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A diferencia de lo acontecido en Europa Central y Balcánica, en el otro extremo del mundo el comunismo estaba destinado a perdurar, aunque en una versión un tanto heterodoxa y particular. Para entender esta diferencia, hay que partir de los antecedentes de lo sucedido en China. Sólo a la altura de 1982 sus dirigentes parecieron ya haber superado la crisis de confianza creada por la muerte de Mao y aceptar plenamente el liderazgo de Deng Xiaoping. Sus cuatro principios cardinales para el Gobierno del país -adhesión a la vía del socialismo, dictadura democrática del pueblo, liderazgo del PC y asunción del marxismo-leninismo de acuerdo con el pensamiento de Mao- parecían muy conservadores de la ortodoxia comunista pero, en realidad, aparte de que hubieran podido ser suscritos por cualquiera, reformista o no, no sirvieron nada más que como una especie de seguro frente a quienes deseaban menos cambios. Lo que marcaba ya la diferencia con respecto al pasado y con los restantes países de la órbita comunista era el creciente olvido práctico de la ortodoxia ideológica y la política económica seguida. Lo más peculiar de la evolución de China durante la década de los ochenta, en especial en su segunda mitad, fue la alternancia entre sucesivas fases de relajación y control -fang y shou, en chino- aunque siempre con el mismo liderazgo. En 1984, Deng cumplió ochenta años pero a pesar de su edad fue él quien dio continuidad y dirección a la evolución de su país durante ese período. Hubo nada menos que tres repeticiones completas de esos movimientos durante al década de los ochenta. En dos ocasiones, Deng trató de designar un sucesor -Hu Yaobang y Zhao Ziyang- pero en ambas fracasó por los errores de éstos o por la oposición de los conservadores. La lucha no sólo se llevó a cabo en el terreno estrictamente político, sino que apareció agravada y multiplicada por la evolución económica. En una economía necesitada de reformas estructurales definitivas, las fases de crecimiento espectacular estuvieron acompañadas también de otras caracterizadas por la inflación, la corrupción y el malestar social con sus inevitables correlatos políticos. La primera batalla entre conservadores y reformistas, con sus respectivas fases de relajación y de control, se desarrolló en 1986-1987. En el fondo, se trataba en buena medida de un enfrentamiento generacional. Si los reformistas querían lograr la retirada de los cuadros ancianos del partido, Hu Yaobang, secretario general del mismo, tenía 67 años, pero parte de sus colaboradores eran personas con formación universitaria y que pertenecían a la segunda o tercera generaciones del partido. La ofensiva de los conservadores se dirigió en contra de la "polución espiritual" que permitía el predominio de un "humanismo abstracto" en el que se percibían signos de descomposición del comunismo. Zhao Ziyang, que desempeñaba el puesto de primer ministro, llegó a amenazar con retirarse porque ese género de embestida ortodoxa podía poner en peligro acuerdos económicos con Japón. Para que se perciba la dureza del enfrentamiento y la distancia entre los diferentes sectores baste con decir que a fines de 1984 la prensa aperturista conceptuaba a Marx como una persona que murió hacía muchos años y que, por lo tanto, no podía ser tomado como modelo o guía mientras que la irritación de los conservadores les llevaba a exigir que en la prensa el 80% de la información consistiera en visiones positivas del régimen vigente, no autorizándose más que un 20% de crítica. La polémica se vio acompañada de una evolución económica preocupante. Una reforma relajando el control de las empresas en 1984 contribuyó inmediatamente a un recalentamiento de la economía y a la aparición de signos de inestabilidad social. Sobre el tapete estaba también la transformación del Ejército, la evolución de las zonas costeras sujetas a un estatuto especial y la aparición de la delincuencia como resultado del profundo cambio que se estaba dando en el país. En el verano de 1986 hubo oleadas de rumores contradictorios sobre las posibles reformas políticas que incluían la posibilidad de introducir un parlamentarismo a la occidental. No obstante, casi inmediatamente las promesas de cambios empezaron a ser desplazadas a un año más tarde. Un factor de importancia creciente en la situación política china lo constituyeron, a partir de 1985, las protestas estudiantiles. Animadas por algún profesor como el astrofísico Fang Lizhi, quien llegó a decir que "el socialismo ha sido un fracaso y sólo la completa occidentalización es el camino a la modernización", presentaban una alternativa global al sistema que, a partir de diciembre de 1986, motivó la prevención incluso de los más caracterizados reformistas. Deng en este momento aseguró no comprender cómo Fang seguía en el partido y, recordando las lecciones del caso polaco, advirtió que podía llegar el momento en que fuera preciso actuar de una forma dictatorial y por la fuerza. Si los estudiantes tenían una idea confusa respecto a lo que querían, en cambio, los dirigentes conservadores lo sabían perfectamente. De ahí su ofensiva contra Hu Yaobang, que acabó con él en enero de 1987, aunque no perdió su condición de comunista ni su puesto en el Politburó del partido. En los meses siguientes, aunque hubo limitaciones a la libertad de prensa, no se produjeron persecuciones policíacas contra los disidentes o los más reformistas. A Zhao Ziyang le correspondió entonces tomar el relevo de Hu y, a fines de 1987, los reformadores habían conseguido ya la retirada de los conservadores de mayor edad de los puestos políticos más importantes que desempeñaban hasta el momento. Deng conservó algunos poderes políticos efectivos -y no sólo teóricos, como hubiera querido- para que no acabaran en manos de los que se resistían a los cambios. Da la sensación de que pudo haber pensado que el primero de sus preconizados como sucesor no había sido bien elegido, pero que su idea acerca de cuál era la senda que debía seguir China estaba muy clara. Así se deduce de las declaraciones del nuevo hombre fuerte de la política china. Para Zhao el desarrollo era "la principal tarea" y daba la sensación de que a ella debía someterse todo, incluidos los cuatro principios enunciados por Deng. Este tono tecnocrático se acompañó de un manifiesto deseo de crear una burocracia profesionalizada que parecía tendente a configurar el régimen como una fórmula de neoautoritarismo, tal como existía en otros países de Extremo Oriente o en la España de los sesenta y que estaban caracterizados por un crecimiento económico a fuerte ritmo. Zhao aseguró que nunca leía el órgano ideológico principal del partido, del que cambió su nombre de Bandera roja a Buscando la verdad. Pero los problemas económicos, sociales y políticos perduraron. Un nuevo recalentamiento de la economía, a finales de 1987, se vio acompañado por quejas en contra del partido, que aseguraba haber expulsado a 150.000 miembros. El desinterés de los jóvenes por el comunismo se pudo apreciar en la creciente protesta de los estudiantes, a veces mezclada con conflictos raciales por la presencia de alumnos africanos en la Universidad. A comienzos de 1989, Fang Lizhi, el símbolo de la protesta de los medios culturales, se entrevistó con Bush, de paso por China con destino a Japón. Un acontecimiento inesperado sirvió de detonante de una crisis más decisiva que la anterior. En abril de 1989, Hu Yaobang, que se había convertido en algo así como un mártir de la causa reformista, murió de un infarto. Sus funerales dieron lugar a una valoración contradictoria de su persona por parte de los estudiantes, concentrándose quienes le homenajeaban en la plaza Tiananmen, mientras los conservadores protestaban contra su memoria y la blandura del Gobierno. Lo peculiar de la situación fue que la población de Pekín pareció hallarse próxima a los estudiantes, lo que contribuyó todavía más a la prevención de los sectores conservadores del partido. A mediados de mayo, la protesta estudiantil desembocó en una huelga de hambre en Tiananmen. Los protestatarios tuvieron muy en cuenta la especial repercusión que lograrían con su gesto porque China esperaba la visita oficial de Gorbachov -un verdadero "maná de Moscú"- y eso suponía una amplia exposición de la situación china a los medios de comunicación de todo el mundo. Zhao persistió en una política de intentar una solución pacífica al problema estudiantil, pero Deng parece que ya estaba decidido a actuar por la fuerza en el momento de la llegada del líder soviético. Cuando Gorbachov abandonó China, el 19 de mayo, se impuso el estado de guerra y unos 250.000 soldados tomaron posiciones en la capital. Pero la población les rodeó e inmovilizó, bloqueándoles con barricadas: hasta un millón de personas participó en esos actos que motivaron la temporal retirada de las tropas. No tardaron en tomarse en la cúpula política las decisiones destinadas a enderezar la situación. Mientras Zhao desapareció, Deng se dedicó a conseguir el apoyo de las guarniciones y el número de estudiantes en Tiananmen quedó reducido a apenas a unos 10.000. Lo que el sector más conservador del partido temía más -y le indujo más a la intervención- fue la posición que adoptasen los sectores obreros de la capital. La intervención de las tropas, en junio de 1989, provocó entre 600 y 1.200 muertos, de los que apenas 39 fueron estudiantes (no hubo nada semejante a "una masacre" en la plaza de Tiananmen) y entre 6.000 y 10.000 heridos. Hubo protestas públicas en una decena de capitales provinciales e, incluso, se produjo algún caso de disensión en los medios militares: más de un millar de soldados cometió actos de indisciplina y la misma acusación recayó sobre un centenar de oficiales. En el conjunto de China hubo, además, unas decenas de condenas de muerte, con las consiguientes ejecuciones públicas, contra quienes fueron acusados de ser "delincuentes sociales" por haber colaborado en actos de protesta. Zhao fue expulsado del partido, aunque no llegó a ser acusado de crímenes como por un momento pareció posible que sucediese. Aun así, en el verano de 1989 daba la sensación de que la llamada "segunda revolución" de Deng Xiaoping había concluido en el agotamiento después de haber fracasado en el sucesivo nombramiento de dos posibles sucesores. A pesar de ello, la línea reformista no tardó en recuperarse y marcar la dirección de la política china. La situación en la que había quedado Deng era, por entonces, muy complicada porque era el segundo intento de tener un sucesor y porque la división en la dirección del partido era mucho mayor después de haberse producido tal derramamiento de sangre. Aun así, desde poco después de la represión, Deng insistió en las necesidad de mantener las buenas relaciones con los Estados Unidos y de conceder la máxima importancia al desarrollo económico. Pasados unos meses, a Fang Lizhi se le permitió abandonar la Embajada norteamericana en la que se había refugiado. Deng acabó indicando a Nixon, de viaje en China, que "Estados Unidos puede tomar unas pocas iniciativas (para renovar la relación amistosa); China no puede". Con esta frase estaba, no obstante, testimoniando una disponibilidad que indica que, a pesar de la sangre derramada, seguía firme en su propósito reformista. Así se pudo percibir de nuevo en 1991 cuando otra figura que dependía de él, Zhu Rongji, pasó a desempeñar un papel importante en el liderazgo político. Pero, signo de lo ambiguo de la situación resulta también el hecho de que China mostrara su satisfacción por la aparente victoria del golpe de Estado en Rusia. Eso parece probar que los dirigentes chinos -Deng incluido- estaban dispuestos a cambiar de política pero no a perder el poder. Prueba de lo primero es que a comienzos de 1992, en un viaje hacia el Sur, Deng declaró que socialismo y capitalismo son sólo "métodos" y, al mismo tiempo, dando de nuevo preferencia al crecimiento económico, señaló como objetivo alcanzar a los "cuatro dragones" -es decir, a las nuevas potencias capitalistas de Extremo Oriente- en veinte años. A estas alturas, Deng se había convertido, de acuerdo con la caracterización que de él hacía la prensa oficial, en "el timonel" del régimen, pero ésa era una posición un tanto informal, que no suponía que se cumplieran sus órdenes de forma automática. En cambio, el status de Deng venía a ser comparable al que había tenido Mao en el pasado como inspirador de la línea fundamental de acción del Estado. En octubre de 1992, todavía el Congreso del partido observó la derrota del sector más conservador dirigido por Chen Yu, pero también la condena de los denominados "burgueses liberales". Sin embargo, en esta ocasión se señaló como propósito fundamental del partido cambiar fundamentalmente la estructura económica del país y conseguir llegar a "un sistema económico socialista de mercado". Pese a la condena del "liberalismo", en realidad fue la declaración más próxima al mismo manifestada en toda Historia del comunismo chino. En 1994, Deng cumplió noventa años: poco tiempo después, iba a desaparecer de la vida pública antes de que le llegara la definitiva hora de la muerte. Ahora, por fin, sí pareció que había conseguido estabilizar su sucesión. Zhu había empezado a dominar el aparato económico de forma definitiva en 1993; su planteamiento político cada vez parecía más semejante a los neoautoritarios del Extremo Oriente, en el sentido de combinar el mercado con una fuerte voluntad de control por parte del Estado. Jiang Zeming empezaba a emerger en la clase política del momento como otro de los posibles herederos de Deng. Pero la verdadera heredera de la época en que ejerció el poder era la propia China, ya transformada en la séptima potencia económica mundial por las reformas que introdujo. En 1994, el crecimiento fue superior al 10%, cifra nada infrecuente por esos años. A lo largo de la etapa dominada por la personalidad de Deng, la renta individual tanto en el campo como en la ciudad se había multiplicado por diez. La inversión extranjera era, por aquellas fechas, de 38.000 millones de dólares. En 1994, por primera vez, el número de trabajadores en empresas no estatales, unos 120 millones, podía compararse con el de los empleados por el Estado. El cambio de la sociedad china era, por tanto, espectacular. A pesar de Tiananmen y de la Guerra con Vietnam la etapa de Deng ha sido la más larga con tranquilidad y crecimiento económico de la Historia de China del siglo XX. Todo ello se había logrado no mediante una conversión al capitalismo, como en el caso de Polonia, la República Checa o Hungría. En Deng Xiaoping se produce la máxima paradoja de que, en definitiva, fue el político que logró evitar el colapso del Partido Comunista chino a costa de descargar de contenido ideológico al régimen en vez de intentar una reelaboración del marxismo-leninismo. Ha conseguido, en definitiva, lo que intentó Gorbachov, por el procedimiento de diluir, a base de pequeñas sentencias de escaso contenido -"la práctica es el único criterio de la verdad", "busca criterio de los hechos", "da igual el gato negro o blanco; lo importante es que cace ratones" e, incluso, "no sabemos qué es el socialismo"- los principios totalitarios. Pero la herencia de la China de Deng también abunda en aspectos que a medio plazo pueden ser conflictivos. Los problemas nacen de la debilidad de una clase tecnocrática que puede carecer por completo de apoyos sociales efectivos. La evolución económica ha contribuido a crear una clase media pero, como en otros casos, la transición a la economía de mercado ha creado fenómenos de delincuencia y graves patologías sociales. Existen también graves problemas estrictamente políticos como el papel que se puede atribuir a un Ejército de cuatro millones de personas, en la alternativa de ser un poder dependiente de tan sólo un partido o dispuesto a aceptar el predominio civil. Y, en fin, no ha desaparecido del horizonte de lo posible el peligro de una descomposición interna como ha sucedido en otras ocasiones en la Historia de China, lo que puede verse favorecido por la fragmentación económica existente. La gran cuestión pendiente respecto a China consiste en saber hasta qué punto es posible en ella una eventual transformación en sentido democrático. Este cambio sería una vía distinta, a la vez, de la Unión Soviética y de la Europa del Este. China podría seguir un camino de modernización económica y de autoritarismo político semejante al que se ha dado en otros países del Extremo Oriente y de él pasar a una liberalización y a una posterior democracia. En el fondo, los aquellos países en los que la primera fase de la transición obtuvo su mejor éxito fueron aquellos en los que se siguió un proceso parecido al de la que fue considerada como un modelo: España. De hecho, al Extremo Oriente también llegó la tercera oleada de la democratización en torno a mediados de la década de los ochenta. En Taiwan, el cambio político se produjo por una voluntad de transformación de la propia clase dirigente, en especial a partir de la desaparición de los fundadores del régimen que había hecho frente a la China comunista. En Corea del Sur, la transición tuvo lugar en mayor grado por presión de la oposición popular. En Filipinas, la democracia sólo pudo llegar tras el derrocamiento del régimen de Marcos en 1986. Este panorama positivo, que probablemente ha podido verse consolidado con la desaparición de la guerra fría y que desmiente la tradicional afirmación de que el confucianismo es tan sólo compatible con el autoritarismo, no debe hacer olvidar, sin embargo, que en la misma región hay ejemplos que contradicen el panorama descrito. De los grandes países de la región, sólo en tiempos recientes y como consecuencia de la crisis económica Indonesia ha perdido su condición dictatorial. Pero Malasia y Singapur, por ejemplo, que han tenido una tradición parlamentaria y democrática como consecuencia de su pasado colonial británico, han oscilado hacia el autoritarismo y algo parecido ha sucedido en Tailandia. Incluso los países que han evolucionado recientemente hacia la democracia han pasado por inconvenientes graves: los partidos son muy volátiles y a veces están aglutinados tan sólo por personalidades muy significadas. Además, algunos de los líderes de la transición, como el surcoreano Roo Tae Woh, han pasado de ser héroes de la transición a convertirse en delincuentes por casos de corrupción. Si volvemos al caso de China, una vía de transición como la indicada exigiría, sin duda, aparte de tiempo, algunos elementos germinales de los que puede pensarse si realmente han aparecido o no. Los especialistas señalan estos factores iniciales en tres escenarios de la realidad política china. En primer lugar, hasta cierto punto puede decirse que está en gestación un Estado de Derecho: es ya posible pleitear contra el poder, principalmente en materias económicas, y se calcula que a fines de los noventa había unos 150.000 abogados en ejercicio. Por otro lado, el Congreso del Pueblo, institución paralela al Parlamento, reivindica más poderes y ejerce una cierta función tribunicia. Finalmente, en el medio rural han tenido lugar algunos experimentos de democracia, a pesar de que las características del régimen siguen siendo las mismas de siempre. Sólo el tiempo descubrirá si de estos principios se puede llegar al comienzo de una democratización.
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El período histórico que se abrió a mediados de los años cincuenta en China puso al socialismo en debate y fue decisivo en su trayectoria histórica. No fue, en cambio, el más espectacular, sobre todo en la percepción de los observadores inmediatos que lo contemplaron desde fuera con una información que casi siempre resultó incompleta, pero sí resulta uno de los más cruciales en lo que supuso de novedad con respecto al pasado. Lo que se jugó en él fue, desde luego, si aplicar o no el modelo soviético, que hasta entonces había sido objeto de admiración y de copia por parte de los comunistas de todo el mundo. Pero, junto al planteamiento de esta cuestión, hubo también muchas otras, a menudo relacionadas mucho más con el talante de cada uno de los miembros de la dirección del Partido Comunista chino que con definiciones programáticas o ideológicas. En efecto, las soluciones aplicadas ante problemas concretos por cada dirigente a menudo fueron cambiando sin que, al mismo tiempo, las diferencias apreciadas recibieran una traducción ideológica o programática. La ruptura con el pasado fue todavía más decisiva teniendo en cuenta el conjunto de las consecuencias que tuvo el rumbo impuesto a la evolución política, económica y social. La revolución comunista china había sido también, en gran medida, una revolución nacional y, como tal, tuvo un considerable prestigio entre los medios intelectuales y una parte de las clases medias o burguesas. Ahora, a partir de este período, ese capital se dilapidó y, además, se rompió la unidad que siempre había caracterizado a la clase dirigente revolucionaria. La cúpula comunista apareció dubitativa y fragmentada en cuanto al rumbo a seguir. Por vez primera se cuestionó, aunque en la práctica más que de un modo que llevara a la configuración de verdaderas tendencias, la unidad habitualmente consagrada alrededor de Mao. El primer "Salto Adelante", denominación que sirve para describir el proceso desencadenado a partir de este momento, se produjo a partir del verano de 1955 y hasta el verano de 1956 y consistió en un brutal movimiento de colectivización rural. En su origen estuvo, como siempre en la Historia de la China comunista, una decisión personal del dirigente supremo. Mao recordó que en el Partido Comunista chino ponían en cuestión la rapidez del proceso de colectivización sucedido en la URSS para que lo tomaran como ejemplo. En realidad, el propio Mao era uno de los dirigentes del comunismo chino menos propicio a identificarse en exclusiva con el modelo soviético. Además, la realidad china era muy distinta de la rusa: mientras que en la URSS podía considerarse que existía una sobreproducción agrícola que podía ser incautada en beneficio de un desarrollo industrial, éste no fue nunca el caso de China. Además, en ésta la afiliación al Partido Comunista era fundamentalmente rural y no urbana como en la URSS. Aun así la argumentación empleada por Mao testimonia que se seguía apoyando en el modelo de siempre. La cooperativización, llevada a cabo en tan sólo esos doce meses, parece haber tenido lugar sin excesivas resistencias por parte de los campesinos. Mao, siempre hábil en la lucha intrapartidista, se había apoyado en determinados elementos provinciales contra la dirección del partido para lanzar su campaña pero, en realidad, no había tenido dificultades serias con ella: hasta Liu Shaoqi y Deng Xiaoping, quienes fueron considerados luego como dirigentes moderados y poco propicios al radicalismo, se alinearon con él. En 1957, el 99% de la producción había pasado ya a poder del Estado. Pero antes se habían producido ya dos hechos importantes que contribuyen a explicar el posterior desarrollo de los acontecimientos. En la primavera de 1956 las autoridades lanzaron lo que denominaron como una campaña de "consolidación". La voluntad de la dirección y del propio Mao parece haber sido hacer una pausa para restablecer la confianza de aquellos sectores que habían apoyado inicialmente una revolución de carácter exclusivamente nacional. De ahí el llamamiento a los intelectuales y la voluntad, expresada por Mao, de que "brotaran cien flores y cien escuelas rivalizaran" entre sí en una China sometida a una rígida dictadura totalitaria. En realidad, Mao pensaba que los "contrarrevolucionarios" eran ya muy pocos y que, por lo tanto, el peligro nacido de esta "liberalización" resultaría muy modesto. Fueron los momentos en que existió un mayor grado de libertad de prensa y de expresión en la China desde el triunfo de la revolución. En un principio las críticas surgidas como consecuencia de este movimiento fueron tímidas y el resultado de las mismas no pasó de intrascendente. Pero con el paso del tiempo la repetición de las mismas facilitó un amplio movimiento de malestar social que acabaría por tener repercusiones políticas. Por otro lado, y al mismo tiempo, la celebración en septiembre de 1956 del VIII Congreso del PCC supuso que, en términos relativos, Mao perdiera relevancia en la dirección del partido. Ésta empezaba ya a envejecer y, procedente del interior de China, no tenía ninguna experiencia acerca de una economía moderna, lo que explica sus numerosos errores en este momento y en otros posteriores. Ahora la unanimidad en torno a Mao parece haberse quebrado y el conjunto de la clase dirigente parece haber estado dispuesta a disputarle su papel hegemónico. El poder de Mao disminuyó en el partido porque apareció la figura de un secretario general y porque, además, en adelante, habría cuatro vicepresidentes que le descargaron de sus competencias. Esta solapada forma de disminuir su poder encontró una inmediata resistencia en el líder del comunismo chino. Mao inmediatamente se lanzó a una nueva ofensiva convirtiendo lo que era una campaña de "liberalización", con la mención de las cien flores y escuelas, en otra de crítica en contra de una parte de las autoridades del partido. Así, se produjo una auténtica explosión persecutoria en contra de supuestos o reales adversarios durante la primavera del 1957. Sólo tuvieron lugar incidentes graves en algunas Universidades en donde el Partido Comunista llegó a perder el control de la situación por la resistencia de aquéllos a los que antes se había dado la sensación que la "liberalización" era ortodoxa. En junio-julio de 1957 se crearon por toda China unos "Comités de lucha antiderechista" con el propósito de que dirigieran y pusieran en práctica una purga general. No hubo grandes procesos ni tampoco ejecuciones masivas pero unos 400.000 "derechistas" fueron enviados al mundo rural a trabajar. Las profesiones jurídicas y los estudiantes -por ejemplo, el 10% de los que residían en Pekín- fueron los más afectados por este proceso depurativo. De esta manera la revolución comunista rompió con uno de sus aliados originales, el mundo intelectual. Además, en el contexto de esta purga, el partido quedó dividido sobre problemas esenciales: el papel del mismo en la elaboración de la política, el ritmo y la amplitud de la socialización y la definición de los actores del desarrollo económico. A partir de estos presupuestos se inició en 1958 lo que fue denominado como el "Gran Salto Adelante" que concluyó en un tremendo fracaso que sufrieron millones de chinos. A partir de este año se puede decir que el maoísmo se instaló de forma definitiva en el poder político y la Historia china se rigió, casi exclusivamente, a partir de sus impulsos y sus fracasos, sin que el resto de la clase dirigente del partido pudiera reaccionar para moderar o cambiar su rumbo sino después de que éste hubiera probado lo desastroso que podía llegar a ser. El primero de estos impulsos fue el más costoso en vidas humanas: se trató del "Gran Salto Adelante", una campaña de comunistización y de productividad de una intensidad inusitada que acabó con una hambruna de magnitud espectacular y que desde el invierno de 1960 necesitó que se produjera una rectificación. Fue "una de las aventuras más delirantes de la época contemporánea" de la que, además, apenas si se tuvo conciencia en el momento de producirse por la sencilla razón de que el desastre cayó sobre las espaldas de millones de campesinos que no escribían memorias ni el Estado hubiera dejado que se publicaran. Sus resultados fueron mucho peores que los de la "revolución cultural" a pesar de que, en lo que respecta a ésta, tengamos más datos por haberse desarrollado en el medio urbano. Ha sido necesario examinar de forma detallada las estadísticas de población -que durante años ni siquiera fueron hechas públicas- para poder apreciar el resultado. Es muy posible que las consecuencias del "Pequeño Salto Adelante" ya hubieran sido negativas como parece probar la disminución de la producción y el sacrificio del ganado. Pero nada importó porque en el origen de la nueva política hubo nada más ni menos que un problema de poder aderezado por un componente ideológico entre totalitario e ignorante. El mal ambiente social de los años 1956 y 1957 contribuye a explicar el estilo movilizador, casi militar, por cuya pendiente se lanzó el partido siguiendo las consignas de Mao. Éste se sintió afectado por la situación y eso explica también una reacción característica: como siempre, antes y después, pretendió que la movilización popular era el procedimiento de solución de todos los problemas. Quizá la existencia de un segundo de a bordo en el partido, Liu Shaoqi, le hizo, además, temer por su poder. Como quiera que sea, se lanzó por una senda frenética sin tener en cuenta, siquiera, las consecuencias más previsibles. La movilización popular, completa y absoluta, tenía la incumplible pretensión de conseguir superar en el campo económico en el plazo de tres años a Gran Bretaña y a Estados Unidos en quince. La divisa, constantemente repetida, fue producir "más, más rápido, mejor y más económicamente". Esta política económica, en realidad, más que ver con el marxismo parece propia del milenarismo populista característico de la cultura china. Por supuesto, se basaba en un absoluto desconocimiento de lo que es la realidad económica. El "Gran Salto Adelante" empezó por una purga que tuvo como resultado numerosas ejecuciones y al menos 30.000 castigados enviando a los supuestos culpables a campos de concentración. Entre el 8 y el 9% de los cuadros del partido fue purgado y expulsado. El segundo paso consistió, en segundo lugar, en la creación de "comunas populares". Fueron enormes puesto que concentraban, cada una de ellas, casi 5.000 familias; parece que el contacto entre hombres y mujeres estaba estrictamente reglado a fechas precisas. El propósito que las guiaba era conseguir la máxima producción en un plazo muy corto de tiempo. Pero los propósitos de los dirigentes chinos no se limitaron al campo agrícola sino que también se trasladaron al industrial. El punto álgido del "gran salto adelante" se alcanzó en el momento en que se pretendió crear toda una red de pequeños altos hornos rurales destinados a producir acero a partir de cualquier pedazo de metal. De este modo se llegó a resultados cómicos o incluso delirantes que no hubieran sido tan graves de no ser por el impacto que, desgraciadamente, tuvieron sobre millones de seres humanos. En materia agrícola, siguiendo las tesis de Lyssenko, se pretendió hacer posibles los cruces entre algodón y tomate para producir algodón rojo; se defendieron y llevaron a la práctica operaciones ridículas o perniciosas como el "cultivo profundo" de la tierra o la eliminación de los pájaros. Respecto a la industria se fomentó la dedicación de los campesinos a producir cualquier tipo de metal inservible abandonando los cultivos y fabricando automóviles de madera con el solo objeto de dedicar todos los recursos metálicos a aumentar la producción. El año 1958 presenció una especie de delirio compulsivo en toda China, pero lo más característico del "gran salto adelante" fue que se prolongó hasta el invierno de 1960, mucho después de que los resultados catastróficos de la política seguida fueran por completo evidentes. En parte se explica por razones circunstanciales: la cosecha de 1958 fue excepcionalmente elevada y los dirigentes creyeron que se había producido un cambio tal que era posible autorizar cualquier consumo sin almacenar para un futuro menos próspero. Eso explica que los campesinos fueran dedicados a producir acero. Pero, además, un régimen totalitario, basado en una obsesión ideológica, fue incapaz tomar en cuenta las realidades evidentes que estaban produciéndose como consecuencia de sus propias decisiones absurdas. Las protestas o incluso las puras descripciones de una realidad menos grata que la que inventaba la propaganda oficial fueron consideradas como maniobras derechistas. Las primeras llamadas de atención en el seno de la clase dirigente procedieron de Peng Dehuai, un mariscal que aseguró, a comienzos de 1959, que si los campesinos chinos no fueran excelentes hubiera tenido lugar en China un incidente "reaccionario" a la húngara. Relacionado con los soviéticos, este alto mando militar parece haber sido partidario de una profesionalización del Ejército lograda con apoyo de material soviético, factor éste que, sin duda, puede haber contribuido a su posterior defenestración. En la conferencia de Lushan -abril de 1959- Mao le atacó con dureza identificándolo con el supuesto "revisionismo" de Kruschev. Eso tuvo como consecuencia que fuera reemplazado por Lin Biao, como ministro de Defensa, rompiendo con lo que había sido una regla no escrita de los debates en el seno del Partido Comunista chino, es decir, que todas las opiniones podían ser mantenidas sin peligro para la carrera política de quien las emitiera. Todavía en 1959 Mao estaba convencido de que la producción agrícola crecía y en 1960 pretendió que a fin de siglo China produciría una tonelada de acero por habitante. Pero al final la realidad se impuso, aunque de forma diferente según quien fuera el dirigente que la percibiera. Liu Shaoqi, por ejemplo, llegó a decir que el 70% de lo que había sucedido había sido causado por las decisiones erróneas de quienes ejercían el poder, mientras que Mao, sin embargo, interpretó como culpables del desastre a la traición de la URSS y de parte de sus colaboradores. Aunque por el momento desapareció del primer plano de la política e incluso sufrió una fuerte depresión, no cambió de actitud de fondo y se mantuvo en reserva preparándose para una reacción que, en efecto, se llevó a cabo a mediados de los años sesenta. Pero a pesar de que ésa fuera su actitud, el "Gran Salto Adelante" dejó una huella muy profunda y muy negativa en la sociedad china. Como ya se ha dicho, pocos lo supieron en aquellos momentos. A pesar de que los soviéticos lo conocieron, ni siquiera ellos denunciaron lo sucedido sino después, cuando tuvo lugar la ruptura de las relaciones diplomáticas. El hambre se había enseñoreado de toda China y, aunque este país tenía una larga experiencia en hambrunas, ésta fue la primera que una de ellas resultó ser el producto de decisiones de seres humanos, principalmente del propio Mao. Sin duda, las catástrofes naturales contribuyeron de manera importante al resultado -las cosechas de 1959 y 1960 fueron especialmente malas- pero la causa más importante reside en la imposición de un esquema ideológico a la realidad económica. El hambre fue especialmente importante en las zonas rurales, incluso en algunas de las más ricas, mientras que las urbanas dispusieron de sistemas de racionamiento más o menos efectivos. Algunos datos que fueron revelados mucho tiempo después pueden dar idea de lo ocurrido. Decenas de millares de personas -quizá 250.000- huyeron del hambre hacia Hong Kong, cuando ya había pasado lo peor, en 1962. Unas 750.000 abandonaron Shangai como consecuencia del hambre. Durante un decenio no se publicaron estadísticas en China por temor a que se transparentara lo realmente sucedido y sólo en 1979 llegó a revelar el PCC lo sucedido, pero ni siquiera en detalle. En 1962, el Panchen Lama del Tíbet acusó a los dirigentes chinos de haber producido un auténtico genocidio en su país en donde pudo morir uno de cada cinco habitantes. En total, el número de muertos pudo haber sido entre 14 y 40 millones, siendo la cifra que proporciona el estudio más pormenorizado 30 millones y el número de no nacidos como consecuencia del hambre pudo ser equivalente a esta última cifra. Hay que tener en cuenta que el hambre tuvo como consecuencia que no fueran infrecuentes los casos de mujeres que no menstruaban o, incluso, los casos de canibalismo. La magnitud del desastre también se puede constatar haciendo mención a los niveles de producción. Sólo en 1965 se llegó a recuperar las cifras de 1957 en el campo agrícola pero la producción de grano per cápita no se volvió a alcanzar sino en 1976. En los peores años del "Gran Salto Adelante" la producción agrícola experimentó un descenso del 25%, la de trigo un 40% y los productos textiles todavía más. En general, se puede decir que la economía china perdió entre cinco y diez años. Un historiador ha comparado lo sucedido en China en esta ocasión con otras hambrunas nacidas de un proceso revolucionario, como la de Ukrania soviética durante los años de la colectivización. El porcentaje de la población fallecida fue superior en el caso de China por lo que bien puede concluirse que a Mao le corresponde el dudoso privilegio de haber sido el mayor asesino de la Historia. Entre 1961 y 1962 se produjo, más por la decisión de la mayoría de la clase dirigente del comunismo chino que por la de Mao, una retirada hacia una política económica menos delirante. La tendencia que se mantuvo para superar la grave crisis alimenticia consistió, como había sucedido en el pasado y seguiría sucediendo en el futuro, la de aceptar una agricultura que tuviera como fundamento y estímulo para la producción al menos un cierto componente privado. Esta rectificación, por otro lado, se tradujo en una actitud generalizada de pragmatismo. Fue éste el momento en que Deng Xiaoping dijo que la agricultura privada era tolerable si suponía la ampliación de la producción y que "poco importa que un gato sea blanco o negro; lo que importa es que cace ratones". En este lema estaba en germen toda una evolución que, sin embargo, tardaría mucho en plasmarse en la realidad. El deshielo tuvo lugar también en otros terrenos como el de la cultura, teniendo como consecuencia la reaparición de la sátira, un género popular de larga tradición en la literatura china. Pero también en este campo mucho hubo que esperar hasta la consolidación de un cambio definitivo.
termino
acepcion
Entre los mexicanos, sistema de producción agrícola típico de los lugares inundados o con lagos. Se prepara el terrero, elevándolo por encima del nivel natural, para mejorar el riego de las zonas inundadas. Para ello se superponen varias capas de lodo a fin de que resulte más fértil.
termino
acepcion
Región o rumbo del Imperio Inca, situada al oeste.
lugar
Situada en la provincia peruana de Urabamba, a 3780 m. de altitud. Fue uno de los pueblos incas más importantes de la región, donde hoy es posible ver vestigios de su gran pasado. El significado original de su nombre se ha perdido aunque la tradición lo conoce como "la tierra del arco iris", porque aquí el k 'uychi (arco iris) frecuentemente se ve en la estación lluviosa. El arco iris fue una deidad especial entre los incas. La actual población de Chinchero se encuentra sobre un antiguo poblado prehispánico y constituye una de las muestras más representativas de resistencia cultural andina (ropa andina, lengua quechua y costumbres milenarias). Los ayllus o comunidades indígenas aún persisten, así como el trueque. Son católicos pero frecuentemente afloran de su subconsciente antiguas creencias religiosas de origen inca. Los orígenes de Chinchero se pierden en la noche de los tiempos ya que hay vestigios que datan de hace don mil años aproximadamente. Los primeros habitantes de las región fueron los ayamaras quienes, al llegar los primeros gobernantes de Cuzco, defendieron su territorio y ofrecieron seria resistencia antes de ser incorporados al Imperio. Era uno de los puntos por donde pasaba el camino inca que unía Qosgo con Machu Pichu y por el que los chasquis o "carteros" del Imperio recorrían los 100 km. diarios llevando el correo. Fue el lugar elegido por el inca Túpac Yupanqui para establecer su residencia, donde mando construir bellos palacios para uso personal y el de su panaca. Hacia 1536, en plena conquista española, Manco Inca inició su rebelión incendiando Chinchero para que los españoles no pudieran renovar sus provisiones y dejaran de perseguirlo en su retirada hacia la selva. Una vez conquistada, el virrey de Toledo mandó construir una iglesia, levantada sobre hermosas salas incaicas. Durante la revolución de Tupac Amaru, el curaca de Chinchero se levantó en favor del rey de España para combatir al rebelde. Su triunfo fue originalmente eternizado en un mural en el que hoy figura un puma derrotando a una serpiente o amaru. Chinchero fue la residencia de la panaca de Topa Inca Yupanqui, que murió en la ciudad en 1493. En términos generales se puede hablar de tres sectores: civil, religioso y agrícola; los dos primeros se desenvuelven en torno a dos plazas que les sirven de centro, la actual plaza del pueblo y una extensa plaza ceremonial conocida hoy con el nombre de Capellanpampa. El sector civil incluye una serie de estructuras arquitectónicas sobre tres plataformas escalonadas; destaca la primera, donde encontramos los Tres Palacios, siendo el central el más importante. El área religiosa está constituida por una sola estructura arquitectónica, de forma piramidal y que se adapta a un promontorio. La estructura piramidal ofrece tres plataformas que se hallan conectadas entre sí por medio de escaleras. Además de la Gran Plaza o Capellancampa hay que advertir que más allá se encuentra el sector de las "andenerías agrícolas", probablemente relacionado con el cultivo de plantas rituales.
lugar
Personaje Político
A pesar de ser nombrado rey por una revuelta nobiliaria que acabó con el reinado de Tulga, el hijo de Chintila, Chindasvinto se convertirá en uno de los monarcas más enérgicos contra la nobleza, ejecutando a unos 700 miembros de esa clase social mientras que un elevado número era enviado al destierro. Los especialistas se inclinan hacia la idea de una conspiración sufrida en los primeros momentos de su reinado, lo que explicaría la purga realizada entre los nobles, eliminando a todo el sector hostil de un solo golpe. Además puso en marcha una sólida política de fortalecimiento de la corona, exigiendo un juramento de fidelidad a los altos dignatarios. También se preocupó por regular la vida social y económica a través de un Código legal que promulgará su hijo y sucesor Recesvinto. Las medidas de saneamiento fiscal completan un glorioso reinado.
fuente
El nombre de "chindits" proviene del dado en Birmania a los dragones de piedra que se sitúan a las entradas de los templos. Fue también utilizado por unidades de guerrilla constituidas por Wingate en 1943, que operaron detrás de las líneas japonesas en la ocupada Birmania. La primera expedición llevó a cabo misiones entre febrero y junio de 1943. La segunda, que comprendió tres brigadas, contribuyó a hacer fracasar la ofensiva japonesa lanzada en marzo de 1944 contra la India.