Childerico consiguió durante su reinado gobernar a los francos salios y se enfrentó con visigodos y sajones. Es el padre de Clodoveo.
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Hijo de Clodoveo II, Childerico II fue aupado al trono de Austrasia en el año 660, extendiendo sus dominios a Neustria y Borgoña diez años después. Su fulgurante carrera acabó con un asesinato en 673.
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Childerico III fue aupado al trono de Austrasia y Neustria gracias a Pipino el Breve pero no fue más que un mero títere en manos del mayordomo de palacio. Pipino consiguió que el monarca legítimo fuera recluido en el monasterio de Saint-Omer para ser proclamado como rey de los francos en el año 751, inaugurando la dinastía carolingia.
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Ya señalamos que el descubridor de Chile fue Magallanes en su famoso viaje a las Molucas. Le siguió el patache Santiago, de la expedición de Loaysa, que se perdió al pasar el estrecho y subió luego por toda la costa del Pacífico americano hasta llegar a México. En 1533, el Emperador dividió el territorio existente (y desconocido) al sur del Perú (el Cono Sur en realidad) en tres gobernaciones, divididas por los paralelos 25 y 36. La septentrional, llamada Nueva Toledo, fue entregada a Diego de Almagro; la central, denominada Nueva Andalucía, a Pedro de Mendoza; y la meridional, nombrada Nueva León, a Simón de Alcazaba. Este último intentó su conquista en 1535 y murió a manos de sus hombres. En cuanto a la de Mendoza, la estudiaremos en el punto siguiente. Veamos aquí la de Almagro a la Nueva Toledo, que va a configurar lo que luego será Chile. Almagro salió de Cuzco en julio de 1535 y se dirigió a la Cordillera andina, que atravesó por los páramos (cruzó el de San Francisco a 4700 m de altura) alcanzando finalmente el valle de Copiapó con unos 250 supervivientes. Pese a no encontrar riquezas, prosiguió por la costa hasta un valle situado al pie del Aconcagua, donde decidió acampar en espera de refuerzos. Desde allí mandó explorar hacia el sur al capitán Gómez de Alvarado, que llegó al río Ñuble y tampoco encontró nada de importancia, salvo una gran resistencia por parte de los naturales, los famosos araucanos. Descorazonado Almagro al recibir las noticias de su lugarteniente y enterado, además, de que Cuzco caía dentro de su jurisdicción, desistió de su intención de conquistar Chile y regresó al Perú. Esta vez escogió el camino costero, atravesando el desierto de Atacama en una impecable operación militar. Una vez en el Perú, se vio envuelto en las guerras civiles que le costaron la vida. Chile adquirió mala fama a raíz de la expedición de Almagro y pudo convertirse en otro territorio maldito sin conquistar, como el sur de los Estados Unidos, pero en 1540 solicitó su conquista Pedro de Valdivia, teniente de gobernador de Francisco Pizarro. El Marqués de Cajamarca se la concedió y Valdivia partió hacia Chile con una pequeña fuerza, siguiendo el camino de Almagro. En el valle de Mapocho fundó Santiago el 12 de febrero de 1542. Su Cabildo le nombró Gobernador de Chile, en otro golpe similar al de Cortés en Veracruz. Valdivia se enzarzó luego en una conquista muy difícil, que fue realizando en medio de numerosas conspiraciones. En 1544 hizo otra fundación: La Serena. Auxiliado de la nave mandada por Juan Bautista Pastene, mandó explorar la costa chilena hasta la actual Valdivia. Tras esto, abandonó Chile y regresó al Perú para apoyar la causa realista en las guerras civiles. El Pacificador Lagasca le premió por ello, confirmándole el título hasta entonces ilegal de Gobernador de Chile. Valdivia continuó con nuevos refuerzos su conquista, obstaculizada en el sur por la resistencia de los aguerridos araucanos o mapuches. En 1550, fundó Concepción y al año siguiente La Imperial y Villarrica. Una gran rebelión araucana puso en peligro toda la obra realizada. Valdivia se enfrentó en el fuerte de Tucapel a las fuerzas indígenas mandadas por el cacique Lautaro. Fue herido, capturado y martirizado por los naturales hasta morir. La mal afamada o infame conquista de Chile la completó García Hurtado de Mendoza, hijo del virrey del Perú. Se le confió en 1557 y su llegada al territorio fue mal vista por los antiguos soldados de Valdivia, que seguían luchando en él. Hurtado de Mendoza concentró todas las fuerzas y mandó avanzar la armada por la costa, para avituallar la tropa. Tras la batalla de Talcahuano vinieron las de Las Lagunillas y Millarapue, donde las fuerzas araucanas mandadas por Caupolicán fueron derrotadas (Ercilla cantó esto en la Araucania). El capitán español estableció algunas paces poco duraderas con los caciques, rehizo el fuerte de Tucapel, repobló Concepción y erigió Cañete, población que atacó Caupolicán con sus guerreros. Los españoles le derrotaron, apresaron al famoso cacique y le empalaron. El Gobernador continuó hacia Valdivia con ánimo de conquistar el sur de Chile, pero tuvo que regresar a Cañete al saber que los indios estaban cortando sus comunicaciones con Concepción. Logró restablecerlas poco antes de que llegara el nuevo Gobernador del territorio, don Francisco de Villagrán, uno de los antiguos compañeros de Valdivia. La gran conquista del territorio estaba ya prácticamente hecha, aunque la resistencia indígena de los araucanos duró largos años.
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Pese a la enorme campaña militar realizada por Valdivia y García Hurtado de Mendoza, los araucanos continuaron resistiendo la invasión española durante los siglos XVI y XVII. Hurtado de Mendoza refundó las ciudades destruidas por los indios y avanzó la frontera hacia el sur, alcanzando en 1558 el golfo de Reloncanví. En dicho año se erigieron Cañete y Osorno. En 1567 se estableció la Audiencia de Santiago, cuya presidencia correspondía a un militar, dado el carácter fronterizo del reino. Dicha institución fue suprimida más tarde y restituida definitivamente en 1609. El siglo XVI terminó con una serie de desastres como epidemias, terremotos, ataques de los corsarios ingleses y holandeses, un fracasado intento colonizador en el Estrecho (realizado por Sarmiento de Gamboa) y una sublevación general de los araucanos o mapuches en 1598, a consecuencia de la cual murió el gobernador Martín García Oñez de Loyola en la batalla de Curalaba. La colonización sufrió un serio revés, subsistiendo las ciudades de Santiago, La Serena y Concepción, así como las ultracordilleranas de Mendoza y San Juan. Los colonos pudieron recuperarse poco a poco, gracias a la colaboración de los sometidos atacameños, diaguitas y picunches (indios encomendados o trabajadores de los lavaderos de oro), y a las perspectivas que ofreció al poco tiempo la exportación de trigo al Perú. El siglo XVII abundó en los mismos problemas de guerra de Arauco y ataques piratas. La primera había costado en 1664 más de 30.000 españoles, 60.000 indios auxiliares y enormes costos materiales. Chile consolidó una buena economía agrícola y ganadera. Además del trigo ya citado cultivaba vid y olivo, amén de las plantas autóctonas para la subsistencia. Su ganadería era notable y le permitía exportar sebo y cueros al Perú. La minería decayó bastante, pues se agotaron los lavaderos de oro, pero se explotaron las minas de Tiltil, Copiapó y Lipangue. Chile recibía, además, un cuantioso situado de Lima y sostenía un intenso contrabando con el Río de la Plata.
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Tuvo igualmente un considerable aumento de su población y de su economía. De unos 100.000 habitantes a comienzos del siglo pasó a unos 500.000 a fines del mismo, sin incluirse en ellos unos cien mil araucanos. Los mestizos constituían su mayor parte, siendo minoritarios los blancos y los negros. Estos últimos sumaban unos 25.000, de los cuales eran esclavos unos cuatro mil. La población se concentraba en las regiones de Santiago y La Serena y era predominantemente rural. A las ciudades ya existentes se sumaron otras muchas de nueva creación, como San Felipe, Los Ángeles, Tutubén, Talca, San Fernando, Rancagua, Curicó, Combarbalá, Vallenar, Maipó, Linares y Parral, pero no pasaron de ser grandes pueblos. La única urbe verdadera era Santiago, con unos 30.000 habitantes. En ella se concentraba el gobierno y la vida cultural del país. En cuanto a las migraciones internas, se canalizaban hacia el Norte Chico, donde existía demanda de mano de obra. La economía tuvo un espectro agrícola, ganadero, minero y comercial. En el primer aspecto, destacó la producción triguera en las regiones de Santiago y Concepción destinada al mercado peruano. Estas exportaciones crecieron desde 4.830 toneladas en 1724 hasta 9.328 en 1751, decayendo posteriormente hasta las 6.579 remitidas en 1776. La mano de obra productiva fue la indígena, tanto la encomendada (la encomienda no se suprimió en Chile hasta el año 1789) como la de inquilinato (antiguos indios de encomienda transformados en arrendadores). Los arrendatarios cobraban a los campesinos en especie, trigo, leña, miel, etc. A fines de siglo, la elevación del valor de la tierra obligó a muchos inquilinos a ofrecer su trabajo a los hacendados. La propiedad territorial experimentó un considerable aumento y surgieron 14 nuevos mayorazgos. Otro cultivo notable fue la vid, que se daba en la zona central (Concepción) y, sobre todo, en los valles cordilleranos. El vino se exportaba al Perú o al Río de la Plata y competía con los caldos cuyanos. No menos importante fue la ganadería, con numerosos vacunos, porcinos y ovinos (principalmente entre el Aconcagua y el Bio Bio). En el Norte Chico abundaba el mular, asnal y caprino. Chile exportaba algo de ganado en pie pero, sobre todo, cueros, sebos y matanza. La minería tuvo un lugar relevante, con producción de oro, plata, cobre y azogue. La plata se extraía, principalmente, en las minas de Maipo y el oro en San Jerónimo de Alhué. Las de mercurio se pusieron en explotación entre 1780 y 1785 y fueron las de Punitaqui, Tarilla y Mascada de Cabritos, las dos últimas en Coquimbo. Permitieron liberar el beneficio de la plata de la dependencia de los azogues peruano y español. La minería chilena fue bastante peculiar, ya que era muy dispersa y discontinua. Su unidad de producción era además pequeña, utilizando mano de obra indígena con verdadero carácter de servidumbre. No era raro encontrar, por otra parte, el minero solitario. Para la acuñación de metales preciosos se fundó la Casa de la Moneda en 1743, que empezó a funcionar desde 1749. La acuñación no era estatal, sino de un particular llamado Francisco García Huidobro hasta que, en 1770, pasó a la Corona. La acuñación de monetario con oro chileno pasó de 19.236 pesos en la última década del XVII, a 661.325 pesos en la última del siglo XVIII. La de plata, desde 4.627 pesos a 194.939 en iguales períodos. El numerario se extraía hacia la Península, por lo que la Capitanía tuvo siempre déficit del mismo. La producción de cobre fue igualmente notoria: desde 4.608 pesos a 119.856 pesos en las décadas citadas. El comercio tuvo un cambio substancial como consecuencia de la utilización del Cabo de Hornos como ruta usual. La iniciaron los navíos franceses en la Guerra de Sucesión, invirtiendo el circuito tradicional. La posterior supresión del régimen de flotas y su sustitución por el de navíos sueltos siguió el mismo sistema. El resultado de esto fue vincular el comercio de Chile al del Río de la Plata e invertir la relación entre Perú y Chile. Concepción y Valparaíso aumentaron su actividad. Los resultados comerciales son, sin embargo, menos espectaculares de lo que usualmente se ha supuesto. Carmagnani ha señalado que los navíos seguían yendo a los puertos peruanos o quiteño (Guayaquil) y sólo una mínima parte de ellos desembarcaba mercancías en los chilenos, dado el escaso atractivo de sus productos para el comercio internacional. La situación mejoró a partir del Reglamento de Libre Comercio de 1778 y de la autorización a los buques de la Compañía de Filipinas para hacer escala en sus puertos (también en los rioplatenses y peruanos). Las exportaciones agropecuarias de las tres regiones de Santiago, La Serena (el Norte Chico) y Concepción se hacían fundamentalmente al mercado peruano: trigo, sebo, matanza, cobre, cordobanes y frutos secos, a cambio de los cuales importaba azúcar, tabaco y textiles burdos. Del Río de la Plata traía yerba mate. La importancia del comercio se reflejó en la creación del Consulado en el año 1795. Los territorios al sur del Bio Bio, ocupados por los araucanos, entraron al fin en un período de paz. Los últimos levantamientos fueron los de 1723 y 1766. El cambio se debió a múltiples factores, tales como la labor misionera de los jesuitas (sustituidos tras su expulsión por los franciscanos), la aparición de una gran masa mestiza que empezó a actuar como puente entre las dos etnias enfrentadas, el comercio de buhoneros y pequeños comerciantes que atravesaban el territorio araucano y terminó por acostumbrar a los indios a algunos artículos españoles, y la supresión de incursiones en busca de indios, dado que los naturales al norte del Bío Bío crecieron en proporción necesaria para suministrar la mano de obra necesaria, etc. Los gobernadores chilenos pudieron, al fin, deponer la actitud bélica y ocuparse de desarrollar las obras públicas (fundamental fue el camino de Santiago a Valparaíso), la creación de ciudades y mejorar las fortificaciones para evitar las incursiones de corsarios, sobre todo después de la implantación de la figura del Regente de Audiencia, que limitó sus actividades. Santiago tuvo universidad, la de San Felipe, desde 1738 y numerosos centros educacionales. En 1786, se fundaron las dos intendencias chilenas de Santiago y Concepción, separadas por el río Maule. En 1798, Chile adquirió completa autonomía de Perú, prohibiéndose al virrey intervenir en sus asuntos de gobierno y guerra, a menos que fueran excepcionales.
acepcion
Pimiento, que también recibe el nombre de ají. Es empleado en la cocina como condimento para salsa o medicina. También tiene un uso ritual.