El desarrollo de la ciencia y la técnica de China desde el período neolítico hasta la dinastía Han, es decir, desde el siglo XX a.C. hasta el siglo III d.C., quedó reflejado en los libros escritos por los propios científicos y también por los historiadores en sus crónicas o en sus registros. La técnica de la fundición del bronce y del hierro, cuya culminación fue conseguida en la dinastía Shang; el desarrollo de la ciencia de las matemáticas y del sistema del calendario relacionado a su vez con la astronomía; la avanzada ingeniería de construcción de sistemas de regadío, canales y de la Gran Muralla; la teoría cosmológica y las ciencias aplicadas; la invención del papel, la rueca, el telar de pedal, o del sismocopio, etc., todo ello causa sorpresa y admiración, junto a la ciencia de la medicina, tan en boga en este inicio del siglo XXI que vivimos. También habría que añadir la astrología y la geomancia, que tuvieron su origen y desarrollo en la antigua China. Los primeros conocimientos e inicio de la astronomía así como la fijación del calendario se remontan a la dinastía Xia, considerada como época legendaria, entre los siglos XXI a XVIII a.C., que fomentó también la ganadería y la agricultura. El calendario del período Xia era lunar, por lo que pudieron ser recordados y anotados los hechos y acontecimientos históricos de cada reinado. Ya en la dinastía Shang existió el calendario desarrollado, con el que se anotaba la marcha cronológica de los acontecimientos históricos. El calendario de los Shang era ya de carácter más perfeccionado al combinar el año solar con el ciclo lunar. Además, bajo los Shang se prestó gran atención a la astronomía. En los escritos realizados sobre caparazones de tortugas hay apuntes sobre los eclipses solares y lunares, explicaciones sobre las constelaciones y el descubrimiento de los planetas, etc. El sistema del calendario Shang refleja los logros obtenidos en la matemática y la astronomía, y con el sistema decimal de numeración. El "Tian Guan Shn", de "Registros históricos", de Sima Qian, contiene la recopilación de los conocimientos astronómicos alcanzados. Respecto a la medicina china, el libro más antiguo sobre ella es, posiblemente, el "Libro de la Medicina Interna", de Huang Di -Huang-di Neijing-, redactado a principios de la dinastía Han del Oeste, que explicaba en forma de diálogo los diversos fenómenos fisiológicos y patológicos, y exponía por primera vez la circulación de la sangre y la importancia del examen del pulso en el diagnóstico. Este libro de medicina indicaba los tratamientos para más de 300 enfermedades, y formulaba la tesis de la búsqueda del origen o raíz de las enfermedades. En el otro libro nacido en la dinastía Han del Este fue el "Compendio de Materia Médica" de Shen Nong, que sintetizaba los conocimientos farmacológicos acumulados durante muchos siglos, registrando más de 365 medicinas -más bien medicamentos- y entre ellos, más de 252 eran de origen vegetal, 67 animal y 46 mineral. Asimismo se anotaban sus propiedades, períodos y métodos de recolección -Bai Shouyi-, sus efectos y sus fórmulas. Estas dos obras marcaban la formación inicial de la medicina y la farmacología tradicionales de China. La medicina se caracteriza por la utilización de los materiales de herboristería, e igualmente por la magia o las prácticas del Shamanismo, según el primer libro de esta materia conocido. Asimismo, los médicos estaban divididos en tres categorías: el grupo de los Grandes doctores, los de clase social alta que atendían al emperador y a los funcionarios de alto nivel y que habían estudiado y practicado la medicina china tradicional y aprobado el examen de Estado; el segundo grupo, también perteneciente a la clase social alta, atendía a sus amigos enfermos, estaba integrado por funcionarios que habían estudiado la medicina en su tiempo libre, y nunca exigían el pago de sus servicios, aceptando únicamente regalos de gratitud con ocasión de los días festivos; y los de la tercera categoría se situaban entre los de nivel social bajo. Solían ser hijos o nietos de un Gran Doctor y, en ocasiones, poseían los libros particulares de remedios y de tratamientos, bien guardados a causa de la competencia de sus rivales. Trabajaban en pequeños puestos o en plena calle, y cobraban por los servicios prestados. La característica más peculiar de la medicina china fue la ausencia de la cirugía. La creencia tradicional consideraba el cuerpo humano como legado de los padres, por lo que no podía ser mutilado de ninguna manera. Excepto en el caso de los eunucos -que eran castrados, pero guardaban las partes hasta su muerte para ser enterradas junto a ellos- nunca se practicó cirugía alguna hasta el siglo XX, debido a la profunda creencia en la inviolabilidad de los cuerpos humanos como don heredado de sus antepasados. Según datos históricos, en el período de Primavera y Otoño y en el de los Reinos Combatientes, el famoso médico Bian Que dominaba la técnica del diagnóstico por el pulso, la sombra y la voz del enfermo, y recetaba tratamientos basados en la acupuntura y plantas medicinales. La medicina china tenía sus fundamentos teóricos -desde hace más de 2.000 años- relacionados con la teoría de los Cinco elementos básicos. Para los antiguos chinos, la enfermedad se producía cuando el balance de fuerzas en el cuerpo no estaba en equilibrio con las del ambiente que le rodeaba. El uso correcto de los medicamentos adecuados podía restaurar la armonía perdida y el enfermo mejoraba. Por ejemplo, un catarro podía ser curado tomando un medicamento que contuviese calor, y consecuentemente, conectado con la teoría de Yin-Yang de la cosmovisión del pueblo chino, que da importancia al balance entre el calor y el frío, entre la humedad y la sequedad, etc. La acupuntura es una de las ramas de la práctica de la medicina tradicional china. El procedimiento se basa en la inserción de agujas finas en uno o varios puntos del cuerpo humano para curar o aliviar la dolencia. El origen de esta práctica se remonta al siglo V a.C. Se basa en la teoría de que en el cuerpo humano existe una red de conexiones que une los órganos con determinados puntos del cuerpo. De este modo, insertando la aguja en un determinado punto se puede llegar a curar el órgano afectado. La astrología china está fundamentalmente relacionada con las ciencias naturales y la filosofía. Según esto, el hombre, la tierra y el cielo son las tres fuerzas de la naturaleza y el hombre se sitúa entre el cielo, la fuerza creativa de los procesos históricos, y la tierra, la fuerza receptiva de la extensión del espacio. En el "Libro de Cambios o de Mutaciones" -Yijing- se trata acerca de los fundamentos de la astrología china y las formas de conseguir la armonía entre las tres fuerzas a través de la predicción de los oráculos. Además, era una especie de manual para identificación e interpretación de las relaciones recíprocas entre las fuerzas celestiales y terrestres. Las 12 estaciones estelares o las 28 estaciones lunares, según la denominación dada por los astrólogos chinos a la constelación celestial, correspondían en la tierra a las 12 o 28 provincias de China. Y la presencia de las estrellas fugaces en alguna de estas provincias era interpretada como la terminación del mandato del soberano o del gobernante que había sido negligente en sus deberes, y el presagio de su sustitución por otro. Los astrólogos chinos dieron nombre a las doce estaciones estelares basadas en los doce ciclos del universo y utilizando símbolos. Aunque los inmortales, los seres mitológicos chinos, fueron considerados como emanaciones de las estrellas, las constelaciones no influían directamente en la vida de las personas, según la astrología china. Sin embargo, se podía consultar sobre cualquier asunto de importancia en la vida de alguien, de la familia, del Estado, etc., para ver si había armonía o no entre las fuerzas cósmicas relacionadas. De las doce ramas del ciclo de las estrellas del universo, se derivaron las formas de doce ciclos de criaturas simbólicas, que son representadas como los doce animales del denominado horóscopo chino: Tigre, Liebre, Dragón, Serpiente, Caballo, Oveja, Mono, Gallo, Perro, Cerdo, Rata y Buey. Hace veinte siglos la geomancia fue la ciencia del "Viento y Agua" -Feng-Shui-, y nadie se atrevía a construir su casa o escoger el lugar de entierro sin antes consultar con un experto en la materia. En ocasiones, una persona podía prescindir de los consejos e interpretaciones dados por un astrólogo, pero nunca era ignorado el dictamen de un experto en geomancia. Según el "Libro de Ritos" -Lijing-, uno de los clásicos recopilados por Confucio, el cielo y la tierra tienen sus lugares correctos o correspondidos, en los que todo florece y es favorable. Y ello influía no sólo sobre la vida de la persona, sino sobre la de sus descendientes, debido a la creencia de que los antepasados protegen a éstos contra la influencia de los espíritus malignos. Para ser experto en geomancia eran necesarios estudios de la superficie del suelo, de la tierra, y de las teorías de Yin-Yang, entre otras cosas. La geomancia servía únicamente en relación con la astronomía y la astrología y hacía especial hincapié en las estaciones estelares.
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Personaje
Literato
Político
Ha realizado colaboraciones para los rotativos más importantes de la prensa nacional. Tiene en su haber numerosos galardones como el "Mariano de Cavia", "Luca de Tena" o "Víctor de la Serna". De su faceta como literato cabe destacar algunos de sus ensayos sobre política e historia. Su enfoque, desde una perspectiva conservadora y proclive a la polémica, ha provocado interesantes debates entre otros especialistas. Dentro de este ámbito ha publicado títulos como "Jesuitas, Iglesia y marxismo: la teología de la liberación desenmascarada", "Agonía y victoria", "Victoria Eugenia: el veneno en la sangre", "Mujeres esenciales de la historia", "Retratos que entran en la historia" o "Carrillo miente". Su producción literaria se completa con novelas como "La dama de Montmarte" o "El triángulo. Alumna de la libertad".
obra
Procedente de Madinat Al-Zahra, esta pieza es una de las obras maestras del taller de metalistería que se desarrolló en la ciudad fundada por Abd al-Rahman III. Posiblemente se tratara de una pieza de fuente, ya que en la parte baja del animal encontramos un agujero para permitir el paso del agua hasta la boca. El ciervo está decorado por hojas inscritas en círculos.
obra
En las tumbas reales del sitio de Alaca Hüyük se descubrieron numerosas estatuillas simples o múltiples realizadas en bronce. Dado que todas ellas poseen en la base una espiga de fijación, se supuso que podrían haber servido como estandartes, símbolos de clanes o adornos de lechos funerarios, muebles o carros. Los círculos de plata incrustada representan signos solares. Sorprende en esta pieza que el artesano anatólico conociera ya tres difíciles técnicas: la fundición en molde, el chapado y la ataujía.
Personaje
Literato
Pedro de Cieza participó en la tropa dirigida por Almagro y Pizarro que conquistaron el Perú en 1531. Todas las vivencias que tuvo el soldado fueron recogidas en la "Crónica del Perú". La obra está dividida en cuatro libros, estando el primero dedicado al clima, costumbres y tradiciones indígenas; el segundo lo dedica a las hazañas del señorío inca; en el tercero se narra la conquista, aunque esta parte está perdida; y el cuarto quedó incompleto.
contexto
Cieza investigador El hombre siempre ha investigado, siempre ha inquirido, en los tiempos primitivos --empíricamente, en los helenísticos y romanos con método y curiosidad (germen de la ciencia, según Aristóteles), y en la Edad Media procurando representar la figura de la Tierra, o los misterios de La Sphera, como Alfonso X. Cabe sin embargo, a los españoles --sin que haya en esta declaración un chauvinismo hispánico, lejos de nuestra actitud neutra y científica-- el haber proporcionado a los estudiosos del futuro las primicias de la investigación etnográfica e histórica de los pueblos sin escritura. No cansamos al paciente lector con erudición farragosa, sino que le recordaremos simplemente a Fray Bernardino de Sahagún, Fray Toribio de Benavente o Motolinía, en México, a Fr. Diego de Landa en el Yucatán y a una larga lista de otros, comenzando, en tiempos mismos del Almirante Colón, con Fray Ramón Pané. Todos ellos han dado cuenta de la historia, costumbres, leyes, religión y gobierno de los pueblos primitivos, pero --y ésto ha de ser resaltado con énfasis-- sin que haya habido una instrucción oficial para ello31, es decir, sin que los españoles que iban a Indias supieran que debían realizar obras de este tipo. Y es más: sin que supieran los unos y los otros recíprocamente de sus inquietudes y trabajos. A lo sumo --y este es el caso de Cieza-- tenían noticia, sin haberlo leído, de que un madrileño, Fernández de Oviedo, había hecho un sumario de la Historia Natural de las Indias. Por lo demás, todos obedecían al mismo estímulo32, sin estar en contacto los unos con los otros. Pero no sólo quiero afirmar ahora que gracias a esta inquietud hispana se conocen las cosas de las Indias, sino que se realiza mediante una sensata y casi profética manera metódica de investigación. Esto es lo que sucede con Cieza. El mismo nos lo dice en el último párrafo de esta obra (y el lector puede comprobarlo, pues va en esta edición), en que afirma: Hasta aquí es lo que se me ha ofrecido escribir de los Incas, lo cual hice por relación que tomé en el Cuzco. Si acertare alguno a lo hacer más largo y cierto, el camino tiene abierto, como yo lo tuve para hacer lo que no pude, aunque para lo hecho trabajé lo que Dios sabe. Que fue visto lo más de lo escrito por el doctor Bravo de Saravia, y el Licenciado Hernándo de Santillán, oidores de la Audiencia Real de los Reyes (Lima). Párrafo éste inestimable: a) Información de boca de informantes, valga la redundancia, aprovechándose de la tradición oral. Muchas veces pondera que ha de hacerlo así, porque no tienen escritura los indios del Perú, b) Que trabajó en ello mucho, es decir, que no se limitó a escribir, o trasladar, simplemente lo que oía; y c) que lo sometió al criterio, y posible censura de Bravo de Saravia y de Hernando de Santillán, luego presidente de la Audiencia de Quito y autor de una Relación de los Incas en 1572, veintidós años después de que leyera el Señorío de Cieza, en Lima. El lector irá conociendo en cada caso cuándo y cómo Cieza se informa de los nativos, cómo se interesa por conocer lo que son los quipus (por medio del cacique de Huacarapora), que para lo relativo a la Conquista busca a los protagonistas veteranos, y supervivientes, de la hazaña, como Juan de Pancorbo y Carrasco, y cómo, finalmente, reúne un verdadero seminario en el Cuzco, con Orejones y Amautas, que gozan exponiéndose las tradiciones oficiales del Inkario. Su principal informante fue Cayu Tupac Yupanqui, hijo de Huayna Capac, el gran conquistador del norte del Tahuantinsuyu. Se da cuenta de que está aún tierna la memoria de la penetración incaica en el Collao, y no se fía sólo de los quéchuas dominadores, y busca a collas y chirguanos, para que le cuenten qué fue lo que pasó. En nuestro estudio preliminar a la Primera Parte, hacemos un acabado análisis de la probidad de Cieza en recibir informes fidedignos, dignos de fe o credibilidad. Claro que con ello, como dice Aranibar33, recibía la versión oficial de la historia de los Incas. Cieza, como hemos sucintamente expuesto, al recibir encargo concreto del Presidente Gasca, no se limita a cumplir el expediente, mostrando unos papeles que demostraran que no había perdido el tiempo, sino que, exigente consigo mismo e implícitamente con la posteridad, lleva su averiguación hasta el límite de su responsabilidad: no escribe nada de lo que no esté convencido, y para ello ha investigado.
contexto
El botín fue abundante e importante: oro, plata, ricos vestidos, atalajes de seda y muchos otros ornamentos valiosísimos, además de mucho dinero y vasos preciosos, según las propias palabras del arzobispo, que añade: "Difícilmente podría calcular una fina mente que cantidad de camellos y otros animales además de vituallas fueron hallados allí." Parece ser que tanto el estandarte como la lanza de al-Nasir fueron enviados a Roma por Alfonso VIII. Mas, sin duda, lo verdaderamente significativo en el terreno de lo conquistado fue la toma de los castillos del Ferral, Vilches, Tolosa y Baños de la Encina, así como las ciudades de Úbeda y Baeza. Mucho se ha debatido sobre las proporciones de ambos ejércitos, que se han llegado a desmesurar por cientos de miles y aun de millones. Del cristiano, se decía que era de cincuenta mil hombres: diez mil caballeros y cuarenta mil infantes; del musulmán, dice Jiménez de Rada, que se componía de 185.000 caballeros e innumerables peones. Albarico de Tres Fuentes exagera aún más: 925.000 guerreros y el Rawd al-Qirtas llega a afirmar que eran 600.000. La magnitud de esos ejércitos no pudo ni remotamente aproximarse a las cifras que citan estos contemporáneos a la batalla. Consideramos que, por la población de la época, los bastimentos necesarios, los lugares de acampada y el escenario de la lucha, el ejército cristiano no debía sobrepasar los doce mil hombres. Respecto al musulmán, es difícil admitir que un ejército que duplicara en número de efectivos a otro, saliera derrotado, tratándose de una lucha cuerpo a cuerpo y en ventaja posicional. Por tanto, es razonable pensar que el ejército musulmán debía ser semejante al cristiano en cuanto a número de combatientes. Por otro lado, la zona es tan quebrada y tan escasa en agua -recuérdese que era julio- y recursos que difícilmente pueden admitirse ejércitos mayores de diez o doce mil hombres por bando. El número de bajas debió ser muy similar en ambos campos durante la batalla, pero, tras la ruptura del frente, se produciría la degollina general característica de la época, multiplicándose la mortandad almohade. Claro, que, si admitimos que sus fuerzas no serían de más de unos doce mil hombres, sus bajas no pudieron alcanzar los doscientos mil muertos que algunos cronistas les suponen. Las pérdidas cristianas serían, probablemente, bastante más numerosas de lo que se refiere en las crónicas, algunas de las cuales cuentan que, gracias a un milagro, sólo fueron veinticinco o cincuenta muertos. Recuérdese al respecto que, al iniciarse la lucha, los musulmanes estuvieron cerca de la victoria y lograron desbaratar las primeras líneas. La brecha producida por los almohades en la vanguardia cristiana se taponó a expensas de la segunda línea, compuesta por las mesnadas de las órdenes militares, cuyos caballeros sufrieron muchas bajas: murieron los maestres del Temple y de Santiago y, también, el Comendador de Santiago y el alférez de Calatrava, mientras que el maestre de Calatrava quedó tan mal herido que se vio obligado a renunciar a su cargo. Si tanta mortandad hubo entre los jefes, imagínese lo que ocurrió entre sus mesnadas.