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En 1970, durante unos trabajos de concentración parcelaria, se descubrieron, cerca de la localidad de Fuentespreadas (Zamora) y junto a los restos de una villa tardorromana, los vestigios de una necrópolis de la misma época. Salieron a la luz tres enterramientos, de los que uno contenía una riquísima gama de objetos de carácter funcional colocados junto al cadáver a modo de ajuar funerario. Luis Caballero, a la sazón conservador del Museo Arqueológico Nacional, se desplazó hasta el lugar para realizar la excavación científica de este yacimiento encontrado por casualidad. A él se debe el estudio e interpretación de este hallazgo. Este extraordinario ajuar funerario, reproducido sólo en parte, muestra restos de la vestimenta y armamento del difunto y de los arreos de su caballo. También vemos un conjunto de herramientas para trabajos agrícolas y ganaderos (hacha de leñador, azuela?martillo, hoz, podadera y dos cencerros), así como instrumentos para trabajos múltiples, como el compás y las tijeras, además de otras herramientas para trabajar la madera o el metal (cortafríos, cuchilla de cepillo de carpintero, formón, gubia, cincel, escoplos, barrenos y sacabocados). Dispone también de objetos litúrgicos (pátera y acetre de bronce y botella de vidrio), junto con una fuente, una jarra de cerámica y una botella de vidrio, habituales en los ajuares funerarios típicos del siglo IV d.C.
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La construcción de grandes tumbas colectivas supone la existencia y colaboración de grupos de individuos unidos por vínculos de parentesco suprafamiliar o clánico, aunque sólo algunos de ellos serían enterrados en dichas tumbas. Las tumbas mayores se construyeron próximas al poblado y entre ellas se encuentran las que tenían ajuares con más objetos (ídolos; piezas de silex, como cuchillos y puntas de flecha; piezas de hueso y de cobre, etc.), reflejando una incipiente diferenciación social entre los clanes. Por otra parte, dentro de las tumbas y entre los huesos mezclados y desplazados por los sucesivos enterramientos, existen zonas donde se concentran determinadas ofrendas y donde los restos humanos parecen estar más respetados, indicando la intención de individualizar y respetar a determinados personajes. Una construcción de carácter megalítico, por sus dimensiones, es la tumba 15 de Los Millares, del periodo Calcolítico, donde fueron enterradas cerca de treinta personas. Se trata de una tumba de planta circular construida de forma similar a la 40 del mismo yacimiento, con la salvedad de tres lajas perforadas a modo de puertas en el corredor, al que se abre un pequeño recinto casi circular. El ajuar funerario de la tumba 15 de Los Millares (Almería) lo formaban cuatro betilos de piedra, un hacha de cobre, varios cuencos cerámicos y algunas vasijas decoradas con motivos simbólicos -ojos, soles, animales, figuras bitriangulares...-, entre las que destacan un vaso de varios pies o polípodo y un cuenco.
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La existencia de fuertes lazos de parentesco entre las familias calcolíticas del Sudeste de la Península durante el periodo Calcolítico fundamenta la existencia de tumbas colectivas junto a los poblados. La tumba 40 del Llano de Los Millares es un ejemplo de estos monumentos funerarios, culminación de la secuencia de construcciones megalíticas de la región y signo emblemático de un determinado clan, dentro de una comunidad estructurada en estos grupos de parentesco. Esta tumba consiste en una cámara circular con su largo corredor de acceso. La cámara, de 7 m de diámetro, está construida con 22 bloques de piedra y una cubierta de falsa cúpula, realizada con piedras de mediano tamaño. Las losas que cierran la cúpula en su cúspide son más grandes y están sostenidas por un poste central de madera encajado en el suelo. El corredor de acceso está adintelado y consta de dos recintos: el primero realizado con mampostería y el segundo construido con seis enormes bloques de piedra hincados en el suelo y enlucidos de yeso. Toda la construcción se oculta bajo un túmulo artificial de tierra. En el interior se depositaron 114 enterramientos y numeroso ajuar funerario.
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La práctica, casi común, de la cremación de los difuntos, y los enterramiento con lujosos ajuares en grandes necrópolis, destaca como novedad en este periodo orientalizante de la cultura tartésica. El estudio de esos cementerios permite analizar las características de la sociedad del momento, de la que sólo una determinada parte podía ser enterrada. El estatus social del difunto se plasma en el tipo de tumba y en su ajuar. Uno de las necrópolis mejor conocidas, hoy día, es la de Medellín (Badajoz). El conjunto de piezas, que constituye el ajuar funerario de la tumba 21 de Medellín, está compuesto por una gran urna cineraria del llamado tipo Cruz del Negro, hecha a torno. Tiene cuello recto y cuerpo globular con dos asas, decorado con bandas pintadas en dos colores. En su interior apareció, junto con los huesos quemados, un broche de cinturón con placa y tres garfios realizado en bronce. La urna cineraria se tapa con un pequeño cuenco de cerámica hecho a mano y decorado con pintura blanca y roja y, al exterior, con una estrella de ocho puntas.
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Este ajuar es muestra de la pervivencia del arte villanoviano cuando empiezan a surgir las primeras cerámicas etruscas de decoración geométrica. En ellas podemos observar la evolución de la técnica en los relieves que decoran las vasijas, realizados por medio de un sello que permite repetir el mismo motivo por toda la superficie.
acepcion
En algunas sociedades, son los objetos que la novia recibe antes de casarse. En determinadas sociedades el prestigio de la familia de la novia venía marcado por el valor de la dote.
Personaje
Científico
Cursó la carrera de Medicina, realizando la especialidad de Neumología y Psiquiatría infantil. Su trayectoria laboral y sus trabajos de investigación se desarrollaron en Ginebra. En esta ciudad ejerció la dirección de los Servicios Psiquiátricos de la república, además de detentar la cátedra de Psiquiatría. Ajuriaguerra estudió el contexto relacional durante la infancia. Sus trabajos se centraron en las circunstancias biológicas, psicológicas y sociales del niño, siempre bajo una visión global. En este sentido, destaca la biología y la sociedad como dos elementos determinantes a la hora de comprender la naturaleza del niño y su desarrollo. Por otro lado, la escuela, la familia y la sociedad son otros factores que actúan las relaciones. Todas estas circunstancias se deben tener en cuenta para entender, al margen de las causas biológicas, el análisis de la enfermedad mental dentro de las relaciones. Es autor de obras como "El psicoanálisis hoy", "La escritura del niño" y "Manual de psiquiatría infantil".