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La insolidaridad de las clases pudientes ante los pobres hambrientos es criticada por Goya en esta estampa, relacionándose con las críticas a la nobleza existentes en algunos caprichos como Miren que graves!.
termino
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Desconocemos cuál sería la identificación exacta de esta bella figura femenina que Velázquez pintaría en la década de 1640 ya que carece de elementos identificativos. Se trata de una mujer de perfil, vestida de blanco, con una tablilla en la mano izquierda hacia la que señala con el dedo índice de su mano derecha. Podría tratarse de Clio, la musa de la Historia, pero faltaría la pluma con la que escribe; también podría ser una alegoría de la Pintura; o una Sibila relacionada con la que guarda el Museo del Prado; e incluso se ha aludido que podría tratarse de Aracne. En cualquier caso nos encontramos ante una excelente muestra de la pintura velazqueña donde podemos apreciar su técnica suelta y vibrante, en la que el color toma un papel especial. La viveza de la figura y su aspecto desaliñado hacen de ella casi un personaje real en el que la luz ensombrece los rasgos de su rostro para hacerlo más insinuante.
acepcion
Mujer sabia a quien los antiguos atribuyeron espíritu profético.
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Las sibilas eran unos personajes paganos, de la Antigüedad, profetisas que los cristianos quisieron interpretar como la fase previa a los profetas del Antiguo Testamento, puesto que algunas de ellas también hablaban de un "salvador del mundo", naturalmente relacionado por los escritores cristianos con Jesús. El tema de las sibilas en el arte fue muy tratado a partir del Renacimiento, siendo el mayor exponente el techo de la Capilla Sixtina de Miguel Angel, que confronta un friso de sibilas a otro de profetas. Domenichino ha tomado como tema central de su cuadro a la sibila de Cumas, aunque nada excepto el título nos da pistas sobre su identidad. La muchacha viste con lujo oriental, incluso con un extravagante turbante en la cabeza. Su rostro es perfectamente realista, lozano y con las mejillas coloreadas, como una sana muchacha romana de la época. Este matiz de naturalidad es la herencia de Caravaggio, incluso en artistas que como Domenichino cultivaron la corriente idealista del Barroco, por oposición al naturalismo tenebrista. La sibila, además de su libro de profecías, está acompañada de un instrumento musical de cuerda y un rollo de papel pautado. Podría perfectamente recordarnos a una alegoría de la música o del oído, aunque parece ser que estos elementos se explican porque Domenichino tomó como modelo a la Santa Cecilia de Rafael, patrona de la música y los músicos.
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La Sibila Cumea representa a Italia, eligiendo Miguel Ángel como modelo a una mujer anciana pudiendo aludir a la civilización etrusca. Su rostro está lleno de expresividad, siendo una de las mejores figuras de la serie llegando incluso a asustar a sus pequeños ayudantes. Su postura es tremendamente forzada, situando las piernas en perspectiva hacia el espectador y el tronco girado hacia su derecha para leer el gran libro que sujeta con sus manos. La estructura anatómica no corresponde con su edad física, presentando Buonarroti un cuerpo de potentes músculos y amplio canon, inspirado en las esculturas que él tanto admiraba. La fuerza y la potencia transmitida por la sibila es difícilmente superable, acompañada por un brillante colorido que la hace más atractiva al espectador. Las tonalidades anaranjadas de su manto contrastan con el azul de la túnica y el verde de las cubiertas del libro, resultando una armonía cromática de gran belleza. Sentada en un trono como sus compañeros, la sensación de volumen y perspectiva obtenida por Miguel Ángel nos indica su facilidad a la hora de crear, ejecutando la figura en siete jornadas.
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Las sibilas eran personajes de la Antigüedad, de las religiones paganas previas al cristianismo. Su papel en la civilización griega fue de importancia capital y llegaron a influir en guerras y gobiernos de las "polis". La más famosa de todas ellas fue la Sibila de Delfos, o Sibila Délfica, situada en el ombligo del mundo, como se consideraba a Delfos. El papel de las sibilas era similar al de los profetas del Antiguo Testamento; se consideraba que poseían poderes adivinatorios y entre ellas se extendió una creencia en el fin del mundo y en la llegada de un salvador, que los cristianos rápidamente adaptaron a su Mesías, extendiendo los anuncios de su venida incluso al mundo de la Antigüedad grecorromana. Miguel Ángel se había formado en la Florencia neoplatónica que pretendía reunir los conceptos de la filosofía griega de Platón con las creencias cristianas, en un intento por hacer racional y comprensible el entendimiento la religión. Por esta razón Miguel Ángel plantea el techo de la Capilla Sixtina dividido en tres franjas: en el centro, escenas del Antiguo Testamento y el Génesis relacionadas con la presencia de Dios en el mundo. A un lado, los profetas judíos, y al otro, las sibilas. Esta Sibila Délfica es de las más hermosas de Miguel Ángel, que tenía mucha dificultad para pintar figuras femeninas, puesto que solía simplemente dibujar el cuerpo musculoso de un atleta y adosarle dos pechos femeninos. Tras la sibila, que ya no mira sus textos sino que atiende directamente a la presencia de Cristo, hay dos angelitos que leen los textos proféticos sobre la llegada del Mesías. Esta actitud tiene que ver con la presencia o lejanía de la divinidad, tal como podemos comprender en las figuras de Zacarías o Ezequiel.
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Las sibilas que aparecen en la bóveda de la Sixtina son las cinco primeras que se mencionan en el Tratado de Lactancio, un clásico latino donde se recopilaban las profecías de las sibilas referidas al nacimiento de Cristo. También se considera que podrían tener una representatividad geográfica: Italia - Cumena -, Asia Menor - Eritrea -, Africa - Líbica -, Grecia - Délfica - y Asia - Pérsica -. La Sibila Eritrea, como el resto de sus compañeras y profetas, aparece sentada en un trono pasando las páginas de un libro sujeto en un atril cubierto con un paño azulado. Un amorcillo enciende una lámpara tras ella, considerándose que podría tratarse de un símbolo de adivinación, mientras un segundo amorcillo se frota los ojos en la oscuridad. La sibila gira su cuerpo hacia Ezequiel, estableciéndose entre ambos una relación única en la serie. Su actitud grave y desafiante se refuerza por la estructura anatómica que exhibe con unos potentes brazos y un acentuado torso. El movimiento de su postura queda reforzado con el importante número de paños que cubren su cuerpo, interesándose Miguel Ángel por todos los plegados como si de un escultor se tratara. El brillante colorido de las telas está en sintonía con el conjunto, destacando las tonalidades verdosas y anaranjadas que contrastan con el blanco. La maestría de Buonarroti con el dibujo se manifiesta en la definición volumétrica de la figura y el acentuado valor a los contornos.
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La postura de la Sibila Líbica quizá sea la más escorzada de la serie al ofrecernos con su cuerpo una posición serpentina, absolutamente en rotación. Al ser la última, guarda con un gesto de fuerza el libro del saber antiguo, relacionándose con la Virgen del Tondo Doni. Exhibe la parte superior de su torso desnudo mientras que las ligeras telas del vestido se ciñen a sus piernas, levantando la falda para mostrarlas. Las tonalidades violetas, verdes y amarillas forman un conjunto armónico reforzado con el estudio lumínico donde se manifiesta una nueva visión del arte de Miguel Ángel. Para su ejecución fueron necesarias 17 jornadas, siendo una de las figuras más trabajadas de la Sixtina, saliendo satisfecho el maestro al crear una de las más bellas.