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acepcion
Técnica para realizar estatuas en bronce fundido. En primer lugar se modela la figura en cera y se recubre de barro o yeso o cualquier otra sustancia refractaria de tal modo que se adapte perfectamente al molde de cera, reproduciendo todos los detalles en negativo. Una vez secado, se realizan sendos agujeros, uno en la parte superior y otro en la inferior, vertiéndose en el primero la colada de bronce fundido que sale derretida por el inferior. Cuando el metal se ha enfriado, se rompe el molde y se desprende la estatua.
material
contexto
En la cerámica, dada su mejor conservación, es donde se aprecia de modo más completo la evolución del arte minoico. Tras las formas cerámicas del estilo de Vasiliki, la etapa de los Antiguos Palacios coincide con el desarrollo de nuevas técnicas y decoraciones sobre formas tradicionales. Los cuencos, jarras de pico y grandes vasos adquieren una superficie brillante, de color negro o azul oscuro, imitando el reflejo de los recipientes metálicos. Paralelamente y a inicios del Minoico Medio, otra nueva técnica de decoración sobre vasijas con formas anteriores es la denominada de barbotina, decoración en relieve a base de líneas de puntos sobresalientes, gotas o verdaderos mamelones muy característicos. Pero de toda la cerámica de este período, el más típico es el estilo de Kamáres, así llamado por haber aparecido en ingentes cantidades dentro de la gruta sagrada de este nombre en el monte Ida. Con su amplio muestrario de formas, las paredes de esta cerámica son extremadamente finas, por lo que también se la denomina cerámica de cáscara de huevo (egg-shell pottery). Los perfiles de sus vasijas incluyen todo tipo de vasos y tazas, jarras de pico, teteras, recipientes panzudos de dos asas y pico vertedor, copas de pie alto y base discoidal, una amplia serie de pitos (pithoi) con varias filas de asas verticales, etc. Con el predominio de los fondos oscuros brillantes, azules o negros, la decoración pintada es muy diversa y de varios colores: blanco, amarillo, naranja, rojo carmesí y pardo. Los motivos son predominantemente curvilíneos: flores, cruces y rosetas con los brazos y pétalos curvados y flameantes, espirales, ondas, etc. Además de éstos, cruces potenzadas, esvásticas y carnosos pétalos de flores se ofrecen en conjuntos abstractos en que predominan formas abiertas y sinuosas, dispuestas oblicuamente, sin simetría, cubriendo toda la superficie disponible del recipiente. Ocasionalmente, se puede ver alguna que otra representación figurativa, sobre todo de animales (peces) y plantas (margaritas o similares, palmas, etc.). En algunos casos, la propia vasija adopta formas figurativas, tales como ciertas jarras provistas de protuberancias bajo el pico vertedor, a modo de ojos de un cuerpo panzudo de alambicado perfil. Una crátera, hasta el momento única, procedente del palacio de Faistós, exhibe una decoración plástica de flores abiertas, que sobresalen de su cuerpo y de su pie. Unas cadenas modeladas y una pintura polícroma hacen de esta sorprendente pieza una creación atrevida y original. La fina calidad técnica y la riqueza decorativa de la cerámica de Kamáres explican su pervivencia a lo largo de todo el Minoico Medio I y II, además de su amplia difusión por todo el Mediterráneo Oriental, hasta donde llegó el comercio cretense. Perteneciente a este estilo son las cerámicas aparecidas en algunas tumbas intactas del Egipto del Imperio Medio, junto a otros objetos provistos de los jeroglíficos de Sesostris III y Amenhemet III, o pintadas en las paredes de otras tumbas, por ejemplo las de Rekhmire y Senmut en Tebas, en manos de portadores de ofrendas ante el difunto. Con la destrucción de los Antiguos Palacios por un seísmo, hacia 1700, comienza el declive del estilo de Kamáres, aunque aún perdura en la etapa inicial de los Nuevos Palacios; su decoración es cada vez más esquemática y su colorido se va apagando paulatinamente. A su lado, surge una nueva cerámica con decoraciones pintadas, de color oscuro sobre un fondo generalmente claro. Los temas muestran un predominio de la temática vegetal, ciertamente esquematizada, junto a motivos abstractos tomados del estilo de Kamáres. A lo largo del Minoico Medio III y en su paso al Minoico Reciente, hacia 1580, coincidiendo con una reconstrucción parcial de los Nuevos Palacios, el realismo de la decoración da nombre al estilo minoico de apogeo, el estilo naturalista. Por ser vegetal la temática de su primera fase, esta etapa más antigua se llama también de estilo floral, debido al casi exclusivo empleo de flores de crocus, lirios, palmas y todo tipo de rosetas y ramas para adornar las vasijas. Estos motivos surgen de la base del recipiente y brotan hacia lo alto, pero no de un modo frío o geométrico, sino dispuestos en espiral, unas veces, y oblicuamente la mayoría de ellas, como movidos por una suave brisa. La decoración se ajusta perfectamente a la forma cerámica, realzando el perfil de su estructura. Las formas de las vasijas son, a partir de ahora, mucho más simétricas y perfectas debido al empleo que hacen los alfareros del recién adquirido torno rápido. Ello supone la pérdida casi general de los picos vertedores y de las formas bajas demasiado panzudas; se imponen, por el contrario, los perfiles esbeltos y elevados. En paralelo a la pintura mural, el artista cretense del período de apogeo observa y plasma la naturaleza en la decoración de la cerámica. Mientras se desarrolla el estilo floral, las plantas y animales del mar son utilizados en la decoración de las vasijas. Se forma así el estilo marino, de gran fortuna dentro y fuera de Creta y muy influyente en el arte micénico. Sobre los fondos rocosos y coralinos, flotan las algas y pululan diversos tipos de caracolas (argonautas o nautilos), peces y delfines, presididos todos por el pulpo, animal favorito de este estilo. El octópodo es representado oblicuamente, fuera del eje del recipiente, flotando sobre un fondo de algas, arrecifes coralinos y conchas; sus patas se entrecruzan en animado movimiento, como si hubiera sido sorprendido en una instantánea. Esta viñeta es uno de los mejores símbolos del espíritu minoico, vital y libre de trabas convencionalistas, sobre todo cuando se observa cómo el mismo motivo se representa en cerámica y otros objetos artísticos del mundo micénico y posterior. En la etapa final de la cultura minoica, tras la destrucción de los palacios a consecuencia del cataclismo producido por la explosión de Thera, se aprecia un cambio en la composición decorativa, sutil al principio y de manera clara después, tanto en la cerámica como en la pintura y en la glíptica. Las formas de los estilos floral y marino se ven sometidos a un paulatino proceso de esquematización: su disposición en la superficie pintada se ajusta cada vez más a la simetría del recipiente: los tallos vegetales y las flores, los pulpos y caracolas son ordenados conforme a los ejes verticales y distribuidos en campos, entre las asas, a modo de metopas. El inicio de este esquematismo se da durante los últimos momentos de independencia de Creta, como un proceso normal de estilización del naturalismo, pero se verá impulsado con la llegada de los aqueos a la isla y su establecimiento en Cnosós y Malia, tal como sabemos hasta ahora. La afición micénica a la distribución espacial con cierto carácter geométrico y su gusto por los motivos del estilo naturalista minoico transformará a éste, en un proceso de esclerosis que afecta al movimiento y la libertad de composición de la etapa de apogeo. El resultado se denomina estilo de palacio o palacial, documentado tan sólo en Cnosós, al menos de momento, y su duración es de unos sesenta años, entre 1450 y algo después de 1400, momento en que finaliza la etapa palacial de Creta por una nueva destrucción violenta, en el paso del Minoico reciente II al III, hacia el 1380. En adelante, la cerámica del final del Minoico proseguirá en el camino del esquematismo, aunque de un modo menos pronunciado que en Grecia continental y con una mayor riqueza de motivos, herencia sin duda de la pujanza ornamental de su período clásico. Con el abandono de Cnosós, habitado a partir de entonces por algún que otro intruso, la cerámica del Minoico Reciente III se documenta en diversas necrópolis y cuevas-santuario, como depósitos votivos.
contexto
A la llegada de los indoeuropeos a Grecia continental y a las costas egeas de Anatolia, corresponde la expansión de una cerámica muy característica denominada miniana debido a su acreditación primera en Orcómenos, la patria del rey Minias. Con una superficie mate, de color gris (naranja o amarillo en la zona asiática), de tacto untoso, parecido al jabón, las formas de este tipo cerámico son escasas pero muy representativas: la copa de pie alto con bandas horizontales y diminutas asas, precedente de la clásica cílica (kylix); el prototipo del cántaro (kantharos), una copa baja y ancha con enormes asas verticales, y jarras. Los perfiles son de buen diseño, con sus partes claramente diferenciadas mediante finas aristas y claros cambios de orientación. Parece una imitación de formas metálicas y es de muy buena calidad, tanto por el barro empleado como por su cocción; el resultado son unas apreciadas vasijas con un aspecto exterior de dureza, similar a las formas de metal o de piedra. A falta de otros materiales, esta cerámica del Heládico Medio es un fiel anticipo de lo que será el gusto micénico: formas bien estructuradas, con predominio de la simetría, y simplicidad de diseño. La cerámica miniana compartió su expansión con otro tipo, decorado con pintura mate sobre fondo claro, mal llamado cerámica de Egina, de tradición local no sólo de las islas sino también del territorio continental, desde antes de la llegada de los aqueos. Sus formas son también parcas: cuencos, jarras y tinajas de tamaño medio. La decoración, de color castaño negruzco sobre fondos amarillentos o levemente verdes, es lineal y compuesta de motivos geométricos: líneas cruzadas, círculos radiados y bandas formando cuadros, con un sentido tectónico que coincide con el gusto aqueo por las composiciones bien delimitadas. A partir de estos precedentes, con el inicio del Heládico Reciente o período Micénico, hacia 1600, comienza una serie de estilos cerámicos de gran interés. Las formas vasculares halladas en los círculos de tumbas de Micenas o en otras tumbas de fosa de este período son básicamente las anteriores, a las que hay que sumar piezas importadas de Creta, inmersa entonces en pleno estilo naturalista, con el estilo floral completamente desarrollado y en los primeros pasos del estilo marino. Muchas vasijas de estas tumbas son imitaciones regionales de los ejemplares cretenses. A partir de ahora, y con los precedentes anteriores, es fácil comprender lo que ocurrirá con la cerámica micénica: a las formas propias, así como a aquellas que adopte de Creta y las islas, junto a algunas formas nuevas, se les dotará de una decoración básicamente minoica pero, eso sí, organizada al modo tectónico, ordenado y racionalista. Es el estilo de Palacio que aparece en el de Cnosós dominado por los aqueos y cuyo origen, en el continente, es algo anterior, hacia 1500-1450. En este momento de apogeo, el repertorio de formas cerámicas se amplía de modo considerable; los micénicos inventan formas nuevas y modifican otras, dando lugar a un muestrario de hasta 68 perfiles distintos y de diferentes tamaños, en el Micénico Reciente y el Submicénico. Entre las novedades destacan las copas efíreas (de Efíris, cerca de Corinto), lo más parecido a copas de champán; las cráteras, grandes vasijas de boca ancha con dos asas horizontales y un pie prominente; o la jarra de estribo, vasija globular con asa doble en la parte superior y pico vertedor descentrado. En general, se aprecia una disminución de la longitud de cuellos y picos frente a un progresivo ensanchamiento de las panzas, con formas muy globulares o abiertas y un afianzamiento de las vasijas, al dotarlas de amplios pies que equilibren la masa del recipiente. Otro aspecto de la evolución de estas vasijas es la pérdida de las múltiples asas en favor de aquellas formas simétricas, de dos asas, que permiten una más clara axialidad en los recipientes. Todos ellos están decorados con motivos marinos y florales estilizados, junto a otros puramente geométricos, colocadas ordenadamente. Siguiendo esta disposición, surge un estilo de metopas, caracterizado precisamente por espaciar la decoración a modo de triglifos y metopas, entre bandas paralelas más o menos anchas. El estilo de metopas o estilo cerrado, muestra una proximidad notable con la esencia del arte griego geométrico, al que preludia en cierto modo. En el período final del Micénico Reciente, junto al estilo anterior, surgen otros, también muy característicos. Uno de ellos es llamado estilo del granero, por haber aparecido en gran número en la casa de este nombre en Micenas, y se caracteriza por sus series horizontales de círculos pintados. El segundo es el estilo denso o tupido, con un tratamiento dibujístico, de tipo lineal y muy estilizado, de los temas de origen minoico reducidos a la mínima expresión, tales como unos escuálidos pulpos o unos trazos curvos en vez de tentáculos de los argonautas, por ejemplo. Este es uno de los caudales básicos del período Submicénico, tras la caída de los palacios. Paralelamente a los anteriores, el estilo heládico-levantino, o también pictórico, constituye una variante muy interesante del estilo desarrollado en los frescos murales, con representaciones de escenas de caza, de guerra y de procesiones en carro, con características similares a la de las pinturas parietales. Casi todas estas cerámicas del siglo XIII eran fabricadas para la exportación y se hallan diseminadas por todo el Mediterráneo y Oriente; aparecen incluso en zonas consideradas marginales en este período, como pueden ser las costas del mar Negro, Sicilia o la propia Península Ibérica, a la que han llegado algunas piezas. Uno de los ejemplares más llamativos de este momento, en torno a la construcción de los palacios micénicos o poco después, a comienzos del siglo XII, es el Vaso de los guerreros, aparecido en la casa de este nombre de Micenas. En una ancha banda de una crátera, una fila de guerreros camina en orden, despedidos por una mujer joven que alza los brazos. El armamento de los soldados ha sufrido una variación importante; los escudos son ahora pequeños y con una escotadura, no como los grandes escudos rectangulares o en forma de ocho, altos como torres, que llevaban los héroes homéricos, según los conocemos por otras representaciones. En vez de la espada, el arma ofensiva es ahora la lanza, de cuya asta cuelga una bolsa, probablemente con la comida de los guerreros; sus cascos con cuernos y penachos no son los conocidos cascos de cuero con colmillos de jabalí, típicos de los guerreros micénicos clásicos. En este vaso, el pintor se hace eco de las novedades armamentísticas del momento, de cuya efectividad serán víctima los propios micénicos. Una variante del estilo pictórico se ha querido denominar estilo salvaje, debido a las figuras pintadas, verdaderas caricaturas de animales y escenas humanas, mitad monstruosas, mitad cómicas. La cerámica del período Submicénico ofrece una mayor simplificación, respecto a la variedad de estilos y temas del Micénico III. En el continente, los alfareros seguirán decorando sus obras con el estilo tupido, cada vez más evolucionado y entremezclado con algunos temas pictóricos, reducidos ya a la caricatura. En las islas, el estilo heládico-levantino se mantuvo durante mucho tiempo, con cambios, dando lugar a escuelas regionales de tradición micénica, de las cuales la más importante se instala en Chipre, donde el recuerdo de los temas micénicos, así como la escritura silábica Lineal B, perduraron hasta más allá de la Edad Oscura, avanzado el período geométrico.
contexto
La cerámica es el campo donde mejor se puede apreciar el nuevo espíritu de la época, impuesto tras la caída del mundo micénico. A lo largo de la Edad Oscura, la cerámica hallada en los ajuares funerarios es la única vía de acercamiento al arte griego primitivo. Atenas es, a partir de entonces y hasta el período orientalizante, el lugar donde más y mejor se ha documentado la formación del arte griego clásico; las raíces de éste se hallan en la evolución de este período, denominado precisamente geométrico por el predominio de la geometría en formas y decoraciones del material cerámico. Curiosamente, Atenas fue la única ciudad que no cedió al empuje dorio, por lo cual no se debe atribuir a los dorios el arte geométrico; éste es un producto de la evolución del arte submicénico, sometido a una mentalidad transformada, pero continuadora del pasado. A lo largo del período Micénico Reciente y Submicénico, las formas cerámicas presentan claramente el carácter de las etapas siguientes: perfiles bien delimitados, con sus partes señaladas mediante nítidos cambios de orientación, y decoraciones que arrancan del estilo de metopas o estilo cerrado. Con el paso del Submicénico al Protométrico, coincidente con el cambio de milenio, las formas de los vasos se han reducido drásticamente, pues hay sólo unas diez formas, entre ánforas, píxides apuntados, cántaros (kantharoi), varios tipos de enócoes (oinochoai), cuencos, cráteras (kratéres) y pequeños vasos globulares con trípodes. El empleo del torno rápido y una cocción perfecta dan como resultado unas formas de gran calidad, decoradas con pintura de color oscuro sobre un fondo claro mate. Los motivos son totalmente geométricos, trazados a regla y compás, con el predominio de líneas rectas paralelas, dibujadas aprovechando la rotación de la vasija en el torno. Entre las líneas paralelas, el único motivo curvo se traza ahora con el compás, empleando brochas o pinceles múltiples, separados regularmente. Otros motivos son el cuadriculado o damero, y las líneas en zigzag. La parte más importante de la decoración se dispone en la franja central del recipiente, donde es mayor su diámetro. Los temas micénicos supervivientes están sometidos a la regularidad más absoluta: algunas espirales enlazadas, dos líneas onduladas divergentes (recuerdo último de los tentáculos del tipo de caracola denominado nautilo o argonauta) o un meandro ondulado que recorre todo el hombro de la vasija y cerrado sobre sí mismo. A lo largo del Protogeométrico, incluso estas concesiones a temas pasados se irán transformando en dibujos totalmente matemáticos. El viejo tema del pulpo, ya reducido tan sólo a su cuerpo (una banda vertical con sus ojos y unas patas esquematizadas), se convierte en un tema de dos series de círculos concéntricos separados por una banda vertical de temas geométricos, a base de rombos, dientes de lobo (series de triángulos tangentes), retículas y líneas rectas paralelas; todo ello, enmarcado por sendas bandas horizontales. La línea ondulada da lugar al meandro de ángulos rectos, tan característico del período geométrico y tan profusamente utilizado que hoy día lo denominamos greca. En Atenas, dos amplias necrópolis han proporcionado un sinfín de ejemplares del arte geométrico: el Cerámico (Keramaikos), situado en el barrio de los ceramistas y el Dípylon (literalmente la doble puerta, por hallarse extramuros, en las proximidades de esta entrada a la ciudad). La abundante cantidad del material obtenido en las excavaciones de estas necrópolis, además de su perfecta estratificación, han permitido el estudio de su evolución estilística y la división cronológica en fases bien precisas. Estos recipientes forman parte del ajuar de incineración, generalizado en Grecia en el Subminoico, enterrados en una fosa. El final del Protogeométrico, hacia el 900, coincide con la aparición de una variante decorativa denominada estilo de Dípylon pero, por el predominio del fondo de color negro, sobre el cual se dejan en reserva algunas bandas de fondo claro en las que se pintan los consabidos motivos geométricos. Conforme avanza el tiempo, durante todo el período Geométrico Inicial, aumenta el número de bandas que decoran el recipiente hasta recubrirlo por entero. A partir de esta etapa y hasta el final del Geométrico, este horror vacui, o afán de no dejar un espacio sin decoración, es característico, al igual que disponer las bandas horizontales con un ensanchamiento progresivo, parejo al aumento de diámetro de la vasija; hay una clara intención de reflejar la estructura del recipiente en la decoración que lo recubre, como si el vaso dilatara una fina malla pintada y ajustada a su superficie. También el catálogo de formas aumenta en este período. Al ánfora de varios tipos, la hidria (hydría) o la crátera (kratér) se suma el invento de nuevos perfiles como, por ejemplo, el vaso de asas horizontales o escifo (skyphos), el utróforo (loutróphoros), la píxide baja (pyxís) y de fondo plano, con tapadera de asa plástica en forma de un grupo de caballos, etc. A lo largo del Geométrico Medio, entre 850 y 770, el número de formas cerámicas aumenta, y lo mismo la variedad de los motivos geométricos pintados. Cada vez es mayor la complejidad de éstos, dibujados siempre con exactitud matemática y pulso firme y decidido. Ahora aparecen también los primeros temas figurativos de la cerámica geométrica: hileras de animales esquematizados y todos exactamente iguales, repetidos en una estereotipada actitud: cérvidos pastando, cabras que vuelven la cabeza o aves que picotean en el suelo. En otros recipientes, son escenas de caballos muy similares a los que por entonces se modelaban en barro. Como juguetes de ruedas giratorias, aparecen grandes cantidades de estos caballitos en las tumbas infantiles; iban provistos de una cuerda para tirar de ellos. Son los llamados caballos-trompeta, por la forma abocinada del hocico. Pero la etapa de apogeo del estilo geométrico corresponde al Geométrico Reciente, entre 770 y 700. Aparecen en ella, por primera vez, escenas humanas. Las obras maestras de este momento son las del Maestro del Dípylon, enormes recipientes funerarios (de hasta 1,60 m de altura), inutilizados intencionadamente, haciéndoles un agujero en el fondo antes de colocarlos encima de la tumba, a modo de una estela. Entre numerosas bandas de motivos geométricos minuciosamente dibujados, se encuentran una o dos franjas centrales, encajadas entre las asas, y en ellas, escenas del ritual funerario. Los temas principales son el de hombres y mujeres en torno al difunto (próthesis), colocado éste en un catafalco, y el del desfile de guerreros montados en carros de caballos (ekphora). Las figuras no pueden ser más esquemáticas; producto de una gran abstracción; siluetas dotadas de largas piernas, torso triangular y una cabeza reducida a un punto con un trazo apuntado, la barbilla. El catafalco y los carros se muestran despiezados, con sus partes vistas de frente, como si fuesen planos con los que componer estos objetos. A tales cortejos fúnebres y escenas de dolor hay que sumar otras, cada vez más abundantes conforme avanza el Geométrico Reciente: escenas de luchas de arqueros entre sí, o de éstos contra hombres armados que descienden de barcos. Son los primeros que aparecen representados en una época en que se reanuda la actividad marinera en el Egeo. Otros vasos muestran a un guerrero que lleva por la brida a su caballo, barcos movidos por remeros, hombres en plena caza, asistidos por perros. La evolución de estas figuras permite apreciar la paulatina aparición de un mayor detallismo en las armas y objetos representados. Lo mismo ocurre con los cuerpos, cada vez más hinchados, con cabezas más grandes que acaban por ser unos círculos con un punto central a modo de enorme ojo (son los llamados hombres-pájaro, por su parecido con las aves, con su apuntada barbilla y una prominente nariz). Las franjas son cada vez más anchas; los motivos geométricos se reducen a favor de unas escenas de mayor tamaño y número, aunque siempre con todos los huecos intermedios rellenos de pequeños motivos sueltos (círculos concéntricos, líneas quebradas paralelas, rombos rellenos o series de rayas en espina de pez, por ejemplo). Aunque es en Atenas donde el estilo geométrico alcanza su apogeo, éste también se extiende a las producciones de los restantes alfares griegos, con una calidad menor en la ejecución y unos estilos regionales muy peculiares. Entre éstos, destacan los de las escuelas de Tebas (Beocia), Corinto y Argos. Rodas sobresale entre las islas por la calidad de su producción geométrica, rápidamente sustituida por un estilo propio, correspondiente al período orientalizante; y lo mismo Chipre, que encabeza otro grupo del estilo geométrico. En definitiva, en el panorama de la cerámica geométrica se puede apreciar cómo se forma el espíritu griego clásico; cómo éste muestra sus preferencias por los temas cerrados o finitos, ordenados y compartimentados. Nos parece asistir al primer balbuceo de conceptos como ritmo (rythmós), proporción (analogía), y simetría (symmetría), conceptos tan caros a Policleto, quien formuló, en el siglo V, la necesidad de contar con ellos para lograr la perfección, la norma (kánon) de una obra de arte, un cuerpo humano en su caso. Ciertamente, los principios del kánon inspiran ya las creaciones artísticas del arte geométrico, y por ello, éste puede ser considerado como el primer antecedente directo del arte clásico.
obra
Arte y religión se encuentran estrechamente unidos en la cultura taina. La ceremonia religiosa principal de los taínos consistía en la inhalación de cohoba o polvos alucinógenos por parte de los sacerdotes para así contactar con los cemíes o dioses. En relación con este rito, aparecen este tipo de figuras antropomorfas, sedentes y muy esquematizadas que se cree representan a cemíes. Generalmente, solían servir como soporte de las bandejas donde se colocaba la cohoba.