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Y, tal como sospechaban los más pesimistas, Wilson fue arrastrado una y otra vez hasta las posiciones que unas veces encabezaban los franceses y otras, los británicos. Cedió en la culpabilización de Alemania; cedió en las indemnizaciones; cedió en el interés anglo-francés de juzgar a Guillermo II, aunque esto no ocurriría. Únicamente se mantuvo firme en su inquebrantable deseo de ver aprobada la constitución de la Sociedad de Naciones. Y para conseguir ese sueño, el presidente norteamericano volvería a medio ceder en las cuestiones territoriales, como la del Sarre, que Francia deseaba anexionarse habida cuenta que ese territorio "tenía un sentimiento pro-francés a finales del siglo XVIII". Este asunto avinagraría las relaciones de Wilson y Clemenceau durante un mes. El norteamericano defendía la autodeterminación de los pueblos, por encima de presuntos sentimientos siglo y medio anteriores. Enfurecido, Clemenceau acusó a Wilson de germanofilia y le aseguró que Francia no firmaría nada sin la cesión del Sarre, a lo que Wilson replicó: - "Es decir, Francia rehúsa actuar con nosotros! En estas condiciones ¿Desea usted que me vaya?" - "¡En absoluto! -replicó el francés ¡El que se va soy yo!". El Sarre, finalmente, quedaría bajo control internacional, pero su carbón sería explotado por Francia. La disputa volvería a surgir cuando se trató de Renania, cuyos territorios de la orilla izquierda del Rin trató Francia de convertirlos en autónomos, desgajándolos de Alemania. Como Wilson no cediera, París se avino a cambio de la desmilitarización en profundidad. Como se observa, Versalles no fue una conferencia de paz, sino un ajuste de viejas cuentas con los vencidos, con los Imperios Centrales. Se desmembró al Imperio austriaco, organizándose el avispero yugoslavo y el conglomerado checoslovaco, que englobaba importantes poblaciones germánicas -los sudetes- que fueron uno de los motivos de la II Guerra Mundial; se desintegró al Imperio Otomano, dejando una guerra en marcha entre Turquía y Grecia; el conflicto endémico de los kurdos; una complicadísima situación entre los pueblos árabes -la guerra entre hachemíes y bahabíes duraría años en Arabia-; se establecieron los mandatos de Oriente Medio, poniéndose los cimientos a los conflictos de Palestina, de Líbano y de Irak, todos bien vigentes. Pero los agravios más profundos se le infligieron a Alemania. Francia recuperaba Alsacia y Lorena, perdidas en su guerra de 1870 con Prusia, pretendía la cesión de la Alta Silesia, explotaba el Sarre y ocupaba Renania. El curso alemán del Rin era desmilitarizado en toda su margen izquierda y en una profundidad de 50 kilómetros en la derecha; Polonia recibía amplios territorios poblados por alemanes y el corredor de Danzig, que dividía Prusia Oriental, creando un sentimiento permanente de irritación y constituyendo un motivo inmediato de la II Guerra Mundial. Alemania debía asumir una falsedad histórica: la responsabilidad única del estallido de la guerra y, por tanto, se haría cargo del pago total de las reparaciones, cifradas en la astronómica cifra de 33.000 millones de dólares; y para que no volviera a tener tentaciones belicistas se desmilitarizaría, reduciendo sus ejércitos a 115.000 hombres, disolviendo su Estado Mayor y destruyendo toda su aviación, su artillería media y pesada, sus blindados y todo buque superior a las 10.000 toneladas; además, debía entregar a los responsables de crímenes de guerra que reclamaran los vencedores. Como el Gobierno de Weimar -la ciudad donde se reunían el Ejecutivo y el Parlamento alemanes ante la inseguridad política de Berlín- se negara a aceptar tales términos, los vencedores amenazaron con reanudar las hostilidades y Alemania no tuvo otra salida que firmar el Tratado, aún conscientes de que se trataba "de una injusticia sin igual", en palabras del ministro de Exteriores, Hermann Müller. Tras este trágala, la ceremonia de la firma se realizó en la Galería de los Espejos de Versalles, el 28 de junio de 1919. Las cláusulas del tratado que cerraba la Gran Guerra entraron en vigor el 10 de enero de 1920; en esa fecha comenzó a gestarse la II Guerra Mundial. El gran periodista Raymond Cartier lamentaba ese final: "La Primera Guerra Mundial, nacida de errores y equívocos, habría debido tener como conclusión una victoria aliada indiscutible, seguida de una paz de reconciliación. Pero se haría lo contrario: de una victoria incompleta, saldría una paz ridículamente rigurosa".
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Extraño destino el del fusil soviético de asalto Kalashnikov, con frecuencia obligado a combatir contra sí mismo, casi como si en el mundo no hubiera otra arma que pudiera aguantar la lucha. Lo hemos podido ver tanto en Afganistán, en manos de los mujahidín, como en los soldados del Ejército Rojo, o en la Guerra del Golfo, en donde los Kalashnikov de las tropas de Sadam se oponían a las de los egipcios aliados en la operación Tormenta del Desierto, por no hablar de la ex Yugoslavia, en donde, en la profusión de armas de que disponen los distintos grupos en la lucha, el Kalashnikov nunca falta. Parece como si el mundo estuviera lleno de Kalashnikov; en buena medida porque, además de la ex Unión Soviética, este arma ha sido (y es) fabricada por muchos países: China, Hungría, Corea, el norte de Egipto#Se calcula que la producción global de este arma ha alcanzado ya la cota de cincuenta millones de piezas; es algo así como decir que si pusiéramos un Kalashnikov en fila, uno detrás de otro, alcanzaríamos la increíble distancia de 40.000 kilómetros, es decir, la medida de la circunferencia de nuestro planeta. La historia del Kalashnikov nace con un cartucho. Durante la II Guerra Mundial, los soldados de los diversos frentes tenían en dotación fundamentalmente dos tipos de armas ligeras: un clásico fusil de obturador de corredera giratoria con armamento manual de un sólo disparo, y un mosquetón automático, es decir, un mitra. El primero disparaba un cartucho largo y potente con un alcance eficaz de casi mil metros; el segundo disparaba un cartucho de pistola, como por ejemplo el calibre 9 milímetros Parabellum en el caso de los mitra alemanes MP 40, o bien de calibre 7,62 Tokarev en los PPSh 41 soviéticos, cartuchos cuyo alcance eficaz (sobre todo en cuestión de precisión) no puede ir más allá de los cien metros, especialmente disparando con ráfaga. Los alemanes, considerando que los combates en los campos de batalla durante la Segunda Guerra Mundial se desarrollaban casi esencialmente a 300-400 metros, comprendieron que ningún cartucho de los que se usaban en aquel momento se adaptaba verdaderamente a la mayor parte de los combates: el del fusil era demasiado potente para ser utilizado en un arma ligera de ráfaga, mientras que la del mitra podía ir bien sólo para los encuentros a corta distancia, a unos 100 metros más o menos. Se necesitaba un cartucho intermedio: ligero, como el del mitra, pero preciso y potente como el del fusil. Los alemanes se pusieron a trabajar a partir de esta hipótesis, poniendo a punto el cartucho calibre 7,92 x 33, o bien el famoso Kurz Patrone 43, que consideraba el calibre 7,92 mm de los cartuchos de fusil aunque tenía un casquillo largo de apenas 33 milímetros, frente a los 57 mm del cartucho del Mauser de ordenanza. A partir de este cartucho, nació el Stg.44, que puede considerarse el progenitor de todos los fusiles de asalto, arma cuya eficacia mortífera experimentaron con frecuencia los soviéticos en su propia piel durante el final de la guerra. Terminado el conflicto, los soviéticos no perdieron tiempo para poner en práctica las lecciones de los alemanes y ya en 1946, gracias a la obra de Mikhail Timofeyevic Kalashnikov (nacido en 1919) tenían sobre el papel el proyecto de un arma de asalto que el año siguiente sería adoptada como Avtomat Kalashnikov 1947 g, destinada a convertirse en un arma famosa en cualquier rincón perdido del mundo, conocida como AK 47. Obviamente, dicha arma tenía un cartucho intermedio: el 7,62 x 39, que podemos considerar una versión derivada del cartucho de las pistolas y de los mitra soviéticos, el 7,62 Tokarev, con casquillo de 25 mm a 39 mm de largo. El año de adopción, el 1947, podría hacer pensar en un proyecto relámpago, sin embargo, el desarrollo del AK 47 fue largo y atormentado, tanto que las primeras armas comenzaron a ser distribuidas en grandes cantidades sólo diez años después, hacia 1956. Los problemas que tuvo el AK 47 no fueron por culpa del proyecto, sino por la realización práctica: en efecto, para rebajar drásticamente los costes de producción se necesitaba recurrir al uso de láminas impresas; sin embargo, al final de la guerra, este tipo de tecnología apenas la conocían los soviéticos, por lo que los primeros Kalashnikov se desmontaban literalmente durante su utilización debido a que cedían los ribetes que unían las ligeras láminas estampadas con las más gruesas hechas con las máquinas tradicionales. Se tuvo que volver al sistema de ejecución tradicional (piezas forjadas y uso del torno y fresadoras para la elaboración), lo que incidió notablemente sobre los costes de producción y prolongó sobremanera los tiempos de fabricación. Sólo hacia finales de los años Cincuenta, los soviéticos consiguieron realizar el Kalashnikov con tronco no tramado, sino de láminas estampadas, Así nació el AKM (modernos Zirovannyi Avtomat Kalashnikov), mucho más ligero (3,1 kg frente a los 4,3 kg del AK 47) y mucho menos costoso. El hecho de pesar menos le hace echarse más hacia arriba durante el tiro con ráfaga, lo que significa una mayor dispersión de disparos. Para obviar al menos en parte este inconveniente, en el AKM se ha montado en la parte alta del arma un característico freno de boca (cortado a modo de "loncha de salami"), lo que le hace inmediatamente reconocible en relación con el AK 47. Por supuesto que ésta no es la única diferencia entre el AK 47 y el AKM, pero se trata de variantes de detalle, como la enervadura de refuerzo de la cubierta del armazón, la terminación por fosfatación en vez de por barniz, el calzado más económico y ligero de madera laminada en vez de madera de haya; mientras, se ha conservado el cromado grueso de la recámara y del cañón, solución que garantiza la larga duración del arma, cuyo funcionamiento impecable y su gran fiabilidad en cualquier condición de uso se deben no sólo a la bondad del proyecto, sino también a la elevada calidad de su elaboración mecánica, a los materiales que utiliza, a la escasa tolerancia y al preciso ensamblaje de las distintas piezas, como lo demuestra el hecho de que en cada particular desmontable manualmente figura el número de matrícula, precisamente para evitar que (en condiciones operativas normales) se cambien piezas de un arma con otra. No pasa un día sin que los periódicos y la televisión no lleven a los hogares imágenes de guerra en las que el Kalashnikov sea el protagonista. En muchos casos se puede observar que dichas armas tienen el cargador coloreado de rojo ladrillo en vez del habitual color negro. Es el signo distintivo más vistoso de la tercera generación de esta arma, es decir, el AK 74, que se distingue del AKM también por otros dos detalles: un gran mecanismo de compensación colocado en la boca del cañón y una canalización en la base que sirve para distinguir a golpe de vista el arma, incluso aunque no tenga el cargador rojo. Una elección hecha seguramente pensando en los campos de batalla de la guerrilla en donde se pueden encontrar perfectamente hombro a hombro dos combatientes empuñando un AKM y un AK 74 cuyos cargadores no son intercambiables. En efecto, entre las dos armas, la diferencia fundamental se encuentra en el cartucho: el AK 74 lleva un calibre muy pequeño, apenas 5,45 mm de diámetro (el 5,45 x 39), e incluso menor que el 5,56 mm del cartucho NATO, el que, entre otros, dispara el conocidísimo M 16 americano. Gracias al eficaz freno de boca y al particular calibre, el AK 74 tiene un retroceso y un levantamiento verdaderamente insignificante, lo que le hace fácilmente utilizable incluso por tropas poco adiestradas; de cualquier modo, reduce los tiempos y costes de adiestramiento, elementos nada despreciables para los movimientos guerrilleros. El Kalashnikov, incluso bajo este último revestimiento, se revela una vez más el "instrumento de trabajo" ideal para los terroristas, grupos de evasión, revolucionarios, partisanos y para quien tiene dinero para tenerlo. Bajo el aspecto de un arma de ordenanza del ejército, no es ciertamente superior a los modernos fusiles de asalto occidentales; sólo en un punto el Kalashnikov es de verdad insuperable: el coste de producción, lo que no es nada despreciable.
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La obra del edificio se llevó a cabo por Theophil Hansen entre los años 1872-76 siguiendo las pautas de un Renacimiento italiano muy tardío. De su arquitectura destacan los resaltos en las esquinas y la entrada principal con unas hornacinas que contienen unas espléndidas terracotas, copias de esculturas clásicas. Tampoco nos podemos olvidar de los fondos pictóricos que contiene, como una importante colección de obras flamencas, italianas, españolas y alemanas. Pero la obra por excelencia es La caída de los Titanes, de Feuerbach.
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Aunque el diseño inicial del Agaki respondía a un crucero pesado que superaba las 40.000 toneladas, el Tratado Naval de Washington, firmado en 1922, provocó cambios radicales en su estructura. El motivo es que este acuerdo significaba un recorte en el programa naval de Japón. El primer prototipo se concibió para transportar 60 aviones, pero se transformó para que portara aviones más pesados y cañones más ligeros. Una vez construido, el modelo definitivo disponía de tres cubiertas de vuelo a proa, y dos chimeneas. A diferencia de otros barcos, este portaaviones carecía de puente de mando. Hacia 1935 de las tres cubiertas anteriormente mencionadas se eliminan las dos inferiores y se prolonga la cubierta superior hasta alcanzar la proa. Otra de las novedades fue la incorporación del puente de mando que se ubicó a babor. Participó en Pearl Harbour al mando de los portaviones japoneses. En 1941, siete meses más tarde de este acontecimiento, fue alcanzado en la batalla de Midway por un bombardero estadounidense.
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Cordón normalmente negro con el que los árabes sujetan la kafía.
termino
acepcion
Término veda que alude al espacio etéreo.
termino
acepcion
Linga formado por el espacio etéreo, según la tradición hindú.