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Estos primeros pasos expansionistas, sin embargo, quedaron frustrados por la paz de Antálcidas, según la cual Atenas sólo conservaba el control sobre Lemnos, Imbros y Esciro. Más tarde, en la idea de que la paz había favorecido el desarrollo de un nuevo expansionismo espartano, desde Atenas surgen nuevas iniciativas para crear bloques capaces de promover la defensa de la libertad. Se trataba de evitar el desarrollo de una nueva arché. La primera organización se crea como una symmachía con Quíos, Rodas, Mitilene, Bizancio y algunas islas. Los pasos concretos hasta llegar a la constitución de la liga permanecen oscuros, pues se interfieren múltiples problemas relacionados con las reacciones espartanas y las dudas atenienses. Los datos de la epigrafía van poniendo orden a las narraciones de los historiadores. El gran documento es, desde luego, el decreto de Aristóteles, del año 378-77, por donde se conocen los nombres de los participantes y, en cierto modo, el proceso de formación, gracias al orden establecido y a los tipos de letras utilizados. Junto a los citados, se encuentran en primer lugar Metimna, con respecto a cuya alianza particular se conoce también un decreto anterior, y Tebas, que ha sido víctima de la agresión espartana que se materializó en la ocupación de la Cadmea, hecho considerado injusto incluso por la historiografía proespartana. La nueva liga se gobernaría de acuerdo con un synedrion en que participaban todos los aliados en sesiones celebradas en Atenas, donde las decisiones se controlarían conjuntamente con la asamblea ateniense. Las precauciones para evitar que en la nueva confederación se viera renacer el espíritu agresivo del imperio del siglo V se traducían en el establecimiento del tributo, llamado ahora syntaxis, y no phoros, con el ánimo de quitarle aquellas connotaciones. Éforo creía que era sólo un modo de disimular la nueva realidad, pero, en el fondo, había elementos nuevos, que convertían al segundo imperio en una caricatura del primero, pero que también despertaban en el demos las aspiraciones agresivas que daban como resultado el aumento de la conflictividad en las luchas entre ciudades por la hegemonía y entre los diferentes elementos sociales de la ciudad misma. Por ello surgieron diferencias entre quienes creían que la justificación del imperio estaba en el mantenimiento de la paz y quienes creían que sólo tenía sentido como modo de control de nuevos territorios, de consolidación del tributo, lo que llevó a personajes como Timoteo a emprender campañas, en Cefalonia y Corcira que, por otro lado, exigían gastos en el tesoro público creadores de conflictos entre los contribuyentes, reclutados entre los ricos, y los miembros del demos partidarios de la recuperación del control naval. De otro lado, el pago de mercenarios promovía formas de desarrollo monetario y de moneda circulante que creaban desajustes en los valores próximos a los procesos inflacionistas, que se reflejan en las alteraciones constantes en los valores monetarios. La victoria de Naxos en 376 proporcionó a los pacifistas atenienses la oportunidad de imponer su concepción del imperio, al aprovecharse de la petición espartana. Sin embargo, los jefes de tropas mercenarias no podían permanecer en la inactividad y Timoteo continuó actuando por cuenta propia, como precedente de los jefes militares que colaboraron a la formación del tipo de relaciones propio del mundo helenístico. Sólo la presencia de la hegemonía tebana facilitaría que, desde 371, las condiciones de una nueva paz fueran respetadas igualmente por atenienses y espartanos.
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Tras la Edad de Bronce se desarrolla la Edad de Hierro caracterizada por el empleo de utensilios y armas de hierro. Si bien en el Próximo Oriente aparecen instrumentos de hierro en el III milenio, no será hasta el siglo XIII a.C. cuando alcance un importante desarrollo en Anatolia , especialmente entre los hititas, quienes tendrán el monopolio de su uso durante un tiempo. Las relaciones comerciales impulsadas por griegos y fenicios motivarán la expansión del hierro hacia Europa donde se desarrollan entre el siglo VI y el III a.C. importantes culturas como la geométrica en Grecia, la villanoviana en Italia o Hallstatt y La Tène en Europa central. El desarrollo a gran escala de la agricultura, de los intercambios y de los poblados serán características destacadas de este momento prehistórico.
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La mala política tributaria y las derrotas militares de los anteriores emperadores iconódulos llevaron a León V (813-820) a una nueva restauración de la iconoclastia, a la que se oponían el patriarca constantinopolitano Nicéforo y muchos monjes, entre ellos el famoso Teodoro Studita, precisamente para controlar mejor al clero, que estaba cada vez más sujeto al emperador a consecuencia del desarrollo de aquella crisis. La segunda época iconoclasta fue menos dura en sus aspectos religiosos pero más en los sociales: hubo revueltas de iconódulos en Asia Menor en época de Miguel II (820-829) que continuarían en los decenios siguientes, mientras se perdían a manos de los musulmanes Creta (827) y Sicilia poco a poco a partir del ano 828, con lo que aumentó el peligro en Italia y Dalmacia, y el emperador Teófilo (829-842) era derrotado en la frontera de Asia Menor por los abbasíes, que se hicieron con el control de Amorium (838). Precisamente entonces llegó a su apogeo la aproximación entre bizantinos y jázaros, aliados contra los musulmanes y partícipes de intereses complementarios en el Norte del Mar Negro, donde se establecieron nuevos themas en la península de Crimea (Chersón). Las últimas represiones contra los adversarios de la iconoclastia ocurrieron en Constantinopla entre los años 837 y 842. Teodora, viuda de Teófilo y regente de Miguel III (842-867) restauró el culto a las imágenes y el equilibrio se fue recuperando, incluso en Asia Menor y alto Éufrates, donde los paulicianos fueron fuertemente reprimidos (toma de su bastión de Tefriké en el 872). Aquella restauración se vio favorecida por la debilitación de los abbasíes, aunque las primeras campañas contra tierras conquistadas por los musulmanes no tuvieron éxito: Creta (844), la frontera de Asia Menor y el delta del Nilo, entre 853 y 859. Por el contrario, la pacificación interior sí que tuvo influencia inmediata en materia eclesiástica, donde la autoridad imperial había crecido mucho: el patriarca Focio se vio plenamente apoyado en su querella con el papa Nicolás I, desde el año 858. Los rusos de Kiev y los varegos intentaron el asedio de Constantinopla en 860, pero en 867 un tratado de paz permitía el envío del primer obispo ortodoxo a Kiev. Mientras tanto, Cirilo y Metodio llevaban a cabo una misión en Moravia a partir del año 862, protegidos por el príncipe Rastislav, y elaboraban el alfabeto cirílico, primer vehículo escrito del eslavón, fundamental para la elaboración de su liturgia. Moravia se integró al cabo en la cristiandad latina pero la experiencia misionera se aplicó a continuación en Bulgaria, donde el zar Boris se bautizó en el año 864 y se extendió rápidamente una nueva iglesia organizada según el modelo griego aunque su sede principal o patriarcado, en Ochrida, quiso ser autónomo o autocéfalo para dejar clara la independencia búlgara, y se utilizó el eslavón y no el griego como lengua oficial. La salida de la crisis en el imperio se anunciaba, así, mediante tan importantes avances religiosos y culturales, y la misma ruptura de relaciones entre Roma y Constantinopla del 858 debe interpretarse en este contexto, no tanto como una querella sobre dogma y disciplina sino como pugna por el protagonismo en la conversión de los eslavos balcánicos: "el choque de las dos ambiciones espirituales, atizada por la competencia política entre los dos Imperios, de la que no es con frecuencia más un modo de expresión, no es un cisma pero conduce a él progresivamente porque cada parte se esforzará en devaluar los progresos de la otra poniendo en duda la pureza de su doctrina y de sus prácticas".
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La obra de la sillería de la catedral de Toledo absorbe la última actividad de Felipe Bigarny, muerto en 1542, en tanto que la del sepulcro de Tavera consume la de Berruguete, que muere en esta ciudad el año 1561. También Siloe se aparta de los tradicionales centros castellanos y sólo de forma esporádica trabaja fuera de Granada, donde muere el año 1563. Puede decirse que hacia los años medios del siglo XVI el Renacimiento español se ha definido en todas sus regiones merced a la labor dispersa de estos grandes maestros, y a partir de entonces van perfilándose centros diversos de la actividad escultórica castellana con peculiaridades propias, destacando el de Valladolid por la obra de Juni. La obra de Siloe y Berruguete influye en la escuela palentina, de uno de cuyos maestros, Juan de Valmaseda, se ha destacado su intervención en el retablo mayor de su catedral, su Calvario, de figuras secas como sarmientos, en la línea del expresionismo goticista. En esta escuela desarrolla su primera actividad Francisco Giralte, su maestro más representativo. Criado de Berruguete, con el que colabora en la sillería de la catedral toledana, reside en Palencia unos años hasta su traslado a Madrid. Su retablo de la capilla del doctor Corral, en la iglesia de la Magdalena de Valladolid, muestra su sabiduría en el arte de la retablística y de la composición, con figuras de potentes anatomías en actitudes muy manieristas. Su enfrentamiento con Juni a causa del retablo de la Antigua quizás decidió su marcha a Madrid, que ya se presentaba como mercado atractivo para los artistas. En el retablo de la capilla del Obispo de Madrid las masas corpóreas apagan el fuego berruguetesco en actitudes más serenas. La magnífica Piedad muestra su interés por el desnudo. La serie de sepulcros del fundador de la capilla y de sus padres es obra cumbre del arte funerario español, donde los bellos niños cantores que aparecen a los lados del arco que cobija al obispo orante atestiguan su conocimiento de lo italiano y su perfecta técnica del tratamiento de materiales duros, como el mármol. Otras escuelas como la de Toledo, siempre activa, se reaviva con la llegada de Berruguete y Bigarny. De rico patrimonio gótico como Burgos, pronto asimila la lección de estos maestros y así Gregorio Bigarny, el mejor colaborador de su padre. Casado con la hija de Alonso de Covarrubias interviene en diversas obras para la catedral toledana de las que destaca su bello medallón con la Imposición de la Casulla a San Ildefonso, en la silla Arzobispal del coro, ocupándose en Madrid del enterramiento del Obispo de Calahorra, don Alonso de Castilla, y otras obras para el desaparecido Santo Domingo el Real de Madrid cuyo orante y Virgen de la sacristía se conservan en el Arqueológico de esta ciudad. Juan Bautista Vázquez el Viejo, procedente de Avila, aparece trabajando al servicio de la catedral toledana desde el año de 1552. Unido a Nicolás de Vergara el Viejo en trato de compañía que a veces se amplía a otros artistas como Alonso de Covarrubias, deja bellas muestras de su quehacer, que definió Gómez Moreno como el desdoblamiento femenino de Berruguete, en toda la diócesis de Toledo, que incluye las tierras alcarreñas. Su bella Virgen con el Niño del retablo de Almonacid de Zorita, hoy en Torrelaguna, es composición de perfecto equilibrio entre fondo y forma que habla de su probable estancia en Italia en contacto con núcleos manieristas. En su quehacer se diluye el de Nicolás de Vergara el Viejo hasta que Vázquez marcha a Sevilla el año de 1561. Su famosa obra de los atriles en bronce dorado de la catedral toledana, tasados por el propio Pompeo Leoni el año de 1572, es obra cumbre de la escultura española. Ayudado por su hijo Nicolás de Vergara el Joven y un equipo conocedor de la difícil técnica del bronce, muestra en sus bellas escenas bíblicas alusivas a la música un marierismo más atormentado que Vázquez, en sus figuras de poderosas anatomías cubiertas con paños de pliegues sinuosos que se pegan al cuerpo de actitudes clasicistas. Otros centros menores como Avila, con el sedimento de la bella labor de Vasco de la Zarza, recibe también la influencia de Berruguete a través del delicado arte de Isidro de Villoldo, que trabaja en alabastro el retablo de San Segundo y el de la Flagelación, en su catedral y que es uno de los primeros castellanos que inicia el éxodo a Sevilla el año de 1553. Los centros de Sigüenza o Cuenca, bajo la influencia toledana, también atraen a artistas de valía como el inquieto Esteban Jamete, que cubre de bella labor a la italiana el arco de la catedral de Cuenca, o Madrid, adonde se desplazan Gregorio Bigarny y Giralte.
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En 1945 un solo Estado de Asia del Sudeste era independiente, Siam convertido en Tailandia en junio de 1939, pero en la Segunda Posguerra Mundial la emancipación de la región se convirtió en general. Los Imperios coloniales tradicionales habían demostrado su fragilidad en Asia como consecuencia de las victorias bélicas japonesas y además este contrincante, finalmente vencido, había fomentado con decisión los nacionalismos, dejándolos como herencia a sus antiguos adversarios. La segunda oleada de la descolonización tuvo como protagonistas, en primer lugar, a los pueblos de África del Norte para luego extenderse al África negra. Tras todos estos movimientos emancipatorios en Asia y África surgió una nueva realidad de cara a las relaciones internacionales. Estos nuevos países tenían como rasgos comunes el subdesarrollo y el crecimiento económico. En 1952 el demógrafo francés Alfred Sauvy empleó la expresión "Tercer Mundo" para designarlos en contraposición a la vez a los capitalistas y democráticos y a los comunistas. En un plazo corto de tiempo el panorama internacional se vio bruscamente transformado gracias a la aparición de estos países en el horizonte de las relaciones internacionales. Si, por una parte, modificaron la composición de las Naciones Unidas, al mismo tiempo se convirtieron en el lugar de competición entre Este y Oeste dado que resultaba demasiado peligrosa la confrontación directa. La ausencia de instituciones democráticas y un nacionalismo anticolonialista favorecieron la impresión de que podían cambiar la balanza de poder en el mundo aunque no existió nada parecido a un alineamiento completo y absoluto de los nuevos países con el comunismo. Si los occidentales erraron al considerar que los nacionalistas del Tercer Mundo eran comunistas, éstos también lo hicieron al pensar que un aliado ocasional se había convertido en una baza decisiva para el triunfo final de sus tesis.