Esta imagen de Bellini se encuentra muy influida por la pintura de su cuñado, Andrea Mantegna. Al igual que Mantegna pasó por una "fase Bellini", el veneciano se hace eco de la monumentalidad pétrea de su pariente, con una imagen que se aleja de la popular calidez y belleza del resto de su obra. La imagen que presenta parece protagonizada por estatuas de sólida presencia; las expresiones de todos los personajes son serenas, absortas, sin relación entre sí. La luz con que están bañados es blanca, casi azulada, muy fría y homogénea, lo que aporta claridad a la escena y evita contrastes de luz y sombra que puedan introducir dramatismo en ella.
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Clásica composición piramidal con la Virgen María, el Niño Jesús y el joven San Juan Bautista.
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El estilo de Antonio Arias es uno de los más personales de su generación, evocando en parte a Maino. Sus figuras son escultóricas, bien definidas, como podemos apreciar en esta Virgen con Niño de gran atractivo. La escena se desarrolla en un interior como nos sugiere la columna y el cortinaje del fondo, sobre el que se recorta la solemne figura de María, no exenta de naturalidad e intimismo. El cesto con la labor que encontramos en primer plano es una muestra clara de la pintura naturalista que triunfó en España durante las primeras décadas del siglo XVII. Al fondo encontramos un paisaje de atardecer, realizado para otorgar profundidad al conjunto. Las figuras se presentan en primer plano, ocupando el mayor espacio posible de lienzo, destacando el claro e intenso colorido y la dureza de los plegados de las telas, quizá inspiradas en Durero o incluso en Zurbarán.
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La Virgen con Niño es una de las imágenes características de la pintura flamenca. Es muy habitual que las bellas figuras se sitúen en el interior de una iglesia o en una hornacina, simulando ser una estatua, como en este caso. María viste de rojo, cubriéndose con un lienzo de color blanco que asoma bajo el manto. El Niño lleva una camisa blanca larga y está sentado en el regazo de su madre, en posición inestable; parece arrugar las hojas del libro que está leyendo la Virgen, que observa la acción cariñosamente. Sobre la cabeza de María se sitúa un ángel que sostiene una corona labrada en orfebrería. El dramatismo que caracteriza otras escenas de Rogier Van Der Weyden -como la Piedad o el Descendimiento de Cristo- ha dado aquí paso a una ternura y una gracia que también son particulares del maestro, demostrando su capacidad para transmitir los sentimientos. El realismo de las figuras, el vibrante colorido y la delicadeza de los detalles caracterizan esta espectacular imagen, situada en un lugar irreal -una hornacina rematada con tracería gótica que avanza en una peana donde se sitúa parte de la figura- muy del gusto de la época.
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En van Orley, su interés por la arquitectura clasicista -tomada de los Manieristas de Amberes- como elemento figurativo de composición y, al tiempo, continente de las escenas, le lleva a importantes reflexiones sobre el espacio pictórico como tridimensionalidad que, en obras como la Virgen con el Niño, está referida también a las figuras y su disposición precisa y adecuada en dicho espacio, guardando entre sí las distancias apropiadas y puestas a la requerida profundidad.
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El hecho de usar composiciones de otros pintores para imitarlas o interpretarlas en sus propios cuadros era una costumbre frecuente entre los pintores españoles. Cano, como los demás, recurrió a las invenciones de artistas anteriores para evolucionar en su propio estilo. Tal sería el caso de la Virgen con el Niño que podemos ver ahora. La joven madre copia una Madonna pintada por Durero, a quien sigue en la dulzura y belleza con que plasma a María. El pequeño parece resplandecer por sí mismo e iluminar el rostro de su madre. Este recurso era muy habitual durante el Barroco, tras haberse ensayado en el Manierismo. La escena es de excepcional maestría, ejecutada con sabia delicadeza que puede apreciarse en la hermosura de las figuras y en las elegantes gamas de color. Contrariamente a lo habitual, Cano sitúa la imagen en un exterior nocturno, aprovechando las estrellas de la noche para coronar la cabeza de María.