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obra
Los primeros días del otoño de 1889 Van Gogh vuelve a pintar al aire libre, superada la fase anterior en la que no quería salir del sanatorio por miedo a una recaída, dedicándose a la realización de una serie inspirada en Millet. De nuevo el paisaje protagoniza sus trabajos, inspirándose en la naturaleza como era su deseo, tomando como modelos las vistas de los alrededores del hospital. En una senda entre dos colinas descubrió dos álamos que le parecieron la suficientemente atractivos para protagonizar este lienzo. Vincent elimina lo superfluo, lo pintoresco del cuadro, para transmitir la naturaleza tal y como es, buscando en ella quizá lo que los hombres no le han aportado. Los álamos se ubican en el centro de la tela, dominando la composición con su potente altura, mostrando las pinceladas arremolinadas tan habituales en estos momentos. Y a su alrededor contemplamos un paisaje mediterráneo, escarpado, tomado a la luz de la luna, proyectando sus sombras malvas en recuerdo del Impresionismo. Los colores vibrantes se adueñan del cuadro para obtener un sensacional resultado al que podemos aplicar la siguiente reflexión del propio Vincent: "¿No es la emoción y la sinceridad del sentimiento de la naturaleza lo que nos impulsa? Y cuando esa emoción a veces es tan fuerte que se trabaja sin sentir, cuando las pinceladas se suceden a toda velocidad, relacionándose unas con otras como las palabras de una conversación o de una carta, entonces no hay que olvidar que no siempre ha sido así y que también en el futuro vendrán días opresivos, sin la menor inspiración".
Personaje Científico
Mantuvo una estrecha relación con Antonio Pérez, con quién compartió prisión. Cuando volvió a recuperar la libertad, volvió a gozar de una distinguida posición social gracias a los cargos que le habían otorgado el duque de Lerma y el conde-duque de Olivares. Por aquel entonces fue nombrado protonotario de Aragón. De su herencia literaria hay que citar: "Advertimientos al gobierno" y "Puntos políticos".
obra
A partir de 1890 el pintor se dedica a esta serie, sorprendido por un grupo de árboles plantados a la orilla del río Epte, en un meandro próximo a Limetz. El trabajo que contemplamos tiene aún resabios del naturalismo, como por ejemplo la estricta organización de la composición, según un criterio casi decorativo u ornamental. Las mínimas ondulaciones que produce la luz alcanzan un nivel de refinamiento y pureza casi abstracto, mientras que las sutiles variaciones de color se estructuran de abajo arriba mediante diminutas formas geométricas. Algo de esa recurrencia al control tiene también el ritmo que muestran los troncos de los árboles, e incluso la gradación de alturas desde la izquierda - el árbol más pequeño - hasta la derecha, donde está el más alto. Los colores también se aplican en bandas alternativas de tonos dorados-naranjas y azules-verdosos.
lugar
<p>El origen de Alanís se remonta a los celtas. Su primitivo nombre fue <em>Iporci</em>. Con los romanos, que dejaron huella de su paso en el paraje de San Ambrosio, pasó a denominarse <em>Ordo Iporcensium</em>. Tanto su poblamiento actual como su nombre deriva de la época musulmana, donde se conoció como <em>Al-Haniz</em> (fértil, tierra próspera). En 1249 fue conquistada por Fernando III.</p>
contexto
Con excepción de los últimos, ya hemos hablado de las circunstancias de la entrada de estos pueblos en Hispania y de su historia y desaparición como pueblos autónomos. En relación con los suevos, que fueron los únicos que permanecieron largo tiempo en territorio peninsular, concretamente en la Gallaecia hasta que Leovigildo puso fin a su reino, las informaciones que poseemos hacen referencia básicamente a la situación de la Iglesia católica, que parece gozar de una cierta libertad. Los suevos convivieron con la población autóctona, sin que conozcamos bien el grado de compenetración al que llegaron. Hay pocas noticias, salvo las de carácter militar de luchas contra la población y contra tropas imperiales en sus afanes expansionistas, que les llevaron a dominar una buena parte del territorio peninsular y que duraron tanto desde los primeros reyes conocidos, de Hermerico a Remismundo, como, tras un paréntesis de casi cien años, de Cariarico a Audeca. Las fuentes de la época, en especial Hidacio, cuyo relato se extiende hasta el 468, hablan de las frecuentes incursiones y devastaciones contra diversos pueblos de la Gallaecia y la Lusitania, y contra familias nobles y pueblos enteros. Por contra, sus relaciones con los visigodos de Tolosa parecieron estrecharse al convertirse los suevos al arrianismo. De todas formas, esta minoría étnica sí debió llegar a una mayor integración y convivencia con la población autóctona en la segunda mitad del siglo VI, cuando se convirtieron al catolicismo. De hecho, la actividad pastoral de Martín de Braga era propiciada por la monarquía sueva. Igualmente, de las fuentes y de los datos biográficos del propio Martín y sus contactos con algunos personajes como Venancio Fortunato, podemos deducir las relaciones que mantendrían con la Gallia merovingia, a través de la vía marítima del Cantábrico; contacto y vía que posibilitaría, por otra parte, la llegada de una comunidad bretona a tierras galaicas, como lo documenta la constatación de una ecclesia Britonensis, a partir de la fundación de un monasterio. El obispo de dicha diócesis acudió al Concilio de Braga del año 572.
lugar
Localidad palentina situada al noroeste de la provincia, se asienta en una zona de transición entre el llano de Tierra de Campos y la estribación sur de la Cordillera Cantábrica. Alar del Rey está bañada por el río Pisuerga y se encuentra rodeada por diversas Peñas, como la de Amaya, Pico, Mesa o Peña Cortada. Alar del Rey fue fundada en 1657, por voluntad del rey Felipe IV, en el mismo sitio que utilizaron las Monjas Bernardas de San Andrés de Arroyo como señorío. Antes de su fundación, bajo el mandato de Fernando III y sin existir todavía el poblamiento, tanto las aguas del río como los terrenos pertenecieron al Patrimonio Real, siendo otorgadas a las susodichas monjas en concepto de señorío. Los primeros edificios levantados fueron un molino, un batán y una pequeña casa. Con el paso de los siglos Alar incrementó su población y, en el siglo XIX, fue elegida como punto de arranque de una de las primeras líneas férreas del país; era el ferrocarril de Isabel II, conocido posteriormente como el de Alar a Santander.
Personaje Otros
Los datos sobre su biografía son escasos. La primera noticia que se tiene de él data del año 1541, fecha en que inicia su partida hacia las costas de California. Realizó un recorrido desde el mar Bermejo -Golfo de California- hasta la desembocadura del río Colorado. Este itinerario le permitió conocer a fondo la geografía de esta zona para realizar su primera representación de esta península. Cuando regresó a España dejó testimonio de sus descubrimientos hidrográficos y geográficos.