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La Adoración de los Magos que contemplamos es uno de los últimos trabajos de Mantegna, dentro de esas imágenes de devoción en las que el espacio ha sido reducido al mínimo para no desviar la atención del espectador, eliminado cualquier elemento anecdótico. La Virgen, el Niño, san José y los tres Magos se acercan al espectador para que podamos apreciar sus rostros y los recipientes donde los reyes llevan sus presentes. Las figuras gozan de la monumentalidad escultórica que caracteriza toda la producción del maestro, resaltada por la iluminación y el colorido empleado, donde apreciamos una estrecha relación con la Escuela veneciana representada por Giovanni Bellini. La composición se organiza a través de una diagonal formada por las cabezas de María, el Niño y el rey de primer término, hacia la que se dirigen todas las miradas de los personajes para aumentar la cohesión del conjunto. La minuciosidad de los pliegues y los rostros de los Magos hacen pensar en una ligera influencia de la pintura flamenca que estaba llegando a Italia gracias a las excelentes relaciones comerciales entre ambos países.
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Esta Adoración de los Reyes de la predela del Tabernáculo de los lineros, queda flanqueada por dos escenas alusivas al santo patrón de la cofradía de los comerciantes, San Marcos. Las tres tablas guardan unas proporciones similares, pero sobre todo, extreman la disposición de las masas de color y la utilización de una paleta absolutamente idéntica. En la Adoración de los Magos vuelven a predominar los colores suavemente matizados de las túnicas de los protagonistas, el suelo terroso y las arquitecturas en ocres y rosas. En esta imagen el maestro vuelve a retomar una composición circular, como en la tabla compañera de el Sermón de San Pedro en presencia de San Marcos de la parte izquierda. Los personajes se distribuyen en círculo a lo largo del paisaje abierto que les sirve de escenario. Cada uno de los tres reyes se presenta en una acción distinta, como si fuera una misma secuencia que se viviera separada en el tiempo. Así, en el centro, un rey sostiene su regalo y espera su turno; otro, apoyando de manera naturalista una mano en el suelo, presenta sus respetos al Salvador, en el regazo de su madre, y le ofrece su presente, mientras detrás, el último felicita amistosamente a José, a quien coge la mano. A su lado, más al centro, tres hombres conversan, de los cuales uno señala a lo lejos la estrella. Siguiendo la escena más abajo, ya en el extremo izquierdo, la composición se cierra con el séquito de caballos, camellos y pajes de los Reyes. Lógicamente, es el grupo de hombres antedicho, que se presentan formando un círculo que luego se amplifica, el comienzo de la composición. De esta manera, Fra Angelico ha logrado unificar en una misma escena diferentes secuencias de un mismo suceso que transcurre en el tiempo.
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La Adoración de los Reyes Magos es uno de los cuadros más conocidos y perfectos de su autor. En él se resumen todas sus teorías acerca de la representación del espacio arquitectónico en relación con la figura humana. Habría que relacionarlo con ciertos grabados sobre la Natividad o la Adoración que repiten la misma estructura.
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Entre 1500 y 1503 Leonardo estuvo en varias ocasiones en Venecia donde su forma de trabajar será admirada por los jóvenes artistas, entre ellos Giorgione quien considerará al maestro florentino como una de sus referencias más importantes. El "sfumato" leonardesco y los perfiles suaves determinarán desde ese momento la pintura del maestro de Castelfranco. En esta obra que contemplamos se manifiesta cierta sensación atmosférica, creando gracias a la iluminación empleada dos zonas remarcadas con el muro de ladrillos. En la zona de la izquierda, envuelta en una placentera penumbra, encontramos a la Sagrada Familia -con San José ligeramente desproporcionado respecto a la Virgen- mientras que la zona de la derecha está iluminada por un potente foco que ayuda a resaltar las brillantes tonalidades de los ropajes, tanto de los magos como de los pajes. A diferencia de otros trabajos como la Adoración de los pastores o Los tres filósofos, el fondo de paisaje se ve cerrado por la disposición de los caballos, que impiden el desarrollo en profundidad y reducen el espacio pictórico, disponiendo las figuras en un plano más cercano al espectador. En este aspecto, Giorgione se manifiesta aún algo primitivo, recordando a las obras del Quattrocento.
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Este excelente retablo que se conserva en su marco original está firmado y fechado por Gentile da Fabriano en 1423, concretamente en la moldura superior a la predela. El tema de la Adoración de los Magos será muy frecuente en la pintura europea, tratándose de múltiples formas; Gentile ofrece en primer plano el momento de la entrega de los presentes por parte de los reyes acompañados de su numeroso séquito, apelotonado en la zona derecha de la composición donde observamos una sensación de agobio espacial digna del Gótico Internacional. Sin embargo, en la zona de la izquierda se encuentra la Sagrada familia ante una pequeña edificación -quizá gracias a la relación con Masaccio y Masolino se haya preocupado el maestro de aportar elementos arquitectónicos para crear la sensación espacial- acompañada de dos mujeres vestidas con elegantes ropajes y el buey y la mula tras el pesebre. El dorado aún abunda en las coronas, vestidos o herrajes al igual que hará Fra Angelico. Al fondo encontramos la procesión de los Magos hacia la ciudad de Belén, en el último plano, una nueva referencia a la perspectiva que hace que la pintura de Fabriano se acerque al Quattrocento. Su formación sienesa y lombarda, en las Escuelas de Simone Martini y Giotto, le convertirán en un artista polifacético cuyas obras serán muy demandadas en todas las cortes de Italia.
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La predela del retablo de los Oddi está constituida por tres escenas dedicadas a la Virgen: la Anunciación, la Adoración de los Magos y la Presentación en el Templo mientras que la tabla central recoge la Coronación de la Virgen. El arcaísmo de esa escena central se ve superado por las imágenes de la predela donde apreciamos un mayor conocimiento de la pintura florentina, especialmente Masaccio y Botticelli. Esta Adoración que contemplamos se llena de personajes - algo extraño en la pintura de Sanzio más acostumbrado a dos o tres figuras - en sintonía con las escenas habituales en la capital de la Toscana donde se celebraban suntuosas procesiones que festejaban este momento de la vida de Cristo. La escena se desarrolla al aire libre, situándose los divinos padres bajo las ruinas de un portal recibiendo la adoración de los Magos, ataviados con exóticos trajes en sintonía con sus cortes. Algunas figuras se presentan de espaldas y otras arrodilladas, creando una buena dosis de dinamismo y vitalidad al conjunto. Los árboles son característicos de la escuela umbra al igual que el rico y brillante colorido que caracteriza las escenas de Pinturicchio y Perugino.
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Casi con total seguridad este lienzo fue realizado por Ribera para el duque de Medina de las Torres, Virrey de Nápoles entre 1637 y 1644. La obra fue regalada al rey Felipe IV junto al Jacob y el rebaño de Labán. Ribera nos presenta una abigarrada composición llena de figuras que preside la Virgen con el Niño en brazos, situada en el centro de la escena y recibiendo un potente foco de luz. A su alrededor y en diferentes posturas encontramos a los pastores que adoran al Niño: un anciano arrodillado de espaldas y a su lado una anciana que ofrece una cesta con pollos mientras en la zona de la izquierda observamos a un pastor ofreciendo su cordero mientras otro toca música con una gaita y un tercero se acerca acompañado de un burro. San José observa la escena en la esquina derecha y la parte superior es ocupada por un grupo de angelitos que también acuden a contemplar el evento. Las figuras están realizadas con absoluto naturalismo, tomando modelos populares para aportar cotidianeidad a la escena. Sólo en la Virgen y el Niño podemos encontrar cierta idealización, quizá reforzada por la brillantez de sus paños. La iluminación empleada es heredera del tenebrismo de Caravaggio aunque se trata de una luz más dorada que crea cierta sensación espacial al permitir contemplar a las figuras del segundo plano. La manera de representar las calidades de las cosas, con absoluto detalle, será una característica que define la obra de Ribera, a pesar de que en algunas zonas la pincelada es más vibrante, rápida y empastada, creando cierto efecto atmosférico inspirado en la escuela veneciana. El resultado es una obra de gran belleza que tendrá continuidad en algunas imágenes de Murillo.
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Debido al mal estado de conservación, los especialistas ofrecen algunas dudas sobre la autoría de este trabajo. Bien es cierto que las zonas mejor conservadas presentan elementos identificables con la obra de Ribera pero la documentación que existe sobre él es algo contradictoria. Podría tratarse de un lienzo con similares medidas inventariado a la muerte de Carlos II pero no existen pruebas documentales que avalen tal hipótesis. El autor ha situado a la Virgen y al Niño en el centro de la composición mientras que los pastores realizan su adoración dispuestos a ambos lados, formando un círculo. Todos ellos están elaborados de modo naturalista, resaltando los gestos, actitudes y expresiones tomados de modelos populares. También San José responde a este estilo; sin embargo, la Virgen, el Niño y el coro de angelitos de la parte superior gozan de mayor idealización y cierto clasicismo. La iluminación empleada es heredera del tenebrismo aunque al fondo observamos un nublado celaje con una puesta de sol que recuerda a la que aparece en el San Juan Bautista.