeles llevan su alma hacia el cielo mientras a los pies y a la cabecera se ubican los apóstoles. En el parteluz hallamos a la Virgen con el Niño en actitud de bendecir, mientras María le ofrece una flor. En las arquivoltas se desarrolla una curiosa distribución. La interna se dedica a ángeles turiferarios; en la segunda aparecen san Pedro, santas y dos profetas; en la tercera se representan santos eclesiásticos; en la cuarta, obispos, abades y otros eclesiásticos; en la quinta se disponen santas mártires con su palma; la sexta está ocupada por músicos. En la arquivolta externa se desarrolla el Juicio Final con Cristo, Varón de Dolores, en el centro, rodeado de la Virgen, san Juan y los ángeles portadores de los instrumentos de la Pasión. En la zona de la izquierda aparece la representación del Cielo y en la derecha el Infierno. En las jambas se han situado ocho figuras: dos ángeles en los extremos y las otras no identificadas, a excepción de David y Salomón. Las figuras gozan de un ingenuo realismo, imprimiendo el escultor singular belleza a cada una de ellas, consiguiendo una obra cargada de armonía.
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El edificio presenta planta rectangular, envuelto por fachadas de dos cuerpos de altura, moduladas en vertical por pilastras entre las que se abren ventanales rectangulares lo que refuerza el ritmo horizontal de la construcción, ritmo interrumpido por el amplio ventanal rematado en un arco de medio punto que se abre en el centro del cuerpo superior de la fachada principal, rompiendo de esta manera la cornisa y ocupando parte del frontón que la corona.
monumento
Aunque en la década de 1760, los encargos de arquitectura decayeron en la Corte, y las obras más importantes estuvieron en manos de los ingenieros militares (Sabatini o Hermosilla), Rodríguez trabajó intensamente muy por encima de sus competidores. Una de las obras de la nueva situación fue el Real Colegio de Cirugía de Barcelona (1761), cuyo encargo debió venirle a través de Ricardo Wall, ministro de Estado y de la Guerra hasta 1763. La tipología del Colegio de Cirugía, con un anfiteatro circular cupulado en el centro, carecía de antecedentes en nuestro país. Fueron las ideas del médico de la institución, Pedro Virgili, la experiencia francesa de la Academia de Cirugía de París (1707) y la probable reflexión de Rodríguez sobre las teorías de Laugier (1755) lo que le llevó a crear una obra de gran funcionalidad, empleando el estilo desornamentado de reminiscencias herrerianas, con un claro sentido de la articulación barroca. El edificio presenta planta rectangular, envuelto por fachadas de dos cuerpos de altura, moduladas en vertical por pilastras entre las que se abren ventanales rectangulares lo que refuerza el ritmo horizontal de la construcción, ritmo interrumpido por el amplio ventanal rematado en un arco de medio punto que se abre en el centro del cuerpo superior de la fachada principal, rompiendo de esta manera la cornisa y ocupando parte del frontón que la corona.
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El Colegio fue fundado por don Alonso de Fonseca y Acebedo, primado de la sede metropolitana de Toledo, en 1521. Toma el sobrenombre de los Irlandeses por la gran cantidad de alumnos de este país que acogieron sus aulas en tiempos pasados. Actualmente es la residencia de profesores de la Universidad de Salamanca. Diego de Silóe y Pedro de Ibarra serán los encargados de las trazas del edificio, eligiéndose a Juan de Alava para dirigir su ejecución. La primera piedra se puso en 1528 y cincuenta años después era inaugurado. Sobre un atrio con escaleras se levanta la fachada, donde observamos un interesante contraste entre el color gris del granito y el tono dorado de la piedra de Villamayor. La portada está enmarcada por columnas y profusamente decorada con los escudos de los Fonseca, los rostros de los dos arzobispos de la familia, conchas y otros elementos típicamente renacentistas, coronándose con un medallón en el que se representa al apóstol Santiago en la batalla de Clavijo. La capilla presenta planta de cruz latina, cubierta con bóveda de crucería estrellada. El patio es, quizá, la pieza más interesante del conjunto. Consta de dos plantas con arquerías, más estilizada la inferior al tratarse de arcos de medio punto mientras que la superior presenta arcos escarzanos; pilastras corintias recorren la zona inferior. En las claves de los arcos y en las enjutas encontramos decoración escultórica, nada menos que 128 medallones, aunque el aire general del conjunto sea de inspiración clasicista.