Naturalmente, durante este periodo la caza y la recolección jugaron aún un papel relevante en las economías de subsistencia de estas poblaciones, papel que varía bastante según los medios naturales donde éstas se desarrollen y las posibilidades que éstos ofrezcan. Muchas especies vegetales han sido utilizadas de forma importante, tanto en la tecnología de construcción de viviendas, estructura para el ganado, defensas de los poblados, etc., así como en la tecnología pirotécnica, como soportes para instrumentos o materias primas para otros instrumentos, desde mangos a canoas, desde carretas a recipientes. La madera y otros productos vegetales continuaron siendo básicos en estas economías, según los escasos datos conservados, dado el carácter perecedero de estos materiales, que revelan un uso extenso y muy ajustado a las características de estos recursos. La selección de las maderas adecuadas para los diferentes usos demuestran un conocimiento preciso, derivado de una amplia experiencia en cada medio. El más amplio conocimiento que permiten las excepcionales condiciones de conservación de turberas, zonas pantanosas o bordes de lagos, ocupados por poblaciones a lo largo del tercer milenio en el sur de Suecia o en Europa, muestran cómo se escogen determinadas maderas para la construcción por sus condiciones de dureza, longitud o facilidad de trabajo, mientras que mangos, astiles o útiles son realizados en maderas de otras especies, como el uso documentado por Petrequin del fresno para mangos de hachas, nudos de arce para realizar vasijas, o un largo etcétera, encontrados en Suiza y el Jura francés. Al mismo tiempo, las propias plantas silvestres suministran frutos y semillas, utilizadas en alimentación humana y animal de las que nos han llegado variadas muestras como bellotas o castañas, en las zonas donde esa vegetación arbórea es frecuente: Península Ibérica, sur de Francia, Italia o Grecia, o frutos del bosque como fresas, frambuesas, saúco, etc., conservados y recuperados en yacimientos lacustres del sur de Alemania. La recolección de plantas como fibras vegetales resulta evidente y los tejidos fabricados con ellas han podido ser documentados, de nuevo, en las zonas palustres europeas, al igual que el lino, quizás ampliamente cultivado, y las plantas de ribera que fueron la base de la cestería y de tejidos, mediante técnicas de anudados, trenzados, etc. En zonas más áridas o esteparias, estas plantas de ribera fueron sustituidas por el esparto y otras especies. Un buen ejemplo del uso de plantas acuáticas como materias primas para la construcción de vehículos de transporte acuático, lo constituye el uso masivo de juncos y papiros para construir barcos en Egipto y Mesopotamia. Por su parte, la caza y pesca siguieron suministrando cantidades más o menos importantes de las proteínas animales de muchas comunidades, habiéndose demostrado que incluso el concurso de la caza en la dieta durante este periodo fue superior a lo que podía suponer en anteriores economías. Este hecho se ha relacionado con un intento de preservar parte del ganado para el consumo de leche y lana, así como la necesidad de proteger ganados y cultivos de los destrozos de animales salvajes y alimañas. Prueba de la importancia de la caza y pesca es que algunas comunidades dedicaban parte de los ciclos estacionales a estas actividades y que la importancia social de ellas era resaltada en figuraciones simbólicas o representaciones pictóricas y escultóricas, como lo demuestran escenas presentes en vasos cerámicos grabados en piedra o esculturas de piedra, arcilla y hueso.
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acepcion
Pan amargo, elaborado con yuca deshidratada y rallada. Este alimento era típico de la dieta taína.
obra
Mientras que Alenza continuó con el estilo de Goya, Lucas es un imitador del maestro de Fuendetodos, realizando en ocasiones tan perfectas imitaciones que en algunas ocasiones sus obras han sido consideradas como de Goya. Sus trabajos se pueden definir por la debilidad de su dibujo y el correcto empleo del color, aplicado de manera rápida e imprecisa, con manchas.
obra
No son muchos los retratos realizados por Murillo que se dedicó especialmente a asuntos religiosos, abandonando prácticamente otras temáticas. Sin embargo, los pocos que realizó son de extrema calidad como éste de don Antonio Hurtado de Salcedo, como cazador. Don Antonio Hurtado era secretario de Felipe IV y bien pudo contemplar los retratos de caza realizados por Velázquez al monarca, su hermano don Fernando y su hijo Baltasar Carlos. Esa pudo ser la razón de este encargo, realizado entre 1647 -fecha en la que don Antonio recibe el hábito de la Orden de Santiago- y 1664, momento en el que recibe el título de marqués de Legarda ya que la corona de marqués no aparece en el escudo de armas que Murillo labra en la piedra tras el cazador. La fecha que asumen la mayoría de los especialistas como correcta es 1664 ya que en esos años el marqués tenía casa en Sevilla, cercana a la del pintor, siendo nombrado del Hospital de la Caridad al año siguiente, el mismo que Murillo. La relación entre ambos pudo ser estrecha y fruto de este contacto pudo surgir este impresionante retrato, uno de los más espectaculares de la pintura hispánica. Don Antonio aparece al aire libre, de pie, con las piernas abiertas y dirigiendo su mirada al espectador. Viste un jubón de color verde donde destaca la cruz de Santiago y una camisa blanca cuyos mangas y cuello se dejan ver. Calzas pardas y medias grises completan la indumentaria del cazador. A su lado contemplamos a un criado con tres perros y las piezas conseguidas en la jornada cinegética, conformando un conjunto de elevadísima calidad. La relación de este retrato con las obras velazqueñas no es muy estrecha, existiendo más vinculación con los trabajos que en estas fechas hacía Carreño.
obra
Este fresco es una de las piezas más antiguas que posee el Museo del Prado, en cuanto a pintura se refiere. El fresco estaba originalmente en la ermita de San Baudelio de Berlanga, de donde se trasladó al Metropolitan Museum de Nueva York. Para facilitar el traslado, la pintura se trasladó a otro soporte, el lienzo. De allí se trajo en calidad de préstamo indefinido al Museo del Prado, en 1957. El tema del fresco, como puede verse, es un cazador a caballo que persigue unas presas. Tanto el tema como la estructura compositiva de la escena apunta claramente la influencia islámica de la realización. La razón es clara: en pleno Románico, que es la época correspondiente al siglo XII, la presencia islámica en la península ibérica es muy fuerte. El reino Hispano-Musulmán se mantuvo ininterrumpidamente desde el siglo VIII hasta finales del XV. A lo largo de este tiempo la convivencia y la influencia mutua fueron los factores culturales predominantes. Los artistas musulmanes trabajaron con frecuencia para los territorios cristianos, en especial aquellos que mantenían sus viviendas en las regiones que progresivamente los musulmanes perdían frente a los castellanos. Esta población se denominó mudéjar, y mantuvo el derecho a sus ritos y costumbres hasta los Reyes Católicos. Este fresco es una muestra de la interactividad entre un estilo y otro. Los motivos que presenta son de clara raíz persa, con una organización geométrica, simétrica excepto en el jinete perseguidor. El fondo rojo hace que las figuras de los animales y el cazador destaquen en su amarillo, suavizado por el paso del tiempo.
obra
Cuando Goya presentó esta obra la tasó en 1.500 reales. Su destino era la decoración del comedor de los Príncipes de Asturias en el Palacio de El Escorial, lugar para el que realizó una serie de nueve escenas entre las que destacan Cazador con perros o Partida de caza, debido a la enorme afición cinegética de los monarcas españoles. Como en toda la serie aquí también apreciamos la influencia de Francisco Bayeu sobre el novel artista, posiblemente motivada por la atenta dirección del que era uno de los dictadores artísticos del momento junto a Anton Rafael Mengs. La estilizada pose, el colorido y la ausencia de naturalismo alejan estas escenas de los cartones que harán popular al maestro como la Cometa o La boda.
obra
Destinado a la decoración del comedor de los Príncipes de Asturias en el Palacio de El Escorial, este cartón ocuparía una rinconera, formando parte de la serie junto a Caza con reclamo o Partida de caza. La influencia de Francisco Bayeu es manifiesta en el estilo empleado por el joven Goya, especialmente en la delicadeza de los detalles aun cuando sea la figura más goyesca de la serie por su naturalismo, situándola de espaldas ante un paisaje excesivamente lejano e irreal, como si se tratara de un mero telón de fondo. Los colores y las luces empleadas se relacionan con el Barroco Italiano que recientemente había contemplado el aragonés.