El grupo más importante y completo de thóloi se encuentra en Micenas. Su estudio ha permitido fijar las etapas de la evolución tipológica y de las técnicas de construcción. De todos ellos, el más completo e impresionante es el llamado Tesoro de Atreo, pues ya en la Antigüedad se podía visitar y era interpretado como lugar de almacenamiento de las riquezas de los príncipes. La visita de este colosal complejo sigue siendo hoy día uno de los momentos culminantes en un viaje a Micenas, a pesar de su desnudez, por estar desprovisto de todos los elementos que decoraban su fachada y el interior de la cámara. El dromos es extremadamente largo, unos 36 m por 6 m de ancho. En el punto de encuentro del dromos con la fachada, los muros del corredor alcanzan los 14 m de altura. El vano de la puerta, de forma trapezoidal, es también enorme: 5,4 x 2,6 m y da acceso al stomion o pasillo interior, cubierto por dos enormes dinteles de piedra, de 1 m de espesor y un peso aproximado de 120 toneladas el mayor de ellos. El bloque interior, de 8 x 5 m, presenta su cara lateral tallada siguiendo el contorno circular de la cámara; ésta se compone de 33 hiladas de piedra hasta alcanzar unos 14 m de altura, la misma dimensión de su diámetro. En un lado de la cámara se abre una portezuela que da a una reducida habitación excavada en la roca, la cámara sepulcral propiamente dicha. Por encima de la cúpula, varias capas de arcilla apisonada impermeabilizan el conjunto, encima de éste se amontonó tierra hasta formar un montículo de unos 18 m de altura.
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El llamado Tesoro de Atreo en Micenas es el ejemplo más sobresaliente de las tumbas de cámara o de tholos. Estaría construida aproximadamente en los años 1250-1220 a.C. y ya en la Antigüedad se podía visitar, interpretándose como un lugar de almacenamiento de las riquezas de los príncipes. Cuando fue descubierta por Schliemann, entre 1874-76, el arqueólogo consideró que se trataba de la tumba de Agamenón. A la cámara sepulcral se accede por un corredor llamado dromos, a cielo abierto y de trazado horizontal, bordeado por altos muros de piedras bien labradas. El dromos del Tesoro de Atreo mide 36 metros de largo por 6 de ancho, alcanzando sus paredes laterales los 14 metros de altura. El dromos conduce a una gran puerta, de forma trapezoidal, con 5x4 metros de alto y 2x6 de ancho. Sobre ella se encuentra un arco triangular de descarga formado por bloques dispuestos en saledizo. La puerta permite entrar en el pasillo interior o stomion, cubierto con dos dinteles de piedra de un metro de espesor. La cámara sepulcral se halla excavada en la roca, recubiertos sus muros por hiladas de piedra que van estrechando el diámetro interior hasta cerrarse en lo alto para formar la llamada falsa cúpula. Tiene una altura de 14 metros, casi la misma dimensión del diámetro. En un lado de la cámara se abre una portezuela que da a una reducida habitación excavada en la roca, la cámara sepulcral propiamente dicha.
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El dromos o corredor del Tesoro de Atreo, de 36 m de longitud, lleva al interior de la cámara, una falsa cúpula de unos 14 m de diámetro y otros tantos de altura. La decoración de la cúpula consistía en una serie de rosetas de bronce clavadas, imitando el cielo tachonado de estrellas. La fachada exterior de la entrada conservaba aún restos de su decoración, retirados ya en el siglo XIX y guardados en el Museo Nacional de Atenas y en el Museo Británico. Consistía en dos enormes semicolumnas con relieves en el fuste, de piedra roja y verde, además de placas labradas con toros y motivos geométricos, utilizadas para ocultar el triángulo de descarga sobre el dintel. El vano de la entrada se cerraba con grandes puertas de madera forradas con planchas de bronce, de las que nada ha quedado salvo huellas de sus goznes y fallebas. El conjunto fue recubierto por una colina artificial.
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El grupo más importante y completo de thóloi se encuentra en Micenas. Su estudio ha permitido fijar las etapas de la evolución tipológica y de las técnicas de construcción. De todos ellos, el más completo e impresionante es el llamado Tesoro de Atreo, pues ya en la Antigüedad se podía visitar y era interpretado como lugar de almacenamiento de las riquezas de los príncipes. La visita de este colosal complejo sigue siendo hoy día uno de los momentos culminantes en un viaje a Micenas, a pesar de su desnudez, por estar desprovisto de todos los elementos que decoraban su fachada y el interior de la cámara. El dromos es extremadamente largo, unos 36 m por 6 m de ancho. En el punto de encuentro del dromos con la fachada, los muros del corredor alcanzan los 14 m de altura. El vano de la puerta, de forma trapezoidal, es también enorme: 5,4 x 2,6 m y da acceso al stomion o pasillo interior, cubierto por dos enormes dinteles de piedra, de 1 m de espesor y un peso aproximado de 120 toneladas el mayor de ellos. El bloque interior, de 8 x 5 m, presenta su cara lateral tallada siguiendo el contorno circular de la cámara; ésta se compone de 33 hiladas de piedra hasta alcanzar unos 14 m de altura, la misma dimensión de su diámetro. En un lado de la cámara se abre una portezuela que da a una reducida habitación excavada en la roca, la cámara sepulcral propiamente dicha. Por encima de la cúpula, varias capas de arcilla apisonada impermeabilizan el conjunto, encima de éste se amontonó tierra hasta formar un montículo de unos 18 m de altura.
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Estas joyas de oro forman parte del Tesoro de Bentarique (Almería), compuesto en total por dos ajorcas o brazaletes repujados, un collar de filigrana y nueve collares de aljófares con un medallón de oro. Completaban el lote dos brazaletes de plata y un collar de piedras de colores. Las ajorcas o brazaletes, de gran volumen, no son de oro macizo: están formadas por dos láminas que envuelven un núcleo de pasta ligera. De igual modo, en el collar grande se consigue dar, gracias a la filigrana, un cierto volumen y efectos preciosistas con poco material. Este Tesoro fue hallado en Bentarique, localidad de la Alpujarra almeriense, en el año 1896, y se compró para el Museo Arqueológico Nacional por 35.000 pesetas en 1922. Se trata de la clásica ocultación de bienes preciosos realizada por sus propietarios ante la existencia de una amenaza inminente, quizás, en este caso, el avance cristiano hacia Granada en las vísperas del año 1492. Las piezas estaban escondidas en una vasija de cerámica.
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El conjunto de piezas de Bodonal de la Sierra (Badajoz), perteneciente al Bronce Final, esta formado por fragmentos de torques de extremos ensanchados, similares a los del área irlandesa, y lingotes de oro en forma de brazaletes. Aparecieron como material de deshecho dentro de un vaso cerámico. Se interpreta como el conjunto de piezas que un orfebre iba a fundir hacia el siglo XII a.C.
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La conversión de Recaredo al catolicismo, y con ella la del todo el pueblo godo, inauguró una nueva relación entre la monarquía visigoda y la iglesia católica. A partir de ese momento, ésta ejercería la dirección espiritual del reino, marcando las normas de conducta a los reyes, y éstos se beneficiarían del carácter sagrado que la costumbre de la unción y la consagración les confería. Los reyes visigodos participaron de la tradición imperial, vigente desde Constantino, de ofrecer coronas votivas a las iglesias. Compartían así las mismas prácticas religiosas que los demás creyentes católicos, pero las ofrendas de los poderosos eran más ricas y lujosas, como correspondía al estatus del oferente. Las coronas y cruces, ofrecidas como exvotos por los reyes y nobles visigodos, probablemente se colgarían cerca del altar y servirían también para recordar a los creyentes el vínculo entre la monarquía, simbolizada por la corona, y la divinidad, representada por la cruz y el altar, legitimándose así el poder terrenal encarnado por el rey y su corte.
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El tesoro de Guarrazar se descubrió en el siglo XIX cerca de esta localidad toledana, en un escondrijo de la cámara lateral de una iglesia de crucero; se dispersó en el comercio de antigüedades, de forma que algunas de sus mejores joyas estuvieron casi un siglo en París, hasta la recuperación para el Museo Arqueológico Nacional en el intercambio realizado con Francia en 1941; otra parte pasó a la Armería Real por adquisición de Isabel II, donde sufrió expolios en 1921 y 1936, y ahora se conserva en el Palacio de Oriente. La parte fundamental del tesoro son las coronas votivas y las cruces; estas coronas se colgaban sobre los altares, de acuerdo con una costumbre bizantina que sabemos siguieron los emperadores Justiniano y Mauricio y la emperatriz Irene, en Santa Sofía de Constantinopla. La técnica de fabricación de las coronas votivas es muy variada, aunque el aspecto final resulte semejante. Las más sencillas están formadas por dos láminas de oro curvadas y unidas por una bisagra, con decoración repujada de roleos vegetales o círculos con rosetas, o con triángulos calados. En otros casos, las incisiones y grabados se combinan con cápsulas para contener gemas de diversas formas, y siempre hay filas de perlas o pedrería colgante en el borde inferior. Otro tipo de coronas tiene forma de enrejado con barrotes huecos que se empalman mediante cápsulas con piedras preciosas. La suspensión de estas coronas es mediante cadenas que se unen en una macolla de dos azucenas, y se complementan con cruces que colgarían más bajas en el centro. Los tipos de cruces son semejantes: de láminas recortadas con repujados o rótulos de los dedicantes, o de chapas sobre las que van soldadas las celdillas en las que se engastan las piedras.