Busqueda de contenidos

obra
Zurbarán pintó en la última fase de su obra una serie de lienzos dedicados a María durante su infancia y en su vida familiar. Dentro de este grupo de cuadros, encargados todos por clientes particulares, encontramos esta Virgen Niña en éxtasis. Es muy similar a otras del mismo tema, y además coincide con ellas en las ropas, e incluso en los motivos bordados que adornan su blusa. La niña aparece rezando, tras haber interrumpido su labor femenina, con el rostro absorto y enmarcado por una aureola de angelitos mofletudos. A sus pies están esparcidas diversas florecillas de colores, que además de adornar la imagen, simbolizan las virtudes de la futura madre: flores azules que indican fidelidad, flores amarillas que significan la inteligencia y la madurez, rosas para el amor, azucenas blancas por su virginidad... Estos objetos que la rodean son detalles de naturalezas muertas, que de ser pintadas aisladamente podrían formar bodegones de gran calidad. El lienzo aparece enmarcado en un cortinaje rojo, que evoca la cortina del templo, constituyendo una especie de altar campesino.
obra
Esta Virgen niña se cree que es el modelo original que Zurbarán copia posteriormente para su Virgen niña de Granada. Se trata de una recreación de la Pasión de Cristo, acentuado su dramatismo por estar interpretada por una niña. Muestra la infancia de María, hacendosa y dedicada a las labores propias de su sexo en aquella época. Sin embargo, ha abandonado el bordado para cruzar sus manos en oración y mirar cavilosa al cielo. Tradicionalmente se considera que piensa en la muerte de Cristo, y por ello se identifica el paño blanco que cose con el futuro sudario de su hijo. Este tema se realizaba en pareja con el del Niño Jesús y la corona de espinas, temas elaborados por los cartujos y muy aptos para meditar devotamente ante ellos.
obra
Esta imagen de devoción particular está realizada hacia 1660, última época del pintor. Estaba encargada por un cliente particular, lo que explicaría lo reducido del formato y la rapidez de la ejecución, que sin embargo es indudablemente de mano de Zurbarán, sin intervención de taller. Esta Virgen niña copia literalmente a la Virgen del Ermitage de Leningrado. Zurbarán tenía varios modelos estereotipados que, especialmente en esta última época, se limita a repetir para sus diversos clientes.
obra
La tabla representa a la Virgen y el Niño rodeada de ángeles cantores. Aun sus reducidas dimensiones, la obra guarda cierto parecido en el grupo central con la Virgen del Retablo de Fiesole, en unos años anterior. Se presenta a la Madre de Dios en actitud sedente sobre una escalinata, cuyas graderías de mármol están ampliamente matizadas por el veteado de diversos colores, donde se sitúa el trono de clara ascendencia gótica, pero con un desarrollo estructural excepcional, es decir, de carácter y proporciones claramente arquitectónicas. La túnica de la Virgen tiene unos pliegues muy pronunciados que enfatizan la sensación de materialidad y consistencia corpórea de la figura. En sus rodillas se sitúa Jesús, semidesnudo y con la anatomía mórbida y sin formar de un niño de corta edad. Rodeando la imagen compositiva principal se presenta todo un séquito de ángeles ricamente coloreados y orlados con aureolas doradas que amplifican el efecto monumental del trono, haciendo más evidente la estructura circular de la escena. Ángeles y Virgen están tratados con iguales proporciones, algo poco habitual en composiciones de este tipo. La espacialidad conseguida desde los escalones hasta la distribución de los ángeles y la gesticulación de alguno de ellos, que tuerce la cabeza hacia delante, queda atenuada por el fondo de oro con el que se remata la obra, para dejar ejemplificado el ámbito celestial donde se sitúa la escena. Pero, aún así, esta práctica más perteneciente a formulaciones del gótico que al primer renacimiento, potencia en gran medida la monumentalidad arquitectónica del trono, que parece avalanzarse hacia el primer plano de la imagen, a la vez que produce la sensación de elevarse, de ascender de una manera desproporcionada. La Virgen parece desviar su mirada hacia un punto fuera del campo de la composición, cosa que queda patente con la línea roja del trono que une su ángulo de visión con las miradas de los ángeles de la zona más alta, pero, evidentemente, con recorrido contrario.
obra
Hacia 1497 Mantegna recibe un encargo del monasterio de Santa María in Organo de Verona a través de la mediación de Fra Giovanni da Verona, miniaturista, entallador, arquitecto y escultor. La obra es una "Sagrada Conversación" protagonizada por la Virgen con el Niño y varios santos: san Jerónimo -portando la maqueta del edificio del monasterio en su mano izquierda, renovado por Fra Giovanni-, san Benito -fundador de la Orden a la que pertenecían los monjes-, san Gregorio Magno y san Juan Bautista, presentes para recordar a los fieles la necesidad de leer el Evangelio. El programa iconográfico fue diseñado por los clientes, aconsejando al maestro que incluyera en la zona baja un ángel tocando el órgano como referencia a la iglesia. Las figuras se ubican entre árboles con ricos frutos, alusión al perdido Paraíso que se recuperará tras la salvación eterna si se forma parte de los bienaventurados. Mantegna ha empleado una composición piramidal, tomando un punto de vista bajo con el que refuerza la grandiosidad de las figuras, especialmente los dos santos de las esquinas que parecen integrarse en el espacio del espectador. La disposición de los personajes en diagonal viene determinada para llevar al espectador hacia María y el Niño, rodeados de querubines formando una mandorla. El Niño Jesús bendice con su mano derecha y porta un collar de coral empleado en aquellos momentos para alejar los malos presagios de los recién nacidos. La iluminación, el colorido y la perspectiva hacen de esta obra uno de los hitos en los últimos años de Mantegna.
obra
Para la capilla de la familia Vecellio en la iglesia de su villa natal, Piove di Cadore, pintó Tiziano un lienzo protagonizado por la Virgen con el Niño, San Tiziano, San Andrés y el propio artista en el fondo. Se trata de una curiosa Sagrada Conversación ya que incorpora la iconografía de la Virgen de la Leche, al estar María amamantando al Niño. La intensa iluminación empleada crea fuertes contrastes de luz y sombra, aportando el maestro mayor dinamismo al conjunto. Los colores son cada vez más limitados, aplicados de manera rápida y empastada, creando un efecto atmosférico que será admirado posteriormente por Rembranbdt y Rubens en el Barroco.El mal estado de conservación y los diversos repintes que presenta la tela disminuyen la calidad del lienzo, apoyando algunos especialistas la hipótesis de que su hijo Orazio concluiría la composición.