En Ibiza, las figuras de barro cocido tienen claras relaciones con lo que se producía en Cartago, Sicilia y Cerdeña, incluso con ejemplares de inspiración helénica de la más alta categoría, pero este oficio de la coroplastia debió resultar tan atractivo y rentable como para estimular aquí unos talleres originales, que desarrollan un arte expresionista, libre e ingenuo, con claros resabios populares. La mayoría de los tipos de terracotas de Ibiza arranca de prototipos helénicos encontrados en la misma isla; pueden ser importaciones directas de las islas griegas, objetos traídos por los cartagineses o las primeras obras de artesanos emigrados; se ve, entre ellas, a las korai del arcaismo griego y al paradigma de todas ellas, la hermosa Kore, Persefone o Proserpina, que los cartagineses identificaban con su primera divinidad Tanit, y que puede mostrarse sentada en un trono o representada sólo en forma de busto acampanado o de cabeza convertida en quemador de perfumes. Las copias de estas imágenes fueron numerosísimas y los moldes perdieron a un tiempo detalles iconográficos y calidad artística, pero de forma paralela se iban desarrollando otros tipos, de oferentes, devotos, oficiantes o númenes de diversos poderes, a los que los alfareros ibicencos plasmaron con mucho menor respeto por los cánones griegos o la armonía de las proporciones.
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Vasija cerámica típica de Chorrera con una pequeña representación humana en la parte delantera. Aparece decorada con engobe rojo (algo muy frecuente en la cerámica de este zona) con un diseño geométrico limitado por líneas incisas.
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Cézanne sentirá especial interés hacia las naturalezas muertas durante toda su vida. En un primer momento serán Chardin y los maestros del Barroco holandés sus principales referencias, pero en la década de 1870 se manifiesta una significativa influencia de Manet, como bien observamos en este bodegón. Una cerámica de Faenza se convierte en el centro de atención del conjunto, acompañado por algunas piezas de fruta que se disponen sobre el mantel arrugado, una de sus preferencias -posteriormente llegará a cubrir de yeso los pliegues de los manteles para que no se movieran y poder captarlos con toda su grandeza-. Los diferentes objetos se recortan ante una superficie neutra, contrastando su tonalidad oscura con el blanco amarillento del mantel y las vivas tonalidades de la fruta o la pieza de cerámica. El maestro de Aix se interesa por resaltar el color gracias a un potente foco de luz al mismo tiempo que el volumen se intensifica. Para ello emplea el color como vehículo, aplicado con cortas y certeras pinceladas que aportan mayor dinamismo a la composición. El punto de vista elevado pronto será cambiado por una perspectiva doble -en sintonía con las obras de Degas- que más tarde emplearán los cubistas.
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A la antigua forma de jarra de pico anatólica, ahora más refinada y con una excelente cocción (sus finas paredes son llamadas de "cáscara de huevo"), el alfarero cretense ha añadido una decoración polícroma de carácter típicamente minoico; en ella predominan las líneas curvas y las espirales, en una composición de gran brío. Bajo el pico vertedor sobresalen unos ojos estilizados, en un intento de antropomorfización de una forma cerámica. La pieza procede de Faistós.
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La cerámica de La Aguada nos proporciona información sobre una cultura de la que apenas conocemos datos. Técnicamente, las piezas que conservamos de La Aguada, presentan una gran similitud con las de La Ciénaga. Vemos aquí un ejemplo del tipo de cerámica más característica, decorada con dibujos de motivos felínicos. Es este un motivo tan frecuente que se ha hablado de un "complejo felínico" que dominó la vida religiosa de todo el pueblo de La Aguada.